Otra vuelta de tuerca

Otra vuelta de tuerca Resumen y Análisis Capítulos 14 -18

Resumen

Capítulo 14

Un domingo de otoño por la mañana, Grose, la institutriz y los niños se dirigen hacia la iglesia. La institutriz camina agradecida por la obediencia que le prestan los niños, sobre todo Miles, que se encuentra elegantemente vestido y parece independiente, al punto que si le exigiera la libertad no podría negársela. Mientras atraviesan el cementerio de la iglesia, el pequeño la habla encantadoramente, como si le "estuviera tirando rosas" (117), y le pregunta cuándo podrá volver a la escuela. La mujer queda estupefacta pero Miles continúa con su charla, y le dice que, para un niño de su edad, estar siempre con la misma señora -aunque sea perfecta- no es apropiado, ya que está creciendo.

Para convencerla, Miles le dice que él siempre fue bueno, salvo aquella noche que le hizo una broma al escaparse al jardín. En ese momento, la institutriz le pregunta si era feliz en el colegio. El niño responde que es feliz en cualquier parte pero que, de todas formas, desea conocer más del mundo y estar con niños que sean como él. La institutriz se ríe y le responde que no existen los niños como él, salvo Flora. Ese comentario disgusta a Miles, quien dice que no puede compararlo con una niña.

Finalmente, el niño le pregunta si su tío piensa igual que ella con respecto a su escolaridad. La institutriz le dice que a su tío no le interesa, a lo que Miles le responde que haga algo para que se interese. A continuación, agrega que, si su tío fuera a Bly, se interesaría, y luego afirma que será él quien lo obligue a hacerlo.

Capítulo 15

Luego del intercambio, Miles ingresa solo a la iglesia y la institutriz se queda en el cementerio mientras repasa su charla con él. En ese momento, se da cuenta de que Miles descubrió en esa conversación que ella tiene miedo de que el tío de los chicos se presente en Bly para pedir explicaciones sobre la misteriosa suspensión de los estudios de Miles. Ahora ella está segura de que Miles podrá utilizar ese miedo a su favor.

La institutriz siente que su relación con Miles se ha roto y decide que lo mejor para ella sería huir en el momento de Bly. La mujer da media vuelta y se dirige hacia la mansión, donde comienza a juntar sus cosas para escapar de inmediato, aprovechando que la mayoría de los sirvientes se encuentra en la iglesia. Cuando se dirige al salón de estudios, la institutriz tropieza en la escalera y cae sentada en el mismo lugar donde una noche vio al espectro de Jessel.

A pesar de ello, la mujer se levanta y continúa hacia la la sala de estudio, donde se detiene ante una nueva visión del fantasma de su antecesora. La señorita Jessel está sentada en su escritorio con la cara apoyada en las manos, en expresión de cansancio. Pasado un momento, la mujer se pone de pie con una “indescriptible melancolía” (125) y la mira como si quisiera hacerle saber que su derecho a estar en la sala de estudio es el mismo que el de ella. Esa expresión lleva a la institutriz a sentirse ella como “una intrusa” (125), lo que la impulsa a insultar al espectro hasta que se desvanece. En ese instante, cuando solo queda ella en la habitación, la institutriz se da cuenta que debe quedarse en Bly.

Capítulo 16

La institutriz se queda en la casa esperando a que vuelvan los niños. Aunque pensaba que le harían algún tipo de reclamo, ni ellos ni la señora Grose dicen nada al verla. A la hora del té, se toma unos minutos a solas con su amiga para conversar sobre su ausencia en la iglesia. La mujer le dice que los pequeños le pidieron que no diga nada y luego le pregunta cuál fue la causa de su falta. La institutriz responde que tuvo que encontrarse con una amiga, haciendo referencia al fantasma de Jessel.

En ese momento le habla de su conversación con Miles, y le dice que ahora está “todo dicho” (127) entre ellos. Grose quiere saber más, pero en lugar de explicarse, su amiga dice que tuvo que volver a la casa para tener una charla con la señorita Jessel. En el salón de estudios, el espectro le transmitió que sufre “los tormentos de los condenados” (127) y que quiere compartirlos con la pequeña Flora.

Sin embargo, nada de eso importa, porque ella está decidida a escribirle al tío de los niños. La institutriz terminó por decidirlo después de hablar con Miles, debido al que el niño cree que ella le tiene miedo a su tío. Su plan consiste en mostrarle la carta de expulsión del pequeño y luego decirle que ella no puede esforzarse por un niño que ha sido expulsado.

En ese momento, Grose intenta proteger al niño, aludiendo a que no saben la causa de su expulsión, pero ella responde que el único motivo posible es su maldad. Después, asegura que todo el mal que sucede en Bly es culpa del tío de los niños, por haber permitido a los antiguos sirvientes permanecer en la mansión. Grose responde que él no lo sabía y se culpa a sí misma por no haber hecho nada. Finalmente, dice que ella se encargará de comunicarse con el tío, pero como no sabe escribir y no quieren delegarle esa actividad a nadie, terminan decidiendo que sea la institutriz quien lo haga.

Capítulo 17

Una noche de viento y lluvia, la institutriz comienza a escribir la carta en su habitación mientras Flora duerme a su lado. Como le cuesta avanzar, sale al pasillo y se queda junto al cuarto de Miles para ver si lo oye dormir. El pequeño, que está despierto, la llama y le dice que ingrese. Una vez allí, la institutriz le pregunta qué hace levantado, a lo que Miles le responde que piensa en ella, en la educación que les brinda y en "todo lo demás" (131).

La institutriz lo nota pálido, como un niño enfermo en un hospital, y piensa que haría todo lo posible por curarlo. Entonces le asegura que podrá volver al colegio, pero no al mismo que iba, e interroga el motivo por el cual nunca mencionó nada de su antiguo colegio, de sus maestros ni compañeros. El pequeño tarda en contestar y ella piensa que le está pidiendo ayuda al fantasma de Quint. La mujer insiste: ella creía que Miles lo pasaba bien en Bly y que por eso no mencionaba la escuela. El niño responde que ella no sabe lo que quiere un muchacho. Luego, la amenaza diciéndole que deberá dar muchas explicaciones cuando su tío vuelva, a lo que ella responde que él también deberá hacerlo.

La institutriz se conmueve ante Miles y lo abraza y besa apasionadamente mientras le pregunta si no hay nada más que quiera decirle. El pequeño le dice que lo único que quiere es que lo deje en paz. Entonces, ella responde que empezó a escribir una carta para su tío y él le exige que la termine. La dureza del niño la lleva a caer a sus pies mientras le ruega que la ayude a salvarlo, agregando que moriría antes de hacerle daño. En ese momento, una ráfaga de aire helado apaga su vela, dejando a ambos en la oscuridad. El niño emite un alarido y la mujer exclama que se apagó la vela, al tiempo que observa la ventana cerrada. Miles le responde que él fue quien la sopló.

Capítulo 18

Para la mañana siguiente la institutriz ya redactó el mensaje y se presenta en el salón con la carta escrita en el bolsillo. Durante las lecciones, los niños se comportan maravillosamente y ella siente que lo hacen para suavizar su relación con ella. Miles se destaca por su cordialidad y le ofrece compartir media hora juntos. En el salón, el niño toca el piano para ella con tanto arte que la institutriz olvida sus responsabilidades con Flora. Cuando cae en la cuenta de que ha pasado mucho tiempo, le pregunta a Miles si sabe dónde está su hermana. El niño le responde que es ella quien debería saberlo, y sigue con su instrumento mientras canta incoherencias.

La mujer revisa algunas habitaciones sin encontrar a Flora en ningún lado. Entonces va a buscar a la señora Grose, quien suponía que los niños se habían quedado con la institutriz luego de la comida. Entre las dos buscan a la jovencita en el resto de la casa, sin éxito. Luego se reúnen en el hall de entrada, donde la institutriz asegura que Flora se encuentra con la señorita Jessel en ese momento y deben salir a buscarla. La señora Grose le pregunta dónde dejarán a Miles, y ella le dice que el pequeño está acompañado de Quint y que la situación con el piano fue una trampa para que Flora huyera.

Aunque la señora Grose le inquieta dejar a Miles, la institutriz está decidida. El ama de llaves le pregunta qué hará con la carta y ella responde que la dejará en la mesa del hall y que Luke, uno de los criados, la llevará al salir esa tarde. La señora Grose intenta demorarla nuevamente, diciendo que no es apropiado salir sin sombrero, pero la institutriz está decidida y le dice que para Jessel eso no es un inconveniente. Luego la invita a quedarse con Miles y Peter Quint, si así lo desea. Presa del miedo, la señora Grose se apresura a salir junto a ella.


Análisis

A lo largo de estos capítulos, la presencia del pequeño Miles cobra un mayor protagonismo en la historia, al tiempo que su carácter angelical comienza a ponerse en duda bajo la mirada atenta de la institutriz. Si bien estos cambios de comportamiento comenzaron a gestarse con anterioridad -sobretodo desde su escape a la medianoche en el capítulo 12-, lo cierto es que será a partir de la disputa con su educadora en el cementerio que la posibilidad de que el niño esconda maldad bajo su apariencia de bondad y pureza se hace presente.

En ese sentido, podría decirse que el capítulo 14 marca un momento de inflexión en la trama. Por primera vez, Miles le transmite a la institutriz su deseo de volver al colegio. En ese momento, la institutriz utiliza un símil para caracterizar el trato de Miles, quien le habla como si "estuviera tirando rosas" (117). Pero, lejos de ser amable, la cortesía del niño esconde la amenaza de acusarla frente al amo por no haberle mencionado el problema de su escolaridad. A partir de esta discusión, la institutriz siente que su relación con el niño ya no puede ser reparada.

Ahora bien, tal como mencionamos en los análisis anteriores, la ambigüedad de sentido es una característica constante a lo largo de toda la nouvelle. En este caso, impide dar una interpretación única a los cambios en el comportamiento de Miles, ya que puede deberse tanto a la influencia maligna que sobre el niño produce Quint, como a una manifestación de hartazgo ante las demostraciones de cuidado excesivas de la institutriz.

Ambas interpretaciones pueden apreciarse en el capítulo 17, momento en que la institutriz se encuentra con Miles en su habitación y discuten acerca de su pelea en el cementerio. Allí, la institutriz cree que las palabras que pronuncia Miles no son propias sino que las susurra al oído Quint. Más adelante, sin embargo, el pequeño le dice a la institutriz que lo único que quiere de ella es que lo deje en paz. Frente a ello, la mujer cae de rodillas y se aferra con fuerza al niño mientras le implora que la deje ayudarlo. Finalmente, una brisa helada apaga las velas de la habitación pero Miles dice que fue él quien las apagó. Como podemos ver, a lo largo de este capítulo de gran tensión narrativa, la ambigüedad de sentido sobre los acontecimientos es un elemento central.

La correspondencia es otro motivo constante a lo largo de estos capítulos y se vincula en forma estrecha con el problema de la incomunicación: primero, la institutriz le prohíbe a Grose que le escriba al amo. Luego, la posibilidad de comunicarse con el tío es mencionada por Miles en el cementerio. Finalmente, la última aparición de Jessel lleva a la institutriz a no darle más vueltas al asunto y mandarle un correo a su patrón.

En el capítulo 15, por otro lado, se escenifica un nuevo encuentro entre la institutriz y antecesora. Al ingresar a la sala de estudio, la mujer se encuentra con el fantasma, a quien ve "oscura como la medianoche con su vestido negro, con su belleza macilenta y su inexpresable dolor" (125). Resulta interesante, nuevamente, el uso de imágenes propias al imaginario de Mal, como el vestido negro, la noche y la palidez, en la descripción que se realiza sobre la antigua institutriz.

Luego de este pasaje se produce un paralelismo explícito entre ambas institutrices cuando dice que la “miró durante el tiempo suficiente para que pareciera afirmar que su derecho a sentarse a mi mesa era tan válido como el mío a sentarme a la suya” (125). La institutriz manifiesta sentirse una intrusa, lo que posibilita la pregunta acerca de si el fantasma no puede ser una alucinación proyectada por sus inseguridades. La figura del doble, tema común del fantástico, vuelve a repetirse una vez más en este capítulo.

Más adelante, mientras le cuenta a Grose sobre este encuentro, la institutriz dice que el fantasma manifiesta que “sufre tormentos” (127), pero el lector nunca es parte de esa conversación, lo que vuelve a presentar la pregunta acerca de la honestidad de la institutriz.

Tal como mencionamos en la sección “Símbolos alegóricos”, en la época representada en la nouvelle, el hecho de no usar sombrero fuera de la casa simboliza una falta de clase, una vulgaridad. En el capítulo 18, se reitera la mención a la falta de esta prenda como un símbolo distintivo de los malignos espectros: la señora Grose y la institutriz se apuran a buscar a Flora, quien parece haber escapado al lago. En ese momento, Grose intenta demorar a la institutriz diciendo que no es apropiado que salgan de la mansión sin llevar sombrero. Frente a ello, la institutriz le responde que a la señorita Jessel no le resulta un impedimento.

En esta escena, el hecho de que la institutriz decida replicar las actitudes de la señorita Jessel trae nuevamente a colación el problema de la ambigüedad de sentido. Esta vez, además, podemos establecer un puente con el tema del doble. Por un lado, que la institutriz tome de ejemplo a su antagonista hace que nos preguntemos si la señorita Jessel no es, en realidad, una proyección realizada por ella misma. En este caso, podríamos interpretar esa proyección como consecuencia de sus deseos reprimidos de liberarse de las ataduras de su clase social y género, simbolizadas a través del uso del sombrero. En sentido contrario, el fantasma de la señorita Jessel podría efectivamente existir, esta vez, como el doble malvado -y sin sombrero- de nuestra protagonista.