Otra vuelta de tuerca

Otra vuelta de tuerca Metáforas y Símiles

"El oro todavía estaba en el cielo, la claridad en el aire, y el hombre que me miraba por las almenas estaba tan definido como un cuadro en un marco." (Capítulo 3, p.46) (Símil)

La institutriz realiza esta comparación para remarcar la nitidez con la que ve al fantasma de Quint en la torre de la mansión. Al trasladar la noción de marco a la figura del fantasma, lo que intenta comunicar es que su imagen estaba tan delimitada que no cabe lugar a dudas que lo que veía se encontraba allí. Esta comparación se corresponde a la primer aparición que sufrió la institutriz, por lo que en ese momento ella no sabía que se trataba de un fantasma. Sin embargo, este tipo de refuerzos sobre sus percepciones aparecen a lo largo de todo el relato, lo que permite suponer de que ella intenta afirmar su historia como algo real y no como el producto de alucinaciones.

"(...) puede ser que lo que después se desencadenó súbitamente le dé al tiempo anterior un encanto de quietud, ese silencio en el que algo se prepara o se agazapa. El cambio fue concretamente como el salto de un animal." (Capítulo 3, p.42) (Símil)

La institutriz compara la estabilidad que siente en sus labores de institutriz junto a los pequeños, cuando recién comienza a trabajar en Bly, como un tiempo paz similar al que sienten los animales antes de que un depredador se les eche encima. En ese sentido, la mujer busca dar cuenta de la violencia del cambio sufrido a partir de las primeras apariciones de los espectros.

""(...) yo tenía la fantasía de que estábamos casi perdidos, como un puñado de pasajeros en un gran barco a la deriva. Bueno, ¡extrañamente yo estaba en el timón!" (Capítulo 1, p.33-34) (Símil)

La institutriz dice tener esta fantasía en Bly, "una casa fea pero cómoda, que incorporaba unos pocos elementos de un edificio todavía más antiguo, a medias desplazado y a medias usado". Ofrece esta imagen mientras se deja acompañar por Flora a través de todas las habitaciones de la mansión. En la comparación, la casona funciona como un gran barco del cual ella es la capitana. En interesante, en este punto, cómo la institutriz se considera a sí misma como la persona encargada de mantener el buen cauce del hogar. La idea que subyace a esta imagen es, en última instancia, la de la locura, lo que la ubica en un lugar de responsabilidad frente al rumbo errante que tomarán los acontecimientos de Bly en el futuro.

"(...) debo realizar mi horrible zambullida (...) me obligo a recorrer, una vez más, mi espantoso camino hacia el final." (Capítulo 9, p.89) (Metáfora)

No ha transcurrido mucho desde la primera aparición de la señorita Jessel y la institutriz recuerda el paso de los días mientras cuida a los niños, cuya compañía es tan agradable que lentamente borra los malos recuerdos. Sin embargo, sabe que lo que escribe es solo el intento de demorar la descripción de los sucesos más terribles que vivió en Bly. En ese momento, utiliza la metáfora de la horrible zambullida para explicar la sensación que le produce ir al grano en su relato. La imagen representa la conciencia de una decisión traumática e intempestiva de la que no se puede volver atrás. Por otro lado, la metáfora también alude a la idea de adentrarse en la profundidad del asunto que está recordando. Más adelante en el mismo párrafo, la institutriz prolonga este sentido de la metáfora: "he llegado sin duda al corazón de la cuestión y el camino más recto para salir sin duda es avanzar" (89).

"El resplandor de esta certidumbre -porque fue una certidumbre en medio del miedo- produjo en mí un efecto extraordinario, iniciando en mí, mientras estaba allí de pie, una súbita vibración de deber y coraje." (Capítulo 4, p.54) (Metáfora)

Esta metáfora, utilizada por la institutriz cuando relata la segunda aparición de Peter Quint, genera una asociación entre el saber y la iluminación. La mujer está por ir a la iglesia cuando recuerda que dejó olvidados unos guantes en el comedor de la casa. En el momento en que llega al lugar, se encuentra con la presencia de Quint, que la mira desde la ventana. Luego de un momento observación mutua, la institutriz llega a la conclusión de que el espectro no está allí por ella, sino que está buscando a los niños. Frente a la parálisis que le provoca el miedo, la certeza de que busca a los niños le da la pauta de que tiene que salir a enfrentar a la aparición.