Mal de amores

Mal de amores Resumen y Análisis Capítulos XXIV-XXIX

Resumen

Capítulo XXIV

Los recién casados y el anciano, Don Refugio, van a comer a un restaurante elegante. Apenas llegan, Daniel reconoce a varios amigos con quienes ha peleado en las guerras revolucionarias sentados en otras mesas. Emilia percibe sus ansias y le dice que vaya a conversar con ellos. Sintiendo su falta, ella se queda charlando con Refugio, que le cuenta la historia de su desgraciada vida. El anciano vive con una nieta que está embarazada y enferma. Emilia también le cuenta su propia historia, y le dice que no piensa separarse jamás de Daniel. Luego, por primera vez en su vida, la protagonista se reconoce a sí misma como doctora. Más tarde, cuando Daniel vuelve a la mesa, solo quiere hablar de política.

Emilia va a la casa de Don Refugio para atender a la nieta enferma. La chica está muy mal y no podrá curarla, pero le promete volver a visitarla. Después vuelve a su casa, creyendo encontrar allí a Daniel, pero él solo regresa por la madrugada. Tienen sexo y él duerme hasta el mediodía. Al despertarse, se entera de que Emilia ha ido a trabajar al hospital y se siente insultado; pretende que ella esté disponible para él. Cuando la protagonista regresa del hospital, él se ha ido y le ha dejado una nota, ofendido. Entonces Emilia piensa en sus padres y en Milagros, y se da cuenta de que extraña a Zavalza. Finalmente, sale a buscar a Daniel.

Capítulo XXV

Emilia va al restaurante del hotel en el que está Daniel y se sienta a esperarlo. Se hunde en sus pensamientos, hasta que ve a un hombre que llega con muchos baúles y se pone a conversar con él. Se llama Ignacio Cardenal, ama los libros y se dedica a vender enciclopedias. Es español y extraña a su esposa e hijos, que viven en Bilbao. Emilia también le cuenta su historia de vida. Luego salen a caminar y recorren la ciudad juntos. Por la noche regresan al restaurante para comer algo. Más tarde, Daniel llega borracho y trata de modo grosero a Ignacio. Se muestra celoso y asegura que un hombre y una mujer no pueden ser amigos. Sin embargo, después se calma, y la semana siguiente pasean los tres juntos. De día, Daniel escribe artículos para el períodico y Emilia trabaja en el hospital, donde la situación es muy grave: hay muchos enfermos y ninguna cama disponible. Toda la ciudad parece estar a la espera de un estallido. La situación es completamente inestable: las autoridades de la capital vuelven a cambiar a principios de julio y a principios de agosto.

Una mañana, Salvador Cuenca llega a la ciudad desde el puerto de Veracruz. Como la situación se ha vuelto muy peligrosa para los rebeldes, ha ideado un plan para resguardarse. Al día siguiente saldrá un barco para llevar hacia España a unos curas extranjeros, y Salvador ha conseguido lugares para viajar en él junto a su hermano, disfrazados de sacerdotes. Emilia también puede acompañarlos. Si bien Daniel no quiere abandonar la lucha, se ilusiona con el viaje y la posibilidad de escribir un reportaje. Termina aceptando la propuesta con la condición de que también pueda sumarse Ignacio Cardenal, que ansía reunirse con su familia en España.

Capítulo XXVI

Por la mañana, Emilia le comunica a Daniel que no viajará con ellos. Él la acusa de traidora. Luego se marcha junto a Salvador e Ignacio. Emilia pasa algunas semanas más en la capital, trabajando en el hospital. Por momentos se siente culpable y se pregunta si ha traicionado a Daniel. Vuelve a tocar el chelo y lee Las mil y una noches. Una mañana, Refugio va a buscarla porque su nieta está muy mal. Poco después la chica muere y Emilia participa del austero entierro.

Emilia vuelve a Puebla sin avisarle a nadie. Llega directamente a la botica y sorprende a su padre. Se abrazan con alegría. De inmediato llega Josefa, emocionada. Por la noche, Milagros y Rivadeneira cenan con ellos en la Casa de la Estrella. Conversan sin parar sobre todo lo ocurrido durante la ausencia de la chica, que ha durado más de dos años. A las once de la noche, llega a la casa Antonio Zavalza. Emilia lo abraza y lo besa. Desde ese momento, vuelven a funcionar como pareja. Ella rinde exámenes de medicina en la universidad, obtiene un certificado formal y vuelve a trabajar con Zavalza en el hospital. Pasan juntos más de un año, aunque viven en casas separadas.

Hacia fines de 1916, la protagonista se entristece porque Daniel no le envía más cartas, y Zavalza le dice que se siente celoso porque ella piensa mucho en el otro. Una noche, Emilia va a la casa de Antonio, dispuesta a quedarse a vivir con él, y tienen sexo. A partir de ese momento, ella le dice a su familia que es bígama, es decir, que tiene dos maridos. Milagros la apoya, mientras que Josefa reprueba esta decisión, que no encaja con su visión moral acerca de la sexualidad, pero no hace nada por impedirla, ya que prioriza la libertad de su hija.

Capítulo XXVII

En 1917, el gobierno decreta el pago de impuestos en plata, y muchos se lamentan porque los esfuerzos revolucionarios solo han conseguido un presidente que gobierna igual que el antiguo dictador. Emilia tiene una nueva rutina: pasa los días con Zavalza, con sus padres y trabajando en el hospital. Ella y Antonio han adoptado a una niña abandonada en el hospital, que hacia marzo de 1919 tiene veinte camas y siete médicos más. A partir de la revolución, Sol González dispone de la fortuna familiar de su marido y la invierte en el hospital, convirtiéndose en su administradora.

Esa primavera, Emilia y Zavalza ofrecen, por invitación del doctor Hogan, una conferencia en el Geneve College of Medicine de Nueva York. Allí, la protagonista se encuentra con su amiga Helen Shell, que ahora es pareja de Hogan.

Hacia 1918 tiene lugar una epidemia de gripe española. El hospital está bien preparado para la situación: no solo cuenta con médicos universitarios, sino también con múltiples curanderos tradicionales indígenas y una partera de oficio. Cada mes, además, Hogan envía a un médico extranjero para intercambiar conocimientos. Una mañana, Teodora, la curandera del tren, aparece en la botica buscando a Emilia y esta la incorpora a la planta del hospital. También aparece en puebla Don Refugio. Al verlo, Emilia piensa en Daniel, a quien no ha visto en cuatro años, aunque tiene noticias de él gracias a las cartas que el muchacho le envía a Milagros. Refugio es incorporado al plantel del hospital como “conversador oficial” (236), ya que Emilia confía en los poderes curativos de la conversación. A ella le interesan especialmente los casos relacionados con el sistema nervioso central.

En 1920 se produce un levantamiento militar de sectores revolucionarios dirigidos por Álvaro Obregón, que pasa a ocupar la presidencia. Emilia viaja a Nueva York para asistir a unos cursos especializados en el cerebro humano, y Milagros la acompaña.

Capítulo XXVIII

Al entrar al hotel en Nueva York, Emilia se encuentra con Daniel. Primero cree Milagros le ha dicho al muchacho que estarían allí, pero la tía está tan sorprendida como ella: es una casualidad. Todavía aturdida por este encuentro inesperado, la protagonista sube a su habitación, se recuesta y se queda dormida. Sueña que, mientras duerme con Zavalza, Daniel entra en el cuarto, le regala muchas medallas y se acuesta desnudo a dormir con ellos. Emilia se despierta porque Daniel toca la puerta. Después pasan dos días encerrados en el cuarto del joven, teniendo sexo. Luego salen a comer con Milagros y Emilia decide no ir a los cursos sobre medicina a los que ha sido invitada.

Durante dos semanas los tres pasean, van al teatro y se divierten en la ciudad. Una tarde, Rivadeneira llega a Nueva York y se une al grupo. Luego se juntan a cenar con Hogan, que reta a Emilia por desatender sus ambiciones profesionales, y Daniel se muestra convencido de que ella lo acompañará a Chicago. Ella le dice que no tiene intenciones de hacerlo. En ese momento discuten: él está celoso por la relación de Emilia con Zavalza, y ella está dolida porque Daniel siempre la abandona. Al otro día deciden ir a Chicago, donde permanecen dos semanas, y luego vuelven para pasar la Navidad en Nueva York. La tarde siguiente, Daniel le dice que debe partir con urgencia para hacer una entrevista a hombres importantes del gobierno mexicano. Ella se da cuenta de que no podrá perdonarle un nuevo abandono y decide regresar a México. Cuando llega, Zavalza le pregunta si quiere tener un hijo. Ella le cuenta que ha estado con Daniel y el médico le dice, con calma, que ya lo sabía.

Capítulo XXIX

Antonio Zabalza siempre ha sabido la verdad sobre Emilia y Daniel. Es un hombre excepcional y considera que ella es aún más grandiosa por poder amar a dos personas al mismo tiempo. Ha terminado la guerra, lo cual es motivo de celebración para Diego y Josefa, que deciden ir juntos hacia el mar Caribe que vio nacer a Diego.

En los años siguientes, Emilia y Antonio tiene tres hijos, y los Sauri regresan a Puebla para verlos crecer. Con frecuencia, Daniel también regresa a Puebla para visitarla en secreto. Nadie sabe cuántas veces se han visto porque lo hacen en la casa que Milagros ha dejado vacía. Daniel cree ser el padre de los hijos de Emilia, pero ella le asegura que son todos hijos de Zavalza.

En 1963, Emilia, ya anciana, entra en la casa de Milagros y encuentra a Daniel en el balcón. Él le pregunta si la niña que la ha acompañado hasta la puerta es su nieta. Ella responde, una vez más, que todos los hijos y todos los nietos son de Zavalza. Finalmente, Emilia le pregunta a su amante cuándo ha llegado, y él le responde: “Nunca me voy” (247).

Análisis

Si bien nunca dejan de comentarse los acontecimientos históricos de la época, los capítulos finales de la obra se concentran más en la dimensión íntima de los personajes y las historias de amor de la protagonista. Así, en primer lugar, leemos que los problemas entre Emilia y Daniel se profundizan. Apenas se casan, precisamente en la cena que planean compartir para celebrar su matrimonio, Daniel deja a Emilia sola para ir a conversar con sus compañeros revolucionarios. Además, cuando regresa a la mesa, mucho tiempo después, solo quiere hablar de política. De ese modo, se cumple enseguida el presagio de Don Refugio, quien antes de casarlos les ha advertido que su matrimonio no durará mucho tiempo. Haberse casado no cambia las cosas: Daniel continuará priorizando sus intereses políticos, y Emilia sigue sufriendo porque se siente abandonada.

En esta etapa de sus vidas queda claro cuán desigual es la relación entre ambos: él se cree con derecho a entrar y salir de la vida de Emilia sin importar las consecuencias, pero se ofende cuando ella decide hacer sus propios planes o elige no seguirlo a determinados destinos. A su vez, Emilia tiene dificultades para lidiar con los planteos celosos y posesivos de Daniel, y con frecuencia se siente culpable por priorizar sus propias decisiones. Sin embargo, a medida que se repiten estas escenas, ella añora cada vez más su vida tranquila en Puebla, y siente cada vez más deseos de reencontrarse con Zavalza. Finalmente, elige volver a su ciudad natal y formar una familia calma y estable.

Esa elección, no obstante, no significa que la protagonista se separe de Daniel, sino que mantiene vivo su amor por ambos hombres, y construye con cada uno de ellos un vínculo diferente. Así, ella misma declara: “Soy bígama” (p. 230), es decir que tiene dos parejas en simultáneo, lo cual enfatiza su carácter de figura femenina disruptiva, dado que en los países occidentales, en el contexto histórico de esta narración, las normas sociales indican que las relaciones románticas deben ser monogámicas, y es especialmente mal visto que una mujer no cumpla con esas normas. Este es un tema que Ángeles Mastretta se propone cuestionar. De hecho, en una entrevista ha afirmado que el matrimonio monogámico “[e]s una fórmula social. Creo en verdad que en la práctica, en la vida de cada uno de nosotros, hay varias monogamias” (Solanes 2008: 130). Es decir, para la autora es posible que una persona tenga más de un amor y más de una pareja al mismo tiempo sin que eso sea motivo de escándalo.

Otro aspecto que caracteriza a Emilia como figura femenina disruptiva para las normas sociales de su época es el hecho de que es una mujer profesional que dedica una buena parte de su vida al trabajo. A este respecto, tras narrar el modo en el que Emilia y su amiga Sol trabajan en el hospital fundado por Zavalza, el propio texto explica que “Si les hubiera interesado saberlo, ambas se habrían enterado de lo mal visto que estaba entre alguna gente ver trabajar a dos mujeres como ellas. Pero ninguna tenía tiempo ni ganas de preguntarse por la opinión ajena, así que gozaban con su quehacer sin necesidad de que alguien, aparte de ellas y sus corazones, estuviera en paz con el asunto” (p. 233). En sintonía, en el capítulo XXVII la ficción se entrelaza con la historia para hacer un homenaje a Elizabeth Blackwell, la primera mujer estadounidense en obtener el diploma universitario de médica.

Por último, en el hospital que dirigen Zavalza y Emilia se pone de manifiesto el tema de la mezcla de culturas, característico de las literaturas latinoamericanas del siglo XX. Desde joven, la protagonista ha desarrollado su profesión combinando diversas tradiciones, en particular los saberes ancestrales sobre plantas medicinales con conocimientos científicos occidentales de avanzada. Esto se profundiza a lo largo de su formación, y, por ejemplo, aprende tanto con el doctor Hogan en universidades y laboratorios de Estados Unidos, como con Teodora, curandera indígena que conoce en el tren camino a la ciudad de México. Además, en este proceso, Emilia observa y valora el uso de la palabra y la conversación como modos de cuidar la salud. Todas estas líneas de la medicina confluyen en el plantel que trabaja en el hospital: “además de la planta de médicos con título universitario, Emilia había ido llevando poco a poco a un tanto igual de curadores sin título, cuya presencia dio al hospital la fama de ser un sitio en el que todo era posible” (p. 235). La mezcla de tradiciones abrazada por la protagonista la convierte en una médica excepcional y potencia la calidad de su labor al cuidar la salud del pueblo.