Mal de amores

Mal de amores Retratos de la pobreza en 'Mal de amores'

Además de pone el foco en personajes femeninos disruptivos e historias de amor, Mal de amores cuenta la gesta y los devenires de la Revolución Mexicana. Para crear esta dimensión como novela histórica, la obra no solo ofrece un detenido relato de los acontecimientos políticos más destacados de la época, mencionando a líderes rebeldes y a sucesivos presidentes, sino que también muestra las condiciones en las que vive el pueblo mexicano por aquel entonces. Así, la novela ofrece un conjunto de retratos de la pobreza que tienen en el centro a trabajadores y campesinos. Es preciso recordar que los personajes principales pertenecen a una clase social acomodada y tienen experiencias de vida radicalmente distintas.

El primero de estos retratos puede encontrarse en el capítulo X, cuando Emilia, Daniel y Milagros van al barrio de Santiago, “un lugar que acunaba las viviendas de adobe y tierra, la desesperanza y el lodo de familias muy pobres” (p. 87). Allí, encuentran a una multitud de niños sucios y vestidos de manera precaria a los que les entregan alimentos. Esta es la primera vez que Emilia interactúa y empatiza con personas pobres, a pesar de que siempre ha visto gente pidiendo limosna en diversos puntos de la ciudad.

En otra oportunidad, cuando aumenta la violencia política, en torno a 1911, llevan detenido a un chico pobre de la ciudad y Emilia se encarga de liberarlo. La madre del chico, para demostrarle su agradecimiento, le envía a la protagonista un regalo desconcertante: “Como retribución por el regreso de su único hombre, le parecía justo entregar a una de sus mujeres. Era una criatura de trece años, mal comida y pálida, que sonreía con una mezcla de timidez y satisfacción mientras su madre explicaba las razones de su regalo. Emilia no supo qué decir. Había aprendido que era una gran ofensa no aceptar el regalo de un pobre. Pero de ahí a quedarse con la hija de aquella mujer como si fuera una gallina, debía haber un abismo” (p. 130). Esta mujer vive en tales condiciones de miseria que ofrece a una de sus hijas como regalo, lo cual horroriza a la protagonista. Su tía Milagros le explica luego que si la niña se quedara a vivir con ella tendría, al menos, la posibilidad de comer bien.

Luego, Emilia comienza a tener más contactos con personas pobres a través de su profesión, ya que, en muchas ocasiones, cura a enfermos que no tienen acceso a hospitales ni a remedios. Entre ellos se destaca una mujer joven a quien la protagonista asiste durante un parto puesto que Casilda, la partera de “medio mundo pobre” (p. 147), no se encuentra en la ciudad. Cabe destacar cómo la novela explica que “El otro medio era tan pobre que sus mujeres parían solas, como solas habían nacido y solas se quedaban al rato de que un hombre les dejaba el recuerdo encajado entre las piernas” (p. 147), planteando un problema interseccional de las mujeres pobres, oprimidas por su clase y su género.

Esta paciente le cuenta cosas terribles y desgarradoras sobre su corta vida: “Tener veinte años, cinco partos, tres hijos muertos y dos vivos, ningún cónyuge fijo, ninguna casa además del cuarto en que se amontonaba con unos parientes por el barrio de Xonaca, no parecían entristecerla más de lo que no la entristecía estar chimuela, medir lo que un niño a los once años y acarrear por el mundo el sexto embarazo de un hombre que no la conmovió una sola noche. ¿Enamorarse? ¿Qué invento era ese?” (p. 148). De este modo, la novela da cuenta de que la desigualdad económica y social en México a comienzos del siglo XX es tal que hasta el amor es un lujo que solo algunos pueden permitirse.

Cuando Emilia recorre diferentes zonas rurales de México junto a Daniel, también ejerce su profesión, y atiende sobre todo a campesinos que padecen “las enfermedades propias de la pobreza y la falta de higiene, como los parásitos en el estómago y las infecciones menores” (p. 165). Entonces se da cuenta de que, sin acceso a los medicamentos adecuados, es poco lo que puede hacerse por la salud de esas personas, denunciando que la desigualdad afecta directamente la integridad física de los más pobres.

Lo mismo ocurre cuando atiende a los enfermos y heridos que viajan en el mismo tren hacia la ciudad de México en el capítulo XXII. Ante la imposibilidad de curar de modo adecuado a muchos de ellos, Emilia “Maldijo su estancia en Chicago diciéndose que no había sido la mejor manera de aprender una medicina para vivir entre pobres, y con todas sus fuerzas invocó algún conocimiento con el que pudiera sacarse cura de la nada. Pero no encontró más que lo que había agotado ya…” (p. 200).

De este modo, a lo largo de sus veintinueve capítulos, el libro ofrece escenas desgarradoras y pinta figuras humanas en condiciones de pobreza y extrema miseria, sin la posibilidad de gozar de una vida sana y digna. Si bien estos fragmentos pueden parecer aislados y poco relevantes para la trama principal, conforman el paisaje social característico del contexto histórico al que refiere la novela. De hecho, la expansión de la desigualdad social es uno de los factores principales que conducen al levantamiento de las masas y a la Revolución Mexicana. Por ello, y por su dimensión realista y crítica del pasado histórico, estos retratos de la pobreza resultan elementos cruciales del texto.