Los detectives salvajes

Análisis de la obra

Este libro puede entenderse como una novela híbrida, en el sentido de varias obras de Enrique Vila-Matas, Javier Cercas, Javier Marías, Rafael Reig u otros escritores españoles contemporáneos. Como otras novelas del autor, Los detectives salvajes posee notorios componentes de la novela policíaca. Para los críticos Luis Martín-Estudillo y Luis Bagué Quílez, también posee elementos del relato de iniciación, la crónica periodística, y también de géneros cinematográficos, como el thriller o el road movie, al final de la primera parte. La multitud de lugares que aparecen más adelante tienen algunos ecos de la novela bizantina. En este aspecto, la partida de Arturo Belano al África tiene reminiscencias del viaje de Arthur Rimbaud, mientras que el nombre de Ulises Lima se asocia con el Ulises de la Odisea.[90]​ Con respecto a este deambular de los personajes de la obra, la investigadora Valeria de los Ríos propone que Bolaño lo que hace es utilizar la figura del mapa, representado, como en 2666 o el cuento «El viaje de Álvaro Rousselot» en El gaucho insufrible, «por un tour o trayectoria, que representa el espacio desde una perspectiva interna y móvil». De los Ríos propone que Bolaño utiliza la figura del mapa por sobre la del archivo, utilizada por el Boom latinoamericano.[91]​

En cuanto a su argumento, para el crítico Masoliver Ródenas, esta es «la desgarradora búsqueda de una generación, la suya [la de Bolaño], que ha estado buscando en el vacío y que, en un país sin futuro, sólo parece encontrar respuesta en un pasado ya perdido»; además afirma que los tres temas centrales de la novela son la juventud, el amor y la muerte,[51]​ y que las búsquedas de los real visceralistas son literarias, de relaciones humanas y de identidad.[62]​ Según el crítico chileno Rodrigo Pinto, por su parte, los temas predominantes de la obra son el exilio, la vida de los escritores, el sentido o sinsentido de la escritura, y el fenómeno del azar.[68]​ En cuanto al escritor español Enrique Vila-Matas, éste describe la novela como «una inteligente alegoría del destino humano».[53]​

Para las investigadoras Andrea Cobas y Verónica Garibotto, mientras las tres partes de la obra están ligadas por la búsqueda de Cesárea Tinajero, los fragmentos de los testimonios de Amadeo Salvatierra conectan «estructural y temáticamente» la segunda parte con las otras dos. Para ellas, la segunda parte, «quebrando el pacto de verosimilitud» de sus distintas declaraciones, se burla de las convenciones del género testimonial que estaba en auge a fines de los años 1990.[13]​ Martín-Estudillo y Bagué Quílez asocian la estructura de esta segunda parte con la de La verdad sobre el caso Savolta (1975) de Eduardo Mendoza. Además ven un primer boceto estructural de Bolaño en su novela La pista de hielo (1993).[90]​ En esta parte, según Cobas y Garibotto, los testimonios del estridentista Salvatierra rememoran la época del esplendor del modernismo y la vanguardia mexicana de los años 1920, que buscaba conectar la literatura con la revolución.[13]​ Masoliver Ródenas también destaca la importancia del personaje de Salvatierra —asociado al alcohol— considerándolo junto al de Joaquín Font —asociado a la locura— como los personajes adultos más ricos de la novela.[62]​

Según Cobas y Garibotto, «más que por su programa estético [del que no se dice nada, el real visceralismo de Cesárea] atrae por su invisibilidad». La poeta escribe discursos revolucionarios para Diego Carvajal, permaneciendo en el anonimato. «Sión», su único poema, casi ausente de palabras y publicado en la efímera revista Caborca, ya había aparecido en otro libro de Bolaño, Amberes, publicado en 2002, pero escrito en 1980. En dicha obra el poema aparece como un sueño, que en su interpretación el narrador comenta, significativamente, «supongo que ya poca estética [sic] queda en mí». Por otra parte, del segundo realismo visceral, fundado por Belano y Lima, poco se dice: se sabe que como movimiento marginal rechazan el canon imperante, y que priorizan la acción y una ética de izquierdas por sobre la palabra y la estética;[13]​ sin embargo, de sus obras tampoco se dice nada.[43]​

Para Cobas y Garibotto la partida de Cesárea al desierto de Sonora simboliza el fracaso de la revolución y de la modernización vanguardista de los años 1920. En este sentido, el desierto —que Bolaño utiliza de manera análoga más tarde en 2666— sitúa el fracaso en una espacialidad, mientras que Cesárea representa un fracaso temporal. El viaje de Lima y Belano en su búsqueda, es un viaje geográfico, pero también temporal, que refiere al futuro y al pasado de México. Su encuentro, afirman las académicas, que exhibe la vida miserable y alejada del arte que mantiene Cesárea, muestra el fracaso del proyecto vanguardista de la poeta por volverse invisible.[13]​ Cobas y Garibotto dicen que la muerte de Cesárea en 1976 constituye el centro del relato, siendo esta más importante que su hallazgo.[13]​ Su muerte puede representar el fin del realismo visceral,[90]​ o más simbólicamente, el término de la inocencia y la pureza de la juventud y la poesía.[64]​

Desde la muerte de la poeta, Cobas y Garibotto sostienen que Belano y Lima comienzan «un proceso de desintegración y borramiento» a lo largo de veinte años. El realismo visceral se acaba en su estética en 1979, luego que Ulises Lima intenta levantarlo sin éxito. No obstante, el final simbólico del movimiento se produce definitivamente en los años 1990, cuando Lima y Octavio Paz se estrechan la mano. Lima se va a Nicaragua durante un año para vivir la revolución Sandinista, pero regresa al México, D. F.|D. F. derrotado; años después, es Belano quien describe la magnitud de la derrota. Bolaño introduce una discusión política en una escena aparentemente trivial, donde el «teórico marxista de los poetas campesinos» Julio Labarca discute con el inspector de la policía sandinista sobre marcas de cigarros, representando de este modo las discrepancias entre la revolución cubana —de militantes— y la sandinista —teórica o de escritores—, de las cuales luego de veinte años solo queda, afirman las académicas, «el recuerdo de una ilusión compartida y una realidad de abusos y persecuciones ejercidos desde los altos mandos de la revolución». Estas reflexiones sobre la revolución se acaban cronológicamente con la partida de Belano al África.[13]​ Su estética, no obstante, la cierra con su viaje a Europa, dejando preparada en México la publicación de su Antología definitiva de la joven poesía latinoamericana, conformada exclusivamente por amigos, lo que puede dar cuenta de la relación de los lineamientos de los real visceralistas con la literatura latinoamericana, pero también resalta que el proyecto de unión latinoamericana ha fracasado del todo.[13]​

El fracaso de modernización de los años 1920 se repite en los años 1970, y el fracaso de revolución a través de la literatura de los 1970 se repite en los 1990. Esto último Bolaño lo retrata en la novela con los testimonios en la Feria del Libro de Madrid de 1994, donde la literatura se ha perdido en el mercado de la industria editorial. Belano, ya como novelista, ha dejado su ética real visceralista para asumir una ética opuesta: interesado en la crítica, en publicar y salir del anonimato, decide formar parte de la industria editorial, pero transgrediendo algunos de sus códigos imperantes, lo que se evidencia en sus burlas hacia el distinguido crítico Iñaki Echavarne. Esta nueva ética, para Cobas y Garibotto, de alguna manera es la que comparten también los personajes del cuento «Sensini» de Llamadas telefónicas.[13]​

En cuanto a la pregunta que cierra la obra, «¿Qué hay detrás de la ventana?», Cobas y Garibotto sostienen que Lima y Belano intentan averiguarlo desde que en casa de Salvatierra se deciden ir en la búsqueda de Cesárea por el desierto. Si se lee en un contexto temporal, la pregunta puede interpretarse como qué lugar ocupará la literatura luego de la modernización fracasada de los años 1920, de la revolución utópica de los años 1970 y de la mercantilización de la literatura de los años 1990. A un nivel espacial, «detrás» se encuentran las páginas del libro recién leído, «la historia del fracaso del realismo visceral». Cobas y Garibotto agregan, finalmente, que «la pregunta también enfatiza la muerte de Cesárea y, al hacerlo, clausura el proyecto de los 70».[13]​ Para Masoliver Ródenas, el dibujo final se trata de una ventana vacía, que está también a punto de desaparecer.[62]​

Epígrafe

Los detectives salvajes tiene el siguiente epígrafe:

-¿Quiere usted la salvación de México?

¿Quiere que Cristo sea nuestro rey?

-No

Esta es una cita de la novela Bajo el volcán, escrita por Malcolm Lowry en 1947,[92]​[93]​ que concretamente es repetida tres veces en el último capítulo del relato, cuando el protagonista, Geoffrey Firmin, se encuentra solo y ebrio en una cantina. Se han hecho varias interpretaciones de esta cita. Por ejemplo, se ha considerado como una referencia al argumento de la novela, donde Bolaño recurre a México para representar la perdición de Latinoamérica.[94]​ También se ha interpretado como un ejemplo más de la ausencia de un papel importante de la divinidad en general, y del Dios cristiano en particular, en la obra del escritor chileno.[95]​

Geoffrey Firmin en Bajo el volcán, al igual que García Madero en Los detectives salvajes, también es un hombre a la deriva, pero en la ciudad de Cuernavaca; además la historia del primero ocurre durante el Día de Muertos, el mismo día con el que comienza el diario de García Madero. Ambos personajes buscan algo: el primero la muerte, mientras que el segundo la vida, que también atrae la muerte, la de Cesárea Tinajero.[64]​

Correlación del argumento con hechos reales

Mario Santiago Papasquiaro fue expulsado de la ciudad de Viena, al igual que Ulises Lima en Los detectives salvajes.

La corriente poética llamada en la novela realismo visceral, se corresponde con el infrarrealismo, movimiento fundado en México por el mismo Bolaño y por Mario Santiago Papasquiaro en 1975.[96]​ En la novela también se mencionan explícitamente otros movimientos literarios, como el estridentismo, fundado por el poeta mexicano Manuel Maples Arce. El personaje de la novela Amadeo Salvatierra, menciona en su testimonio al General Diego Carvajal, cuya descripción posee algunos rasgos de Heriberto Jara, mecenas de los estridentistas.[13]​ Cesárea Tinajero, por su parte, abandona el estridentismo para fundar la primera versión del realismo visceral, de manera análoga a como Roberto Matta, de acuerdo con testimonios de Bolaño, abandonó el surrealismo para fundar la primera versión del infrarrealismo.[97]​[98]​

Otros sucesos que se narran en el relato también parecen tener correlación con la realidad. En el testimonio de Simone Darrieux, se alude a cómo descubre que Ulises Lima lee en la ducha, hábito que también se le atribuía a Mario Santiago.[99]​ En los testimonios de Norman Bolzman y Heimito Künst se describen las andanzas de Ulises Lima por Israel y Austria, y cómo de este último país le expulsan hasta el año 1984. Refiriéndose a un hecho que le sucedió a Mario Santiago Papasquiaro, dijo Bolaño en un discurso:[100]​

En 1978 o tal vez en 1979 el poeta mexicano Mario Santiago, de regreso de Israel, pasó unos días en esta ciudad. Según me contó él mismo, un día la policía lo detuvo y luego fue expulsado. En la orden de expulsión se le conminaba a no regresar a Austria hasta 1984, una fecha que le parecía significativa y divertida a Mario y que hoy también me lo parece a mí. Roberto Bolaño

En una entrevista concedida por Bolaño a Mónica Maristain para la revista Playboy, el escritor chileno recuerda su empleo como vigilante de un camping cercano a Barcelona,[101]​ al igual que Arturo Belano, como se recoge en el testimonio de Mary Watson.

Muchos de los personajes parecen tener correlación con personajes reales, al igual que el realismo visceral lo tiene con el infrarrealismo.[4]​ Así Arturo Belano y Ulises Lima son los alter ego de Roberto Bolaño y Mario Santiago Papasquiaro. Cesárea Tinajero está inspirada en la poeta mexicana Concha Urquiza.[102]​ Dentro de los real visceralistas, el joven Juan García Madero se corresponde posiblemente con Juan Esteban Harrington[103]​ (un productor audiovisual chileno)[104]​ y con Juan García Ponce[105]​ (1932-2003, un escritor mexicano). El poeta Darío Galicia aparece como Ernesto San Epifanio.[106]​[107]​ Joaquín, Angélica y María Font son Manolo, Vera y Mara Larrosa.[108]​ En la novela se menciona que Angélica Font ganó el Premio de Poesía Laura Damián, y en la vida real Vera Larrosa ganó el Premio de Poesía Diana Toscano.[109]​ Moctezuma Rodríguez y Pancho Rodríguez son los nombres ficticios de los hermanos poetas Cuauhtémoc Méndez y Ramón Méndez.[108]​ Piel Divina es Jorge Hernández, un artista de performance y actor radicado en París.[109]​ El poeta que en la novela acaba residiendo en San Diego, Rafael Barrios, es Rubén Medina,[110]​ académico en los Estados Unidos;[63]​ su pareja en la novela, Bárbara Patterson, se llama Jan.[108]​ Xóchitl García es la poetisa Guadalupe Ochoa,[111]​ y su pareja en la novela, Jacinto Requena, es José Peguero, un realizador de documentales.[99]​ Felipe Müller es Bruno Montané.[112]​ El personaje de Laura Jáuregui es Lisa Johnson, bióloga de la UNAM y antigua novia de Roberto Bolaño.[108]​

En la novela aparecen también otros personajes reales que no pertenecen a la corriente real visceralista. El poeta Juan Bañuelos es retratado en la novela como el «poeta campesino» Julio César Álamo.[106]​ En la novela, Arturo Belano mantiene un duelo con un crítico literario llamado Iñaki Echevarne, que alude a su amigo, el crítico español Ignacio Echevarría.[40]​[90]​ El poeta argentino Jorge Boccanera, que fue redactor de la revista Plural, aparece en el relato con el nombre de Fabio Ernesto Logiacomo.[109]​ Luis Sebastián Rosado es José Joaquín Blanco.[109]​ El amigo de Cesárea Tijanero, Amadeo Salvatierra, es el pintor estridentista Rodolfo Sanabria.[109]​ La pintora Catalina O'Hara está inspirada en Carla Rippey, artista visual estadounidense.[113]​ En la novela también aparece retratado el poeta y ensayista español Carlos Edmundo de Ory, quien escribió la introducción de la antología de 1978 Algunos poetas en Barcelona, donde figuran Bolaño, Montané y A. G. Porta, amigo de Bolaño con quien escribieron a dúo la primera novela de ambos, Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce.[114]​ Según el escritor Jorge Carrión, el personaje de Pancracio Montesol es una referencia al escritor guatemalteco Augusto Monterroso, y en la novela también se cita a los coterráneos de Monterroso, Monteforte Toledo y Miguel Ángel Asturias.[40]​ El personaje de Auxilio Lacouture[nota 6]​ está basado en Alcira Soust Scaffo, poeta uruguaya que sobrevivió a la matanza,[115]​ y que frecuentaba el campus de la UNAM y el Café La Habana, donde se reunían los infrarrealistas.[116]​ En una carta personal del autor, firmada en agosto de 1998, Bolaño señala que la conoció personalmente, aunque en la carta se refiere a ella con el nombre de Auxilio, en lugar de Alcira.[117]​ La escritora Carmen Boullosa también comentó que el personaje de Zarco se refiere al poeta y ensayista Gabriel Zaid.[115]​


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