Las batallas en el desierto

Las batallas en el desierto Resumen y Análisis Capítulos 11-12

Resumen

Capítulo 11: Espectros

Carlos cuenta de los líos que ese año hay en su familia, especialmente por Esteban, el novio de Isabel. Esteban fue un actor infantil en los años treinta, pero al crecer perdió su voz y su cara de inocencia y se le hizo muy difícil encontrar papeles, por lo que se gana la vida contando chistes en una emisora de radio; se ha entregado a la bebida y quiere casarse con Isabel e ir a probar suerte en Hollywood, aunque no habla inglés. Isabel lo idolatra, porque con Esteban puede concretar su fantasía de salir con un actor, aunque tan solo sea un pobre alcohólico venido a menos. Una noche en que el padre de Isabel regresa de su clase de inglés, encuentra a Esteban con sus manos debajo de la falda de Isabel, por lo que lo echa a la calle. Héctor interviene y le da una golpiza. Esteban no regresa nunca más, y al tiempo la familia se entera de que se suicidó en un hotelucho de Tacubaya.

En esa época, a Estela, la hermana menor de Carlos, no la dejan compartir más la pieza con su hermano, puesto que, en su perversión, podría hacerle algo, y la mandan a dormir con sus hermanas mayores. Héctor, mientras tanto, duerme en el sótano y sus padres lo encierran bajo llave por las noches, así no puede escapar y tratar de abusar de las criadas. Los padres de Carlos se lamentan por la conducta desviada de su hijo y le echan la culpa al país, al gobierno y a la cultura que está hecha para corromper al inocente.

Mientras tanto, Carlos comienza a comprar las revistas Vea y Vodevil, lo más parecido a emisiones pornográficas que están a su alcance, y comienza a practicar la masturbación, aunque no puede lograr “el derrame”, como llama a la eyaculación.

También lo han cambiado de colegio y no ha vuelto a ver a Jim. Lo único que sigue constante en su vida es el aprendizaje del inglés. Al final del capítulo, menciona que no entiende cómo su amor hacia Mariana pudo haber desencadenado todo aquello, pero de todas formas no se arrepiente de habérselo confesado.

Capítulo 12: Colonia Roma

Antes de que el año que recuerda el narrador termine ocurren algunas desgracias y se habla de una guerra nuclear y del fin del mundo. En la familia de Carlos también hay importantes cambios: su padre vende la empresa y se transforma en gerente para los nuevos dueños norteamericanos; Héctor se va a estudiar a Chicago y sus hermanas mayores, a Texas.

Un mediodía en que Carlos regresa de jugar al tenis se encuentra con Rosales, su antiguo compañero de colegio, que sube al colectivo para vender chicles. Cuando Rosales ve a Carlos, se baja rápidamente del vehículo y trata de esconderse, pero el narrador lo encuentra y lo invita a comer algo. Rosales acepta porque tiene hambre, y le pide a Carlos que le compre sánguches (tortas), ya que hace un día que no prueba bocado.

Una vez sentados y comiendo, el narrador logra sacarle algo de información a Rosales, aunque el muchacho se muestra reticente a contarle cosas sobre su vida. Carlos se entera entonces de que la madre de su amigo fue despedida de su trabajo por querer iniciar un sindicato, y como su nuevo marido no reconoce a Rosales como hijo propio no lo mantiene, por lo que el muchacho tiene que salir a vender por las calles para poder vivir.

Pero lo que Rosales finalmente cuenta y más impacta al protagonista es que Mariana ha muerto y Jim se ha vuelto a vivir a San Francisco con su verdadero padre. Todo el colegio se enteró de la historia: la mujer fue a una fiesta importante en Las Lomas, junto a su amante. Allí, habló mal del gobierno y de la corrupción, y su amante la abofeteó. Despechada, Mariana regresó sola a su casa, donde se suicidó esa misma noche. Al día siguiente Jim encontró su cuerpo y pidió ayuda al profesor Mondragón, ya que el portero no se encontraba en el edificio. Esta fue la razón por la que toda la escuela se enteró. El incidente no salió en los diarios porque el poderoso amante de Mariana se encargó de que el escándalo no se hiciera público.

Carlos queda conmovido por la historia y abandona a Rosales sin poder creerle. Entonces se dirige a casa de Mariana, seguro de que allí va a encontrarla, y que todo fue una broma pesada. Sin embargo, lo atiende una muchacha joven que nada sabe de la familia que vivía antes en el edificio. Carlos entonces interroga al portero, pero este también es nuevo y no sabe nada al respecto. El muchacho entonces lo soborna con 20 pesos para que lo deje interrogar al resto de inquilinos del edificio. Así, consulta en cada departamento, pero nadie, absolutamente nadie, recuerda a una mujer que viviera en el departamento que el narrador les indica. Todo lo contrario: muchas familias le dicen que allí siempre vivió un matrimonio de ancianos sin hijos. Esto confunde a Carlos, quien termina abandonando el edificio antes de que alguien llame a la policía. Por más que lo intente, no encuentra rastros de Jim ni de Mariana en ninguna parte.

Finalmente, el protagonista se va de vacaciones a Nueva York y se queda en una escuela de Virginia. El libro finaliza en la actualidad del narrador, muchas décadas después de la historia contada. El protagonista dice “acordarse y no acordarse” de los sucesos, pero afirma que la escuela y el edificio donde vivió Mariana fueron demolidos, y que toda Colonia Roma desapareció. En las últimas líneas, Carlos declara que no hay memoria del México de aquellos años, y que nunca pudo saber nada más de Mariana, quien, si viviera, tendría ya más de 80 años.

Análisis

Los dos últimos capítulos de la novela presentan la resolución de la historia que Carlitos ha vivido en torno a la figura de Mariana. El capítulo 11 regresa sobre la dinámica de la familia de Carlitos a través de las figuras de su hermano y sus hermanas. Como ya se ha dicho a lo largo del análisis, esta familia presenta roles muy específicos de familia tradicional mexicana de clase media. Desde el foco de Carlitos, el padre es una figura de respeto, apreciada por su capacidad para solventar las necesidades de la familia. El respeto que se muestra por su figura proviene tanto de su rol de proveedor (es decir, de su capacidad financiera), como de su capacidad y responsabilidad para resolver las problemáticas familiares. Esto queda patente en dos episodios: en primer lugar, es el padre quien echa a la calle a Esteban, el novio de Isabel, cuando lo encuentra con su mano por debajo de la falda de su hija. En segundo lugar, frente a los excesos y los actos vandálicos de Héctor, es nuevamente el padre quien se encarga de resolverlos. Esto se evidencia en el siguiente pasaje: “Héctor se endrogó con sus amigos del parque Urueta e hizo destrozos en un café de chinos; mi padre tuvo que pagar la multa y los daños y mover influencias en el gobierno para que Héctor no fuera a la cárcel. Cuando escuché que se había endrogado creí que Héctor debía dinero, pues en mi casa siempre se les llamó drogas a las deudas. (En este sentido mi padre era un perfecto drogadicto)" (p.60). Ante el comportamiento antisocial de Héctor, que deriva en daños a la propiedad privada, es el padre quien tiene que pagar la multa y los daños.

La conducta de Héctor es castigada en la familia, que ya está acostumbrada a sus excesos. Para que no pueda volver a abusar de las empleadas domésticas, por la noche lo hacen dormir en el sótano y cierran la puerta con candado. Su viejo cuarto, mientras tanto, es utilizado por el padre como oficina para guardar la contabilidad de la fábrica y estudiar sus lecciones de inglés. Estas se vuelven cada vez más importantes. Desde la figura del padre, la lengua inglesa se constituye como una marca de estatus y de progreso social: el mexicano debe aprender inglés para poder negociar con Norteamérica y adaptarse a la cultura que está invadiendo todos sus mercados. Es interesante analizar que el mismo espacio que el padre usa para guardar la contabilidad es el espacio para repetir las lecciones: el inglés aparece así atravesado por la dimensión económica y con la misma importancia que tiene el trabajo. Incluso la lección que Carlitos refiere en el texto es una manifestación del estatus al que una familia puede acceder por medio del conocimiento del inglés: “At what time did you go to bed last night, that you are not yet up? I went to bed very late, and I overslept myself. I could not sleep until four o'clock in the morning. My servant did not call me, therefore I did not wake up” (p.63). La lección podría traducirse de la siguiente manera: ¿A qué hora se fue usted a la cama anoche, que todavía no está levantado? Me fui a la cama muy tarde, y me quedé dormido. No pude dormirme hasta las cuatro de la mañana. Mi sirviente no me llamó, entonces no desperté. Es fácil ver que estas no son solo lecciones de inglés, sino lecciones de una forma de vida elitista pero rígida, y regida por una rutina en la que dormirse tarde y reponer horas de sueño significa una falta. La falta, además, se atribuye a un sujeto subordinado, el sirviente. En este sentido, la figura del padre muestra un caso de identidad deformada por las ideas de estatus y superioridad que significan la intervención económica y cultural de los Estados Unidos.

El capítulo 12 demuestra que el estudio del inglés que realiza el padre ha rendido frutos: ese año la familia ha logrado el ascenso social, y la nueva posición económica que ostenta les permite a todos estudiar en colegios de mayor prestigio e ir a la Universidad en Estados Unidos. “Al llegar las vacaciones de fin de año todo era muy distinto para nosotros: mi padre había vendido la fábrica y acababan de nombrarlo gerente al servicio de la empresa norteamericana que absorbió sus marcas de jabones. Héctor estudiaba en la Universidad de Chicago y mis hermanas mayores en Texas” (p. 67). El padre "se ha vendido” a las “empresas norteamericanas” para entrar así a la burguesía industrial y cumplir sus aspiraciones de riqueza y estatus.

Este cambio en la situación económica de la familia implica un movimiento de la periferia hacia el centro del poder: al inicio de la novela, la familia se caracterizaba por su estado de marginalidad, entendida como una situación de exclusión respecto de los ámbitos de poder e interacción social que son considerados dominantes, normalizados y más apreciados. Eso quedaba claro en el discurso de la madre sobre Colonia Roma y la decadencia de su familia, y en la queja constante sobre el modesto colegio al que asistía Carlitos. En ese contexto, Carlitos había mostrado una simpatía por aquellos compañeros también marginados, como Jim o Toru, ambos de ascendencia extranjera.

El bienestar económico del padre permite la movilidad hacia el centro, entendido como una zona de mayor reconocimiento y prestigio social y caracterizado por mejores posibilidades de acceso a la educación y al mundo laboral. El proceso de ascenso a la burguesía que atraviesa la familia de Carlitos pone de manifiesto la brecha socieconómica entre la burguesía y las clases bajas, que se amplía considerablemente durante el gobierno de Miguel Alemán (y que seguirá con los futuros presidentes de México). El resultado de la polarización de la riqueza es lo que el lector puede observar cuando Carlitos se sube al transporte luego de su clase de tenis y se encuentra con Rosales, antiguo compañero del colegio, quien vende chicles para poder subsistir.

Rosales se encuentra sumido en la pobreza y trata de esconderse de Carlitos en cuanto lo reconoce, pero finalmente accede a comer algo con él, puesto que no ha desayunado y se muere de hambre. Rosales se muestra reticente a hablar con su antiguo compañero de colegio, pero termina por contarle, en medio de una charla incómoda, la terrible noticia que pone fin a la novela: Mariana se ha suicidado después de una pelea con su amante, y Jim ha regresado a San Francisco con su verdadero padre. Carlitos no puede creerle: se le hace imposible pensar que Mariana, su Mariana, ya no sea parte de su mundo. Sin saludar a su amigo, paga y abandona el local para correr hacia la casa de Mariana y comprobar que lo que Rosales le cuenta es una simple burla, alentada por el rencor que su amigo le puede tener al verlo bien vestido y volviendo de jugar al tenis.

Al final del relato, Carlitos recorre todo el edificio preguntando por Mariana, pero nadie parece reconocerla o recordarla. En su piso vive otra familia que acaba de mudarse, pero los vecinos le dicen que, previamente, allí vivía un matrimonio de ancianos sin hijos. Esta revelación desconcierta al lector tanto como al propio protagonista, que no puede creer lo que los vecinos le cuentan antes de echarlo. Luego de aquel suceso, el narrador indica que no puede recordar lo que hizo después. “Me acuerdo, no me acuerdo ni siquiera del año. Sólo estas ráfagas, estos destellos que vuelven con todo y las palabras exactas. (…) Qué antigua, qué remota, qué imposible esta historia” (p.76). Así, en este último pasaje que cierra la novela, el lector debe resignificar todo lo que ha leído: ¿Se trata del relato realista que hace el narrador de su infancia, o de un evento creado por su imaginación? El foco realista de la novela vira bruscamente en los últimos párrafos y siembra en el lector la duda y la ambigüedad propia del relato fantástico.

La novela fantástica se puede definir como aquella en la que se narran hechos de la vida cotidiana regidos por las leyes naturales (que todos conocemos como normales) y estos se funden de manera brutal y sin anticipación con elementos fantásticos (hechos que rompen con el orden normal para cualquier individuo), lo que provoca un choque de dos mundos en el que los personajes -y también los lectores- quedan inmersos, cuestionándose el porqué de tal suceso, pues no se encuentra relación con lo ocurrido. Esta vacilación propia del relato fantástico tiene como objetivo confundir tanto al personaje como al lector.

Ante el final ambiguo y la vacilación de la memoria del narrador, puede considerarse que Las batallas en el desierto reúne en cierta manera las características del género fantástico, ya que desde un principio se sabe que la novela está escrita con la intención de dar a conocer hechos de la vida cotidiana de una determinada época en la historia de México, pero al final se produce un quiebre irreparable entre esa representación de la realidad y un elemento que rompe su orden normal (la desaparición o la inexistencia de Jim y Mariana), y empuja al protagonista a dudar de su realidad y, a su vez, confunde al lector, quien debe repensar la linealidad de todo lo que ha leído a lo largo de la novela.

Lo que puede conducir a la determinación de la novela como fantástica es que Carlitos se cuestiona la existencia de Mariana, la mujer de la que se había enamorado en su infancia. No se narra ninguna explicación; simplemente, la gente que supuestamente la rodeaba no sabe nada sobre ella. “Qué antigua, qué remota, qué inexplicable esta historia. Pero existió Mariana, existió Jim, existió cuanto me he repetido después de tanto tiempo de rehusarme a enfrentarlo”. (pp.76-77). En la cita anterior puede observarse cómo el personaje central no acepta que Mariana haya sido un simple producto de su imaginación. Al contrario, se empeña en no olvidarse de lo ocurrido. Así, la vacilación del narrador frente al propio hecho inexplicable queda sin resolverse y deja la duda sobre el lector, efecto propio de la narrativa fantástica.

Como se ha visto a lo largo de todo el análisis, Carlos no se ajusta a ninguna de las narrativas de los adultos que lo rodean. No obstante, estas determinan todas las esferas de la vida social, política, íntima y espiritual del México de los 50's (que, por cierto, no difiere tanto del presente). La prueba es que, para todos los demás, estas narrativas son suficientes, irrenunciables y tienen efecto de verdad: proveen la materia de sus certezas; producen y alimentan sus prejuicios; determinan sus valores, sus actos, sus afectos, sus leyes; explican los fenómenos que ven. Y sobre todo, determinan a los otros niños. Pero no a Carlos. ¿Por qué a él no? Porque entre todas esas grandes narrativas totalizadoras, Carlitos, el personaje “niño”, es, él mismo, una narrativa: su propia narrativa, individual, única, minoritaria, cincuenta años más tarde. Como muchos críticos han señalado, el relato de Carlos adquiere la dimensión de un mito personal que asume y vehiculiza valores individuales como una forma de superar el acontecimiento traumático y crudo de la historia real del México de los 50's y los legados de su burguesía conservadora, religiosa, patriarcal, encarnados, principalmente, en la madre de Carlitos. En realidad, Carlitos es una construcción del recuerdo y la escritura de Carlos, el adulto que escribe su historia cinco décadas más tarde. Se trata de una construcción que se vuelve una narrativa personal, materializada en la creación literaria, en la propia escritura de Carlitos mismo y de su historia, en la que convergen la perspectiva crítica del adulto que escribe y reinventa su recuerdo, y la experiencia inocente, creativa, honesta del niño que lo vive.