Las batallas en el desierto

Las batallas en el desierto Imágenes

El interior de la casa de Mariana

Las imágenes sensoriales sobre elementos recurrentes no abundan en Las batallas del desierto, salvo en los capítulos dedicados a Mariana. Su casa, por ejemplo, es un despliegue visual y olfativo: "El departamento olía a perfume, estaba ordenado y muy limpio. Muebles flamantes de Sears Roebuck. Una foto de la señora por Semo, otra de Jim cuando cumplió un año (al fondo el Golden Gate), varias del Señor con el presidente en ceremonias, en inauguraciones, en el Tren Olivo, en el avión El Mexicano, en fotos de conjunto. "El Cachorro de la Revolución" y su equipo" (p.33). A las imágenes de la casa se le superponen pronto las imágenes visuales de la propia Mariana, que colmarán la atención del narrador.

La sensualidad de Mariana

Desde el primer momento en que la ve, la sensualidad de Mariana fascina a Carlitos. Los pasajes dedicados a ella son casi los únicos de toda la narración abundantes en imágenes sensoriales. La primera vez que la ve, el narrador se maravilla: "Nunca pensé que la madre de Jim fuera tan joven, tan elegante y sobre todo tan hermosa" (p.33). Luego, cuando va a confesarle su amor, la sensualidad de Mariana vuelve a desplegarse: "Al fin me abrió Mariana: fresca, hermosísima, sin maquillaje. Llevaba un kimono de seda. Tenía en la mano un rastrillo como el de mi padre pero en miniatura. Cuando llegué se estaba afeitando las axilas, las piernas" (p.43). Sin embargo, el momento de mayor sensualidad se alcanza cuando los dos personajes se sientan en el sofá y Carlitos se propone hacer su confesión: "Por un segundo el kimono se entreabrió levemente. Las rodillas, los muslos, los senos, el vientre plano, el misterioso sexo escondido" (p.44). Tras este breve momento, la narración deriva desde la construcción del escenario hacia el diálogo.