Final del juego (cuento)

Final del juego (cuento) Mitología Clásica, belleza y alteridad en “Final del juego”

Muchos análisis críticos de “Final del juego” proponen una lectura intertextual entre el cuento de Cortázar y el mito griego de la manzana de la Discordia.

Según el mito griego, la diosa de la Discordia, Eris, se presenta en la boda de Peleo y Tetis sin ser invitada y, en venganza, arroja sobre la mesa una manzana dorada con el siguiente mensaje: “Para la más hermosa”. Rápidamente, las diosas Hera, Atenea y Afrodita reclaman la manzana para ellas, lo que desencadena una larga pelea, puesto que ninguna está dispuesta a ceder ante sus rivales. Como Zeus se niega a dirimir la rencilla, la tarea de juez se le adjudica a Paris, el príncipe de Troya con la fama de ser el hombre más bello de la tierra. Cada diosa, entonces, se presenta ante Paris y le ofrece algo a cambio de su juicio favorable. Finalmente, el joven príncipe termina entregando la manzana a Afrodita, la diosa del amor, quien le promete a la mujer más bella de la tierra, Helena.

Queda claro, cuando Ariel arroja su mensaje “la más linda es la más haragana” (p. 538), que el cuento de Cortázar está dialogando con el mito clásico. Al igual que las tres diosas, Holanda, Leticia y la narradora se someten al juicio de un hombre que determina quién de ellas es la más bella. Sin embargo, la conexión al mito está enmarcada en una representación lúdica que establece una relación teatral, de performance estética, con el mito griego y, desde ese lugar, muchos lo interpretan como una copia degradada que pone en tensión toda la construcción estética y moral heredada de la antigua Grecia por la cultura occidental contemporánea.

En este sentido, hay muchos elementos que a lo largo del relato sirven como indicios de la degradación de los valores clásicos. El más claro de ellos es, sin dudas, la referencia a la “Venus del Nilo” (p. 538): en este caso, no se trata simplemente de confundir el nombre (en referencia a la Venus de Milo, la famosa estatua que representa un ideal clásico de belleza), sino de instaurar un ambiente en el que el mito clásico (y todo su sistema de valores) está reducido a copia ornamental para el hogar de la clase media.

Por todo ello, no es casual que la estatua que mejor representa Leticia sea la Venus del Nilo: “Como no podía girar la cabeza la echaba para atrás, juntando los brazos al cuerpo como si le faltaran; aparte el verde de la túnica, era como mirar la Venus del Nilo” (p. 538). Al otorgar a Leticia el lugar de Venus, Cortázar subvierte los valores clásicos y rescata la anomalía, la alteridad y la monstruosidad como formas de estar en el mundo. El griego clásico tiene una misma palabra para expresar lo bueno y lo bello: Kalon. Esta concepción implica, como contracara, la asociación de lo feo a lo malo: Kakos. Así, la deformidad del cuerpo se concibe como una forma de lo monstruoso, de la anomalía con que los dioses castigan a un individuo. En “Final del juego”, por el contrario, la anomalía de Leticia se convierte en un medio para expresar la belleza. Este abordaje de lo monstruoso no es casual, sino que está muy presente en toda la obra de Cortázar, quien reivindica con personajes como Leticia la posibilidad de ser diferente.