Final del juego (cuento)

Final del juego (cuento) Resumen

La narradora relata sus tardes de juego en las vías del Central Argentino junto a Leticia y Holanda. Las tres niñas conviven en la misma casa con la madre de la narradora y la tía Ruth, y el relato no explicita en ningún momento si entre ellas son hermanas o primas.

Cuando las mujeres adultas duermen la siesta, las tres niñas se escabullen por el patio trasero a las vías del ferrocarril, donde juegan a representar actitudes y estatuas ante los pasajeros del tren de las dos de la tarde. El juego comienza con un sorteo iniciado por Leticia, quien ocupa el lugar de jefa. De las tres niñas, Leticia es la que siempre recibe un trato preferencial en la casa; como tiene graves problemas de salud, las mujeres adultas la tratan con compasión, e incluso instan a las otras niñas a que le tengan consideraciones especiales.

En una de sus tardes de juegos, un joven llamado Ariel, que las observa desde el tren, les arroja un papelito con un mensaje en el que se presenta y halaga sus estatuas. Desde ese momento, las tres niñas se sienten aún más motivadas a jugar, y cuando les toca representar buscan impresionar a Ariel. Al pasar los días, Ariel les arroja otros papelitos, hasta que uno de ellos indica que Leticia es la niña que más le gusta de las tres, lo que despierta celos y rivalidades entre las protagonistas.

En el siguiente mensaje, Ariel anuncia que al día siguiente se va a bajar del tren para conocerlas personalmente, situación que emociona a la narradora y a Holanda, pero preocupa a Leticia, quien no quiere que el joven descubra su parálisis corporal, hasta el momento perfectamente disimulada gracias a las poses. Por tal motivo, Leticia no acude al día siguiente, y le entrega una carta a Holanda para que se la dé a Ariel.

La visita del muchacho es incómoda; las charlas están llenas de silencios y respuestas torpes. Luego de que Ariel pregunte reiteradas veces por Leticia, Holanda le entrega la carta y el muchacho se despide.

Al día siguiente, Leticia vuelve a salir a jugar y pide representar ella una estatua, sin realizar el sorteo. Utilizando las joyas de la madre y de la tía Ruth, hace la estatua más magnífica hasta el momento, y Ariel la observa desde la ventanilla hasta el último segundo. La narradora y Holanda presienten que ese es el final del juego, pero de igual forma vuelven a las vías a la tarde siguiente, y corroboran que Ariel ya no aparece asomado por la ventanilla.