Facundo

Facundo Los epígrafes del 'Facundo'

Todos los capítulos del Facundo tienen un epígrafe después del título. Son estos epígrafes citas de otros textos que forman parte de la biblioteca de Sarmiento y son también, en algún sentido, pruebas de su civilización. Los epígrafes manifiestan entonces el poder de la lectura, a la que Sarmiento recurre para realizar sus descripciones y reflexiones sobre el territorio y los caracteres argentinos.

La mayoría de los epígrafes, en la publicación en libro de 1845, están en francés y no tienen traducción. Podemos pensarlos en relación con la cita que abre el Facundo, “on ne tue point les ideés”, aquella frase que para los bárbaros que perseguían a Sarmiento era un “jeroglífico” inentendible. El francés se presenta como la lengua de la civilización, porque proviene de la parte de Europa –Francia– que para Sarmiento y su generación es el foco de la cultura moderna. Que estos epígrafes no tengan traducción nos dice también cuál es el lector imaginado por Sarmiento: uno que supiera el idioma por excelencia de la civilización. Algunos epígrafes, de hecho, aparecen en francés incluso cuando su idioma original es el inglés. Esto tiene que ver con que, en el siglo XIX, muchos libros llegaban a América del Sur en sus traducciones francesas.

En los epígrafes del Facundo aparecen Humboldt, Shakespeare, Víctor Hugo, Lamartine y otros autores célebres que funcionan como citas de autoridad que legitiman lo que Sarmiento tiene para decir. Por ejemplo, en los primeros tres capítulos, que tratan sobre la fisonomía del suelo argentino, su sociedad y sus caracteres típicos, Sarmiento incluye epígrafes de Alexander von Humboldt y Francis Bond Head, dos viajeros europeos que visitaron la República Argentina y conocieron la pampa. En esta época, Sarmiento solo ha recorrido la zona que conecta a San Juan con Chile, y no ha pisado la extensa llanura argentina que tanto le fascina. Es así que su conocimiento de ella proviene, en parte, de descripciones escritas, como esta de Humboldt que antecede el capítulo 2: “Así como el océano, las estepas llenan el espíritu del sentimiento de lo infinito” (39). Recordemos que en el capítulo 2, Sarmiento habla del “costado poético” de la barbarie y compone una imagen sublime del desierto, donde el horizonte “incierto, vaporoso, indefinido” (40) produce confusión y duda en quien lo contempla. De esta forma, vemos que el epígrafe condensa en pocas palabras lo que Sarmiento despliega luego en ese capítulo.

El epígrafe del capítulo 3, en cambio, parece ser un contrapunto de lo que Sarmiento va a tratar en esta parte: “El gaucho vive de privaciones, pero su lujo es la libertad. Orgulloso de su independencia sin límites, sus sentimientos, salvajes como su vida, son, sin embargo, nobles y buenos” (57). Esta cita de Head caracteriza al gaucho con rasgos positivos y “nobles”, mientras Sarmiento, en este capítulo, va a concentrarse en la falta de asociación que reina en la campaña, donde el gaucho mide su valentía peleando con el cuchillo. Podríamos decir que el epígrafe también le sirve al escritor para demostrar por qué la mirada europea no comprende del todo las realidades americanas, y que por eso es necesario alguien como él para combatir el mal que aqueja a la República Argentina.

En los epígrafes aparece también el imaginario orientalista, al que tanto recurre Sarmiento para comprender la barbarie. En el capítulo 5, en el que se empieza a narrar la biografía de Quiroga, un fragmento de una historia del imperio Otomano, de Alix, encabeza el apartado, hablando del “hombre de la naturaleza que no ha aprendido a contener o a disfrazar sus pasiones [y que] las muestra en toda su energía, y se libra a toda su impetuosidad” (79). Esta definición, que caracteriza a un tipo de la barbarie oriental, se asemeja a la descripción que realiza Sarmiento de Facundo, a quien define como víctima de sus propias pasiones.

Por otra parte, cuando Sarmiento compara La Rioja con Palestina en el capítulo 6, un epígrafe de Roussel, que describe el país asiático, antecede la comparación: “Las faldas de las montañas se ensanchan y asumen un aspecto más grande y árido a la vez. Poco a poco, la escasa vegetación languidece y muere; el musgo desaparece y un matiz rojo fuego le sucede” (91). La imagen que de la provincia natal de Facundo nos otorga Sarmiento es muy similar, con su “llanura arenisca, desierta y agostada por los ardores del sol” y “los Colorados, montes de greda petrificada, cuyos cortes regulares asumen las formas más pintorescas y fantásticas” (Ibíd.). También aparece la comparación con la Edad Media en el epígrafe del capítulo 7, fragmento en el que Chateaubriand describe la sociedad medieval, prologando la representación que ofrece Sarmiento de la ciudad de Córdoba, estancada en el Medioevo.

El último epígrafe del Facundo, que antecede el capítulo 15, es una cita de Victor Cousin, que Sarmiento utiliza con intención de referirse a Rosas: “Después de haber sido conquistador, después de haberse desplegado por entero, se agota, ha hecho su época y queda él mismo conquistado; ese día deja la escena del mundo porque entonces se ha hecho inútil para la humanidad” (225). Recordemos que, en los últimos capítulos, Sarmiento sostiene que Rosas ha servido a un propósito útil, promoviendo la unidad que los unitarios tanto deseaban. Según Sarmiento, Rosas ha contribuido a su propia ruina, porque eliminando al tirano las condiciones están dadas para que advenga la civilización. De tal manera, el epígrafe universaliza la experiencia particular de la Argentina, porque demuestra que lo que sucede en el presente y lo que vendrá en el porvenir del país ya ha sucedido en otros tiempos y en otros lugares. En este sentido, el epígrafe funciona como sostén filosófico de la propuesta civilizatoria de Sarmiento, que convierte al Facundo en un programa político.