El talento de Mr. Ripley

El talento de Mr. Ripley Temas

La clase social

Para Tom Ripley, convertirse en Dickie no es solo un asunto de dinero, sino que se trata de ascender en la escala socioeconómica. En esta novela se sugiere que la verdadera clase alta, la que integra a aquellos nacidos con dinero, posee el privilegio único de la confianza. Es esta confianza la que le permite a Dickie hablar seguro de sí mismo con todos, pese a su mal dominio del italiano, o la que lo lleva a comprometerse con una carrera de pintura en Europa, aun cuando sus habilidades artísticas sean escasas. El padre de Dickie también disfruta de esta confianza, la cual se extiende en su caso hacia otras personas. Este personaje se encuentra tan seguro de su control que le paga a Tom, un completo desconocido, para que vaya a Europa en su nombre.

En contraste, aunque Tom pueda comprar todo lo que necesita con el dinero de Dickie, esa confianza constitutiva de las clases acomodadas le resulta ajena. Sin embargo, sí consigue fingirla, y con ese objetivo intenta deshacerse de su pasado de miserias y consecuentes inseguridades intercambiando su identidad con la de Dickie. Esta elección, sin embargo, resulta imprudente, dado que implica el asesinato y el fraude.

La justicia

El tema de la justicia -así como la falta de ella- es un elemento central de El talento de Mr. Ripley, que debe analizarse en la historia en dos dimensiones distintas.

A pesar de sus muchas diferencias, Dickie y Tom tienen varias similitudes: ambos son encantadores, se sienten incómodos con las discusiones abiertas sobre emociones y tienen una importante orientación artística. Sin embargo, su situación familiar y de clase, tal como fue experimentada desde la infancia, los lleva a atravesar existencias radicalmente diferentes: Tom fue un niño huérfano criado en un hogar de clase media donde nunca gozó del amor familiar y, ya mayor, se ganó la vida en Nueva York cometiendo delitos menores. Dickie es un joven rico, que tuvo una infancia signada por el dinero y el cariño de sus padres. Nunca tuvo mayores problemas económicos y, por este motivo, puede dedicarse al goce, los viajes, el ocio y el arte.

Como vemos, una primera manifestación de la injusticia puede rastrearse en función de la situación de clase y crianza de las personas, en la medida en que designa arbitrariamente a sujetos más y menos privilegiados sin otra justificación que el mero azar. Sin embargo, al avanzar en la novela, los lectores nos encontraremos con que esta relación se invierte: Dickie termina asesinado y sus afectos deben llorarlo, mientras que Tom, culpable del asesinato, se queda con todo su dinero y sin pagar el precio del crimen. En este caso, aunque la balanza se incline a favor de Tom, la justicia permanece igualmente ausente: ahora, el mal comportamiento se recompensa generosamente, mientras que el bueno termina castigado.

La identidad

En términos generales, la identidad puede ser definida como el conjunto de rasgos, características y acciones que definen a un individuo, que lo vuelven consciente de sí mismo y, por ende, de su ser diferente frente al resto. El talento de Mr. Ripley, sin embargo, desafía dicha noción de identidad al desdibujar las líneas que delimitan la singularidad de sus personajes. Cuando Tom se disfraza de Dickie no solo engaña a los demás, sino que también altera su propia percepción acerca de sí mismo, y se siente más confiado, generoso e interesante, ya que cree que Dickie posee todos estos atributos. De hecho, este cambio es tan agudo que Tom teme la posibilidad de volver a encarnar su propia identidad. Con esta novela, Highsmith sugiere que la autopercepción es el principal impulsor de la personalidad, no al revés, y caracteriza, de este modo, la identidad como algo fluido.

La homosexualidad

Si bien Tom mata a Dickie porque quiere ser como él y apoderarse de su riqueza e identidad, la violencia que ejerce es también una reacción frente a sus propios sentimientos de atracción homosexuales. Al matar a Dickie, Tom imposibilita que Marge esté con él, lo que significa que, en cierto sentido, ha ‘ganado’ su competencia con ella. Además, el asesinato se presenta como la forma más eficiente de evitar aceptar su propia homosexualidad. Del mismo modo en que la novela demuestra que la identificación con otra persona no tiene por qué producir bondad y empatía, sino que puede convertirse fácilmente en violencia, también ilustra el modo en que la atracción y el amor pueden devenir en sentimientos patológicos y conducir a finales funestos: la atracción de Tom cuando no se expresa se convierte en un deseo de dominio, control y, en última instancia, muerte.

Cabe mencionar que la aparición de villanos homosexuales no es una característica específica de esta historia, sino que era algo común en el momento de la publicación de esta novela. Los estudios de género o teoría queer han denominado queer coding a esta incorporación de personajes homosexuales violentos o malvados en la ficción y la cultura pop. Sin embargo, Highsmith trata al personaje de Tom de manera más compleja. En la novela, se sugiere que las burlas homofóbicas que Tom ha soportado en boca de su tía, así como el rechazo y el disgusto con el que Dickie y Marge tratan a su deseo, son las fuerzas desestabilizadoras que lo llevan al secreto, la represión y la violencia.

Los viajes y el turismo

En Italia, Tom, Marge, Dickie y sus diversos conocidos no viven como locales. Se establecen más o menos temporalmente en distintas locaciones vinculándose con otros estadounidenses y británicos adinerados que, como ellos, persiguen una costosa vida de ocio, con Europa como mero telón de fondo. Si bien Dickie y sus amigos no buscan la autenticidad per se, tampoco quieren que los confundan con turistas. Viajar es para estos individuos la forma privilegiada de construir una identidad y una personalidad. Para convertir sus viajes al extranjero en aspectos de su identidad, Dickie y sus amigos se quedan por largos períodos de tiempo en las distintas locaciones, aprenden los idiomas locales y acumulan propiedades.

Tom queda rápidamente cautivado con este modo de vida e intenta desesperadamente adoptar esta perspectiva acerca de los viajes, propia de las clases altas. Para él, poseer, o al menos alquilar, una casa impresionante en Italia o Francia se revela como el colmo de la realización personal. Al mismo tiempo, Tom menosprecia a los pobladores italianos que conoce, descartándolos por toscos y poco sofisticados. Este hábito de distanciarse de las personas que lo rodean le permite enaltecerse en comparación con ellas, al tiempo en que le brinda una forma conveniente de minimizar la amenaza de la policía y los medios italianos durante la investigación de sus asesinatos.

El arte y la creatividad

En El talento de Mr. Ripley, la mayoría de los estadounidenses adinerados que viven en Europa perfeccionan algún tipo de habilidad artística. Dickie pinta, Marge escribe prosa y Freddie, obras de teatro. Estas actividades artísticas son fundamentales para la construcción identitaria de los personajes. Sin embargo, del mismo modo en que los viajes operan como una forma de adornar la reputación de estos individuos, mostrarse públicamente como artista se presenta más bien como un modo de expresar una personalidad bohemia. Con la posible excepción de Marge, estos personajes no trabajan arduamente en el desarrollo de su obra ni parecen tener ninguna habilidad extraordinaria. Dickie, quien se presenta públicamente como pintor, posee una técnica mediocre, pero cuenta con el dinero de sus padres para hacer de su pasatiempo una carrera.

Curiosamente, el artista más auténtico de la novela es el propio Tom. Nuestro protagonista se comporta como un verdadero actor y dramaturgo, elabora tramas complejas y adopta papeles a la perfección, ensayando su interpretación y dejándose absorber completamente por sus personificaciones. Lejos de la imitación esnob de un artista bohemio, Tom se encuentra absolutamente implicado en su ‘forma de arte’, al punto que parece perder el control de sus acciones una vez que su imaginación se pone a trabajar: este es el gran talento al que alude el título de la novela.

Highsmith se encarga de volver explícito el paralelismo entre las dotes dramatúrgicas de Tom y sus pulsiones sociópatas, utilizando un lenguaje metafórico para compararlo con un actor. Curiosamente, la mayor “obra” de Tom -es decir, el asesinato de Dickie y su posterior suplantación- tiene como objetivo ganarle estatus y admiración, al igual que las pinturas trilladas de Dickie lo hacen parecer más interesante y, por lo tanto, aumentan su reputación.

La imaginación y la violencia

Cuando Tom Ripley comete un acto de violencia, no se siente como si estuviera actuando espontáneamente o tomando una serie de decisiones espontáneas. En cambio, experimenta sus acciones como si estuviera recreando incontrolablemente un evento inevitable imaginado vívidamente con anterioridad. Tom se siente impulsado a lastimar a otras personas después de que ha fantaseado hacerlo.

En esta concepción de la violencia, la imaginación está lejos de ser una virtud inofensiva que permite desahogarse o expulsar pensamientos nocivos creativamente. En lugar de ello, se presenta como un verdadero estímulo que empuja a nuestro protagonista hacia el crimen. La imaginación de Tom nutre e intensifica a sus pensamientos perturbadores y acaba transformándolos en acciones. Con esta novela, Highsmith conceptualiza a la imaginación como un arma mucho más peligrosa y retorcida que la brutalidad física, ya que esta última funciona simplemente como una manifestación material de la primera: es la que da el golpe de gracia que previamente ha sido meticulosamente preparado en la psiquis del criminal.