El talento de Mr. Ripley

El talento de Mr. Ripley Resumen y Análisis Capítulos 7-12

Resumen

Capítulo 7

Al llegar a Europa, Tom toma un tren de París hacia Nápoles. Durante el recorrido, consigue apreciar algunos paisajes de París y también la torre de Pisa, en Italia. Las imágenes se le presentan como buenos augurios. Una vez en Nápoles, se establece en un hotel y luego disfruta de una cena en la playa. Sin embargo, como no domina el italiano, elige mal sus platos y la comida le da asco.

Al día siguiente viaja en autobús a Mongibello, el pueblo costero en el que vive Dickie. Tras preguntar por él a algunos lugareños, termina localizándolo a él y a su amiga Marge en la playa. Luego se compra un traje de baño y baja a saludarlos, un tanto avergonzado por su piel pálida, que tanto contrasta con la del resto. Dickie no reconoce a Tom y se muestra indiferente, pero Marge lo invita a nadar con ellos. Finalmente, lo suman a un almuerzo en la casa de Dickie. Tom sospecha que la generosidad de Dickie se debe solo a la influencia de Marge, pero acepta de todos modos.

Tom se siente fuera de lugar en el almuerzo, en gran medida porque Dickie y Marge se la pasan hablando acerca de las minucias de la vida local de Mongibello. También concluye que Marge está interesada románticamente en Dickie, pero que el sentimiento no es recíproco. Dickie parece irritado por la presencia de Tom. No parece haber grandes perspectivas de un nuevo encuentro.

Capítulo 8

De vuelta en su hotel, Tom vomita y se queda dormido. Al despertar, oye que Marge y Dickie caminan por la calle y los espía desde su ventana mientras ellos se dirigen hacia el mar para navegar. Tom advierte con amargura que Dickie no tiene motivos para regresar a Estados Unidos: a su vida en Europa no le faltan lujos y allí se encuentra, a su vez, libre de responsabilidades familiares y laborales. Tom decide esperar unos días para volver a intentarlo con Dickie. Su primer objetivo es caerle simpático.

Capítulo 9

Tres días después, Tom se decide a intentarlo de nuevo con Dickie. Al bajar a la playa, lo encuentra solo y lo invita a tomar una copa. Juntos van a su hotel y allí le da los regalos que trajo en nombre de los Greenleaf. Como el vínculo no parece prosperar, decide revelar que ha sido enviado por Mr. Greenleaf para que lo lleve de regreso a América. La confesión hace reír a Dickie, quien comienza a confiar en Tom después de esta demostración de honestidad.

Dickie invita a Tom a almorzar junto a él y Marge. Tom los entretiene haciéndose pasar por una mujer británica que viaja en el metro. Dickie se ríe, pero Marge queda perpleja con ello. Luego, Dickie le muestra sus pinturas a Tom, quien concluye, decepcionado, que es un artista mediocre.

Tom le pide a Dickie que lo acompañe a Nápoles, y este acepta. Para excluir a Marge del viaje, Tom avisa que prefiere ir durante el día, sabiendo que Marge, que es escritora, estará trabajando en su libro. Dickie acepta. Esa noche, mientras comparten la cena, Dickie le pide a Tom que se vaya a vivir a su casa.

Al día siguiente, Tom se instala en una habitación libre de la casa de Dickie y luego parten juntos hacia Nápoles. En el autobús se encuentran con Freddie Miles, un conocido de Dickie que le produce una aversión profunda e inmediata a Tom. En Nápoles, Dickie propone viajar a Roma.

Durante el viaje, Tom advierte el gran parecido físico que tiene con Dickie. Una vez en Roma, los hombres se embriagan y recorren la ciudad hasta altas horas de la noche. Finalmente, se quedan dormidos en un parque y un furioso policía los despierta.

De regreso en Mongibello, Marge los recibe enojada por no haber tenido noticias de ellos. Tom se deleita con sus celos y siente que ahora tiene un vínculo más estrecho con Dickie.

Capítulo 10

Los días siguientes, Dickie parece un poco preocupado por su relación con Marge, y Tom comienza a practicar italiano con un tutor. También disfruta de la playa y se escribe regularmente con los Greenleaf. Tom y Dickie planifican un viaje para el invierno en el que Marge no está incluida, y Dickie parece sentirse culpable por dejarla fuera.

Un día, Dickie decide tener una conversación privada con Marge en su casa. Tom los espía por una ventana y ve que se están besando. Disgustado, regresa a la casa de Dickie e, impulsivamente, se prueba su ropa y lo imita simulando que corta con Marge y luego la estrangula. En ese momento, Dickie lo sorprende apareciendo en la habitación, visiblemente furioso. Le dice a Tom que Marge piensa que es homosexual y aclara que él mismo no lo es. Tom lo niega, pero recuerda a un círculo de amigos abiertamente homosexuales que tuvo en Nueva York, y el modo en que él mismo ponía en duda su heterosexualidad en ese momento.

Tom consigue aplacar la furia de Dickie, quien le asegura que no tiene sentimientos románticos o sexuales hacia Marge, pero valora su amistad y no quiere herirla. Dickie y él parecen reconciliarse un poco, lo que le da a Tom una débil esperanza.

Capítulo 11

Un día, un italiano le ofrece a Tom viajar gratis a París en un ataúd como parte de una operación de contrabando de drogas. Tom le pregunta a Dickie si está interesado. Dickie lo acompaña a verlo y allí se comporta de manera arrogante y grosera. Los amigos discuten en público y Tom se altera hasta el pánico. Dickie le compra una bebida para que se calme, pero no intenta consolarlo. Luego, se va a pasar el rato con Marge.

Mientras tanto, Tom recoge el correo. Ha recibido una carta del Mr. Greenleaf, en la que admite que la empresa no ha tenido éxito y le informa que ya puede volver a Estados Unidos. Cuando Dickie regresa a casa, Tom le pregunta si desea ir con él a París, pero Dickie descarta la idea y le ofrece viajar a San Remo, ya que queda más cerca. Dickie se comporta con frialdad y Tom comprende que quiere que se vaya de su casa.

Capítulo 12

En el tren rumbo a San Remo, Tom advierte que su presencia molesta a Dickie, y que este solo le habla bien por cortesía. Dickie le avisa que no va a viajar en invierno con él, ya que prefiere ir a esquiar con Marge. Tom finge no estar molesto.

Los hombres viajan a Cannes antes de regresar a San Remo. Allí, ven a un grupo de musculosos acróbatas en la playa. Tom los celebra abiertamente y Dickie se disgusta, lo que le recuerda a Tom el hecho de que aquel piensa que él es homosexual, y se siente humillado.

De regreso a San Remo, a Tom se le ocurre la posibilidad de asesinar a Dickie, asumir su identidad, quedarse con todas sus posesiones y cobrar los cheques que le llegan regularmente. Le propone a Dickie alquilar una lancha para dar un paseo. Este acepta. Una vez en alta mar, Tom lo golpea con un remo hasta matarlo. Tras tomar sus caros anillos y posesiones, intenta arrojar el cuerpo al mar, pero pierde el control de la lancha y cae al agua. Aunque casi se ahoga, Tom consigue tirar el cadáver con un peso para que se hunda y no lo descubran. Como la lancha está completamente manchada de sangre, la navega hasta una costa que parece desierta, donde la llena de rocas y la hunde.

Análisis

En estos capítulos, somos testigos de la maestría de Highsmith para la creación y el mantenimiento del suspenso al resolver con destreza un gran desafío narrativo: encontrar una manera de desarrollar el asesinato de Dickie empujando a nuestro protagonista hacia el límite, de forma que su crimen sea tan sorprendente como inevitable. Para hacerlo, la narración nos sumerge en las profundidades de la mentalidad de Tom, llevándonos a comprender -aunque no justificar- los motivos que pueden arrastrar a alguien a cometer un acto tan despiadado y violento.

Como vemos, la clasificación de esta novela dentro del género del thriller psicológico se encuentra, en este sentido, completamente justificada: la generación de suspenso y el uso del recurso del monólogo indirecto, que nos permite acceder a la retorcida mente de Tom, operan en conjunto a efectos de atraparnos como lectores en un estado de gran tensión narrativa.

A lo largo de estas páginas vemos amplificarse las conductas compulsivas, la falta de autocontrol y el profundo resentimiento social y de clase que ya se había sugerido en la personalidad de Tom desde un principio. De este modo, su giro hacia las peores manifestaciones de la violencia se transforma en el estadío final de una progresión natural y predecible. Sin embargo, cabe mencionar que al comienzo de esta sección nos encontramos con un Tom que aún contempla la posibilidad de ser fiel a su compromiso con los Greenleaf y que se considera afortunado por tener la oportunidad de romper con el tipo de vida que tenía en Estados Unidos. De este modo, a pesar de que su relación con Dickie no funciona en un principio, su estadía en Europa presenta un saldo positivo, en la medida en que le permite escapar de los potenciales conflictos con la ley que lo acosan en su país de origen.

En este sentido, su traslado en tren hacia Mongibello ilustra lo significativo, en términos tanto concretos como simbólicos, que resulta para este personaje el haber dejado Norteamérica. Durante el viaje, Tom observa algunos famosos paisajes europeos a través de las ventanas y comprueba con alegría que cada postal urbana coincide con su propia representación estereotipada de lo que es Europa: en París ve “la fachada de un café, iluminada y con la lluvia cayendo sobre su toldo y sus mesitas”; en Italia se entusiasma con la torre de Pisa, esa “columna maciza y blanca que sobresalía de entre los tejados de las casas que formaban la ciudad, y se inclinaba, se inclinaba de un modo que parecía imposible” (46). Tom caracteriza como un “buen presagio” (46) estas imágenes, que contrastan profundamente con las descripciones sórdidas que abundaban en su vida en Manhattan.

Desde el comienzo del capítulo 9, la historia termina de ubicar a Tom en una trayectoria positiva. Primero se las arregla para ganarse la amistad de Dickie, eso que “deseaba más que cualquier cosa en el mundo” (58), y luego consigue que lo invite a vivir a su casa; todo mientras continúa recibiendo los cheques de Mr. Greenleaf. El modo en que se gana la amistad de Dickie, por cierto, se revela particularmente irónico. En un principio, Tom está decidido a no revelar que fue a Mongibello a pedido de Mr. Greenleaf, ya que teme que Dickie se enoje por ello. Sin embargo, cuando cree que la relación ya está perdida, se decide a jugar una última carta confesándole la verdad a Dickie. El hecho de que, pese a todo pronóstico, se gane con ello su confianza y simpatía debe considerarse como una ironía situacional.

Sin embargo, el volverse amigo de Dickie y comenzar a vivir en su casa no son motivos suficientes para que Tom se sienta satisfecho, y rápidamente asume una posición competitiva en relación a Marge, al tiempo en que intenta apurar su relación con Dickie para que este lo elija a él antes que a ella. En este punto, sus deseos genuinos de ayudar a los Greenleaf se esfuman rápidamente, y Tom arruina sus breves y efímeros triunfos comportándose inadecuadamente.

Dos equivocaciones son las que lo terminan distanciando definitivamente de Dickie: la primera se produce cuando se disfraza con su ropa y comienza a actuar como él, con la creencia de que nadie lo ve. Esta escena, por cierto, anticipa su posterior asesinato y la impostación de la identidad de Dickie. La segunda se produce cuando intenta convencer a su amigo de un plan que resulta tan absurdo como peligroso: viajar a Francia en un ataúd generando lazos con un traficante de drogas desconocido. Esta total falta de previsión hace que la caída de Tom sea tan repentina como devastadora. Si a ello le sumamos las presunciones homofóbicas que Marge y Dickie tienen acerca de su orientación sexual, y el hecho de que Mr. Greenleaf le retire sus cheques regulares, ya contamos con los elementos suficientes que lo llevarán a cometer el crimen. Llegado este momento, todo se derrumba a su alrededor a la vez, y el desprecio que recibe de Dickie actualiza los muchos desprecios que ha atravesado a lo largo de su vida: “Era como una verdad, una horrible verdad que le golpeaba como un mazazo y que no quedaba allí, sino que se extendía a toda la gente que había conocido en su vida y que conocería” (96-97).