El talento de Mr. Ripley

El talento de Mr. Ripley Metáforas y Símiles

“Se fijó en un entarimado que conducía hasta mitad de la playa, y supuso que las tablas estarían tan ardientes como el mismísimo infierno” (Narrador, Capítulo 7, p. 49) (Símil)

Al llegar al Mongibello, lo primero que Tom hace es averiguar el paradero de Dickie y bajar hacia la playa para encontrarlo. Tom “odia las playas” (65), porque la cercanía al océano le recuerda el periodo de su infancia en que quedó huérfano debido a que sus padres murieron ahogados. Además, se siente incómodo con su cuerpo delgado y pálido, entre tantas personas bronceadas que disfrutan del calor del sol sobre la arena. En este pasaje, el recurso del monólogo indirecto, que permite la intromisión de sus pensamientos dentro de la narración en tercera persona, permite que se filtre su apreciación subjetiva respecto al calor del entarimado del parador, al que compara con el ‘mismísimo infierno’.

“El entusiasmo de la sonrisa del retrato resultaba un tanto artificial, y la piel era tan rojiza como la de un comanche” (Narrador, Capítulo 9, p. 65) (Símil)

Este pasaje se produce cuando Dickie le muestra a Tom las pinturas que realiza en su mansión de Mongibello. Inmediatamente, Tom siente decepción y desagrado por la mala calidad de las obras de Dickie, a las que considera poco originales y carentes de técnica: “Tenía ganas de olvidarse por completo de los cuadros, incluso de que Dickie pintaba” (66). En estas líneas se reproduce la opinión de Tom frente al retrato de Marge en el que Dickie se encuentra trabajando, opinión en la que se compara el color de la paleta con la piel de un comanche, nombre que reciben los integrantes de una tribu nativa de América del Norte. Al igual que con otras comunidades originarias del territorio, era usual que en Estados Unidos se designara a estos pueblos bajo el nombre de ‘pieles rojas’, denominación despectiva basada en el tono de piel que tiene connotaciones racistas.

“Era como una verdad, una horrible verdad que le golpeaba como un mazazo y que no quedaba allí, sino que se extendía a toda la gente que había conocido en su vida y que conocería” (Narrador, Capítulo 11, pp. 96-97) (Metáfora)

La relación entre Tom y Dickie pende de un hilo luego de que Marge le advierta a Dickie que Tom es homosexual e intenta a toda costa separarlo de ella. Para entonces, Tom desea profundamente conocer París y cree que un viaje junto a Dickie es todo lo que necesitan para recomponer su relación. En ese momento conoce a un hombre que le ofrece viajar a París en féretro a través de una actividad de contrabando de drogas. Cuando intenta convencer a Dickie de hacerlo, este desprecia su plan con altanería. Al ver a su amigo a los ojos, Tom comprende que ya no hay posibilidad de reparación entre ellos. La verdad de ese descubrimiento se presenta mediante la metáfora del ‘golpe del mazazo’, un golpe que se extiende sobre todo su pasado: la verdad de que siempre estuvo solo.

“Ello lo sumergía en una atmósfera peculiar y deliciosa de pureza, igual que la que probablemente sentiría un gran actor al salir al escenario a interpretar un papel importante con la convicción de que nadie podía interpretarlo mejor que él” (Narrador, Capítulo 15, p. 144) (Símil)

Tras asesinar a Dickie y viajar por Europa impostando su identidad, Tom se siente “absolutamente seguro de que no cometerá ninguna equivocación” (144) y nadie descubrirá la farsa. Mientras reflexiona acerca de ello, se compara con un actor de gran talento que despliega sus dotes ante el mundo como si este fuera su escenario. Este símil hace explícito algo que los lectores ya hemos probablemente deducido: Tom posee una increíble capacidad de interpretación que no solo se presenta como una herramienta útil para alcanzar la riqueza y escapar de la ley, sino que es también un arte, una forma de realización personal y de goce. Para entonces, la trama de la historia ya ha insistido en varias oportunidades con la relación entre las tendencias a dramatizar del personaje y su carácter criminal, e incluso el propio Tom recuerda sus intentos frustrados de insertarse en el mundo del espectáculo al llegar a Nueva York. Curiosamente, parece que el único modo en que Tom consigue realizarse artísticamente es a través del homicidio y el fraude.

“Le gustaba que en Venecia no hubiera automóviles. Eso daba a la ciudad un aire más humano. Las calles eran sus venas y la gente que iba y venía constantemente era su sangre” (Narrador, Capítulo 21, p. 203) (Metáforas)

Aunque a Tom no espera que Venecia le guste, al conocerla se encuentra encantado por la apariencia orgánica de esta ciudad, a la que presenta como un cuerpo humano real que tiene como venas sus calles y canales, y a las personas que la transitan como sangre. Tom es un personaje solitario y el acecho de la ley sobre sus crímenes lo obliga a serlo más aún. De algún modo, estas metáforas sugieren una posible explicación al hecho de que haya elegido Venecia para establecerse. La apariencia ‘humana’ de la ciudad le ofrece la oportunidad de sentirse parte de un todo íntimo y orgánico, algo verdaderamente anhelado por este personaje. Curiosamente, esta cita presenta la única mención a la sangre en toda la novela que no se encuentra contextualizada en un episodio de muerte y violencia.