El perseguidor

El perseguidor Resumen y Análisis Parte 3

Resumen

Un día notifican a Bruno que Bee, la hija menor de Johnny, acaba de morir en Chicago. Cuando se reúne con él, Johnny parece encontrarse en estado de shock. Sentado sobre su cama, con la cara inexpresiva y la frente cubierta por una compresa, el jazzman observa con indiferencia a toda la gente que lo rodea. De pronto, Johnny comienza a insultar en voz baja y sube de tono paulatinamente conforme arremete contra todos sus amigos; en primer lugar, los insulta a todos por haber permitido que se grabara "Amorous", incluso a Bruno, que nada había tenido que ver, y luego sube de tono y continúa con las mujeres y llega así hasta Cristo. De esa forma, cree Bruno, Johnny expresa el dolor que siente por la pérdida de su hija.

Quince días después, Bruno se encuentra en el famoso Café de Flore en compañía de Tica y de la cantante Baby Lennox cuando llega Johnny y, sin verlos, se sienta solo en una mesa. Tica se apresura a sentarse con él y se encarga ella de ordenar las bebidas, ya que el músico parece totalmente ebrio y no logra dirigirse a los mozos. Mientras tanto, los dos chicos nuevos de la banda de Johnny pasan por el café y se suman por un rato a la mesa de Bruno, quien les pregunta cómo ha estado el concierto de esa noche. Los muchachos le cuentan entonces que Johnny apenas ha podido tocar, pero lo que tocó fue tan maravilloso que compensó con creces la situación.

Cuando quedan otra vez solos, Bruno le explica a Baby que los miembros del quinteto están cada día más hartos de la conducta de Johnny, y que probablemente terminen por abandonarlo, y con razón, puesto que así es difícil conseguir estabilidad como banda. Bruno también manifiesta en la conversación su deseo por tener una aventura con Baby, mientras que ella muestra su deseo por Johnny. En un momento, el músico se aproxima a su mesa, se arrodilla a los pies de Bruno y comienza a llorar, evidentemente abrumado por la muerte de su hija. Bruno intenta levantarlo, pero no lo consigue y desiste; finalmente Johnny se incorpora lo necesario como para dejarse caer en una silla. Todos permanecen allí un largo rato, hasta que Baby y Tica se marchan, cada una por su cuenta, y luego Bruno y Johnny deciden caminar durante la noche por Saint-Germain-Des-Prés.

Andando juntos llegan a la rivera del Sena y se sientan allí a conversar. Johnny entonces comienza a hablar de la biografía que Bruno ha escrito sobre él y que Art le trajo en su traducción al inglés. Aunque en primera instancia le dice que el libro está muy bien y que es como un espejo, también le dice que faltan cosas, lo que exaspera a Bruno y lo pone a la defensiva. Entre las cosas que faltan, según el criterio de Johnny, se encuentra el vestido rojo que Lan utilizó una vez, y las urnas del parque, especialmente la urna más grande, llena de un polvo azul. En medio de esa secuencia de sinsentidos, Johnny llega a decir que el estilo “cool” no tiene nada que ver con lo que Bruno ha escrito. Esto último hace reflexionar a Bruno en el trabajo de los críticos y lo lleva a pensar en la necesidad de su existencia, puesto que son los críticos quienes logran extraer las consecuencias culturales de las obras creadas intuitivamente por los artistas. Mientras tanto, Johnny se pone a hablar de una estrella cuyo nombre es Ajenjo, y luego mezcla el pasado y el futuro en algunas frases inconexas, hasta llegar nuevamente al vestido rojo de Lan. De allí salta y se pone a hablar de Dédée, a quien considera una chica muy buena y que le consigue marihuana por bondad.

Luego los dos se dirigen a un café conocido en el barrio árabe, donde beben coñac barato mientras Johnny trata de hilvanar fragmentos de pensamientos que no llegan a cobrar sentido. Bruno todavía se siente colérico por las declaraciones de su amigo sobre el libro que ha escrito, y tiene miedo que salga públicamente a atacar las ideas de sus páginas, más cuando hay una nueva edición en el camino y se está por cerrar trato para su traducción al alemán y al español.

En un momento, Bruno vuelve a preguntarle por su opinión sobre el libro, y Johnny le dice que faltan cosas, además del vestido de Lan y de las urnas, sobre las que vuelve a hablar largamente. Los dos amigos vuelven a salir a la calle y Johnny le dice a Bruno que en su libro no pegó una, porque en él está Dios. Lo que quiere decir Johnny con eso es que el libro se narra desde la perspectiva de alguien socialmente funcional, que está inserto en una maquinaria social y responde dentro de los parámetros de esa maquinaria -a todo eso Johnny llama “Dios”-, mientras que en verdad él no se mezcla nunca con toda esa porquería y se encuentra totalmente al margen de todas esas estructuras. Johnny le dice a Bruno, con algo de violencia, que él no quiere a su Dios, que nunca ha sido el suyo, y que no entiende por qué se lo ha hecho aceptar en su libro. También dice que es imposible decir nada sin que Bruno lo traduzca a su idioma, y que si él y otros tantos observan la perfección cuando él toca su música, allá ellos, pero que en realidad no hay nada semejante en lo que él hace. En verdad, dice Johnny, él no vale nada, y lo que toca, tampoco. Luego intenta explicarse, y dice que no es una cuestión de música, sino que se trata de otra cosa; es la diferencia, por ejemplo, entre que su hija, Bee, esté viva o muerta; lo que él toca es Bee muerta, mientras lo que él quiere tocar equivale a Bee viva, y por eso a veces rompe o pierde los saxos, porque es incapaz de lograr esa música viva que tanto anhela. Johnny está en esa búsqueda, pero sabe que nunca, mientras viva, va a lograr encontrar lo que busca. Él es como la basura que flota en el Sena, y Bruno también, más basura flotando; a veces, los deshechos se encuentran y se arremolinan uno en torno a otro, pero nunca dejan de ser deshechos.

Luego el discurso de Johnny vuelve a fragmentarse y se hace incoherente, hasta que es interrumpido por el llanto. Johnny se compara con alguien que intenta nadar sin agua y dice a Bruno que su libro está bien, pero que no acepta a su Dios. Antes de que Bruno lo suba en un taxi para llevarlo a su casa, Johnny hace una última comparación metafórica que busca explicar su forma de estar en el mundo: mientras Bruno se para frente a una puerta y espera que su Dios la abra, él intenta desfondarla a patadas, o la orina un día entero antes de intentar abrirla.

Después de ese último encuentro, Bruno narra que tanto Johnny como Tica y Baby han regresado a Nueva York. Mientras tanto, está por salir la segunda edición de su biografía, ya que la primera fue un éxito rotundo, y ha cerrado más contratos para que se traduzca a muchos otros idiomas. Desde Estados Unidos le llegan las noticias de una nueva tentativa de suicidio que ha cometido Johnny y de su rehabilitación.

Tiempo después recibe la noticia de que Johnny ha muerto durante una gira por Noruega. Según Baby, que lo acompañaba, Johnny murió casi al instante, frente a la televisión. Baby también le cuenta que Johnny estaba viviendo con Tica y que estaba preocupado, considerando abandonar el jazz e irse a vivir a México y trabajar en el campo. Tica lo vigilaba y hacía lo posible por tranquilizarlo y ordenar sus ideas, hasta su muerte repentina, en mitad de un programa de televisión.

Bruno no cree que la muerte de Johnny haya sido tan instantánea como lo plantea Baby, especialmente dado el lío en el que se metió Tica con la policía debido a la marihuana que encontraron al alcance de la mano del músico y los resultados poco convincentes de la autopsia que le realizaron. Bruno dedica las líneas finales de su narración a indicar que la muerte de Johnny coincidió con la salida al mercado de la segunda edición de su biografía, a la que pudo sumar una nota necrológica, con lo que ya quedó completa.

Análisis

La muerte de su hija, Bee, es un duro golpe para Johnny, no solo porque se trata de la pérdida de un hijo, con todo el dolor que eso puede significar para un padre, sino porque la conciencia de la muerte obliga a Johnny a asumir su condición temporal, lo liga a una realidad dolorosa que está regida por el paso del tiempo, una realidad en la que no es posible vivir eones fuera del tiempo cronológico, que es lo que él busca desesperadamente.

La muerte de Bee, entonces, es el anuncio de la condena definitiva de Johnny, un acontecimiento que lo limita a su condición temporal, que lo circunscribe al dolor, al sufrimiento y a la idea de finitud. La muerte es el extremo de la temporalidad lineal y la expresión más dura de una realidad material a la que Johnny quiere escapar. El único desahogo que encuentra Johnny es insultar a los amigos que lo acompañan, que son los representantes de esa realidad material que él se niega a asumir. Esos insultos son una acusación velada hacia quienes lo empujan a la temporalidad lineal, algo que se observa mejor hacia el final del relato, cuando Johnny acusa a Bruno de haber escrito una biografía en la que lo encerraba dentro de los parámetros de su concepción del mundo y de la realidad.

Llegados a este punto, cabe abordar otro de los ejes estructurantes del cuento: el contrapunto entre la figura de Bruno, el crítico musical, y Johnny, el artista que persigue los límites de la realidad. Se puede señalar que Johnny Carter representa una actitud de estar en el mundo que es la del poeta: sus vías de conocimiento y de interpretación no están dadas por la racionalidad, sino que son intuición pura. En verdad, Johnny lucha por romper con el lenguaje racional y salirse de esa jaula donde se encuentra atrapado para poder contemplar el mundo tal cual es, sin que esté mediado por explicaciones racionales heredadas del positivismo.

En este sentido, y como puede comprobarse en el contrapunto de la discusión que sostienen al final del cuento, Bruno es el antagonista de Johnny, un crítico de arte que representa una mirada racional, entrenada para clasificar la realidad y reducirla a informaciones de fácil acceso y comprensión. La biografía que Bruno escribe sobre Johnny es exactamente eso, un ordenamiento mediado por la razón de una vida que en realidad rechaza todo ordenamiento. Como el mismo Bruno lo indica:

Sé muy bien que el libro no dice la verdad sobre Johnny (tampoco miente), sino que se limita a la música de Johnny. Por discreción, por bondad, no he querido mostrar al desnudo su incurable esquizofrenia, el sórdido trasfondo de la droga, la promiscuidad de esa vida lamentable. Me he impuesto mostrar las líneas esenciales, poniendo el acento en lo que verdaderamente cuenta, el arte incomparable de Johnny. ¿Qué mas podía decir? (pp. 348-349)

Contra este abordaje es que se rebela Johnny y critica la obra de Bruno, solo que al rechazar el lenguaje racional no es capaz de enunciarlo con claridad y solo avanza por figuraciones. Cuando Johnny habla del Dios de Bruno y de los suyos, entonces, está hablando de la razón y el orden como factores que rigen la vida, tanto social como individual, de los ciudadanos considerados normales. Dicho pasaje es clave para la comprensión de todos los conceptos que se han trabajado hasta el momento en el análisis:

Está lo que tú y los que son como mi compañero Bruno llaman Dios. El tubo de dentífrico por la mañana, a eso llaman le llaman Dios. El tacho de basura, a eso le llaman Dios. El miedo a reventar, a eso le llaman Dios. Y has tenido la desvergüenza de mezclarme con esa porquería, has escrito que mi infancia, y mi familia, y no sé qué herencias ancestrales… Un montón de huevos podriros y tú cacareando en el medio, muy contento con tu Dios. No quiero tu Dios, no ha sido nunca el mío. (p. 350)

Esta idea de Dios se relaciona con la percepción del tiempo cronológico, con la alienación que produce el tiempo reglado por las estructuras sociales contra las que Johnny se rebela. En la biografía de Bruno no hay nada del verdadero Johnny y de su búsqueda, no se mencionan los agujeros de la realidad en los que el músico se sumerge, sino más bien todo lo contrario: hay explicaciones más o menos indulgentes que tratan de justificar la vida problemática del músico al buscarle causas en los problemas de su infancia y con su familia. En última instancia, esa es la peor forma de presentar la vida del artista, puesto que ignora su búsqueda, que es su verdadera forma de estar en el mundo.

La oposición entre Bruno y Johnny puede pensarse, entonces, como dos formas de ver e interpretar la realidad, dos concepciones ontológicas opuestas: la de aquellos que aceptan la alienación social, pues es una condición para vivir en el orden establecido, y la de aquellos que no se dejan alienar, cuyos sueños y deseos no están subordinados a las normas sociales y viven en un conflicto constante con las normas establecidas. En el indiferente final del relato, parece que la victoria es para los alienados: Johnny ha muerto como consecuencia de su búsqueda y de su lucha contra la temporalidad, mientras que Bruno, el crítico, se aprovecha de la muerte para disparar las ventas de la biografía que ha escrito y que se traduce cada vez a más idiomas. El mundo, en definitiva, es para quienes son funcionales a la alienación social, mientras que los artistas que se rebelan contra ella están destinados a fracasar, irremisiblemente.