El mercader de Venecia

El mercader de Venecia Resumen y Análisis Acto III

Resumen

Escena I

Solanio y Salerio discuten el rumor de que Antonio ha perdido un segundo barco. Shylock entra en escena y les recrimina que algo tuvieron algo que ver con la fuga de su hija, lo que ninguno niega. Luego, los dos le preguntan si se ha enterado de las pérdidas de Antonio, y Shylock responde que el mercader debería cuidar sus finanzas y asegurarse de devolverle el dinero. De lo contrario, él planea cobrarse la libra de carne estipulada en el pagaré. Shylock está furioso con Antonio, a quien culpa por la pérdida de Jessica y por todos los males que sufren los prestamistas. Luego, pronuncia el soliloquio más famoso de la obra, en el que demuestra toda su humanidad y compara a los judíos con los cristianos y el resto de credos y etnias. El discurso concluye con Shylock afirmando que se vengará de todas las veces que los cristianos lo han tratado mal.

Uno de los criados de Antonio llega y les pide a Solanio y Salerio que vayan a la casa de Antonio. Cuando están saliendo de escena, llega Tubal, un judío amigo de Shylock que vuelve de Génova, donde intentó localizar a Jessica. Tubal le explica a Shylock que Jessica había estado en la ciudad y que había gastado allí más de ochenta ducados. También había cambiado un anillo de turquesa por un mono, pérdida por la que Shylock se lamenta, ya que el anillo lo había recibido de su esposa, Leah. Sin embargo, Tubal también le trae a Shylock la noticia de que Antonio ha perdido un tercer barco y es casi seguro que está al borde de la ruina. Esta noticia emociona al prestamista, ya decidido a que prefiere vengarse de Antonio antes que recuperar sus tres mil ducados.

Escena II

Porcia le dice a Bassanio que quiere que él espere un mes o dos antes de elegir entre los cofres. Así, si falla, igual tendrá garantizada su compañía al menos por un tiempo. Sin embargo, el joven caballero está desesperado por elegir. Finalmente, Porcia acepta llevarlo a la habitación de los cofres para que se someta a la prueba. No obstante, antes de que Bassanio realice su elección, Porcia ordena que se toque música para animarlo, y uno de sus sirvientes comienza a cantar una canción en la que todos los versos rimados riman con "plomo". Bassanio habla directamente a la audiencia y les dice que demasiadas cosas están doradas y cubiertas de adornos, pero que la codicia es un sentimiento negativo que debe ser evitado a toda costa; también ignora el cofre de plata, puesto que el metal representa el dinero y, por lo tanto, es algo demasiado común, que anda de mano en mano. Finalmente, elige el cofre de plomo y dentro encuentra la imagen de Porcia y la llena de elogios. Luego, toma el pergamino y lo lee:

Pues no juzgas por la vista,

que tu fortuna persista.

Lo que la suerte te ha dado,

no busques en otro lado.

Si esto no te hace dichoso,

y te estimas venturoso,

dale un beso ya a tu dama,

como aquel que bien la ama”

(p. 129).

Bassanio se acerca a Porcia con su imagen y ella le ofrece todo lo que tiene, incluida ella misma. Como muestra de su amor, Porcia luego le entrega un anillo y le dice que nunca lo pierda. Bassanio lo promete solemnemente, afirmando que solo la muerte lo separará de él.

Graciano luego les informa que a él también le gustaría casarse, y que está enamorado de Nerissa, la criada de Porcia. Con la bendición tanto de Bassanio como de Porcia, la pareja se prepara también para celebrar sus bodas, y Nerissa le entrega a su amado un anillo, tal cual lo ha hecho su ama con Bassanio.

Jessica, Lorenzo y Salerio llegan a Belmont. Bassanio está feliz de verlos a todos, pero Salerio le entrega una carta de Antonio con malas noticias: el mercader ha perdido todos sus barcos y se encuentra en la ruina. Shylock está tan emocionado con la ruina de Antonio que se prepara por todos los medios legales para cobrar la libra de carne que ha estipulado en su contrato. Porcia pregunta entonces qué cantidad de dinero le debe Antonio a Shylock, y luego le dice qué es lo que harán: primero, se casarán y luego, sin demorarse, Bassanio regresará a Venecia para ofrecer al usurero el doble de la suma para saldar la deuda y destruir el contrato. Mientras tanto, ella y Nerissa se recluirán en un convento y vivirán como viudas hasta el regreso de sus esposos.

Escena III

Shylock observa cómo un carcelero se lleva a Antonio, mientras este le suplica que lo escuche y tenga misericordia, algo a lo que el usurero se niega rotundamente. Cuando el judío se retira, Antonio le dice a Solanio que el usurero lo odia porque él solía prestar dinero a hombres que estaban en deuda con Shylock, evitando así que este cobrara las penalizaciones estipuladas en sus contratos. Antonio está dispuesto a pagarle a su acreedor al día siguiente en la corte, pero reza para que Bassanio llegue a tiempo, aunque no más sea para verlo morir.

Escena IV

Porcia y Nerissa, preocupadas por sus nuevos maridos, le dicen a Lorenzo que se van a recluir unos días a rezar en un monasterio. Una vez que Lorenzo y Jessica se retiran, Porcia envía a su sirviente, Baltasar, con una serie de instrucciones para su primo, el doctor Bellario. Una vez hecho esto, Porcia le informa a Nerissa que se disfrazarán de hombres e irán a Venecia para ayudar a sus esposos.

Escena V

Lancelot y Jessica están discutiendo sobre si Dios puede salvarla, siendo que ella nació judía. Lancelot le dice que, como sus padres son judíos, está condenada al infierno, pero ella protesta: puede ser salvada una vez que se convierta en cristiana. Lancelot luego hace una broma y dice que Lorenzo es un mal hombre porque, al convertir a todos los judíos, está subiendo el precio del cerdo (ya que los judíos no comen cerdo, pero los cristianos sí). En ese momento, llega Lorenzo y le ordena a Lancelot que entre y prepare la mesa para la cena. Antes de entrar a la casa para cenar, él y Jessica elogian a Porcia por ser una anfitriona tan maravillosa.

Análisis

El famoso discurso de Shylock es la sección más interpretada y criticada de toda la obra, y en ella se expresa la gran complejidad del personaje judío:

¿Qué, no tiene un judío ojos? ¿No tiene manos, órganos, dimensiones, afectos, pasiones y sentidos? ¿No lo nutre la misma comida, no lo hieren las mismas armas, no lo aquejan las mismas dolencias, no lo curan los mismos remedios, no lo calientan y enfrían los mismos veranos e inviernos que al cristiano? ¿Si nos pinchan, no sangramos? ¿Si nos hacen cosquillas, no nos reímos? ¿Si nos envenenan, no nos morimos? ¿Y si nos ofenden, no nos vengaremos? Si somos como ustedes en todo, también lo seremos en eso. Si un judío ofende a un cristiano, ¿cuál será su perdón? ¡La venganza! Si un cristiano ofende a un judío, ¿cómo, según su ejemplo, habrá de resignarse? Muy simple: vengándose. La villanía que me enseñan la voy a poner en práctica, y voy a esforzarme por superar a mis maestros (p. 119)

Este pasaje se ha interpretado de muchas maneras, tanto de forma cómica como trágica. En el siglo XX, casi siempre ha adquirido un carácter trágico como resultado del nazismo, que sistematizó el exterminio de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Shylock dice estas líneas para defender su resolución de tomar una libra de la carne de Antonio. Sin embargo, el pasaje es difícil de interpretar debido a la posición de que ocupa el usurero en la sociedad veneciana. Como judío, no podría haber estado en la calle gritando venganza, ya que esto solo conduciría a más persecuciones. Así, una interpretación ha tomado las líneas como cómicas, en el sentido de usar la comedia como una máscara para ocultar el miedo. Como un niño que hace bromas para ocultar su inseguridad, Shylock intenta defender su derecho a exigir el kilo de carne.

Si hay algo que queda claro es que Shylock es tan compulsivo en su odio a Antonio como para actuar monstruosamente. Sin embargo, no es un monstruo, sino un ser humano extremadamente complejo que sucumbe solo ante el odio que le tiene a su enemigo, el mercader cristiano que tanto lo ha ofendido. Por ello, no deja de ser irónico que Shakespeare haya construido un personaje tan potente y complejo para luego reducirlo al ansia asesina de quitarle una libra de carne a su enemigo, aunque en su insistencia termine arruinándose.

La elección de Bassanio de los cofres también ha generado controversia entre especialistas. Porcia primero le ruega a su pretendiente que espere al menos un mes, con la esperanza de pasar ese tiempo con él antes de la elección del cofre, pero cuando él se niega a esperar, ella pide que se interprete una canción, con el ánimo de aligerar el momento, aunque en la rima de los versos se esconde la clave de la elección del cofre. Algunos estudiosos han notado que cada una de las rimas de la canción rima con "plomo" (en el original, riman con lead -plomo en inglés-, y en la traducción de Carlos Gamerro se ha mantenido el juego de rimas con plomo, aun si para ello se tuvo que forzar la traducción), con lo que Porcia, a pesar de haber jurado no inmiscuirse ni ayudar a ningún pretendiente, estaría dando una pista al caballero veneciano. Lo interesante es que Bassanio se diferencia de los demás pretendientes en que no lee las inscripciones y se deja guiar por el material en el que están labrados los cofres.

Antes de elegir, Bassanio realiza un largo soliloquio en el que ataca la frivolidad de aquellos que abusan de los ornamentos. Incluso llega a burlarse de las mujeres que utilizan mucho maquillaje pare embellecer sus rostros, y las acusa de ligeras: “Pasemos a la belleza, / y verán entonces que se vende al peso, / y así tiene lugar este milagro de la naturaleza: / las mas recargadas son las más ligeras” (p. 127). Que la belleza se venda al peso es una alusión al maquillaje, que en la época de Shakespeare se vendía por peso (por onzas). Luego, Bassanio también acusa al oro de ser “una verdad fingida de estos ladinos tiempos, en la cual hasta los más sabios se enredan” (p. 127), y lo rechaza, acusándolo de “duro alimento de Midas” (p. 127), en alusión al famoso rey de la mitología griega que pide, como deseo, convertir en oro todo lo que tocaba. El deseo de Midas se convierte en una maldición que lo lleva a la muerte, ya que el rey no puede probar bocado: cuando intenta comer, todo lo que se lleva a la boca se convierte en oro. Este material, entonces, denota codicia y, por lo tanto, no tiene valor.

La plata, por otro lado, representa al dinero (en español, el sentido es más directo, ya que la misma palabra, "plata", designa tanto al valioso metal como al dinero, cosa que no sucede de la misma forma con la palabra inglesa, "silver"). El dinero pasa de mano en mano entre los hombres y, por lo tanto, Bassanio también lo rechaza. El cofre de plomo simboliza su inclinación por la toma de riesgos y, de hecho, su inscripción refuerza esta idea: “El que me elija da y arriesga todo lo que tiene” (p. 103). Bassanio es un hombre arrojado, propenso a tomar riesgos, y la amenaza del cofre de plomo parece agradarle y atraerlo. Siguiendo el ideal cristiano de “los últimos serán los primeros”, el caballero veneciano se inclina por el cofre menos vistoso y encuentra en él la recompensa esperada.

El hecho de que Bassanio pueda elegir el cofre sin leer la inscripción, en cierto sentido se deduce del pergamino, que reza:

Pues no juzgas por la vista,

que tu fortuna persista.

Lo que la suerte te ha dado,

no busques en otro lado.

Si esto no te hace dichoso,

y te estimas venturoso,

dale un beso ya a tu dama,

como aquel que bien la ama

(p. 129).

Como contracara al riesgo que toma Bassanio, Porcia también asume un riesgo cada vez que un pretendiente se aproxima a los cofres. Ahora que Bassanio ha encontrado el correcto, ella tampoco tiene ninguna elección y debe casarse con él y convertirse en su propiedad. Por eso, se comprende que, como su destino está en juego, haya intentado ayudar a Bassanio con la canción, incluso cuando su estrategia la arriesga a ir en contra de la promesa que hizo a su padre de no ayudar a ningún pretendiente. El personaje de Porcia es otro de los más complejos y ricos de la obra, y con sus forma de actuar, tan astuta y estratégica, pone de manifiesto su interés por resguardar su patrimonio y no dejarlo librado al completo azar.

Porcia también le da a Bassanio un anillo, haciéndole prometer que lo llevará consigo para siempre. Esta es una inversión de la ceremonia tradicional del matrimonio, en la que el hombre entrega el anillo a la mujer, y es una forma que utiliza Porcia para probar la fidelidad y el amor de Bassanio. En la época de Shakespeare, eran las mujeres más frecuentemente acusadas de infidelidad. Porcia toma así un rol típicamente masculino al hacer que Bassanio jure mantener la fidelidad con ella.

La imagen simbólica de la oveja emerge otra vez en este acto, ahora en un escenario cristiano y no judío. Graciano dice: "Somos los Jasones, hemos ganado el vellocino" (p. 132). Esta interpretación cristiana de la imagen de la oveja es interesante porque es muy diferente de la interpretación de Shylock. En lugar de ganar dinero, los cristianos de esta obra prefieren arriesgarlo todo en busca de ganarlo todo. Bassanio pone de manifiesto esta interpretación: él es un caballero y, por lo tanto, considera que las cuestiones monetarias están por debajo de él. Esto se opone incluso a Antonio, que todavía considera el dinero como una necesidad, cuya falta lo puede empujar a la tumba, si Shylock logra cobrarse su venganza.

Ha habido un gran interés académico en la relación entre Bassanio y Antonio. Los comentarios de Antonio y su innegable voluntad de apoyar incondicionalmente a Bassanio han llevado a muchos a concluir que hay un subtexto homoerótico en la relación entre los dos personajes. En efecto, el deseo de Antonio al final no es quedarse con su vida sino que Bassanio pueda llegar a tiempo a Venecia para poder verlo una vez más antes de morir. Si bien es posible argumentar a favor de una relación homosexual entre los dos hombres, lo que no se puede ignorar es la forma en que Porcia saca cuidadosamente a Antonio del peligro en el siguiente acto. Con este gesto y el matrimonio posterior entre Porcia y Bassanio, cualquier relación entre Antonio y el caballero veneciano queda en un segundo plano y no se desarrolla.

El hecho de que las mujeres nunca aparezcan explícitamente en Venecia se refuerza también en este acto. Porcia y Nerissa primero deben fingir que van a un monasterio para escapar de Belmont, donde se alojan Lorenzo y Jessica. Luego, para presentarse en Venecia, se las ingenian para vestirse de hombres y hacerse pasar por juristas. Porcia además utiliza su parentesco con el doctor Bellario para intervenir en las próximas escenas desde una posición de poder y autoridad. Así, aunque Porcia se demuestra independiente y más inteligente que todos los hombres que la rodean, no se escapa a la necesidad de explotar la masculinidad como única forma de obtener sus propósitos.