El mercader de Venecia

El mercader de Venecia Citas y Análisis

En Belmont vive una rica heredera,

es hermosa, y más hermosas aun

son sus virtudes. De sus ojos, a veces,

recibí cordiales aunque mudos mensajes.

Se llama Porcia,

y en valor no le va en zaga

a la hija de Catón, de Bruto esposa.

Y no ignora el ancho mundo su valía

pues en los cuatro vientos, de cada costa

vuelan famosos pretendientes, y sus bucles de color de sol

caen sobre sus sienes como el vellocino de oro

haciendo de su Belmont nueva Cólquida

donde convergen los múltiples jasones.

Bassanio, Acto I, Escena I, p. 61

De esta manera presenta Bassanio a Porcia, la heroína de la obra. Bassanio la parangona con otra Porcia, la hija de Catón y esposa de Bruto, un personaje que Shakespeare desarrolla en Julio César, y que es reputada por sus virtudes y su valor.

La descripción que Bassanio hace de Porcia relaciona la belleza con la riqueza de la heredera, cuyo cabello recuerda al vellocino de oro de la mitología griega, un carnero cuya lana era de oro. Además, cuando indica que Belmont es una nueva Cólquida, y los pretendientes son unos jasones, sigue con la asociación de Porcia al mito de Jasón y los argonautas: el héroe griego parte hacia Cólquida con el fin de hallar el vellocino de oro, empresa en la cual, al igual que los pretendientes, arriesga su destino.

Lo odio porque es cristiano

pero más porque de puro tonto

presta dinero gratis, y así nos baja

la tasa de interés acá en Venecia.

Si logro ponerle el pie, una vez,

voy a darle de comer mi viejo rencor.

Odia a nuestra sagrada nación, y despotrica,

ahí donde los mercaderes suelen reunirse,

contra mí, mis negocios y mis bien habidas ganancias,

que él llama 'usura'. ¡Maldita sea mi tribu

si lo perdono!

Shylock, Acto I, Escena III, pp. 70-71

En este pasaje, Shylock hace un aparte para manifestar a la audiencia el odio profundo que siente por Antonio. Este odio arraiga en las diferencias religiosas entre cristianos y judíos, pero también es un rencor azuzado por la enemistad individual: Antonio desprecia a Shylock y trata de arruinar su reputación y su negocio hablando mal de él con otros mercaderes.

Este aparte revela, desde la primera aparición de Shylock, su objetivo de destruir a Antonio.

Señor Antonio, muchas veces en el Rialto

me echaste en cara los usos que doy

a mi dinero, y siempre lo aguanté

paciente, con un encogimiento de hombros,

porque la paciencia es la divisa de mi tribu.

Me llamas hereje, perro degollador,

y escupes sobre mi gabán judío,

y todo por el uso que doy a lo que es mío.

Shylock, Acto I, Escena III, p. 73

En este pasaje, Shylock pone de manifiesto la hipocresía de los cristianos a quienes Antonio representa. El cristiano lo ha maltratado sistemáticamente, por ser judío y por ser prestamista; lo ha escupido e injuriado. Sin embargo, cuando necesita dinero, se aproxima a él para pedirle un préstamo. Shylock, movido por el rencor, no dejará de aprovechar la situación para vengarse de Antonio.

¡Ay, qué pecado infame, avergonzarme

de ser hija de mi padre!

Pero aunque sea criatura de su sangre

no lo soy de sus hábitos. Ay, Lorenzo,

si cumples tu promesa veo una salida:

seré cristiana, y tu esposa querida.

Jessica, Acto II, Escena III, p. 91

En este pasaje, Jessica declara sus intenciones de huir de la casa paterna junto a Lorenzo y convertirse al cristianismo. Como la joven indica, por más que comparta la sangre con su padre, los hábitos de Shylock no la representan, por lo que intenta escapar de la opresión paterna y comenzar una nueva vida.

No todo lo que brilla es oro,

es verdad que yo deploro.

Tengo aspecto de tesoro,

pero tu vida devoro;

agusanadas tumbas doro.

Valiente eres, no lo ignoro,

más poco sabio, corroboro:

yo que tú me desmorono.

Pergamino dentro del cofre de oro, Acto II, Escena VII, p. 105

Estos versos están escritos en el papel que se esconde dentro del cofre de oro que elige el Príncipe de Marruecos con el objetivo de casarse con Porcia. Como indica el traductor, en la versión original todos los versos riman con "gold", por lo que, en esta versión en español, se dio prioridad a la rima en "oro", aun cuando para ello debió alejarse de la traducción más literal del pasaje.

Como indican los versos, el cofre castiga a aquellos que eligen su contenido guiándose por las apariencias externas.

Siete fuegos ennoblecen

el metal; siete atraviesan

los que al juzgar, prevalecen.

Quienes vanas sombras besan

sombras de dicha merecen.

Aunque te pinten plateado

tu sandez se ve muy clara;

con quienquiera estés casado

la mía será tu cara.

Vete, estás acabado.

Pergamino dentro del cofre de plata, Acto II, Escena IX, p. 111

Este pasaje corresponde a la inscripción que se halla dentro del cofre de plata, acompañada por el retrato de un idiota. El cofre castiga a aquellos que, basados en sus méritos, se vuelven arrogantes y soberbios. El Príncipe de Aragón se deja llevar por su soberbia y su elección termina condenándolo.

Nace el gusto, no sé cómo

¿Del corazón, por asomo?

¿De la cabeza, con aplomo?

Responde, responde. En el ojo nace, donde

mirando engorda, y perece

en la cuna que lo mece.

Por él doblan, con tesón,

las campanas; don, din, don.

Canción que interpretan las criadas de Porcia, Acto III, Escena II, p. 126

Este pasaje corresponde a la canción que interpreta Porcia junto a sus criadas, y que da una pista velada para que Bassanio elija correctamente el cofre: los primeros versos riman todos con plomo, referencia evidente al cofre de dicho material.

Pues no juzgo por la vista,

que tu fortuna persista.

Lo que la suerte te ha dado,

no busques en otro lado.

Si esto te hace dichoso,

y te estimas venturoso,

dale un beso ya a tu dama,

como aquel que bien la ama.

Pergamino dentro del cofre de plomo, Acto III, Escena II, p. 129

Esta es la inscripción del pergamino dentro del cofre de plomo, que felicita a quien se ha arriesgado y ha elegido sin dejarse llevar por las apariencias. Las palabras contenidas en el cofre felicitan a quien no juzga por la vista y ofrecen la mano de Porcia al valiente y temerario que arriesga su suerte y selecciona un cofre que, más que invitar, amenaza.

Por favor, recuerda que discutes con el judío.

Lo mismo daría que te pares en la playa y le pidas a la marea alta que suba un poco menos;

lo mismo daría que debatas con el lobo,

por qué dejó a la oveja balando por su cordero;

lo mismo daría que prohíbas a los pinos del monte

sacudir sus altas copas y hacer ruido

cuando las azotan las ráfagas del cielo;

lo mismo daría que hagas lo más duro de todo:

tratar de ablandar eso que es más duro que nada,

su corazón de judío.

Antonio, Acto IV, Escena I, pp. 151-152

En este pasaje, Antonio se dirige al duque de Venecia durante su proceso y, para indicarle que es inútil tratar de convencer a Shylock, enumera una serie de comparaciones que exponen el odio y el desprecio que le tiene al judío. Tanto al inicio de la cita como al final, Antonio destaca el hecho de que Shylock es judío y, con ello, parece explicar su comportamiento cruel y despiadado.

Este papel no te concede una sola gota de sangre.

Las palabras exactas son 'una libra de carne'.

Toma pues la pena: toma tu libra de carne.

Pero si al cortarla viertes una sola gota

de sangre cristiana, por las leyes de Venecia

se confiscan tus tierras y mercancías

a beneficio del estado de Venecia.

Porcia (disfrazada de Baltasar), Acto IV, Escena I, pp. 160-161

En este pasaje, Porcia esgrime la ley de Venecia que protege a los cristianos de los ataques de otras religiones, y con dicho argumento gana la batalla legal contra el judío: Shylock puede cobrarse la libra de carne que le pertenece por contrato pero, si al hacerlo vierte la sangre de Antonio, la ley se aplicará inflexible sobre él y este perderá toda su fortuna. Porcia luego continúa esgrimiendo sus alegatos legales, y como Shylock amenazó a un cristiano, indica que el duque de Venecia está en su derecho de sentenciarlo a muerte o quedarse con sus posesiones.