El jugador

El jugador Las voces de 'El jugador'

El crítico y lingüista ruso Mijaíl Bajtín afirma que la pluralidad de voces –la polifonía– define a la novela como género literario. Esas voces se hallan en los diversos registros discursivos que puede contener una novela, como diálogos, cartas y monólogos internos, y desde diferentes puntos de vista, de los personajes o del narrador. Este último, en El jugador, al ser un narrador en primera persona que se coloca como protagonista de la novela, se presenta como la voz principal del relato. Pero no es la única, ni su relato se ofrece como un registro objetivo y completo de lo que sucede en la historia. Por el contrario, la de Alexéi Ivanóvich es una voz narrativa poco confiable, que nos muestra las diferentes voces del relato desde la perspectiva de un sujeto atormentado que pone en crisis cualquier intento de encontrarle una explicación o un sentido único a la novela.

El relato de El jugador son las notas íntimas de Alexéi Ivanóvich. La suya no es una voz que narra desde una lejanía temporal que le permitiría conocer todo lo que ha sucedido en la trama, sino que va narrando a medida que transcurren los hechos. Esta forma de reponer los acontecimientos de la trama hace que las impresiones de Alexéi se vean afectadas por las emociones recién vividas y por la incertidumbre de cómo será el desenlace de la historia. En el capítulo 13, Alexéi afirma que vive “bajo la influencia de las sensaciones pasadas, bajo la influencia de recuerdos frescos” (p.131), y luego dice que “esperaba que sucediera algo en cualquier momento” (p.143). De esta manera, Alexéi le transmite al lector sus ansiedades, mezcla de confusión y expectativa, y nos hace ver lo que sucede a través de una lupa distorsionada.

En varias partes de la novela, Alexéi reconoce que le falta información para entender lo que está sucediendo. Para reponer parte de esa información es crucial la voz de Mr. Astley, que revela un suceso previo que involucró a Mademoiselle Blanche y al barón y a la baronesa Wurmenheim, y que explica por qué se ha hecho tanto revuelo por la ofensa de Alexéi. Pero no todo queda explicado en el desenlace de la historia. Respecto de la relación entre Polina y De Grieux, y entre Polina y Mr. Astley, Alexéi permanece en la duda: “¿Puede ser ese francés el mundo entero para ella? ¿Y Mister Atley? Pero aquí el asunto se volvió definitivamente incomprensible…” (p.139). Y si bien Polina luego le dirá que odia a De Grieux, Alexéi no sabrá con exactitud si ella se había hecho ilusiones de casarse con el francés. Por otra parte, cuando Mr. Astley le da a Alexéi otra información importante en el final, que Polina lo había amado, tampoco queda claro si lo sigue haciendo, y nunca sabremos con exactitud qué tipo de vínculo tiene Polina con el inglés.

Alexéi tiene muchas dudas, no solo sobre los hechos y las relaciones de los personajes, sino también sobre sus propios sentimientos. Por ejemplo, no sabe si ama u odia a Polina. Por este motivo, llama la atención que no dude de que ganará en la ruleta. Esta convicción nos hace dudar a nosotros, los lectores, de las certezas que tiene el narrador. Él mismo admite que muchas veces actúa, no por convicciones, sino para generar escándalo, como cuando confiesa que le cuesta contener la risa mientras le dice a De Grieux que le exigirá al barón que se disculpe por haber ofendido su honor, siendo él quien ofendió al barón en primera instancia. En este sentido, es posible leer todo lo que dice Alexéi en clave irónica.

Si bien Alexéi Ivanóvich parece ser el jugador a que hace referencia el título de la novela, es evidente que no es el único personaje afectado por el juego. En el capítulo 2, Alexéi distingue el modo en que juegan los nobles y los plebeyos, diciendo que los primeros juegan –o pretenden que juegan– para entretenerse, y que la plebe apuesta para ganar. Para esta caracterización, la voz de la abuela se ofrece como un excelente contrapunto, porque es una persona de la alta nobleza que se obsesiona con jugar, y no por divertimento, y a la que no le importa aparentar lo contrario: “¡Me muero por recuperar lo perdido!” (p.128). Es cierto que el narrador también hace otra distinción, en la forma pasional y desmedida en que juegan los rusos y la forma calculada y mesurada en que juegan los occidentales o los europeos. Aquí, el personaje del general también aparece como un contraejemplo, porque es un ruso al que le gusta pretender que juega como un europeo, si bien perder a la ruleta lo hace sufrir mucho por las deudas que tiene.

En conclusión, es necesario tener en cuenta todas las voces, y el modo en que la voz principal filtra esas voces y los hechos a través de sus impresiones subjetivas, para abordar El jugador en toda su complejidad. Lejos de ser una simple novela sobre la adicción al juego, o sobre la experiencia de los rusos en el extranjero, El jugador rompe con las expectativas del realismo y de la narración romántica como experiencia introspectiva que revela una verdad sobre el individuo. Lo que caracteriza a la novela de Dostoyevski, siguiendo a Bajtín, es la heterogeneidad de la polifonía, que cuestiona cualquier interpretación fija o unívoca de la historia.