El hombre de arena

El hombre de arena Resumen y Análisis Segunda parte

Resumen

El narrador se presenta como un amigo de Lothar, quien le contó la trágica historia de Nathanael y le ofreció las cartas con las que comenzó el relato. Antes de proseguir con el relato, problematiza el oficio de escritor y habla de la belleza de Clara. Luego continúa con la historia.

Después del intercambio de cartas y aprovechando un receso universitario, Nathanael regresa a casa. Allí vuelve a experimentar la tranquilidad del hogar y disfruta de la compañía de Clara, su amada, y de Lothar. Pese a ello, sus ánimos no son los de antes; ahora parece ensombrecido por la presencia constante del recuerdo de Coppola y Coppelius. Sus cuentos y poemas, que otrora enamoraban y atraían enormemente a Clara, se han vuelto sombríos y fantasiosos. Clara comienza a fastidiarse al oírle recitar largas piezas “sombrías, incomprensibles y sin forma” (36).

Un día, Nathaniel escribe un poema en el que se presagia el modo en que Coppelius destruye el amor que lo une a Clara. Esta composición termina con el malvado abogado interrumpiendo la boda de los amantes y sacándole los ojos a Clara, que caen “prendidos como chispas ensangrentadas sobre Nathanael” (36). Cuando le lee su poema a Clara, ella se espanta y le pide que queme su manuscrito. Ofendido, Nathanael la acusa de ser una “maldita autómata sin vida” (38). La discusión escala en violencia hasta que interviene Lothar, quien defiende a su hermana y reta a Nathanael a duelo. Sin embargo, Clara los interrumpe y les suplica que, antes de matarse entre sí, acaben con su vida. Conmovido, Nathanael le pide perdón de rodillas y los tres se reconcilian.

Los días siguientes se suceden en paz y felicidad. Tras ello, Nathanael regresa a la universidad.

Análisis

Al terminar el intercambio de cartas, un narrador anónimo toma la palabra y nos explica que la historia de Nathanael le ha llegado directamente por boca de Lothar, quien también le ofreció las cartas con las que se inicia el relato. Esto pone de manifiesto la centralidad que tiene el tema de la escritura en esta obra: en “El hombre de la arena”, todos escriben y narran; desde el autor material del cuento, Hoffmann, hasta sus personajes principales.

Por ello, no es de extrañar que el narrador interrumpa el relato para discurrir largamente acerca de cuestiones ajenas a la historia, como el ejercicio de la escritura y el modo correcto de narrar. Su principal consejo es comenzar todo texto con un boceto general, en lugar de esmerarse desde el inicio en dar cuenta de cada uno de los detalles y llenarlo todo con las figuras e imágenes más bellas: “¡Pero, si tú, cual audaz pintor, hubieras esbozado antes el contorno de tu imagen interior con algunos osados trazos, te costaría poco aplicar los colores, cada vez más ardientes, y el vivo barullo de esas variadas figuras” (32). En este punto, pareciera como si el propio Hoffmann estuviera tomando la palabra, usando la máscara del narrador, para aconsejar acerca de los beneficios de estructurar formalmente cualquier relato antes de enfocarse en el estilo.

A lo largo de esta sección, la historia se encarga de ofrecernos varios indicios que permiten anticipar lo que será su clímax. Nathanael comienza a dar muestras de una incipiente personalidad obsesiva y errática que no hará sino acrecentarse, con el avance del relato, hasta llevarlo a su destrucción. Además, su relación con Clara y Lothar también parece erosionarse, a fuerza de sus malentendidos y diferencias irreconciliables.

En este punto, la presencia del tema doble vuelve a cobrar centralidad, ahora entendido como el doble psicológico del protagonista, como un desdoblamiento de su personalidad. Esta manera de comprender el tópico del doble no proviene de los relatos populares y maravillosos sino que es una reformulación propia de la tradición romántica, que se interesa por el fenómeno del doble como una expresión del costado oscuro del ser humano. Nathanael, al igual que otros grandes protagonistas de la literatura romántica, como el Dr. Jekyll de Stevenson o el William Wilson de Poe, es un personaje desdoblado. Su costado oscuro emerge a partir de la llegada de Coppola a su vida, y este es justamente el origen de sus conflictos con Clara al regresar a casa.

El momento de mayor tensión de esta segunda parte se produce, por supuesto, cuando Nathanael decide leerle a Clara el siniestro poema que ha elaborado, con la sospecha de que será Coppelius quien desencadene el abrupto final de la pareja: “Al final se le ocurrió la idea de convertir en objeto de un poema aquella sombría premonición de que Coppelius iba a perturbar la dicha de su amor” (36). En el poema, Coppelius se presenta en el altar el día de la boda de los jóvenes y, al tocarle los ojos a Clara, estos se desprenden y “saltan sobre el pecho de Nathanael como chispas ensangrentadas, abrasando y ardiendo” (ídem). Tras ello, Nathanael arroja a Coppelius a un “llameante círculo de fuego” y, cuando vuelve a observar a su amada, ve en ella a “la muerte que lo contempla amablemente con los ojos de la joven” (ídem).

Como decimos, aunque este poema ofrece indicios de lo que será el final de la historia, lo hace de un modo distorsionado: no serán los ojos de Clara los que se salgan de sus cuencas, sino los de Olimpia. Tampoco será Coppelius quien caiga al abismo, sino el propio Nathanael. Este, a su vez, encontrará la muerte, pero no en los ojos de su amada, sino al estrellarse contra el suelo luego de intentar asesinarla.