El coronel no tiene quien le escriba

El coronel no tiene quien le escriba Temas

La violencia

A lo largo de toda la novela, la violencia como tema es una presencia sutil que invade cada aspecto de la vida de todos los habitantes del pueblo. Si bien durante los meses en los que transcurren los hechos de El coronel no tiene quien le escriba no hay ningún acto de violencia encarnizada, la ciudad se encuentra sometida al estado de sitio desde hace tanto tiempo que ni siquiera los personajes recuerdan esto como algo excepcional, sino como lo normal. Así, el entierro que abre la novela es el primer muerto de muerte natural en muchos años; este hecho, que se vive como un acontecimiento, muestra la excepcionalidad que representa esta situación.

Como todo régimen opresivo, el sistema se sostiene a partir de la acción de individuos que garantizan la reproducción y perpetuación de la violencia. Es ejemplar al respecto el doble rol que cumple el cura; por un lado, es el encargado de censurar las películas que se proyectan en el cine, pero además, registra a todo aquel que va a la función a pesar de sus amenazas.

Sin embargo, la violencia no se reduce únicamente al plano colectivo; ingresa también en la vida de los protagonistas. En este sentido, la novela comienza dos meses después del asesinato de Agustín, el hijo del coronel y su mujer, víctima de la represión política. Esta muerte revela otro componente clave de la situación política del pueblo: a pesar de la represión, algunos integrantes están organizados para resistir la violencia institucional que oprime a la comunidad.

La libertad

La lucha por la libertad, entendida como un aspecto central de la esencia del ser humano, desempeña un importante papel en la novela. A lo largo de toda la narración, el régimen político representa una amenaza permanente al libre albedrío de los habitantes del pueblo, en tanto restringe la posibilidad de tomar decisiones de manera individual sin el condicionamiento de una posible represalia. Así, recuperar la posibilidad de ser libre aparece como el motor principal de la resistencia clandestina llevada adelante por Germán, Álvaro y otros compañeros de militancia del hijo del coronel, Agustín. Los hombres se encargan de la difusión de noticias y material censurado por la prensa, con la esperanza de poder lograr un cambio en el pueblo, al que ven resignado desde hace años.

Además de los muchachos, también el personaje del médico se encarga de compartir información clandestina. Su pertenencia al sector acomodado y profesional del pueblo lo legitima como una voz autorizada, en la que el coronel confía ciegamente. En este sentido, el protagonista acepta comprometerse a difundir el material, aún poniendo en riesgo su propia integridad.

La esperanza

En la novela, el eje fundamental que estructura la vida del coronel es la espera de la pensión, demorada durante más de quince años. Para el protagonista, esto encarna un pago merecido por su compromiso en las guerras civiles y, además, la única manera que encuentra de transitar una vejez digna. Si bien la vida social e histórica del protagonista es monótona y estática ya que gira en torno a esta posibilidad de recibir la pensión, hay sin embargo una esperanza de cambio, una ilusión de que las cosas pueden mejorar. En este sentido, la rutina del personaje toma la forma de un ritual; para el coronel, repetir las acciones de manera idéntica todas las semanas es una estrategia de mantener la esperanza. Para el protagonista, desear los cambios es la forma más eficaz de provocarlos.

Junto con el coronel, otros personajes sostienen la esperanza de cambiar el pueblo y el mundo en el que viven. Así, los compañeros de militancia de Agustín continúan con la difusión de material clandestino, porque insisten en cambiar a una sociedad oprimida por un régimen violento.

En la novela, el destino colectivo y el individual dependen de la esperanza y la paciencia. El pueblo y sus integrantes conservan la esperanza a pesar de los desengaños diarios, porque, en algún momento, sienten, algo va a ocurrir. Ese futuro esperanzador, aunque también incierto, puede estar relacionado con la llegada de la carta que anuncia la pensión del coronel, el triunfo del gallo o la victoria de la resistencia urbana. Esta fe en que las penurias quedarán atrás encierra esa posibilidad de mejora y de superación.

La miseria

En la novela, la miseria constituye la realidad más inmediata y urgente del protagonista y su esposa. En este punto, el libro se abre con una imagen de esa miseria, en la que el coronel prepara café raspando un tarro. Por otro lado, la novela cierra con una línea más que elocuente con respecto a esta miseria: frente a la angustia de su mujer, que pregunta qué podrán comer si el gallo pierde, el coronel responde: "Mierda" (p. 99). Este intercambio, descarnado y amargo, muestra una situación material apremiante, a la que la sociedad y las instituciones del Estado no han ofrecido respuestas dignas.

A lo largo de la novela, las características de la miseria surgen por una serie de datos espaciados y sutiles. Así, los lectores sabemos que el coronel y su esposa tienen la casa hipotecada, viven de créditos y, especialmente, van perdiendo sus cosas para sobrevivir. Se plantea vender el único recuerdo de su difunto hijo con tal de subsistir y toda promesa de un futuro mejor es absolutamente austera. El coronel y su esposa ven su existencia reducida a una mínima expresión, en donde la máxima ambición de la mujer es comprar un par de zapatos nuevos para el coronel.

Sin embargo, también esta experiencia de la miseria le da al protagonista una conciencia social, económica y política, en la que percibe que su pobreza es producto de la desigualdad que impera en el pueblo. Esto se ve claramente en la percepción que el protagonista tiene sobre el personaje de don Sabas, enriquecido a costa de negociados corruptos. En palabras de su esposa, “«Nosotros ponemos el hambre para que coman los otros»”(p. 96).

La comunidad

Frente a un sistema político que desconoce los méritos del protagonista y lo arroja a una vida miserable, la comunidad respeta y abraza al coronel como uno de sus miembros más distinguidos. A pesar de su posición económica, distante de la comodidad y fortuna de don Sabas, el coronel es tratado por su comunidad como alguien de rango elevado, merecedor de respeto. Esta actitud se debe a su participación en la guerra civil que asedió al pueblo.

Por otro lado, es ejemplar el rol que cumple el gallo para diversos integrantes de la comunidad: la mayoría del pueblo se piensa dueño del gallo y, como tal, partícipe necesario de sus derrotas y victorias. En este sentido, el gallo se convierte en un factor de unidad para la gente del pueblo porque todos depositan en él la esperanza de un futuro mejor. Por su parte, el coronel pareciera entender la importancia del gallo en cuanto a lo que representa, ya que decide quedarse con el animal, aunque eso implique la miseria más absoluta. Entiende que vendérselo a don Sabas, sería, de alguna manera, desestabilizar ese sentido de comunidad que el gallo estimula. De hecho, cuando la gente del pueblo se lleva forzosamente el gallo de la casa del coronel, éste piensa: "«Hicieron bien»" (p. 92).

La novela exhibe un vínculo recíproco entre la comunidad y el coronel; así como el coronel representa la esperanza de un futuro mejor para todo el pueblo por ser el dueño del gallo, también el conjunto de la comunidad se ve interpelada por el destino del coronel. De esta forma, las acciones del coronel cobran una dimensión colectiva y exceden su voluntad individual y su poder de decisión.

La injusticia

El coronel no tiene quien le escriba es, en gran medida, el relato de una injusticia. La precaria situación del coronel y su mujer es consecuencia de años de desidia llevados adelante por un Estado que, en vez de reconocer y otorgar las pensiones merecidas y prometidas, los abandona. El protagonista, que espera hace quince años su resarcimiento económico por haber participado de la guerra civil, debe someterse a una vejez signada por la tragedia y el hambre.

Sin embargo, esta agonía no se limita únicamente al protagonista; también sus compañeros “se murieron esperando el correo” (p. 40). Esto exhibe que el coronel no vive una situación excepcional sino que conforma la norma que rige el sistema político en el que vive la sociedad. Este análisis agrega que, en el pueblo, la injusticia ya forma parte estructural del Estado.

Esta lectura se refuerza a la hora de conocer la situación de don Sabas, cuya riqueza fue adquirida a costa de sus propios copartidarios, ya que negoció con el alcalde quedarse en el pueblo a cambio de entregar a sus compañeros. Esta situación hace aún más injusto el devenir del coronel que muestra que la honradez y el heroísmo no son valores recompensados por la sociedad en la que viven.

La dignidad

A pesar de la pobreza y la miseria que asedian al matrimonio, el protagonista ofrece una imagen noble de sí mismo. En este sentido, El coronel no tiene quien le escriba muestra que, frente a las desidias del sistema estatal, la violencia política y la corrupción, todavía existen maneras de llevar adelante con dignidad el padecimiento y las injusticias.

La dignidad del coronel es, ante todo, apariencia; cuando no hay para comer, su mujer no duda en cocinar piedras “para que los vecinos no sepan que tenemos muchos días de no poner la olla” (p. 67). Por su participación en la guerra, el protagonista cuenta con una imagen respetable en el pueblo, y se niega a que conozcan su realidad, lastimosa y miserable. Además de contar con el reconocimiento del pueblo, la dignidad inquebrantable del coronel se debe también a que está convencido de haberse sacrificado para salvar la república. En este caso, el protagonista cree en la justicia de la causa que su bando defendió.

Esta certeza de haber hecho las cosas bien lo conduce a tomar la decisión final: quedarse con el gallo, a pesar de los gastos que le representa. Luego del episodio de la gallera, el protagonista comprende que el gallo forma parte de la esencia de la comunidad; su destino ya no depende de la voluntad individual de don Sabas sino que es interés de todos. Frente a los gestos corruptos de don Sabas, dispuesto a revender al animal y así lucrar con la situación del coronel, el protagonista prefiere mantener su imagen, aunque eso signifique perpetuar la miseria que padece.