El banquete

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Eros y el amor

El amor es el tópico central de los diálogos del Banquete. Propuesto por Erixímaco como tema de conversación, cada invitado se aventura a ofrecer un discurso de alabanza a Eros. El objetivo de los discursos se encuentra en definir las cualidades del amor, de Eros, y de los comportamientos que inspira en los humanos. Aunque Eros se describe inicialmente como un dios poseedor de belleza, sabiduría y cosas buenas, Sócrates desafía esta noción argumentando que se encuentra entre la belleza y la fealdad, entre la sabiduría y la ignorancia, y que desea cosas buenas que él no posee. También afirma que Eros no es una deidad sino un demon, una entidad entre mortal e inmortal.

Por otro lado, tanto las relaciones interpersonales entre los participantes del banquete como las disciplinas dominadas por cada uno de los disertantes son fundamentales para sus discursos de alabanza a Eros. Erixímaco, por ejemplo, es un gran conocedor de la medicina y comprende el amor en relación con la naturaleza y con la armonía necesaria para la sanación. El discurso de Alcibíades no trata específicamente sobre Eros, pero el amor que siente por Sócrates atraviesa todo su diálogo. Agatón, por su parte, es un poeta trágico que ha triunfado recientemente con una obra, y utiliza recursos poéticos para su alabanza a Eros.

El amor vulgar versus el amor celestial

La dicotomía de amar un alma versus amar un cuerpo aparece a lo largo de varios diálogos, siendo el primero un objeto de mucho mayor elogio que el segundo. Esta división tiene lugar originalmente en el discurso de Pausanias, quien construye una distinción entre el amor vulgar y el amor celestial. El amor vulgar se asocia al placer meramente corporal y a menudo se encuentra en las relaciones heterosexuales, aunque también en las relaciones homosexuales motivadas únicamente por la belleza exterior. El amor celestial, por su parte, es más digno de elogio y solo aparece en las relaciones homosexuales masculinas.

Aunque es Pausanias quien más enfatiza esta oposición y condena el amor heterosexual, la dicotomía está implícita en otros de los discursos. En el de Diotima, por ejemplo, se dice que el propósito del amor es reproducirse en la belleza, ya que es el único modo a través del cual los seres vivos pueden alcanzar la inmortalidad. Todas las personas son fecundas en cuerpo o en alma y, ​​si bien todas intentan alcanzar la inmortalidad a través de la reproducción, la fecundidad del alma es más valiosa. En su discurso, las relaciones físicas son un paso necesario para ascender en la escalera del amor, pero amar las almas es superior a amar los cuerpos. Como vemos, la reproducción a través de los hijos tiene un menor valor, en su discurso, que la reproducción a través de las artes y la sabiduría.

Las relaciones amorosas: el amante y el amado

Las relaciones entre amantes y amados no solo se discuten en los discursos, sino que también juegan un papel en la dinámica del banquete en sí; particularmente en el vínculo entre Alcibíades, Agatón y Sócrates. Los vínculos amorosos entre el mentor y el alumno eran asuntos institucionalizados en la antigua Grecia, en la que los jóvenes recibían la instrucción de los mayores a cambio de gratificarlos sexualmente. En estas dinámicas, el hombre mayor ocupaba el rol del amante y el joven, el del amado, siendo perseguido y cortejado por el primero.

A diferencia de lo que hoy en día consideramos deseable, las relaciones amorosas descritas en el Banquete son necesariamente asimétricas. No se espera ni se desea una reciprocidad en el deseo entre ambas partes del vínculo. En palabras del especialista Charles H. Kahn: “Recuérdese que en un intento de acercamiento erótico no se supone la reciprocidad; cuando se corteja a un joven se espera que muestre indiferencia, incluso enojo; por el contrario, la amistad entre iguales no existe si no es recíproca” (275).

En el Banquete, los discursos parecen estar de acuerdo en que este tipo de relaciones son dignas de un gran elogio, una práctica que debe considerarse como una forma de amor celestial. Estos vínculos son los que hacen posible la reproducción de las ideas y las artes en el alma de los hombres. En este punto, las prácticas amorosas cumplen una función fundamental para la educación de los jóvenes atenienses.

La representación de Sócrates

La caracterización de Sócrates en el Banquete es una de las más detalladas de la producción platónica y una de las razones más comunes por la que esta obra es leída. El discurso de Sócrates es el más importante de la noche y claramente el propio filósofo es una figura central, admirada por el resto de los invitados. Además, Sócrates participa interviniendo entre las reflexiones de los demás personajes, y la estructura de su discurso es la menos convencional: en principio, comienza por cuestionar a un hablante anterior —algo común en los escritos platónicos donde aparece—, para luego compartir un relato de una conversación ficticia que tuvo en el pasado y a la que presenta como fáctica.

En el Banquete, Sócrates aparece caracterizado como viejo y poco atractivo. En cierta medida, presenta un paralelismo con la definición del Eros que presenta Diotima: Sócrates no es hermoso pero aprecia la belleza, y no es sabio pero tampoco ignorante. Solo una persona que haya ascendido en los ritos eróticos descritos por Diotima tendrá la capacidad de amarlo. Es decir, una persona debe ser filósofa para conquistarlo. El encomio que realiza Alcibíades en su nombre es un ejemplo de ello. Pese a la belleza y a la juventud de Alcibíades, Sócrates lo rechaza porque lo que tiene para ofrecer no está a la altura de la belleza de su alma.

La virtud

La virtud es otro de los temas centrales de el Banquete y refiere a la disposición de las personas para obrar bien en relación a distintos ideales, como la verdad, la justicia y la valentía, entre otros. En estos diálogos, Fedro introduce la centralidad de la virtud desde el primer discurso, cuando afirma que los hombres deben vivir bajo la guía de Eros, ya que los amantes buscan obrar hacia el bien para no avergonzarse ante sus amados. Es decir, se vuelven virtuosos debido al amor. Por su parte, Agatón explica que Eros posee las cuatro virtudes fundamentales de la justicia, la templanza, la valentía y la sabiduría; virtudes sobre las que se organiza la moral humana. Mientras que Agatón retoma estas cuatro virtudes, algunos de los otros disertantes reflexionan sobre cada una de ellas en forma individual: Pausanias, por ejemplo, se centra en la justicia; Erixímaco, en la moderación; Fedro, en la valentía, y en el discurso de Diotima se presenta el amor por la sabiduría como la forma más elevada de este. En este sentido, el tema de la virtud se vincula con el de “La escalera del amor”, puesto que si un ser humano asciende en los ritos eróticos, alcanzará la Belleza absoluta y, con ello, podrá dar a luz virtudes verdaderas.

La escalera del amor

Tras describir la naturaleza y las características de Eros, el discurso de Diotima discurre en torno a los ritos del amor, también conocidos como ‘los ritos eróticos’ o ‘la escalera del amor’. En este discurso, Diotima presenta una serie de pasos a seguir para alcanzar el objetivo final de las relaciones amorosas.

El iniciado en estos ritos comienza por dirigirse a los cuerpos bellos, hasta enamorarse de uno y engendrar en él bellos razonamientos. Luego comprende que la belleza de un cuerpo existe en realidad en todos, por lo que comienza a amarlos en conjunto. Pasa entonces a admitir que la belleza del alma es superior a la del cuerpo, y aprecia entonces la belleza de las normas de conducta y de las leyes más que la de los cuerpos. De allí percibe la belleza en las ciencias y nace en él un “ilimitado amor por la sabiduría” (748. Línea 210d). Convertido ahora en filósofo, consigue apreciar la Forma de belleza: la belleza absoluta, ideal y perfecta, cuya compañía le permite engendrar virtudes verdaderas.

La Idea de belleza

La filosofía platónica diferencia aquello que es percibido mediante los sentidos de lo que puede conocerse a través del uso de la razón. La razón permite conocer de un modo más elevado que los sentidos. Mediante ella, es posible aprehender o llegar a contemplar lo que en la filosofía del autor se designa como “ideas” o “formas platónicas”. Estas formas no existen en el mundo material sino en el mundo de las ideas. Son intangibles, puesto que no se perciben a través de los sentidos, y también son eternas y singulares. Además, se presentan como un principio absoluto de todas las demás cosas materiales que participan de ellas y que sí pueden ser percibidas a través de los sentidos. Por ejemplo, el discurso de Diotima expresa que todos los cuerpos bellos, las bellas costumbres y las ciencias, participan, cada uno a su manera, de la Idea de belleza. Mientras describe la escalera del amor, Diotima afirma que su objetivo final es acceder a la contemplación de esta Belleza absoluta. Una vez alcanzada, su compañía le permitirá a los hombres engendrar virtudes verdaderas, hacerse amigo de los dioses y participar de la inmortalidad.