El avaro

El avaro Resumen y Análisis Acto III

Resumen

Escena 1

Harpagon reúne a todos los que trabajan para él y da instrucciones sobre los servicios que prestarán para la cena donde homenajeará a Mariana: todas las órdenes apuntan a que se gaste lo menos posible. Luego, le ordena a Cleanto que no mire mal a su futura madrastra. Cleanto dice no poder confiar con certeza en que Mariana será su madrastra, pero en cuanto a no mirarla mal, obedecerá sin problema.

Harpagon le habla a Maese Santiago, y este le pregunta si se dirige a él en calidad de cocinero o de cochero, puesto que es las dos cosas. Harpagon le exige que realice una buena comida, y el hombre promete hacerlo si cuenta con dinero. Harpagon se encoleriza y Valerio lo apoya, diciendo que la sagacidad depende de hacer algo bueno con poco. Maese Santiago pregunta para cuántos es la cena, y Harpagon dice que diez, pero que cuente para ocho. Maese Santiago empieza a enumerar entonces todo lo que será necesario, y Harpagon lo calla, exclamando que eso es suficiente para una ciudad entera y que comer en exceso es nocivo para la salud. Apoyado por Valerio, Harpagon explica qué menú será conveniente, compuesto por elementos que sacian mucho, aunque se los coma en poca cantidad.

Luego Harpagon pide a Maese Santiago que limpie su carroza y disponga a sus caballos para ir a la feria. Maese Santiago le explica que sus caballos están enfermos producto de los largos ayunos a los que fueron sometidos, y no pueden andar. Valerio irrumpe: él se encargará de que el vecino los conduzca. Maese Santiago luego dice que no puede llevarse con los aduladores como Valerio y que le irrita oír día a día lo que se dice de Harpagon, a quien estima. El hombre pregunta qué es lo que se dice de él, y después de alguna insistencia Maese Santiago le cuenta cómo se mofan de él, de su avaricia y de la miseria a la que condena a sus empleados. Harpagon acusa a Maese Santiago de necio e insolente, lo golpea y se va.

Escena 2

Valerio se burla de Maese Santiago hasta que este último acaba desafiándolo a pelear. Valerio lo golpea a bastonazos. Maese Santiago termina despotricando contra la sinceridad, que tantos dolores le trajo. Finalmente jura no decir más la verdad y vengarse de Valerio, quien lo golpeó sin ni siquiera ser su jefe.

Escena 3

Frosina llega junto a Mariana y le pide a Maese Santiago que avise a Harpagon de su presencia.

Escena 4

Mariana habla a Frosina del disgusto que siente por el compromiso al que se está por someter. Habla también de que el joven cuya identidad desconoce, que ha ido a visitarla varias veces a su casa, ha logrado suscitar el amor en ella. Dice que si pudiera elegir, lo tomaría a él como esposo. Frosina le dice que los jóvenes como él pueden ser atractivos, pero siempre son pobres, y agrega que es mejor es casarse con alguien que le asegure una hacienda. Harpagon, asegura Frosina, puede resultar disgustante en muchos aspectos, pero no tardará en fallecer, y Mariana se verá rápidamente en oportunidad de casarse con alguien más amable.

Escena 5

Harpagon se presenta ante las mujeres. Lleva anteojos y le habla a Mariana, quien no le responde, y entonces se dirige a Frosina. Esta asegura que la joven solo es tímida.

Escena 6

Elisa aparece para recibir a Mariana. Luego Harpagon habla, profiriendo bromas y quejas sobre su hija, y Mariana, en un aparte al público, expresa lo desagradable que encuentra al hombre. Frosina justifica el comportamiento de Mariana diciéndole a Harpagon que la muchacha profiere halagos sobre él.

En un momento, aparece a lo lejos Cleanto, y Mariana le dice a Frosina que ese es el joven del cual le hablaba anteriormente.

Escena 7

Cleanto y Mariana hablan entre sí frente a Harpagon, Elisa y Frosina. Conversan entre sí en términos formales, cuidando sus palabras, pero sin dejar de expresar lo inconveniente que sería que Mariana se casara con Harpagon. Este último se disculpa ante la muchacha por la impertinencia de su hijo, pero Mariana manifiesta su contento por escuchar lo que dice el joven. Cleanto continúa, pese a los intentos de su padre por callarlo, asegurando que no puede imaginar gloria mayor que casarse con Mariana. Harpagon le ruega sosiego y luego anuncia que preparen los caballos porque saldrán de paseo. Se disculpa con Mariana por no ofrecerle nada de comer o beber antes de salir, pero Cleanto se adelanta diciendo que él ordenó traer confituras en su nombre. Harpagon, furioso, grita en un aparte a Valerio, quejándose del súbito gasto de su hijo. En ese instante, Cleanto quita de la mano de su padre un brillante anillo, y se lo ofrece a Mariana diciendo que es un regalo de Harpagon para ella. Harpagon, por su parte, se desespera, e intenta frenar a su hijo, acusándolo de traidor, en un conjunto de gritos que Cleanto traduce ante Mariana como la desesperación que le produce que ella se resista a aceptar el valioso obsequio. Mariana se guarda el anillo.

Escena 8

Brindavoine anuncia a Harpagon que un hombre lo espera. Harpagon le dice que está ocupado, que le diga que vuelva en otro momento, pero Brindavoine dice que el hombre trae dinero y Harpagon se excusa y sale inmediatamente.

Escena 9

La Merluche anuncia a Harpagon que los caballos están desherrados. Cleanto dice entonces que mientras tanto, en nombre de Harpagon, él hará los honores a Mariana y la conducirá al jardín donde hará servir una colación. Harpagon advierte a Valerio que ahorre en todo lo que pueda, que devuelva al mercader lo que su hijo hizo comprar. Desesperado, se convence de que Cleanto quiere arruinarlo.

Análisis

El comienzo del tercer acto pone en escena la avaricia del protagonista en una nueva faceta. Harpagon debe ofrecer una cena en homenaje a Mariana, y por eso antes reúne a su servidumbre para asegurarse de que se gaste lo menos posible en esa pequeña celebración: “A vos, Brindavoine, y a vos, La Merluche, os pongo a cargo de lavar los vasos y de dar de beber, pero sólo cuando se tenga sed, y no según la costumbre de ciertos impertinentes lacayos, que acuden a provocar a la gente, incitando a beber cuando no se piensa en ello. Esperad a que os llamen más de una vez, y no olvidéis llevar siempre mucha agua” (Acto III, Escena 1, p.22). La comicidad de esta primera escena reside justamente en los exacerbados esfuerzos de Harpagon por ofrecer esa celebración sin modificar, sin embargo, sus reservas económicas. Esos esfuerzos recaen, más bien, sobre los hombros de los sirvientes, que deben trabajar el doble para poder cubrir los requerimientos de su jefe. Así, cuando Brindavoine y La Merluche advierten a Harpagon que sus únicos trajes poseen agujeros y manchas y precisarían nuevo ropaje, el jefe les ordena simplemente mantenerse con las espaldas apoyadas en la pared, para que las imperfecciones no queden a la vista. El mayor ejemplo de un personaje de la servidumbre que padece la avaricia de Harpagon en cuanto a la economía doméstica es precisamente Maese Santiago, quien cumple al mismo tiempo con dos oficios muy diferentes. En el personaje de Maese Santiago se manifiesta explícitamente la idea de ahorro que Harpagon concibe: el hombre encarna, en un solo cuerpo, la figura del cocinero y el cochero, disciplinas completamente excluyentes entre sí. Y ese doble rol ejercido por Maese Santiago no es sin embargo su única característica importante, sino que también cuenta con una particularidad que lo diferencia de otros servidores de Harpagon: es el único que puede hablar con honestidad al jefe de la casa y contarle la verdad de lo que sucede, de lo que se dice de él a sus espaldas:

Ya que así lo queréis, os diré con franqueza que por doquiera se mofan de vos; (...) Tal dice que os mandáis imprimir almanaques particulares, donde hacéis doblar las témporas y las vigilias, para beneficiaros de los ayunos que así imponéis a vuestra gente. Otra afirma que siempre tenéis presta una querella con vuestros criados para hallar razón de no darles nada cuando llega el tiempo de los aguinaldos o se despiden de vos. Uno cuenta que una vez hicisteis comparecer ante el juez a un gato de la vecindad, que se comió los restos de un jigote de carnero. (...) Vos sois motivo de cuentos y hazmerreír de todos, y nunca se habla de vos sino con los nombres de avaro, de ladrón, de tacaño y de usurero.

(Acto III, Escena 1, p.25)

En oposición a personajes como Valerio y Frosina, que practican la fabulación y la adulación como estrategias para ganarse la confianza de Harpagon, Maese Santiago es quien se dirige con sinceridad ante su jefe: no solo le cuenta lo que se habla sobre él, sino que también le advierte sobre el engañoso comportamiento de Valerio. Pero la respuesta de Harpagon ante el relato sincero de Maese Santiago parece dar la razón a Valerio cuando al comienzo de la pieza decía que la fabulación y la adulación constituían el único camino posible para obtener el afecto de personas egoístas: Harpagon castiga a Maese Santiago por sus palabras, golpeándolo a bastonazos. Y como respuesta a su honestidad no solo recibe un castigo por parte del jefe, sino que es también Valerio quien acaba golpeándolo. Este episodio de violencia es, por su parte, el que producirá un cambio en el comportamiento de Maese Santiago, que se ve en la necesidad de adoptar una estrategia que le traiga menos golpes: “¡Peste con la sinceridad, y qué mal oficio es! De hoy más renuncio a ella y no quiero volver a decir verdad” (Acto III, Escena 2, p.26). Las consecuencias de esta decisión de Maese Santiago se verán en el último acto, cuando este personaje vea la oportunidad de vengarse de Valerio y ya no considere el faltar a la verdad como un obstáculo para perseguir sus objetivos.

En este tercer acto se produce también la primera aparición en escena del personaje de Mariana, y con ella volvemos a ver en acción a Frosina. La mujer que se las ingeniaba en el acto anterior para convencer a Harpagon de que Mariana no lo quería por su dinero, sino porque tenía una inclinación por los hombres maduros, ahora intenta convencer a la joven Mariana de que se case con ese hombre desagradable, ya que de todos modos él morirá pronto y ella podrá heredar: "No os casaréis sino a condición de que vuestro marido os deje pronto viuda; y tanto que esa incluso debiera ser una de las cláusulas del contrato. Muy impertinente sería de vuestro esposo si no muriese de aquí a tres meses" (Acto III, Escena 4, p.27). La temática del matrimonio por arreglo, ya presente en la obra en la voluntad de Harpagon de casar a sus hijos con los mejores postores en términos económicos, aparece profundizada en detalle en los parlamentos de Frosina, para la cual el matrimonio no debiera regirse por el amor, sino por la conveniencia y el interés.

Lo único que parece interferir en la lógica del matrimonio por arreglo que Frosina pretende configurar entre Mariana y Harpagon es el sentimiento de amor sincero entre la muchacha y Cleanto. Gran parte de la comicidad de este acto reside en las acciones de Cleanto, manifiestamente enemistado con su padre desde el acto anterior, durante la visita de Mariana a la casa familiar. El joven no solo le confiesa a Mariana abiertamente sus sentimientos amorosos ante la presencia de su padre, sino que también logra hacer estallar los nervios de Harpagon cometiendo costosos actos de galantería en su nombre. Uno de los pasos de comedia más célebres de la obra es justamente aquel en que Cleanto ofrece como obsequio a Mariana, en nombre de su padre, el lujoso anillo que este lleva en la mano y en cuyos planes no estaba, en absoluto, el regalarlo. Cleanto se aprovecha así de la situación para vengarse de la avaricia de su padre, haciendo gala de súbitos gastos, exasperando los nervios de Harpagon y disfrutando al ver que este, por estar en presencia de Mariana, no puede reaccionar con la violencia que desearía.