El avaro

El avaro Resumen y Análisis Acto I

Resumen

Escena 1

La acción sucede en casa de Harpagon. Su hija, Elisa, habla con Valerio sobre el amor que mantienen en secreto. La muchacha recuerda el evento en que ambos se conocieron: en un peligroso naufragio, el joven arriesgó su vida para salvar la de Elisa. Luego de eso, Valerio cuidó de la muchacha hasta que esta se repuso y la llevó a su casa, donde se ofreció como sirviente ante Harpagon. Desde entonces trabaja para Harpagon, adulándolo constantemente para intentar ganarse su confianza y poder así un día develarle el amor que siente por Elisa y pedir su mano.

Luego del discurso de la muchacha, Valerio se explaya sobre la adulación exagerada como método infalible para adquirir el afecto de los hombres. Cuando Cleanto se acerca, Valerio se retira, recomendándole a Elisa que confiese el amor secreto que siente por él ante su hermano, para que este los ayude en sus objetivos.

Escena 2

Cleanto dice a Elisa que necesita confiarle un secreto: está enamorado. Le advierte a su hermana que él sabe perfectamente que está a voluntad de su padre y que no debe comprometerse sin su aval, pero está resuelto a perseguir su amor. Elisa lo comprende y le pregunta quién es la muchacha. Cleanto habla entonces de Mariana, una joven extremadamente bella, amable, bondadosa, dulce, honesta. Mariana vive con su madre, una mujer enferma a la que la jovencita le presta todos los cuidados y afecto posibles. Cleanto le explica a su hermana que Mariana y su madre no poseen riquezas, sino casi lo contrario, y mucho le gustaría a él mejorar la fortuna de esa persona a la que ama. Lamentablemente, por la avaricia de su padre, está imposibilitado de hacerlo. Protesta luego por la escasez a la que Harpagon somete a la familia a pesar de gozar de una gran fortuna. Cleanto cierra su discurso pidiéndole a Elisa que lo ayude a sondear a su padre respecto del asunto, y dice que si este se opone, él está determinado a partir junto a Mariana y enfrentar al destino por su cuenta. Concluye invitando a su hermana a que, si tiene sentimientos similares, abandonen juntos la tiranía de Harpagon y su insoportable avaricia.

Los hermanos oyen la voz de su padre y se alejan.

Escena 3

Harpagon habla con La Flèche: le ordena que salga de la casa y lo acusa de estar escudriñando para robarle algo. La Flèche le pregunta cómo espera que alguien le robe si tiene todo cerrado con llave y vigila noche y día. En un aparte al público, Harpagon confiesa que teme que La Flèche sospeche que él esconde dinero en la casa. Vuelve a ordenarle que se vaya, pero antes le revisa las manos y hasta el interior de su ropa para ver si se está llevando algo escondido. La Flèche maldice la avaricia y a los avaros, y Harpagon se inquieta, preguntándole si está aludiendo con eso a alguien en especial. Luego, insultándolo, lo echa de la casa.

Escena 4

Harpagon habla para sí sobre el trabajo que demanda guardar en la propia casa una gran suma de dinero, y duda si hizo bien en esconder en el jardín los diez mil escudos que recibió el día anterior. De pronto, aparecen Cleanto y Elisa, y Harpagon teme que lo hayan oído. Les hace una serie de preguntas para saber qué escucharon, y luego les dice que él se refería a lo trabajoso que es encontrar dinero, y aclara que de ningún modo él posee diez mil escudos. Después, da un discurso sobre cuánto anhelaría poseer tal suma, y Cleanto lo interrumpe diciendo que de todos modos no tiene de qué quejarse, puesto que posee una gran hacienda. Al oír esto, Harpagon se encoleriza, exclamando que sus propios hijos son sus enemigos, ya que con ese tipo de discurso y los gastos que hacen terminarán por matarlo. Reprende a Cleanto, cuyos atuendos él considera demasiado lujosos. Acusa entonces a su hijo de estarle robando, pues si no, no se explica de dónde obtiene el dinero para comprar tales vestuarios. Cleanto explica que últimamente pone a jugar el dinero e invierte en atuendos lo que gana. Harpagon le dice que eso está mal y que debería poner a interés el dinero que gana, para así recobrarlo más adelante.

Después, Cleanto y Elisa intentan hablarle a su padre de sus asuntos, pero Harpagon dice que él también tiene algo que decirles, y se trata de casamiento. Los jóvenes se sorprenden, creyendo que se referirá a lo mismo que ellos venían a plantear, y cuando Harpagon pregunta si conocen a una joven llamada Mariana que habita cerca de la casa, Cleanto responde entusiasmado que sí. Harpagon hace una serie de preguntas a su hijo: qué le parece Mariana, qué opina de sus modos, su fisonomía, y si le parece un partido deseable. Cleanto responde a todo positivamente, y Harpagon dice que solo un problema hay en relación con la muchacha, y es su carencia de riquezas. Cleanto dice que eso no debería ser problema cuando se trata de una mujer honrada. Harpagon entonces se contenta con la aprobación de su hijo, y anuncia que planea casarse con Mariana, siempre y cuando encuentre que ella posea alguna hacienda. Cleanto no puede creer lo que escucha y, mareado, se retira.

Harpagon le comunica luego a Elisa que ya tiene decidido con quién casará a sus hijos: para Cleanto se destina a una viuda que él conoció esa mañana, y Elisa se casará con Anselmo, un hombre maduro, poseedor de una gran fortuna. La muchacha se resiste a hacer tal cosa, y padre e hija discuten hasta que Harpagon propone llamar al sirviente Valerio para que oficie de árbitro en la situación. Elisa promete hacer lo que Valerio ordene.

Escena 5

Harpagon llama a Valerio y le ordena determinar quién tiene razón: su hija o él. Valerio, antes de saber de qué se trata la disyuntiva, dice que seguramente tiene razón Harpagon, puesto que es imposible que se equivoque. Harpagon le informa entonces que lo que quiere es casar a su hija con un hombre rico. Valerio trastabilla unos segundos y luego dice que Harpagon siempre está en lo cierto, pero que es posible que lo postulado por Elisa merezca consideración. Harpagon lo interrumpe y le aclara que Anselmo está dispuesto a tomar por esposa a Elisa sin exigir dote. Valerio intenta argumentar entonces que esa es una buena razón, pero también es posible pensar que casarse es un asunto importante, que puede determinar la felicidad o desgracia para toda la vida, pero Harpagon repite una y otra vez el mismo breve argumento: “sin dote”. Valerio termina aceptando que esa es una razón irresistible.

Harpagon se retira unos segundos, dejando solos a los jóvenes. Elisa cuestiona a Valerio por no haberla ayudado a que su padre desista de su voluntad, pero el joven argumenta que fingiendo consentir lo que Harpagon desea, conseguirán lo que ellos quieren. Asegura, además, que encontrarán la manera de impedir ese matrimonio.

Harpagon vuelve y Valerio, apenas lo ve, cambia su discurso de inmediato, diciéndole a Elisa que es su obligación obedecer a su padre. Harpagon felicita al joven y decide otorgarle autoridad absoluta sobre Elisa. Le ordena a su hija, al mismo tiempo, obedecer todo lo que indique Valerio.

Análisis

En esta comedia, la acción de toda la obra se concentra en la casa donde Harpagon habita junto a sus dos hijos y varios sirvientes. Dicha casa es, también, el espacio en el cual el protagonista guarda escondido el dinero que tanta atención le retiene. El hecho de que la acción de toda la obra tenga lugar en una casa burguesa es un rasgo típico de las comedias molierescas, pero en el caso de El avaro se relaciona estrechamente con el eje de conflicto de la obra, que tiene que ver con el dinero y su acumulación. El tema central de la pieza será la avaricia, encarnada de forma exacerbada en el protagonista, un hombre que a pesar de poseer grandes riquezas está preocupado constantemente por el dinero. La atención del protagonista se concentra únicamente en su patrimonio y, temiendo que cualquiera se lo robe, condena a quienes lo rodean a la desconfianza y el maltrato. En El avaro, entonces, la casa familiar ofrece no sólo una locación para la trama, sino que también representa algo característico de la sociedad contemporánea a Molière: el autor pone en escena a la burguesía en ascenso en la París del siglo XVII, cuyo rasgo diferencial respecto de épocas pasadas es, en mayor medida, el capital, entendido como la acumulación de dinero y el valor otorgado a la propiedad privada. De esta forma, la casa burguesa representa la propiedad en su máxima expresión, y en El avaro esto se exacerba en la medida en que la casa es también el lugar en donde el protagonista guarda el dinero acumulado.

En relación con el protagonista y sus atributos principales, debemos mencionar que en la obra se da otra cuestión típica de la comedia molieresca, y es que el personaje principal siempre entra a escena “tarde”, es decir, no es quien está presente cuando inicia la trama. En este caso, Harpagon aparece recién en la tercera escena, una vez que otros personajes ya han hablado sobre él. Y la aparición del protagonista se da cuando este fue ya presentado en función de sus rasgos más característicos; en este caso: la avaricia. Se queja, por ejemplo, Cleanto junto a su hermana: ”¿puede verse cosa más cruel que esta rigurosa economía que se ejerce sobre nosotros, que esta extraordinaria escasez en que se nos hace languidecer?” (Acto I, Escena II, p.6). El joven denuncia los padecimientos a los que son sometidos producto de la avaricia de su padre. Y justamente la aparición de Harpagon poco después no hará sino confirmar estas denuncias. La situación con La Flèche sitúa a Harpagon, en su primera aparición, como un personaje hostil y perturbado por el terror a ser robado: “Quitaos ya de delante, síndico de ladrones” dirá a sus empleados, y luego, cuando La Flèche dice que tiene órdenes de esperar a Cleanto: “Pues espérale en la calle y no aquí, en la casa, plantado como una estaca, viendo cuanto poseo y escudriñando por todas partes para descubrir si hay algo para robar” (Acto I, Escena 3, p.6). El protagonista de la obra está tan preocupado por su dinero que no concibe que a otros pueda resultarle indiferente su posesión. La avaricia en Harpagon lo carcome como un vicio y consolida en él una actitud de maltrato y desconfianza hacia quienes lo rodean. Este comportamiento es tan exacerbado que hasta llega a revisar la ropa interior de sus sirvientes: “Estos calzones tan anchos son muy aptos para esconder las cosas que se roban” (Acto I, Escena 3, p.7).

Quizás porque la obra no comienza con Harpagon, durante las dos primeras escenas de la obra la trama no está regida por la cuestión económica (más propia del protagonista). Muy por el contrario, la intriga que abre la pieza es de índole amorosa, temática que no ocupará el lugar central de la obra, aunque sí motivará conflictos a lo largo de los actos. Por su parte, el amor secreto entre Elisa y Valerio se presenta, desde el comienzo, atravesado por diversas circunstancias. Una de ellas es que su relación se funda en el momento en que el joven le salva la vida, anécdota que se retomará hacia el final de la obra. Pero fundamentalmente esta relación amorosa tiene una relevancia particular en términos de trama: el amor de Valerio hacia Elisa es lo que motiva la presencia del joven en la casa donde sucede la acción, así como el singular rol que este desempeña como servidor de Harpagon. Valerio ocupa así una figura de forastero, en tanto es un personaje externo a la casa que se introduce en ella, y esa intromisión se da por vía del engaño. Esta es una situación también recurrente en las comedias molierescas: el personaje que entra a la casa, al entorno familiar, haciéndose pasar por alguien que ofrece un servicio, cuando en verdad su objetivo es otro, y es secreto. Y para poder lograr sus objetivos verdaderos, en este caso casarse con Elisa, Valerio debe recurrir a la adulación exagerada, insincera, es decir, a la mentira:

He comprobado que, para ganarse a los hombres, no hay sino alardear ante sus ojos de tener sus inclinaciones, abundando en sus máximas, encomiando sus defectos y aplaudiendo lo que hacen. No debe temerse recargar en exceso la complacencia, ni importa que sea muy visible el modo de burlarlos; que los más agudos no dejan de ser siempre grandes incautos en materia de adulaciones, y nada, por impertinente y ridículo que sea, dejan de digerir cuando se les da sazonado con alabanzas.

(Acto I, Escena I, p.4)

Desde esta primera escena, Valerio deja en claro entonces no solo sus objetivos, sino también sus estrategias: él quiere ganarse la confianza de Harpagon, y para conseguirla considera que debe representar un rol, un personaje, cuyo rasgo principal sea la adulación. Así, con la complicidad de Elisa, Valerio se comportará frente a Harpagon de un modo que el público reconocerá en adelante como una simulación: el joven brindará a su jefe una fabulación, un engaño cuasi teatral que sentará las bases de la comedia en varias situaciones. La primera se dará más adelante en este mismo acto, en la escena quinta, cuando Harpagon pida la intervención de Valerio en su discusión con Elisa acerca del candidato que él le ofrece en matrimonio, Anselmo. Con el objetivo de endulzar el oído de Harpagon, Valerio le dará la razón frente a Elisa, aunque el objeto de discusión sea el casamiento de su amada con otro hombre:

Sí, el dinero es más precioso que todas las cosas del mundo, y vos debéis agradecer al Cielo el honrado padre que os ha concedido. Él sabe cómo se debe vivir. Cuando a un padre le ofrecen tomarle una hija sin dote, vano es mirar más adelante. Todo queda encerrado en esos términos, y la frase “sin dote” substituye a la belleza, la juventud y la cuna, al honor, la discreción y la probidad.

(Acto I, Escena 5, p.13)

La escena configura una de las tantas ironías que el público puede apreciar en la obra. Valerio ofrece un discurso en donde exacerba las afirmaciones de Harpagon, así como la jerarquía propia del jefe de familia para quien el dinero está por encima de cualquier otra cosa. La comicidad de la situación reside en lo desmedido de la sentencia (el hecho de que el dinero se afirme como más importante que cuestiones como el honor y la belleza), pero fundamentalmente lo humorístico radica en que tanto Elisa como el público reconocen que el discurso del muchacho contradice brutalmente los sentimientos, pensamientos y voluntades verdaderas del joven. Por su parte, Harpagon no reparará en lo desmedido de la sentencia, sino que, por el contrario, se sentirá satisfecho -“¡Feliz quien puede tener un doméstico de esa suerte!” (Acto I, Escena 5, p.13)- y delegará en Valerio la tarea de educar y controlar a su hija. El joven, a solas con la sorprendida Elisa, le dirá que no ha perdido de vista sus objetivos: considera que la adulación es el camino correcto para ganarse la confianza de alguien como Harpagon y así lograr concretar el anhelado matrimonio. Y como los objetivos del personaje adulador son nobles, la pieza pondrá en escena una suerte de relativización acerca de las virtudes asignadas comúnmente a lo verdadero y lo falso, sobre todo cuando se trata de la posición de los sirvientes frente a un amo hostil: “Cierto que la sinceridad padece un tanto con el oficio que cumplo, pero cuando se tiene necesidad de los hombres es menester ajustarse a ellos; y pues no cabe ganárselos sino así, no es la culpa de los aduladores, sino de los que quieren ser adulados” (Acto I, Escena 1, p.4). La disyuntiva entre la sinceridad y la adulación constituye, desde el inicio, una temática importante en la obra, sobre la cual se parece plantear una declaración de índole moral: el problema -o la “culpa”- no es de los que adulan, sino de los que quieren ser adulados.

Elisa no es el único personaje que en este acto se presenta atravesado por un conflicto entre lo que desea, en términos de matrimonio, y lo que su padre le impone. Algo similar manifiesta Cleanto en la segunda escena, cuando habla con su hermana. En ese diálogo se cifra otro elemento muy común en la comedia y que ya se había presentado en la escena entre Valerio y Elisa: el secreto. Cleanto le cuenta a su hermana que está enamorado, pero la identidad de la destinataria de su amor debe permanecer en secreto debido a su condición social. Los hermanos saben que su padre no les permitiría casarse con personas pobres, y es aquí donde el dinero aparece atravesando cuestiones que parecerían pertenecer a otras esferas, como el amor. Así, el matrimonio se establece desde el principio debatiéndose entre dos polos: el de los sentimientos, por un lado, y el del interés, por el otro. Asimismo, Cleanto verá su deseo amoroso obstaculizado no sólo por los intereses de su padre, sino también por el deseo de este, ya que aparentemente aman a la misma mujer. Más adelante en la obra, se presentará un fuerte enfrentamiento entre padre e hijo en el que habrá dos motivos de disputa, el amoroso y el económico.