El avaro

El avaro Ironía

Valerio da la razón a Harpagon en su voluntad de casar a Elisa con Anselmo por dinero, cuando en verdad el objetivo del joven es casarse con esa muchacha. (Ironía dramática)

Valerio ama a Elisa, y por eso se introdujo en la casa de Harpagon como un servidor, para ganarse la confianza del hombre y pedir la mano de su hija. Para perseguir su verdadero objetivo, el joven interpreta un rol que consiste en adular constantemente a Harpagon y satisfacerlo dándole la razón en todo.

En la quinta escena del primer acto, Harpagon pide la intervención de Valerio en su discusión con Elisa acerca del candidato que él le ofrece en matrimonio, Anselmo. Con el objetivo de endulzar el oído de Harpagon, Valerio le dará la razón frente a Elisa, aunque el objeto de discusión sea el casamiento de su amada con otro hombre:

Sí, el dinero es más precioso que todas las cosas del mundo, y vos debéis agradecer al Cielo el honrado padre que os ha concedido. Él sabe cómo se debe vivir. Cuando a un padre le ofrecen tomarle una hija sin dote, vano es mirar más adelante. Todo queda encerrado en esos términos, y la frase “sin dote” substituye a la belleza, la juventud y la cuna, al honor, la discreción y la probidad.

(Acto I, Escena 5, p.13)

La escena configura una ironía en tanto Valerio ofrece un discurso en donde exacerba las afirmaciones de Harpagon, así como la jerarquía propia del jefe de familia en la cual el dinero se sienta por encima que cualquier otra cosa, cuando en realidad él piensa lo contrario. La comicidad de la situación reside en lo desmedido de la sentencia (el hecho de que el dinero se afirme como más importante que cuestiones como el honor y la belleza), pero fundamentalmente lo humorístico radica en que tanto Elisa como el público reconocen que el discurso del muchacho contradice brutalmente los sentimientos, pensamientos y voluntades verdaderas del joven.

Harpagon se contenta al oír que el joven desconocido a quien prestará dinero promete que el padre morirá pronto, cuando ese padre es el mismo Harpagon. (Ironía dramática)

Harpagon, siendo rico, es tan avaro que condena a su hijo a pasar carencias, por lo que Cleanto decide pedir un préstamo. En la segunda escena del segundo acto, Harpagon dialoga con su mediador acerca del joven desconocido a quien él prestará dinero: el público se entera aquí, antes que los personajes mismos, que Harpagon es el usurero de Cleanto. El comienzo de la segunda escena funciona como una ironía, en tanto presenciamos un diálogo entre Harpagon y Maese Simón, su mediador, donde este le describe al joven a quien prestará dineros diciendo “cuando puedo deciros es que su familia es muy rica, que él es huérfano de madre, y que se obligará, si lo queréis, a que su padre muera antes de ocho meses” (Acto II, Escena 2, p.16). Harpagon se satisface con la descripción, calificando al joven a quien prestará dinero como caritativo, en una situación que el público reconoce irónica: ese joven es Cleanto, y el padre al que promete muerto pronto es el mismo Harpagon.

Cleanto habla con desprecio de Mariana, cuando en verdad está enamorado de ella. (Ironía dramática)

En la tercera escena del cuarto acto, Harpagon le pregunta a Cleanto qué piensa sobre Mariana y el joven habla con desprecio de la muchacha, enumerando sus aspectos negativos: “Si he de hablaros francamente, no la he encontrado como la había creído. Tiene trazas claras de coqueta, su talle es bastante desmañado, su belleza muy mediocre y su ingenio de los más comunes” (Acto IV, Escena 3, p.34). El muchacho está, en realidad, completamente enamorado de Mariana, y lo que intenta con su discurso es engañar a Harpagon y hacerlo cambiar de opinión en su voluntad de casarse con la jovencita. Los parlamentos de Cleanto en esta escena funcionan, por lo tanto, como una ironía, en tanto el público conoce los sentimientos verdaderos del joven, contrapuestos a su discurso. El simulado desprecio del joven por su amada se sostiene durante algunas instancias del diálogo, y debe acomodarse en tanto Harpagon expresa su lamento: “yo te hubiese dado con gusto a Mariana de no ser por la aversión que atestiguáis” (Acto IV, Escena 3, p.34). Cleanto, creyendo sinceras las palabras de su padre, se desespera por no perder la inédita oportunidad de obtener la bendición de Harpagon para casarse con Mariana, intentando no echar a perder el tono con que venía hablando: “Ciertamente no es mujer muy a mi gusto, pero por complaceros, padre mío, yo resolveré casarme con ella, si queréis” (Acto IV, Escena 3, p.34).

Harpagon y Valerio se disputan un mismo "tesoro", pero se refieren con él a cosas distintas. (Ironía situacional)

En la escena sostenida entre Valerio y Harpagon en el último acto se dan todas las figuraciones propias de la comedia de enredos, en tanto el diálogo se sostiene en toda su extensión en base a un malentendido. Mientras Harpagon increpa a Valerio por haberle robado, el joven admite sus culpas creyendo que se lo está acusando por una materia completamente diferente, es decir, el hecho de haberse infiltrado en la casa por el amor que lo ata a Elisa. Así, ambos hombres mantienen un mismo diálogo donde, sin embargo, todo significa para uno algo muy distinto que para el otro. Esto hace que los hombres pronuncien las mismas palabras pero atribuyéndoles referentes disímiles:

HARPAGON: ¿Veis qué insolencia? ¡Querer retener el robo que me ha hecho!

VALERIO: ¿A eso llamáis un robo?

HARPAGON: ¿Si lo llamo un robo? ¡Un tesoro como ése!

VALERIO: Un tesoro es, en verdad, y sin duda el más precioso que tenéis, pero no será perderlo el dejármelo. Yo os pido de rodillas ese tesoro, tan rico de encantos, y, obrando con rectitud, es menester que me lo concedáis.

(Acto V, Escena 3, p.41)

El público puede observar la ironía cómica de la situación, que se incrementa además en tanto Harpagon devela nuevamente su jerarquía de valores en la cual el dinero ocupa para él un lugar de mayor importancia que el de su propia hija: mientras que Valerio habla de Elisa como un “tesoro”, Harpagon refiere con esa palabra a su cofre de diez mil escudos.