El amor en los tiempos del cólera

El amor en los tiempos del cólera Resumen y Análisis Capítulo 6

Resumen

El capítulo comienza cuando Florentino encuentra en la entrada de su casa la carta de Fermina, llena de odio y furia. Fermina la escribe como el punto final de esa historia, en un intento por volver a configurar su autonomía perdida durante el matrimonio con Juvenal. Hace una “ceremonia de exterminio” (1985:365) en la que regala y prende fuego las cosas de su marido. Transforma el estudio de Juvenal en un cuarto para coser. Se enoja porque piensa recurrentemente en Florentino, a quien describe como a un “fantasma”. Dice que “el deseo de olvidarlo era el más fuerte estímulo para recordarlo” (368).

Luego de ser echado del funeral de Juvenal, Florentino no puede dormir ni comer. Visita a la viuda Prudencia Pitre, y le dice a América que se va a casar, pero ella no le cree. Florentino realmente considera que, aunque Fermina lo ha echado de su casa, van a terminar juntos. Al día siguiente recibe la carta de odio de Fermina con alegría, porque ahora tiene la posibilidad de responderle. Aprende a usar una máquina de escribir y tarda doce días en escribir una carta correctamente. Cambia su estilo de escritura y uso un tono más formal y laboral, “racional y bien medido” (1985:372). No se refiere al pasado, solo incluye meditaciones sobre la vida, la vejez, la muerte y el amor. Se entusiasma con recibir una respuesta pronto mientras sigue escribiéndole cartas, casi todos los días. Como anticipa una respuesta favorable empieza a renovar su casa para alojar a Fermina. Sigue viendo a Prudencia Pitre pero se distancia de América, que se angustia cuando él la rechaza.

En el primer aniversario de la muerte de Juvenal, Fermina y su familia organizan una misa conmemorativa en la Catedral. Florentino no está invitado, pero asiste de todos modos. Después de la misa, Fermina agradece individualmente a todos los presentes, incluído Florentino. Lee todas sus cartas con mucho interés. El narrador aclara que “no era muy consciente todavía, ni lo fue en varios meses, de cuánto la ayudaron a recobrar la paz del espíritu las meditaciones escritas de Florentino” (1985:386). Dos días después de la misa recibe de Florentino una carta distinta, escrita a mano: un párrafo sencillo de gratitud por su saludo en la Catedral.

Un día, Florentino va a visitarla a la casa de improvisto. Espera ser rechazado pero Fermina lo deja entrar. Florentino se pone nervioso, le duele mucho la panza y tiene que irse. El cochero lo ve tan mal que le dice que su cuadro parece cólera. Arreglan para que vuelva dos días después. Ambos se sienten incómodos en sus encuentros. Cuando se va, Fermina lo invita a volver cuando quiera. Vuelve unos días después y discuten sobre cómo las cartas ayudaron a Fermina. Él dice que eran “hojas sueltas de un libro que le hubiera gustado escribir” (1985:394).

Cuando Florentino intenta hablar del pasado, o simplemente menciona la antigua correspondencia, Fermina se disgusta y cambia de tema. Él vuelve a visitarla todos los martes y lleva rosas blancas. Juegan a las cartas con Urbino Daza y su mujer. Urbino Daza invita a Florentino a comer y le agradece su amistad con su madre. Piensa que los viejos son indeseables y le agradece por cuidar a la madre, así él no tiene que ocuparse. Florentino no se ofende y mantiene las buenas relaciones, pensando que tendrá que pedirle la mano de su madre.

Florentino se tropieza luego del almuerzo y se dobla el tobillo izquierdo. Le ponen un yeso desde el pie hasta la pantorrilla y lo obligan a hacer reposo por dos meses. Leona y América lo cuidan y se sorprenden porque él no intenta seducirlas. América se deprime y empieza a fallar en el internado. La correspondencia con Fermina continúa. Las cartas se vuelven personales, pero Fermina sigue evitando el romance o los recuerdos del pasado. Florentino, en cambio, exhibe su nostalgia por aquel enamoramiento. Fermina se sorprende por cuán aburrida está sin sus visitas de los martes. Recibe con frecuencia a su amiga Lucrecia del Real.

En este momento, un diario llamado La Justicia publica un artículo acusando a Lucrecia del Real y al Dr. Juvenal Urbino de haber tenido un romance extramatrimonial. No es cierto, pero Fermina cree el chisme. Lucrecia no vuelve a visitar a Fermina y ella interpreta esto como un reconocimiento de la culpa. El diario también publica un artículo sobre los negocios ilegales de su padre, Lorenzo Daza, sobre los motivos para abandonar San Juan de la Ciénaga y sobre sus vínculos con empresas clandestinas internacionales. Florentino publica en otro diario un artículo firmado con un seudónimo sobre la responsabilidad ética de la prensa y el respeto de la honra ajena. Este artículo de alguna manera defiende a Fermina.

Cuando Florentino puede salir de su casa va a visitarla con un bastón. La encuentra envejecida y angustiada por ambos artículos. Con la vuelta de las visitas, Fermina mejora, pero su hija se entera de su relación con “un hombre cuya calificación moral no era de las mejores” (1985:415) y vuelve a su casa, desde Nueva Orleans, para separarla de Florentino. Ofelia tiene rasgos de personalidad similares a su abuela Doña Blanca: altanera y prejuiciosa. Fermina no la escucha y la echa de su casa por su crueldad.

Fermina quiere irse de su casa, así que acepta la oferta de Florentino de tomarse un buque. Se sube al Nueva Fidelidad por primera vez. Al principio está deprimida, llora y fuma al lado de Florentino, que rememora el pasado en su mirador privado. Se dan las manos. Cuando Florentino quiere besarle la mejilla ella lo rechaza, porque, dice, huele a vieja.

A la mañana siguiente, Fermina lee entusiasmada una carta que le ha escrito Florentino. Se encuentran en el puesto de mando del buque. Florentino se cambia el atuendo: usa ropa nueva y más alegre. Esa noche, Fermina permite que Florentino la bese. Florentino le cuenta todas las cosas que hizo durante esos años para verla. Luego, recibe un telegrama avisando que América se ha suicidado. Se deprime, pero intenta no pensar en el tema.

El barco se queda sin combustible y quedan varados en el medio del río con mucho calor por una semana. El amor entre Florentino y Fermina sigue desarrollándose hasta que tienen relaciones sexuales. Las primeras dos veces no funciona: “había sido rápido y triste” (1985:420). Luego mejora, y pasan todo el día en el camarote.

Después de once días de viaje llegan a La Dorada, el puerto final. Allí, Fermina ve a mucha gente conocida y se esconde en su camarote. Prefiere morir antes de que la vean en un viaje de placer luego de perder a su marido. Florentino habla con el capitán y deciden hacer un viaje directo de vuelta a Cartagena, sin carga ni pasajeros y sin tocar en ningún puerto. Para eso ponen la bandera amarilla del cólera: simulan tener pasajeros enfermos a bordo.

Nueva Fidelidad zarpa al amanecer sin carga ni pasajeros. Buscan a la pareja del Capitán, Zenaida Neves, y la suben a bordo. Durante el día juegan a las cartas, cocinan, duermen siestas y beben anisado. Fermina y Florentino se compenetran y se ayudan mutuamente.

En la víspera de la llegada a Cartagena hacen una fiesta grande y empiezan a sufrir pensando en su retorno. Una patrulla armada les pide que bajen del barco para dejarlo confiscado en cuarentena. El capitán no sabe cómo solucionar el problema de la mentira sobre el cólera. Florentino sugiere seguir navegando hasta La Dorada y luego vivir en el barco navegando “toda la vida” (1985:432). Todos los integrantes están de acuerdo con la propuesta.

Análisis

En el último capítulo, el tópico de la escritura vuelve a ser central. Florentino cambia su estilo de escritura en las cartas, y comienza a redactar meditaciones más formales y menos emotivas sobre la vejez, la vida y la muerte. Según el narrador, “fue la aproximación más acertada de las cartas mercantiles que nunca pudo hacer” (1985:378).

En paralelo, es interesante que Florentino logre esconder el sentimentalismo y escribir cartas más formales y templadas también con el objetivo de cautivar a Fermina: “Intentó desde el principio un método distinto de seducción, sin ninguna referencia a los amores de pasado" (378). Los pasos que sigue Florentino son medidos y determinados en función de su meta final: recuperar a Fermina. De esta manera, la acompaña y comienza a acercarse. Nuevamente, las cartas no son expuestas, generando intriga en el lector. La escritura sigue siendo un escape para Florentino, una actividad en la que se sumerge tan profundamente que, incluso estando en reposo "se olvidó de su pierna, se olvidó de todo, y se consagró por completo a escribir" (385). Florentino también escribe y publica un artículo sobre la ética del periodismo que, de alguna manera, le sirve para acercarse a Fermina. Su escritura siempre está ligada a su amor por ella pero, en este capítulo final, quizás por la certeza que tiene de estar con ella pronto, logra modificar su tono y estilo.

Este capítulo también hace foco en el proceso de crecimiento de Fermina luego de quedar viuda. Como se sugiere desde el primer capítulo, ella tiene que aprender a vivir sola y ser autosuficiente: “Quería ser otra vez ella misma, recuperar todo cuanto había tenido que ceder en medio siglo de una servidumbre que la había hecho feliz, sin duda, pero que una vez muerto el esposo no le dejaba a ella ni los vestigios de su identidad” (1985:365). Se sigue comparando al matrimonio con una servidumbre y con un contrato alejado del amor y de la libertad. De hecho, cuando Florentino y Fermina se encuentran románticamente en el barco, el narrador aclara: “era como si se hubieran saltado el arduo calvario de la vida conyugal, y hubieran ido sin más vueltas al grano del amor” (1985:420). De alguna manera, se relaciona el costado más puro del amor con la libertad. El final de la novela augura un espacio donde Fermina puede desarrollar su identidad libre y amorosamente.

La vejez también cumple un rol importante. Ofelia, la hija de Fermina, quiere evitar que se relacione con Florentino porque “el amor es ridículo a nuestra edad (...). Pero a la edad de ellos es una cochinada” (1985:404). Las limitaciones de la vejez no son solo físicas sino también morales y sociales. Sin embargo, Fermina piensa: “Hace un siglo me cagaron la vida con ese pobre hombre porque éramos demasiado jóvenes y ahora nos lo quieren repetir porque somos demasiado viejos” (418). En el barco atraviesa un proceso que la aleja de las normas sociales de lo que es bien visto en función de la edad. En sus primeros encuentros sexuales Fermina se avergüenza de su cuerpo, incluso le pide que no la bese porque tiene olor a vieja y que no la mire "porque no te va a gustar" (388). Pero con el correr de los días, este inconveniente se diluye y los enamorados se muestran sus cuerpos envejecidos con orgullo: "se desnudó frente a ella con una cierta ostentación" (391).

La bandera amarilla del cólera les sirve a los enamorados para escapar de la gente y de las reglas sociales del continente y embarcarse hacia el río, un terreno más fértil para la aventura amorosa. La bandera ayuda a los amantes a encontrar este espacio de excepción y libertad. La supuesta enfermedad les permite conseguir cierta autonomía arriba del barco (en cuarentena en ese espacio, pero libres para navegar por el agua), que propicia la relación amorosa entre Fermina y Florentino. Como dice García Márquez en una entrevista realizada en 1988: “Así pues, le ofrezco al lector el consuelo de que el barco fluvial continuará yendo y viniendo, con los amantes a bordo, no solo por el resto de sus vidas, sino para siempre" (1988:3).

Este capítulo expone significativamente las desigualdades de género que corren a principios del siglo XX. Florentino es negligente en las tareas de cuidado que tiene con América y además tiene relaciones sexuales con una niña menor de edad. El narrador no tiene una postura crítica frente al abuso sexual ni a la falta de conmoción que le genera a Florentino la noticia del suicidio de América. Cuando le envían del colegio cartas informando sobre el mal desempeño de la joven: "eludió su deber de acudiente: no les informó nada a los padres de América Vicuña, impedido por un sentimiento de culpa que trataba de escamotear, ni lo comentó tampoco con ella, por un temor bien fundado de que pretendiera implicarlo en su fracaso" (1985:389). Esta cita da cuenta de cómo Florentino entiende cuál es su responsabilidad y, por miedo a afrontar las consecuencias de su desidia, mantiene el silencio.

Otra situación que expone la desigualdad de género entre los varones y las mujeres en la novela es la necesidad que tiene Florentino de "pedir la mano" de Fermina, primeramente a su padre y, en este capítulo, a su hijo. Fermina nunca es dueña de su decisión; el varón más cercano tiene que decidir por ella o dar, de alguna manera, el visto bueno, como si ella les perteneciera. Incluso cuando Fermina atraviesa un proceso de independización de su marido y se muestra "tan altiva, tan dueña de sí" (1985:372), sigue a merced de su hijo y de las normas sociales que determinan cómo atravesar el duelo. Se esconde de gente conocida en el barco con Florentino porque ser vista disfrutando de su sexualidad a un año de la muerte de su esposo supone una vergüenza. Por último, son significativos el pudor y la angustia que le generan a Fermina el rumor de que su marido había tenido una relación extramatrimonial. Quien queda mal vista por esta situación es Fermina, no Juvenal, autor de la infidelidad.

A modo de conclusión, la novela termina con una apuesta al futuro y a la consolidación de una historia de amor que irónicamente se consuma en la vejez. Fermina gana independencia y autonomía cuando queda viuda y se reencuentra con su amor de la adolescencia desde ese nuevo lugar, a pesar de las trabas que imponen sus hijos y la sociedad tradicional en la que vive. El barco supone un escape y una excepción para los enamorados, donde es posible para ellos envejecer y disfrutar de su amor en paz.