El amor en los tiempos del cólera

El amor en los tiempos del cólera Resumen y Análisis Capítulo 4

Resumen

Cuando Florentino ve a Fermina embarazada de seis meses paseando con Juvenal, decide trabajar y armar una fortuna para merecerla. Le pide trabajo a su tío León XII, presidente de la Junta Directiva y Director General de la Compañía Fluvial del Caribe. Su tío lo nombra escribiente de la Dirección General, por consejo de Lotario Thugut, quien resalta sus dones para la escritura y la lectura. Sin embargo, es incapaz de escribir correctamente una carta comercial porque siempre agrega sentimentalismos: “no podía eludir su lirismo porque no dejaba de pensar en Fermina Daza, y nunca aprendió a escribir sin pensar en ella” (1985:223). Por eso va diariamente al Portal de los Escribanos a escribir cartas de amor para otras personas. Empieza a escribir un libro titulado Secretario de los enamorados.

El único objetivo de su vida es recuperar a Fermina. Florentino está tan seguro de que la recuperará que convence a la madre de acondicionar la casa para recibirla. Durante esta reconstrucción, Tránsito presenta los primeros síntomas de la enfermedad que luego la terminará matando.

Florentino tiene relaciones carnales “con la ilusión de encontrar un alivio para el dolor de Fermina Daza” (1985:228). Lleva a sus amantes pasajeras al hotel, nunca a su hogar, porque quiere mantenerlo sagrado para Fermina. Busca mujeres en el tranvía. Se relaciona durante siete años con Ausencia Santander, una mujer mayor, encontrándose mientras su marido está de viaje.

Durante el Carnaval, Florentino se enamora de una joven que encuentra en la calle. La invita a tomar un helado. Bailan y se divierten como si fueran novios. Pero antes de ir al faro, dos cancerberos y una enfermera agarran a la chica, que se había fugado del manicomio donde ha decapitado a un guardián.

Luego, en el tranvía, conoce a Leona Cassiani. Según el narrador, “la verdadera mujer de su vida, aunque ni él ni ella lo supieron nunca, ni nunca hicieron el amor” (1985:236). Florentino piensa que ella es una prostituta y, aunque se siente atraído por ella, no quiere pagar por sexo. En cambio, ella le pide un trabajo en la Compañía Fluvial del Caribe. Florentino se siente culpable por asumir que es una prostituta y le consigue un trabajo en la C.F.C. Ella demuestra muchas aptitudes y comienza a conseguir ascensos. Diez años después, Florentino intenta seducirla y ella le dice que es demasiado tarde. Siguen siendo amigos cercanos.

Juvenal Urbino va a visitar a Don Leo y Florentino se lo encuentra en la oficina. Juvenal nombra a su mujer y Florentino entiende que el amor por Fermina de alguna manera los une: “eran víctimas de un mismo destino y compartían el azar de una pasión común” (1985:245). Florentino se tienta de contarle a Leona sobre su historia con Fermina, pero después se arrepiente.

En los primeros Juegos Florales, Florentino conoce a Sara Noriega, con quien entabla una relación clandestina. Florentino sigue pensando en serle fiel a Fermina y por eso no quiere que su relación con Sara sea pública. La gente sospecha que él es homosexual. En los quintos Juegos Florales, Sara y Florentino presentan un poema que escriben juntos. Sara piensa que Fermina está involucrada en el hecho de que no hayan ganado. Dice que es una prostituta por haberse casado por dinero. Desde ese momento, Florentino no puede ver más a Sara y termina así su relación más larga. En este momento, Florentino es consciente por primera vez de “cómo se le estaba pasando la vida a Fermina Daza, y cómo pasaba la suya propia, mientras él no hacía nada más que esperar” (1985:250). Desea encontrarse con ella cuando sea una viuda. Espera ansioso que Juvenal muera.

Fermina explica desde la vejez por qué rechazó a Florentino cuando eran jóvenes: él le resulta una sombra, no una persona real. No se arrepiente de su decisión pero siente culpa. Su elección por Urbino tampoco ha sido motivada por el amor, porque “tampoco estaba convencida de que el amor fuera en realidad lo que más falta le hace para vivir” (1985:266). Aunque ella al principio se resiste a la propuesta de Juvenal por la presión paterna, luego acepta para no perder la oportunidad. Se arrepiente del matrimonio cuando vuelve de Europa a vivir a la casa de la madre de Urbino, el palacio de Casualduero. Doña Blanca impone las reglas de la casa y Fermina sufre. Al poco tiempo, los negocios poco honorables de su padre salen a la luz y Juvenal logra finalmente hacerlo escapar del país en un barco.

La pareja de Fermina y Juvenal atraviesa un mal momento pero, simultáneamente, “nunca parecieron tan felices en público” (1985:275). Fermina se refugia en la casa de su padre. Tiene una visión de Florentino mientras mira por el balcón y se pregunta si no hubiese sido feliz con él. Fermina convence a Juvenal de que tienen que reavivar el amor de la pareja, así que vuelven a Europa con el niño. Se encuentran con Florentino en el muelle y lo saludan. Ella piensa que él es “la sombra de alguien a quien nunca conoció” (1985:275). Mientras, Florentino trabaja cada vez más y su madre se deteriora. Decide cerrar la mercería.

Florentino conoce a Olimpia Zuleta, una muchacha menuda casada con un cacharrero del mercado. Ella le regala una paloma mensajera y así comienzan a comunicarse en secreto, intercambiando cartas. Tienen una historia clandestina y es la primera vez que Florentino se siente enamorado despúes de Fermina. Se seducen lentamente. Pero seis meses después, el marido se entera y mata a Olimpia. Florentino tiene miedo de que aquel se enterara que él era el amante. Luego de este episodio, muere Tránsito Ariza.

Fermina y Juvenal vuelven a Cartagena desde Europa dos años después, por la muerte de Doña Blanca. Fermina está embarazada nuevamente. Se mudan a la nueva casa de La Manga y consolidan su relación. Juvenal envejece y necesita más de Fermina. Ella se aferra a su esposo y a su matrimonio feliz.

Análisis

El cuarto capítulo vuelve a poner foco en el tema de la vejez y el tiempo. En el comienzo, Juvenal y Fermina están casados hace dos años y, en el final, hace treinta: la cronología avanza dando saltos temporales. Los tres personajes principales reflexionan sobre la vejez y el paso del tiempo. Luego de la muerte de su madre, dice el narrador que Florentino “Hasta entonces se había comportado como si el tiempo no pasara para él sino para los otros” (1985:289). También es consciente de “cómo se le estaba pasando la vida a Fermina Daza, y cómo pasaba la suya propia, mientras él no hacía nada más que esperar” (1985:287). El miedo de Florentino al paso del tiempo tiene que ver con la preocupación por no poder reencontrarse con Fermina, es decir, por no poder cumplir su único deseo en la vida.

Aunque Florentino escala profesionalmente en su trabajo, a nivel amoroso continúa repitiendo el mismo patrón vincular: se relaciona clandestinamente con viudas o mujeres casadas para soportar la angustia que le genera no estar con Fermina. Paradojalmente, considera que tener relaciones sexuales con muchas mujeres no pone en cuestión su promesa de lealtad eterna con Fermina. Florentino disocia lo amoroso de lo sexual, y se promete no enamorarse de ninguna mujer y esperar a Fermina, pero solamente en el plano emocional. Mientras tanto, sus relaciones con mujeres parecen siempre la misma, como si el tiempo no pasara para este personaje. De hecho, no logra dar cuenta del paso de tiempo hasta que comienza a sentir el deterioro en el cuerpo: “el cuerpo empezó a mandarle las primeras señales de alarma” (1985:287). La preocupación, nuevamente, es por quedarse sin tiempo para compartir con Fermina.

Respecto de las relaciones sexuales que entabla Florentino, es significativo cómo, a pesar de tener múltiples amantes, mantiene su hogar como un espacio sagrado, guardado para Fermina. Esta distinción de espacios donde tener relaciones por amor o por placer expone la compartimentación que ejerce Florentino, pero también la posibilidad masculina de disfrutar de ambos tipos de relación. En cambio, las mujeres de la novela pueden ocupar solo un rol fijo en relación a los hombres: son amantes o prostitutas que explotan lo sexual pero no pueden a ser amadas, o son esposas amadas e idealizadas. Mientras Florentino puede tener una amada (Fermina) y varias amantes, las mujeres ocupan uno solo rol que no pueden modificar. En sintonía con la cuestión espacial, Fermina pasa de la casa paterna al palacio de Casualduero luego de su casamiento, espacios familiares y domésticos que debe cuidar y atesorar.

Respecto del tema de la escritura, es significativo cómo Florentino parece relacionar intrínsecamente el amor y la escritura, como si necesitase estar enamorado para escribir y como si solo pudiera escribir cartas de amor. De hecho, en su primer trabajo como escribiente en la Compañía Fluvial, tiene problemas para escribir cartas profesionales porque termina incluyendo detalles románticos: “no podía eludir su lirismo porque no dejaba de pensar en Fermina Daza, y nunca aprendió a escribir sin pensar en ella” (1985:255). Liga la escritura a su amor por Fermina. En este sentido, en este capítulo reaparece un tema que fue problematizado en capítulos anteriores: el amor como espejismo. Florentino se dirige al Portal de los Escribanos y escribe cartas de amor para otras personas, como si la escritura fuese una necesidad urgente: "le sobraba tanto amor por dentro que no sabía qué hacer con él y se lo regalaba a los enamorados implumes escribendo para ellos cartas de amor gratuitas" (230). En una ocasión redacta cartas para dos clientes que se escriben entre sí: “fue así como terminó comprometido en una correspondencia febril consigo mismo” (1985:230). Escribe de ambos lados del circuito epistolar fingiendo ser otras personas. La idea del espejismo se relaciona con algo que parece algo que no es, y esta correspondencia pone en evidencia que hay una puesta en escena de los emisores de las cartas. En este caso particular, la idea del espejo es casi literal: Florentino escribe una carta y luego su respuesta.

La idea del amor como espejismo también se relaciona con cierta sombra que Fermina parece ver en Florentino cada vez que lo encuentra. Cuando lo saluda en el muelle, antes de embarcar hacia Europa con Juvenal y su hijo, piensa que él es “la sombra de alguien a quien nunca conoció” (1985:276). La idea del espejismo no aparece solamente en cuestiones amorosas sino que también afecta la propia identidad de Florentino. Es un personaje poco transparente, que expone un modo de ser impostado. El narrador confirma la impresión de Fermina: "Así era: la sombra de alguien a quien nadie conoció nunca" (269). Florentino se configura como un personaje engañoso y fingido.

Por otro lado, la pareja de Fermina y Juvenal también muestra una realidad que no es cierta, como un espejismo. Luego de su luna de miel, atraviesan un mal momento pero, simultáneamente, “nunca parecieron tan felices en público como en aquellos años de infortunio” (1985:258). Hay una fisura entre cómo el matrimonio actúa dentro de la casa y cómo se muestra ante la sociedad adinerada de Cartagena. En este capítulo se frustra la ilusión del primer capítulo, de la pareja equilibrada y amorosa, porque se exhiben las adversidades que enfrentan puertas adentro y los esfuerzos que realizan para presentarse estables: “nadie podía imaginarse, en sus años de desgracias, que pudiera haber alguien más feliz que ellos ni un matrimonio tan armónico como el suyo” (1985:260).

Por último, los problemas que experimenta Fermina en su matrimonio luego de la luna de miel tienen que ver, según Juvenal, a que su unión había “surgido de dos clases antagónicas” (1985:284). Fermina sufre por las reglas y convenciones que Doña Blanca impone en su hogar. Según Juvenal “se había enredado más pronto de lo que ella creía en la maraña de convenciones y prejuicios de su nuevo mundo” (276). Las distancias de clase marcan distintos modos de vivir y la que tiene que amoldarse es Fermina. Su suegra maneja la dieta del hogar y la fuerza, por ejemplo, a aprender a tocar el violín. Fermina "detestaba el rosario al atardecer, los remilgos de la mesa, las críticas constantes a su manera de coger los cubiertos" (280). Su suegra critica y desprecia los modos de Fermina que no se corresponden con su expectativa e impone determinadas actividades que considera necesarias para una mujer de su clase social. En una oportunidad, Fermina relata un sueño que había tenido y doña Blanca contesta que "una mujer decente no puede tener esa clase de sueños" (281). De alguna manera, la madre de Juvenal intenta perpetuar ciertos usos y costumbres del viejo régimen colonial respecto de los roles que deben cumplir los varones y las mujeres en el hogar. En este sentido, Parrilla Sotomayor entiende que doña Blanca representa una "postura retrógrada y oscurantista" (2018: 15), ya que pertenece al grupo de "personajes que simbolizan las visiones y prácticas obsoletas el pasado colonial anclado en la Contrarreforma (2018:15).

Las distancias de clase también aparecen entre Fermina y Florentino. Es interesante cómo Florentino se propone conseguir un buen empleo y una fortuna para merecer a Fermina. La idea de que Florentino no es digno de Fermina por pertenecer a una clase social inferior es propia de una sociedad rígida y tradicional. El personaje que explicita esta idea es Lorenzo Daza, cuando, en el segundo capítulo, evita que su hija se case con un joven bastardo y pobre. Por el contexto histórico en el que se desarrolla la historia, Fermina no tiene derecho alguno de decidir con quién casarse y mucho menos si ese alguien es de un origen humilde e ilegítimo.