El amor en los tiempos del cólera

El amor en los tiempos del cólera Resumen y Análisis Capítulo 3

Resumen

El tercer capítulo comienza con el regreso de Juvenal Urbino a Cartagena, su ciudad de nacimiento, luego de una larga estadía en París estudiando medicina. Es un joven de 28 años, soltero y muy codiciado. Aunque extraña su casa y su ciudad, al llegar se da cuenta de que ha estado ciego por la nostalgia, y se decepciona con la ciudad que encuentra al volver. Además, ve a su madre envejecida luego de la muerte de su padre por cólera hace seis años. Todo le resulta más pequeño y lúgubre que en sus recuerdos.

Juvenal se adueña del consultorio de su padre e intenta imponer criterios médicos novedosos en el Hospital de la Misericordia, pero recibe resistencia de sus pares. En el hospital siguen vigentes varias supersticiones médicas. Juvenal se preocupa por el peligroso estado sanitario de la ciudad: la mayor parte de la población no tiene cloacas ni agua corriente y el estado higiénico del mercado es alarmante. Intenta que el gobierno intervenga para solucionar estas problemáticas. Estas preocupaciones tienen que ver con la epidemia del cólera que ha causado la más grande mortandad de la ciudad. En dos semanas, el cementerio se ha desbordado y se han utilizado terrenos de conventos para construir cementerios.

El padre de Juvenal, el doctor Marco Aurelio Urbino, es un héroe civil por la atención que brindó en la época de la pandemia, y muere de esa enfermedad en cuarentena solitaria. En ese encierro, escribe una larga carta para su esposa e hijos, que Juvenal lee durante su estadía en París. En su retorno a su ciudad natal, Juvenal se obsesiona estudiando la peste y se convierte en el especialista en esa enfermedad.

A su regreso, aparecen algunos casos de cólera, que Juvenal Urbino trata, pero no llega a constituirse como una epidemia. El poder público le da más espacio a sus recomendaciones. Juvenal conoce a Fermina Daza cuando va a su casa porque un colega le pide que revise a Fermina por posibles síntomas de cólera. La revisa con Lorenzo Daza en la misma habitación y descarta este diagnóstico. Juvenal no experimenta ninguna emoción al conocerla, y Fermina considera que él es pedante y egocéntrico.

Juvenal vuelve a la casa de Fermina unos días después y la revisa a través de la ventana, durante su lección de pintura. Lorenzo lo ve y lo invita a pasar. Fermina se enoja y cierra la ventana de un golpe seco. Lorenzo le pide a Fermina que se excuse con el doctor. El Dr. Urbino es el tipo de hombre que Lorenzo quiere para su hija, por eso se excusa por ella y la halaga frente al doctor. Beben varias copas de alcohol mientras conversan. Juvenal vuelve a su casa y vomita del exceso de alcohol consumido.

Juvenal toca música en la calle, abajo de la casa de Fermina, para seducirla. Lorenzo le convida una copa al doctor e intenta que su hija lo considere como un candidato de matrimonio. Juvenal invita a Lorenzo al Club Social y allí le enseña a jugar al ajedrez. Juvenal le envía una carta a Fermina. Es una carta “breve y pulcra” (1985:150), sencilla y seria, en la que le pide que consiga el permiso de su padre para que él pueda visitarla. Fermina prende fuego la carta. El Doctor Urbino continúa enviándole cartas que ella no responde. Luego ella recibe una carta anónima, amenazándola para que renuncie al hombre más codiciado de la ciudad. Sigue recibiendo cartas anónimas, e incluso, una vez, una muñeca negra. La muñeca empieza a crecer y Fermina piensa que es un maleficio africano. Juvenal convoca a la hermana Franca de la Luz, superiora del colegio al que ha ido Fermina, para que la convenza de casarse con él, pero Fermina se niega, a pesar de las amenazas, y se enoja por la presión que ejerce su padre para que se case con Urbino.

Hildebranda Sánchez, prima de Fermina, llega a la casa a pasar las fiestas y el verano. Adquieren juntas al hábito de fumar a escondidas antes de dormir. El viaje de Hildebranda también ha sido impuesto por su padre para que olvide a un amor prohibido con un hombre casado. Hildebranda se dirige a la oficina del telégrafo para conocer a Florentino Ariza y para garantizar la correspondencia con su enamorado. Le cuesta reconocerlo, porque la descripción de Fermina ha sido muy distinta de la apariencia de Florentino en la realidad. Florentino no sabe que Hildebranda es prima de Fermina. Cuando ella le muestra la carta de amor que ha escrito, él rompe la hoja y escribe un nuevo mensaje que a ella le parece enternecedor. En la misa del gallo en Navidad, Fermina le muestra a su prima dónde ha visto a Florentino por primera vez, y se da cuenta de que piensa mucho en su viejo amor.

Hildebranda quiere alegrar la vida de su prima sacándola a pasear y llevándola a sacarse fotos con un fotógrafo belga, vestidas ambas de damas del medio siglo. Cuando salen del estudio, Juvenal Urbino las salva de la humillación pública en la calle. Salen al Portal de Escribanos y se dan cuenta de que su vestimenta no es acorde a la hora ni a ese lugar peligroso: "estaban arrinconadas, tratando de escapar al escarnio público, cuando se abrió paso por entre el tumulto el landó de los alazanes dorados" (1985:102). Hildebranda comienza a adorar a Juvenal e incentiva a su prima a que le preste atención. Fermina está furiosa por la presión de Juvenal, su prima y su padre. Juvenal le recuerda que está esperando su respuesta y ella le responde una carta sin que su prima sepa.

Cuando Florentino se entera de que Fermina va a casarse con un médico de alcurnia y fortuna, queda postrado en su cama de la tristeza. Pierde el apetito y no deja de llorar. Su madre habla con su cuñado, don León XII Loayza, y le pide algún empleo que saque a su hijo de la ciudad para olvidar a Fermina. Florentino va a cantar un último vals de amor para Fermina, pero nadie aparece por la ventana. Luego se embarca en uno de los barcos del tío y debe ceder su camarote al nuevo ministro plenipotenciario de Inglaterra. Se describe el río vital, con animales salvajes y vegetación fértil. Se cruzan con un barco que tiene izada la bandera amarilla de la peste, lo que significa que hay enfermos de cólera en él.

Una noche, mientras camina hacia los baños, una mujer lo agarra de la mano y lo mete a la fuerza a su camarote. Con la luz apagada le saca la ropa y tienen relaciones sexuales. De esta manera, Florentino pierde su virginidad sin saber con quién. Al día siguiente adivina que se trató de Rosalba, una joven que viaja con su hijo y sus dos hermanas. Se obsesiona con ella y piensa que puede sustituir el amor romántico que siente por Fermina por “una pasión terrenal” (1985:186), pero cuando Rosalba y sus hermanas dejan el barco vuelve a extrañar a Fermina. Vuelve a presentar síntomas por su amor no correspondido. El capitán, preocupado porque Florentino tenga cólera, lo aísla por la noche. Pero él se despierta sintiéndose bien y decide rechazar la oferta laboral de su tío y volver a Cartagena.

En su regreso, se entera de que Fermina se ha ido a Europa por su luna de miel. Su madre invita a la viuda de Nazaret a la casa para que cure a su hijo del amor por Fermina. Es la segunda mujer con la que Florentino tiene relaciones sexuales, y con quien entabla una relación sin amor. Comienza a escribir el nombre de sus amantes en un cuaderno que titula “ellas”.

Florentino piensa que ha superado a Fermina hasta que un día se la cruza caminando con su esposo, embarazada de seis meses, y considera que está más linda que nunca, “bella y juvenil” (1985:200). En ese momento decide conseguir un buen trabajo y ganar dinero para merecerla.

Fermina, por su parte, se casa con Juvenal siendo virgen y con mucho miedo. Las relaciones sexuales con su marido suceden en el barco rumbo a París, con paciencia y sin dolor: “se le entregó sin miedo, sin dolor, con la alegría de una aventura de alta mar” (1985:215).

Análisis

En este capítulo, los temas de la clase y de la escritura vuelven a ser relevantes. Las cartas que Fermina recibe para que no se case con Juvenal son modos que tiene la clase alta -a la que Juvenal pertenece- para asustarla y evitar ese matrimonio. Se evidencia la resistencia que presentan para abrirle las puertas a una joven que no proviene de una familia adinerada o respetada. En oposición, pero también en sintonía con esto, el padre de Fermina considera a Juvenal un candidato ideal porque pertenece a una clase social acomodada. Los diferentes orígenes de Juvenal y Fermina se ponen de relieve varias veces. Por ejemplo, en la descripción de la boda, el foco de atención del narrador está puesto en la difícil integración de Fermina a los estándares de la clase de Juvenal. Por ejemplo, se menciona la vestimenta inusual de Lorenzo Daza: "el traje de etiqueta le infundió por un día un aire equívoco de respetabilidad" (1985:132). Para la boda de su hija se viste acorde a la clase de Juvenal, no a la suya.

Además de las diferencias de clase, se resalta que los novios no están enamorados y que recién en la luna de miel Juvenal considera que podría llegar a amarla. En el barco que los lleva a París, el narrador aclara sobre Juvenal: "era consciente de que no la amaba" (1985:134). Es significativo que los dos personajes más pragmáticos de la novela, que terminan en un matrimonio conveniente para ambos pero exento de amor, parezcan tener en común, también, la desilusión frente a lo real: hay desilusión cuando Juvenal retorna de Europa a su ciudad natal, y también cuando Fermina se encuentra finalmente con Florentino. Hay una idealización y una posterior decepción que es común en ambos personajes y que los lleva a establecer un contrato matrimonial seguro, estable y armónico que consiste en "inventar un buen amor" (134). Son personajes prácticos y realistas que no buscan en su relación el amor romántico y pasional que vive Florentino, sino, en cambio, un "amor domesticado" (24), como lo caracteriza el narrador.

En este capítulo se incorpora también la dimensión sexual o física del amor, que apenas había aparecido anteriormente. Queda claro que la sexualidad femenina está sujeta a muchas reglas, que Fermina cumple con su pretendiente antes de la boda: "ella no hubiera permitido que él le tocara ni la yema de los dedos antes de la bendición episcopal" (1985:134). Luego sufre durante la boda imaginando el ritual sexual que la espera: sonríe impostadamente pero en realidad teme por la "inminencia de la violación" (131). Se sugiere la inevitabilidad del rito sexual en la noche de bodas y la falta de voluntad de la novia. Sin embargo, la pérdida de la virginidad de Fermina sucede con calma y delicadeza. El narrador relata estas escenas en el barco combinando lo sexual con lo romántico, como si el crecimiento de su intimidad sexual avanzara en paralelo con el amor que sienten.

Florentino también tiene una introducción a su sexualidad. Su primer encuentro sexual se rodea de misterio, porque no sabe con certeza quién ha sido la mujer que lo ha metido a la fuerza a su camarote. Lo sexual, en este caso, se distancia de lo amoroso y funciona casi como una alternativa para esquivar el dolor que le genera el amor que siente por Fermina. Significativamente, apenas Rosalba se baja del barco, Florentino vuelve a extrañar a su amada.

De vuelta en la ciudad natal, Florentino mantiene relaciones sexuales con la viuda de Nazaret. Este vínculo le genera placer y distracción. Significativamente, su madre arregla este encuentro para que Florentino deje de sufrir por Fermina. Tránsito Ariza, quien lo guía en el terreno amoroso, piensa en lo sexual como una distracción frente al mal de amor. Se desprende de esto el modo en el que los varones gozan de la posibilidad de explorar lo sexual sin poner en tela de juicio ni la lealtad hacia su verdadero amor ni su respeto social. En contraposición, Fermina logra acceder al terreno de su sexualidad solo después de contraer matrimonio.

Florentino luego continúa relacionándose con varias mujeres de manera sexual para tapar sus pesares amorosos, sin generar la intimidad o profundidad de sentimiento que siente por Fermina. De alguna manera, disocia el amor de las relaciones sexuales, y así considera que no falla en la promesa de amor y lealtad eternos que había jurado a Fermina.