Edipo Rey

Edipo Rey Temas

Luz y oscuridad

La luz y la oscuridad están íntimamente relacionadas con el tema de la vista y la ceguera en la obra de Sófocles. Edipo, junto con todos los demás personajes excepto Tiresias, están "en la oscuridad" sobre sus propios orígenes y el asesinato de Layo. Tiresias, por supuesto, está literalmente 'en la oscuridad' por su propia ceguera. Así y todo logra ver todo lo que sigue. Después de que Edipo descubre lo que sucedió, lamenta la forma en que todo "salió a la luz".

La visión y la ceguera

Tiresias tiene la clave del vínculo entre la visión y la ceguera ya que, aunque es ciego, puede ver y predecir el futuro. Al final de la obra, Edipo se quita los ojos porque lo que ha visto (es decir, lo que se ha dado cuenta que hizo) lo incapacita para enfrentar a su familia o a sus padres en la otra vida. Al igual que con el tema anterior, esta cuestión de la visión y la ceguera opera tanto en el plano literal como en el metafórico dentro de la obra. De hecho, la visión literal se yuxtapone con las nociones de perspicacia y previsión.

Los orígenes y los niños

Edipo se embarca en la búsqueda de sus propios orígenes y, aunque no lo sabe, de sus verdaderos padres. Al presentarlo como hijo de su propia esposa y, por lo tanto, padre y hermano de sus hijos, Sófocles explora varias interrelaciones respecto de dónde comenzaron las cosas y quién engendró a quién. De esta forma, la obra va hacia atrás, es decir, hacia un comienzo revelador. La historia ya ha sucedido y Edipo se ve obligado a descubrirla.

El juego de los dobles

A lo largo de la obra, domina una inconsistencia central: el pastor y Yocasta creen que Layo fue asesinado por varias personas. La historia, sin embargo, revela que Edipo solo lo mató. ¿Cómo se supone que Layo pudo haber sido asesinado por una persona y también por muchas personas a la vez?

Edipo está buscando al asesino de Layo: él es el detective que busca al criminal. Sin embargo, al final, estos dos roles se fusionan en una sola persona: el propio Edipo. Por otro lado, el Edipo que nos queda al final de la obra es igualmente padre y hermano.

La obra de Sófocles abunda en el número dos y en los dobles: hay dos pastores, dos hijas y dos hijos, dos parejas opuestas de rey y reina (Layo y Yocasta, y Pólibo y Mérope) y dos ciudades (Tebas y Corinto). En muchos de estos casos, la comprensión de Edipo es que él está siempre entre dos fuerzas o, más confusamente, que él es una combinación de dos cosas. De esta forma, queda claro que esta tensión entre "los dobles" es fundamental en la obra de Sófocles. "¿Cuál es que pueda tener esa doble virtud?", pregunta Yocasta a propósito de la noticia que viene a traer el mensajero que ¨es de alegría, pero también puede afligir¨(49). Esta pregunta de Yocasta es pertinente en todo momento de la obra.

La peste y la salud

Al comienzo de la obra, Tebas sufre una terrible plaga que deja los campos y a las mujeres estériles. El Oráculo le dice a Edipo que la fuente de esta plaga es el asesino de Layo (el propio Edipo). La salud solo llega al final de la obra, con la ceguera de Edipo. Nuevamente la ¨plaga¨ es tanto literal como metafórica. Hay una plaga verdadera, concreta, pero también, para citar a Hamlet, puede haber "algo podrido" en el estado moral de Tebas.

El destino

Los orígenes de esta obra en el mito de Edipo (ver ¨El mito de Edipo¨) nos llevan a reflexionar sobre el conocimiento previo, la expectativa y el destino. La audiencia, que conocía el mito, sabía mucho más que el propio Edipo desde el principio. Esto es un claro ejemplo de ironía dramática.

Por otro lado, uno de los temas principales de la obra está relacionado con la posibilidad, o no, de escapar a nuestro destino. Al tratar de asesinar a su hijo, Yocasta lo encuentra renacido como su esposo. Huyendo de Corinto y de sus padres, Edipo asesina a su verdadero padre en el camino. Daría la impresión de que cuanto más queremos escapar de nuestro destino, más corremos hacia él.

Al mismo tiempo, la imposibilidad de evadir el destino es un tema que nos lleva inevitablemente a reflexionar sobre la cuestión del libre albedrío. Si Edipo está destinado a matar a su padre y acostarse con su madre, es decir, si no existe libre albedrío en sus actos, ¿podemos considerarlo culpable de algo? Edipo es, sin duda, un caso difícil de juzgar. Así y todo, está claro que sí es culpable de algo: de subestimar el poder de los dioses e intentar desviar el curso de lo que está predestinado para él.

La juventud y la vejez

Edipo debe resolver el enigma de la Esfinge para salvar a Tebas. ¨¿Cuál es la criatura que en la mañana camina en cuatro patas, al mediodía en dos y a la noche en tres?¨, es el acertijo que la Esfinge le propone a Edipo. La respuesta de este es ¨el hombre¨, que gatea cuando es bebé, camina sobre sus pies cuando es adulto y debe utilizar un bastón en la vejez.

Es justamente el envejecimiento del hombre un factor determinante en el transcurso de la obra. El propio Edipo pasa de la inocencia infantil a convertirse en un hombre ciego que necesita ser guiado por sus hijos. Podríamos decir que Edipo envejece con el descubrimiento de sus deficiencias como hombre. Al enterarse de sus propias debilidades, pierde su inocencia de inmediato. Edipo encarna la respuesta al enigma de la Esfinge de una manera muy concreta. Cada uno de los momentos de la vida de Edipo tiene relevancia no solo desde el punto de vista de la trama, sino también con respecto a la evolución psicológica del personaje. Si bien la vejez de Edipo se narra en una obra posterior, Edipo en Colono, ya en el final de Edipo Rey podemos observar que el hecho de haber tomado conciencia de la verdad hace que Edipo pierda ese rasgo soberbio y, de alguna manera, se vuelva un poco más sabio.