Divina Comedia: Infierno

Divina Comedia: Infierno Resumen y Análisis Cantos 4-11

Resumen

Canto IV

Dante se despierta a causa de un fuerte trueno. Se encuentra al borde del primer círculo del Infierno, junto a Virgilio, quien está pálido y parece asustado. El poeta le explica a Dante que su apariencia se debe a la lástima que le produce el sufrimiento de las almas que se encuentra en el lugar, y no al miedo.

Virgilio le explica a Dante que las almas que se hallan en el primer círculo del Infierno, llamado Limbo, no corresponden a personas pecadoras, sino a aquellas que, como él, no fueron bautizadas, por haber nacido antes del cristianismo. Dante se entristece al observar que allí se encuentran personas por las que siente una gran admiración, y quiere saber si alguien logró salir alguna vez de aquel círculo. Virgilio recuerda que en una ocasión vio “bajar a un poderoso” (v. 53), quien hizo salir de allí a Adán, Abel, Noé, Moisés, Raquel, Abraham y David, entre otros, y los convirtió en santos.

En el Limbo, cuatro grandes poetas reciben a Virgilio: Homero, Horacio, Ovidio y Lucano. En ese orden desfilan, y Virgilio se une a ellos en el quinto lugar. Entonces, los poetas honran a Dante conduciéndolo a tomar el sexto lugar en su hilera. Así avanzan juntos, dialogando, hasta que llegan a un prado, en donde se alza un castillo. Allí, Dante encuentra a personajes de la literatura clásica, y a filósofos, científicos y otros hombres y mujeres virtuosos. Finalmente, Dante y Virgilio se separan del grupo formado por poetas y se dirigen al segundo círculo del Infierno.

Canto V

Dante y Virgilio descienden al segundo círculo del Infierno. Allí, en su entrada, Minos examina los pecados de las almas, y les asigna a los pecadores el lugar en el Infierno que les corresponde, según la condena que merecen. Él desea detener a Dante, pero Virgilio le advierte que se encuentra allí por deseo divino.

Luego, Dante y su guía avanzan hasta un sitio de oscuridad plena, en donde escuchan llantos y lamentos. Allí, un viento impetuoso golpea constantemente a los espíritus condenados por la lujuria. Virgilio señala a Semíramis, Cleopatra, Elena y Aquiles, entre otros, y Dante, profundamente conmovido, decide hablar con dos almas que se aproximan a él.

Una de ellas, el alma de Francesca, habla y se entristece al recordar cómo un día, leyendo un pasaje de Lanzarote, ella y su amante se dejaron vencer por el deseo y se besaron. Al escuchar su historia, Dante siente piedad por ellos y cae desmayado.

Canto VI

Dante vuelve en sí en el tercer círculo del Infierno, donde se encuentran los condenados por la gula. Allí cae nieve y granizo, y llueve incesantemente. Cerbero, un monstruo de tres fauces que desuella a los condenados, les muestra los colmillos a él y a Virgilio, de manera amenazante, pero este último le arroja tierra y consigue apaciguarlo.

Luego, mientras Dante y Virgilio avanzan sobre los espíritus que yacen en el suelo, uno de los condenados se alza y, dirigiéndose a Dante, se presenta como Ciacco, un ciudadano de Florencia, que aún vivía cuando Dante nació.

Dante le pregunta a Ciacco si sabe que ocurrirá en Florencia (“la ciudad partida” v. 61), a lo cual él le responde que el “bando salvaje” (v. 65) expulsará al otro, pero, luego de tres años, su oponente recuperará el poder. Ciacco también afirma que en la ciudad predominan la avaricia, la soberbia y la envidia. Dante le pregunta por otros ciudadanos que ya han fallecido, entre ellos Farinata, y Ciacco le informa que se encuentran en círculos inferiores del Infierno. Luego de la conversación, el espíritu cae ciego a su tumba, donde permanecerá hasta el día del Juicio Final. Virgilio le explica a Dante que, después de ese día, el castigo alcanzará más perfección. Finalmente, ambos continúan la marcha hasta que se encuentran con Pluto en la entrada del cuarto círculo del Infierno.

Canto VII

En la entrada del cuarto círculo del Infierno, Pluto, gritando con rabia, intenta impedir el ingreso de Dante y Virgilio, pero el último le advierte que ellos recorren el Infierno por deseo divino. Entonces, súbitamente, Pluto cae al suelo y los visitantes avanzan.

Dante observa que este círculo contiene más condenados que los anteriores. Estos empujan pesos con el pecho y, al chocarse entre sí, se reprochan mutuamente la acción cometida. Dante reconoce entre ellos a muchos clérigos, y Virgilio le explica que este círculo encierra a personas que acumularon o dispersaron sus riquezas sin mesura.

Virgilio explica que el Creador del mundo dispuso que la Fortuna se encargara de las glorias mundanas, distribuyendo y rotando los bienes vanos entre los hombres, de manera que, mientras unos se enriquecen, otros se empobrecen, y así sucesivamente.

Dante y Virgilio continúan descendiendo y, siguiendo la orilla de un río de aguas negras, llegan a un pantano llamado Estigia. Allí comienza el quinto círculo del Infierno, donde se hallan las almas de los iracundos y los acidiosos sumergidas en las aguas fangosas, mordiéndose mutuamente. Los viajantes rodean el pantano y llegan así a la base de una torre.

Canto VIII

Dante observa una barca que se aproxima velozmente. Flegias, el barquero, lo confunde con un condenado, pero Virgilio lo saca de su error. Entonces, el peregrino y su guía se embarcan para cruzar el pantano. Allí, el florentino Felipe Argenti, cubierto de fango, interroga a Dante, quien lo reconoce y desea verlo hundirse en el pantano. En efecto, así sucede, tal como anticipa Virgilio, y Dante puede ver cómo las otras almas se precipitan hacia el condenado, atacándolo y gritando su nombre.

A continuación, Dante y Virgilio se acercan a una ciudad llamada Dite, donde un fuego arde eternamente. En la entrada, una multitud de espíritus se muestra furiosa por la presencia de Dante, quien ha llegado hasta allí con vida, y pretende que el peregrino regrese sin su escolta. Este, temeroso, le pide a Virgilio que regresen juntos, pero su guía lo tranquiliza y se aparta para hablar con los espíritus. Dante no logra escuchar la conversación, pero comprende que los espíritus le niegan la entrada nuevamente, puesto que cierran la puerta frente a su maestro. Virgilio regresa entonces y consuela a Dante afirmando que se aproxima alguien que los hará ingresar a la ciudad.

Canto IX

Dante y Virgilio esperan a quien los ayudará a entrar a Dite. El primero, lleno de pavor, pregunta si alguien más ha bajado desde el Purgatorio hasta aquel sitio, y su guía responde que eso solo ocurre excepcionalmente. Explica que él estuvo anteriormente allí, conjurado por Eritone, quien lo obligó a descender en busca de un alma.

Repentinamente, la atención de Dante se fija en la torre, en donde se presentan tres furias: Meguera, Aleto y Tesífone. Ellas se rasgan el pecho e invocan la presencia de Medusa, para que petrifique al visitante. Entonces, Virgilio le ordena a Dante que se dé vuelta y cierre los ojos, puesto que, si mira a Medusa, no podrá regresar al mundo de los vivos.

Más tarde, se escucha el estruendo de un viento impetuoso, y Virgilio le destapa los ojos a Dante para que vea al enviado del cielo acercarse a través del Estigia. El enviado, con desdén, abre la puerta de la ciudad infernal con una vara; reprende por su arrogancia y por oponerse vanamente a la voluntad divina a los espíritus que le negaron la entrada a Dante y Virgilio, y luego se aleja sin dirigirse a los poetas.

Dante y Virgilio ingresan entonces a Dite sin encontrar resistencia. Allí, el primero observa un extenso campo de tumbas rodeadas de llamas. Las lápidas están removidas, y se escuchan lamentos que provienen de su interior. Virgilio explica que en las tumbas se encuentran los heresiarcas y sus secuaces, agrupados según la gravedad de sus actos. Finalmente, los dos poetas continúan su camino, avanzando a través de fosas y muros.

Capítulo X

Mientras Dante y Virgilio avanzan entre las fosas del sexto círculo, el primero pregunta si puede ver a alguno de los que allí yacen. El maestro responde que en esas tumbas se hallan los que creyeron en la mortalidad del alma, tal como sostenía Epicuro, quien se encuentra en una de las fosas.

A continuación, uno de los condenados reconoce el acento florentino de Dante y le pide que se detenga. Aunque el poeta, al comienzo, siente temor, Virgilio lo anima a hablar, señalándole que se trata de Farinata, un florentino famoso. Dante entonces accede, y Farinata le pregunta por su ascendencia. El primero responde y su interlocutor advierte que se trata de una familia perteneciente a la facción enemiga, por lo que le señala que expulsó de la ciudad en dos oportunidades a sus familiares. Dante comenta entonces que sus antepasados lograron regresar a Florencia, mientras que la familia Farinata no consiguió hacerlo.

Durante la conversación, repentinamente, un alma emerge de la misma fosa en la que se encuentra Farinata, y le pregunta a Dante por qué su hijo no se encuentra junto a él. El poeta contesta que, quizás, Guido fue indiferente a quien a él lo conduce por el Infierno. El padre de su amigo, al escuchar estas palabras, sospecha que su hijo está muerto, y cae nuevamente a su tumba.

Luego, Dante y Farinata retoman la conversación, y el último afirma que el hecho de que su familia no haya podido regresar a Florencia le duele más que su actual condena, y que el mismo Dante conocerá el sufrimiento de sus familiares antes de que “cincuenta veces arda la faz de la señora que aquí reina” (vv. 78-80), es decir, antes de que transcurran cincuenta ciclos lunares. Además, Farinata le recuerda al peregrino que él defendió Florencia cuando la mayoría estaba de acuerdo en destruirla.

A continuación, Farinata confirma lo que Dante intuye: los que allí se encuentran conocen los acontecimientos del futuro. Sin embargo, tal como explica, ellos ignoran lo que ocurre en el tiempo presente, en el mundo de los vivos, de manera que Dante comprende la confusión del padre de su amigo.

Antes de continuar su camino, Dante le pide a Farinata que le comunique al padre de Guido que su hijo vive aún, y le pregunta quiénes están junto a él en la tumba. Farinata responde que allí hay una multitud de personas, entre quienes se encuentran Federico II y “el Cardenal” (v. 120).

Finalmente, Dante retoma el sendero junto a su guía, contrariado por las premoniciones de Farinata, pero Virgilio lo tranquiliza diciéndole que, cuando se encuentre con Beatriz, ella le hablará sobre su destino. Ambos se dirigen hacia un valle del cual proviene un olor repugnante.

Canto XI

Dante y Virgilio se detienen un momento detrás de un gran sepulcro, el del Papa Anastasio, al amparo del terrible hedor que proviene del abismo, y deciden descender lentamente, para que sus olfatos se acostumbren al olor.

Virgilio le explica entonces a Dante la organización de los tres círculos inferiores del Infierno, que aún no han recorrido. El séptimo círculo, destinado a los violentos, está dividido en tres partes, en las cuales se castiga a quienes ejercieron violencia contra Dios, contra sí y contra el prójimo, respectivamente.

En el octavo círculo, en donde se castigan las diversas formas de fraude, se encuentran los hipócritas, los aduladores y quienes cometieron simonía, entre otros. Por último, en el noveno círculo, se encuentran los traidores.

Dante le pregunta a Virgilio por qué algunos condenados se encuentran dentro de las murallas de Dite, mientras que otros no. Virgilio le explica que, tal como se dice en la Ética (de Aristóteles), las faltas pueden dividirse entre las que son cometidas por “incontinencia, malicia y la loca bestialidad” (vv. 82-83), y de estas, las primeras son las más leves y las que menos se castigan. Por eso, los condenados por este tipo de faltas están excluidos de la ciudad de Dite.

Finalmente, Dante pregunta por qué los usureros se hallan entre quienes ofenden a Dios, y Virgilio le explica que estos desoyen lo que afirma el Génesis: “debemos ganarnos el sustento con trabajo” (vv. 107-108). El alba se aproxima mientras ambos conversan, y entonces Virgilio propone reemprender la marcha.

Análisis

El Infierno imaginado por Dante se abre en el hemisferio norte y llega hasta el centro de la Tierra. Acorde a la concepción medieval aristotélico-tomisma, la Tierra está inmóvil en el centro del universo, y solo el hemisferio norte está habitado por los pueblos de tres continentes: África, Asia y Europa, mientras que el hemisferio sur está ocupado por agua. El la Comedia, el abismo infernal está precedido por el río Aqueronte (Canto III), que lo separa del anteinfierno, en donde se encuentran los ángeles que permanecieron neutrales en la rebelión de Lucifer contra Dios, y las almas de aquellas personas que no se inclinaron por el bien ni por el mal (Canto III).

El Infierno es una gigantesca fosa cónica que se estrecha en la medida en que se desciende, y está compuesto por nueve círculos. Las culpas de los condenados que están confinados allí son más graves en la medida en que se desciende (Lucifer se encuentra en el fondo del abismo). Los pecados se clasifican según el esquema aristotélico que distingue entre tres malas disposiciones: la incontinencia, la bestialidad y la malicia. Las almas de aquellas personas que actuaron por incontinencia, es decir, de quienes no frenaron sus instintos naturales, se hallan confinados entre el segundo y el quinto círculo: los lujuriosos (segundo círculo, Canto V); los golosos (tercer círculo, Canto VI); los avaros y quienes gastaron sus bienes con prodigalidad (cuarto círculo, Canto VII); y los iracundos y acidiosos (quinto círculo, Cantos VII, VIII, IX).

Las almas que pertenecen al primer círculo infernal (Canto IV), también llamado Limbo, no son de pecadores, sino de personas no bautizadas o de quienes, por haber nacido antes del cristianismo, no profesaron esa religión. Allí se encuentra el alma de Virgilio al comienzo de la obra, antes de que Beatriz le pida que ayude a Dante, tal como el poeta latino explica en el Canto II. Este círculo presenta un acentuado contraste con el resto del Infierno: es un lugar luminoso, hay “un castillo noble” (v. 106), “un bello arroyo” (v. 108), “un prado fresco y verde” (v. 111) y “un claro lugar alto y abierto” (v. 117). Además, las almas que se encuentran allí se diferencian de las del resto del Infierno por no padecer tormentos corporales. Dante señala: “llanto no había, mas suspiros sólo” (v. 26), y Virgilio explica que la condena de estas almas es “vivir sin esperanza en el deseo” (v. 42), es decir, viven sin la esperanza de cumplir el deseo de ver a Dios.

En el Canto V se presenta el primer diálogo entre Dante y un alma condenada (exceptuando la de Virgilio), Francesca. Este personaje está inspirado en Francesca da Rimini, hija de Guido da Polenta, príncipe de Ravena y amigo de Dante. Francesca se casó alrededor de 1275 con Gianciotto Malatesta de Rimini por motivos políticos, y se enamoró del hermano menor de su esposo, Paolo, de quien se hizo amante. Cuando su esposo descubrió el adulterio, probablemente en 1285, los mató a ambos.

En este canto, Francesca le cuenta a Dante el motivo de su condena. La descripción del momento en que ella y su amante se besan está vinculado directamente a la lectura del libro de la saga arturiana de Lancelot, “Lanzarote” (v. 128). La lectura de Lancelot du Lac, y estrictamente del episodio en que Lancelot besa a Ginebra es, según Francesca, la causa inmediata que los lleva a pecar (vv. 133- 136). Esto puede ser interpretado como una advertencia para el lector de la literatura cortés, tanto como para el propio personaje de Dante, sobre la conexión que puede existir entre la literatura, o las malas lecturas de ella, y el pecado. Esta conexión queda subrayada al final del episodio, cuando Francesca comenta: “Galeotto fue el libro y quien lo hizo” (v. 137), es decir, así como Gallehault, o Galeotto, fue quien indujo a Ginebra a besar a Lancelot, el libro de Lancelot fue el que indujo a Francesca a besar a su amante.

En el canto siguiente (Canto VI), Dante y Virgilio transitan por el tercer círculo del Infierno, allí donde se condena a los golosos. En este círculo, Dante dialoga con el primer florentino, Ciacco. Este personaje fue identificado con el poeta Ciacco dell´Anguilliaia, aunque esto es solo una conjetura. En este canto, por primera vez, Dante habla sobre la situación política de Florencia, “la ciudad partida” (v. 61), y Ciacco profetiza el futuro de las luchas entre las dos facciones que se disputan el poder (los güelfos divididos en blancos y negros): “(…) Tras de largas disensiones / ha de haber sangre, y el bando salvaje / echará al otro con grandes ofensas; / después será preciso que éste caiga / y el otro ascienda, luego de tres soles (…)” (vv. 64-68).

El “bando salvaje” es el de los blancos, dirigido por la familia Cerchi y llamado así porque la familia procedía de los bosques del valle del río Sieve. En efecto, el bando negro será expulsado en 1301 y, luego, en 1302, estos expulsarán a los blancos.

También en este canto podemos observar una figura procedente de la mitología grecolatina, Cerbero, un perro monstruoso con tres bocas que protege las puertas del Infierno. Su figura puede interpretarse como un símbolo de la voracidad insaciable, consecuente con el lugar que ocupa en el infierno dantesco: la entrada del tercer círculo, el de los golosos. Además, su descripción física alude al vicio de la gula: “ancho su vientre” (v. 17).

En el cuarto círculo del infierno (Canto VII, el de los avaros y de quienes gastaron sus bienes sin mesura), Dante no reconoce a ninguna persona en particular, pero identifica a un gran número de hombres de la Iglesia, de manera que en este canto puede leerse una crítica que involucra a todo el organismo eclesiástico.

Posteriormente, en el mismo canto, Dante y Virgilio llegan a orillas de un pantano llamado Estigia, que marca el límite con el quinto círculo infernal (en el que se condena a los iracundos y a los perezosos). El Estigia, en la mitología grecolatina, es el río que separa el mundo terrenal del inframundo. Flegias, el barquero que conduce a los personajes a continuación (Canto VIII), también es una figura procedente de la mitología clásica. Su función, al igual que en el Infierno de Dante, era conducir en su barca a las almas de los difuntos, a través de un río infernal. Por eso, en este canto, Flegias confunde a Dante con un condenado. Además, la actitud con la que Flegias accede a transportarlos, “consumido en ira” (v. 24), es consecuente con el círculo infernal en el que está confinado.

En ese mismo círculo se presenta a un personaje cuyo nombre remite a una figura histórica: Felipe Argenti. Aunque existe poca información sobre este hombre contemporáneo a Dante, la particular hostilidad que el protagonista muestra hacia él parece deberse a una enemistad y a una ofensa personal hacia el autor de la Comedia.

Por otro lado, dentro de las murallas de la ciudad de Dite (en donde Dante y Virgilio se encuentran desde el final del Canto IX), se hallan las almas de los que cometieron actos por bestialidad y malicia, lo cual se considera más grave que los pecados cometidos por incontinencia y, en consecuencia, sus castigos son más severos. Así lo explica Virgilio en el Canto XI:

¿Ya no te acuerdas de aquellas palabras
que reflejan en tu ética las tres
inclinaciones que no quiere el cielo,

incontinencia, malicia y la loca
bestialidad? ¿y cómo incontinencia
menos ofende y menos se castiga?

Y si miras atento esta sentencia,
y a la mente preguntas quiénes son esos
que allí fuera reciben su castigo,

comprenderás por qué de estos felones
están aparte, y a menos crudeza
la divina venganza les somete.

(vv. 79-90)

Dentro de las murallas de Dite se encuentran los últimos cuatro círculos del Infierno: el de los herejes (sexto círculo), el de los violentos (séptimo círculo), el de los fraudulentos (octavo círculo), y, finalmente, el de los traidores (noveno círculo), tal como explica Virgilio en el canto XI.

Entre los condenados del sexto círculo, Dante encuentra a Farinata (Canto X), por quien le había preguntado anteriormente a Ciacco (Canto VI, v. 79). Este personaje está inspirado en una figura histórica, Farinata degli Uberti, el líder de los gibelinos desde 1239. Farinata expulsó a los güelfos por primera vez en 1248 y, luego, fue expulsado por estos en 1258. En 1260, cuando regresó a Florencia, expulsó nuevamente a los güelfos. Murió en su ciudad en 1264.

El encuentro con este personaje es uno de los más destacados del Infierno, puesto que se trata de un famoso político de Florencia. Las primeras palabras de Farinata revelan su interés por dialogar con un ciudadano florentino. A este personaje parece importarle más el destino de su familia y los asuntos políticos de Florencia que las circunstancias en las que se encuentra. En su diálogo, manifiesta su pesar por el destino de su familia, la cual no pudo de regresar a Florencia después de la última expulsión, y afirma que esto le pesa más que las penas del Infierno: “Que aquel arte -me dijo- mal supieran, / eso, más que este lecho, me tortura” (vv. 77-78). Así, el personaje se presenta como un símbolo de entereza. También su actitud revela la firmeza de su carácter: “aquél se erguía con el pecho y frente / cual si al infierno mismo despreciase” (vv. 35-36). Además, se lo presenta como un hombre imperturbable: luego de la interrupción del padre de Guido, se dice de él: “Mas el otro gran hombre, a cuyo ruego / yo me detuve, no alteró su rostro, / ni movió el cuello, ni inclinó su cuerpo" (vv. 73-75).

Por otra parte, el hombre que se alza de su tumba súbitamente es el padre de Guido Cavalcanti, célebre poeta y amigo de Dante. Sus preguntas acuciantes evidencian el temor por la muerte de su hijo, pero, además, su forma de hablar contrasta con la del líder gibelino: mientras este es enérgico y diplomático, el padre de Guido habla de manera precipitada y entrecortada: “Súbitamente alzado gritó: «¿Cómo / has dicho?, ¿Fue?, ¿Es que entonces ya no vive? ¿La dulce luz no hiere ya sus ojos?»” (vv. 67-69).

Tras la breve interrupción del padre de Guido, Farinata presagia el futuro de Dante: “Pero antes que cincuenta veces arda / la faz de la señora que aquí reina, / tú has de saber lo que tal arte pesa” (vv. 79-81). Esto es, antes de que concluyan cincuenta ciclos de la luna (en menos de cuatro años), Dante conocerá el dolor de no poder regresar a su patria. En efecto, Dante fue expulsado de Florencia en 1302 y, antes del verano de 1304, fracasó en su intento de regresar a su ciudad (es decir, antes de cuatro años, desde el momento en que el personaje realiza el viaje ultraterreno, en abril de 1300). Dado que Dante escribió este canto posteriormente, pudo hacer coincidir el presagio de Farinata con los hechos que efectivamente sucedieron en su vida en los años que aquí se indican.

En los cantos sucesivos, Dante y Virgilio recorrerán los últimos tres círculos del Infierno, los cuales se dividen, a su vez, en otros recintos, como veremos a continuación.