Casa tomada

Casa tomada Resumen y Análisis Parte 2

Resumen

Una noche, a eso de las 20:00, mientras Irene teje, el narrador se dirige a la cocina para preparar un mate y escucha algo en el comedor o en la biblioteca. Es un sonido impreciso, como de una silla que se cae, o un susurro de una conversación. También lo oye en el fondo del pasillo y se apresura entonces a cerrar la puerta de roble con llave y cerrojo.

Al volver al living con el mate, le comenta tranquilamente a su hermana que la parte del fondo de la casa ha sido tomada. Ella le pregunta si está seguro, y luego le dice que tendrán que arreglarse viviendo de ese lado. El narrador se pone a cebar mate, pero a Irene le lleva mucho rato retomar su tejido.

Los primeros días son difíciles porque los dos dejaron muchas cosas del lado tomado de la casa, como los libros de literatura francesa, la pipa o las pantuflas de invierno de Irene y su botella de Hesperidina. A veces, abren un cajón y se dan cuenta de que otra cosa que están buscando se perdió para siempre de aquel lado de la casa.

Por otro lado, la limpieza se les simplifica, por lo que los dos comienzan a levantarse más tarde y, aun así, las tareas están hechas antes de las once. Irene entonces comienza a preparar el almuerzo junto al narrador, hasta que se organizan de la siguiente manera: mientras él prepara la comida del mediodía, ella se ocupa de cocinar platos fríos para la noche, lo que les ahorra tener que cocinar dos veces, y les permite cenar sin salir de sus piezas. Esto pone contenta a Irene, puesto que así le quedara más tiempo para tejer. El narrador, por otro lado, se siente un poco perdido sin sus libros, y se pone a revisar la colección de estampillas de su padre. Por lo general, los dos se reúnen en el dormitorio de Irene, que es el más cómodo, y así pasan sus tardes.

Análisis

La narración de los hechos sucedidos en la casa se alterna con las descripciones que el narrador hace de Irene y de la casa. Esta doble focalización entre Irene y la casa se limita a enumerar disposiciones, rutinas y costumbres, pero nada logra decir de los pensamientos de los personajes: en verdad, el lector no sabe nada de Irene, y solo puede definirla como un personaje femenino por el lugar que ocupa el tejido en su vida (siendo esta una tarea históricamente asociada con las mujeres). Los pocos diálogos que se dan entre los hermanos tampoco sirven para acceder a la conciencia de ninguno de los dos, algo que va en sintonía con una importante frase del narrador: “Se puede vivir sin pensar” (p. 135). En verdad, el lector no sabe nada de la forma de pensar de los personajes, sino que solo llega a conocer sus hábitos, y de ellos debe desprender todas las consideraciones ideológicas de estos personajes. Esa vida rutinaria que se lleva adelante sin pensar se parece en muchos aspectos más a la vida matrimonial que a la relación entre dos hermanos y, en ese sentido, muchos críticos han señalado esta pareja como una relación incestuosa. Si bien es aventurado hablar de incesto, sí es interesante destacar la admiración que muestra el narrador por el talento que tiene Irene para tejer, siendo esta, como se ha dicho, la actividad que parece definir la feminidad del personaje.

Por otra parte, existen otras particularidades en torno al narrador protagonista que, dentro de los grandes implícitos sobre los que trabaja el relato, aportan mucha información. En primer lugar, tal como lo indica, su hermana, Irene, y él son los últimos vástagos de la estirpe familiar que ha vivido en esa casa, y con ellos la familia está destinada a extinguirse (ya que ninguno ha tenido hijos). Como se hace evidente, ni el narrador ni su hermana deben trabajar, puesto que viven de las rentas que producen los campos de la familia. Gracias a estos datos enunciados por el narrador distraídamente, el lector puede comprender que se trata de un hombre perteneciente a la alta burguesía que se encuentra en plena decadencia. Otro elemento que pone en evidencia el estatus social del narrador y su filiación ideológica es su ya mencionada afición a la literatura francesa: las pocas veces que sale de su casa -que es su fortaleza y su lugar seguro en contraposición al mundo exterior- suele buscar las novedades en literatura extranjera; este gesto puede leerse como un rechazo hacia la producción nacional y hacia la cultura popular en auge en Argentina. En un contexto intelectual dividido entre dos grupos de escritores, uno de tendencia popular y social, como Roberto Arlt o Elías Castelnuovo, y otro de tendencia clasista y esteticista, entre los que destacan Jorge Luis Borges y Oliverio Girondo. En este sentido, la predilección que manifiesta el protagonista por la literatura francesa es un claro gesto de filiación cultural y política.

En esta sección se presenta el conflicto que da nombre al cuento: una fuerza desconocida e innombrable toma la parte trasera de la casa. La toma no se manifiesta más que por sonidos y rumores sordos que el narrador comienza a escuchar: “El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta” (p. 133).

Cuando el narrador comienza a sentir ruidos y rumores sordos dentro de su casa, todo el esquema espacial que se había articulado en la primera parte del relato se subvierte: Ahora, el interior de la casa ya no puede asociarse a la seguridad de la pareja, sino que se convierte en un peligro inminente. Los ruidos y rumores significan una invasión progresiva del espacio privado y vital que desplaza al narrador y su hermana dentro de su propia casa, y los recluye a vivir en la parte delantera. Cabe destacar que esta invasión progresiva primero toma la parte trasera de la casa, aquella que los hermanos apenas utilizan, y se convierte en una amenaza constante que los acecha noche y día.

Uno de los elementos más inquietantes del cuento es la actitud de los personajes ante esta invasión: ni el narrador ni su hermana hacen nada para evitarla, o para investigar de qué se trata, sino que intentan continuar con sus rutinas, como si nada hubiera pasado. Así, lo único que rompe a veces la fantasía de normalidad es el descubrimiento de que les falta algo que desean y que quedó del otro lado de la casa. El otro elemento inquietante que perturba al lector tanto como la impasividad de los personajes es constatar que esa amenaza crece dentro de la casa, es decir, se gesta en el espacio cerrado y seguro que configura y define la vida de los personajes. En verdad, parece que la propia casa es quien está expulsando a sus habitantes, como si los forzara a salir al mundo exterior, es decir, a la realidad que existe más allá de sus hábitos y rutinas privadas.

La invasión de la casa ha suscitado, a lo largo de los años, muchas interpretaciones desde el plano ideológico. La más famosa de ellas fue realizada en la década de 1960, por el intelectual argentino Juan José Sebreli, por lo que se la conoce como la “hipótesis Sebreli”. Según esta interpretación, la casa del relato representa a la Argentina de la década del 40, y las fuerzas inquietantes que la toman son los movimientos populares que ganan poder en la época, representados por el peronismo. Los hermanos que habitan la casa, en esta lectura, representan a la alta burguesía argentina que vive de la renta agraria y son de marcada tendencia europeísta: se trata de una clase social en decadencia que siente el avance de los movimientos populares como una amenaza a su estatus socioeconómico. Esta lectura también ahonda en la relación de los hermanos, cuya relación incestuosa representaría la endogamia propia de las élites que se ordenan según una lógica de castas. Si bien Cortázar aclaró en diversas entrevistas que esta no había sido su idea original, la aceptó como una de las lecturas posibles, principalmente porque en la década de 1940, el propio autor se había declarado antiperonista y ante el triunfo presidencial de Perón, se había exiliado en Francia. Así, si bien hacer una crítica del peronismo no estaba dentro de su proyecto de escritura, las angustias que estaba viviendo en esa época bien podrían haber sido las promotoras implícitas y ocultas de su relato.