Casa tomada

Casa tomada Citas y Análisis

Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura, pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse.

El narrador, p. 131.

De esta manera presenta el narrador la relación que él y su hermana tienen con la casa y con su genealogía familiar: los dos representan los últimos vástagos de una familia de la alta burguesía de Buenos Aires y permanecen en la casa familiar, que es demasiado espaciosa para que la ocupen solo dos personas.

Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos a mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos pocos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa, y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia.

El narrador, p. 131.

Esta cita describe la rutina de la pareja de hermanos en la enorme casa. Como puede verse, la casa define los hábitos de sus habitantes, obligándolos a limpiar las grandes habitaciones inhabitadas y recluyéndolos luego en su interior. Así, la pareja no solo se ha acostumbrado a la rutina, sino que parece ser feliz repitiendo constantemente el mismo hábito.

Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias...

El narrador, pp. 131-132.

En este pasaje el narrador describe a su hermana y el hábito que la caracteriza: el tejido. A su vez, realiza una apreciación sobre el tejido como una labor propiamente femenina, que las mujeres utilizan como una excusa para no empeñarse en otras actividades. Sin embargo, también destaca que Irene es diferente, puesto que no utiliza el tejido como una distracción, sino que demuestra que es en realidad una tarea muy productiva, ya que es capaz de tejer una buena cantidad de las prendas que la pareja utiliza cotidianamente.

Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.

El narrador, p. 132.

En esta cita el narrador se refiere a su principal afición, la literatura francesa, al mismo tiempo que hace una referencia temporal fundamental para poder contextualizar su relato. A partir de la mención del año 1939, el lector comprende que la historia transcurre en la década de 1940, caracterizada en Argentina por el auge del peronismo y en todo el mundo por la Segunda Guerra Mundial.

La referencia a la literatura francesa, por otra parte, pone de manifiesto la filiación cultural del narrador, quien se muestra interesado por la literatura y la cultura europeas antes que por la cultura argentina. Esta filiación ideológica coincide con la posición que el narrador ocupa como miembro de una alta burguesía decadente frente al avance de la clase obrera impulsado por el peronismo.

No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba la plata de los campos y el dinero aumentaba.

El narrador, p. 132.

Este pasaje revela otro elemento necesario para comprender el trasfondo de los personajes y de la propia casa: al mencionar el narrador que tanto él como su hermana viven de rentas producidas por sus campos, queda claro que su familia pertenece a la oligarquía ganadera de la Argentina y, aunque se encuentre en decadencia, no es una clase social que deba trabajar o insertarse de otra manera en el sistema productivo.

-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo.

Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.

-¿Estás seguro?

Asentí.

-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir de este lado.

El narrador e Irene, p. 134.

Este diálogo sucede inmediatamente después de la toma de la parte trasera de la casa. Como puede observarse, ninguno de los personajes realiza ningún juicio de valor sobre lo que acaba de pasar, y su resignación se hace evidente. Dentro de todos los implícitos que caracterizan al relato, la poca reacción frente a la toma de la casa es, para el lector, uno de los más inquietantes.

Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene extrañaba unas carpetas, un par de pantuflas que tanto la abrigaban en invierno. Yo sentía mi pipa de enebro y creo que Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto sucedió solamente los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.

-No está aquí.

Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.

El narrador, p. 134.

Como demuestra esta cita, existen elementos de la rutina de los hermanos que se han perdido para siempre, como las pantuflas de Irene o los libros del narrador. Ambos tienen que encontrar reemplazos para las pérdidas, algo que realizan con tristeza, una de las pocas emociones que se manifiestan dentro de la casa.

La limpieza se simplificó tanto que aun levantándonos tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resulta molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar.

El narrador, p. 134.

Tras la toma de la parte trasera de la casa, la pareja de hermanos debe reestructurar su rutina. Ahora tienen menos habitaciones que limpiar y, por ende, mucho más tiempo libre. El cambio se extiende a la preparación de las comidas y el uso de la casa; en la nueva situación, la cocina pasa a utilizarse solo una vez al día y los hermanos luego llevan la cena fría a la habitación de Irene. Así, se hace evidente que ambos evitan estar en la parte de la casa que da al sector tomado.

En la cocina y el baño, que quedaba tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en voz más alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiado ruido de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos más despacio para no molestarnos.

El narrador, pp. 135-136.

Esta cita es otro ejemplo de los recaudos que los hermanos toman para evitar escuchar los sonidos de la parte tomada de la casa, y el miedo implícito con el que viven. Ambos intentan mantenerse bulliciosos durante el día, con el objetivo de tapar cualquier rumor o susurro que pueda llegarles desde el sector tomado de la casa.

Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.

El narrador, p. 136.

Este fragmento corresponde al final del relato. Una vez en el exterior, el narrador y su hermana manifiestan emociones más intensas que las descriptas durante su vida en el interior. Con un último gesto, el narrador se deshace de la llave de la casa, con lo que indica simbólicamente que ahora se encuentran totalmente en el mundo exterior y que deben aprender a moverse en esa realidad a la que habían escapado por tanto tiempo, guareciéndose en el interior de su casa.