Casa tomada

Casa tomada Cortázar y el peronismo

El peronismo es un movimiento político argentino que surgió en la década de 1940 a partir de la figura de Juan Domingo Perón y que se convirtió en el partido de mayor influencia en la historia argentina del siglo XX. En sus inicios como movimiento político y social de izquierda, el peronismo se enfocó en la justicia social y en los derechos de los trabajadores.

Sus principales características y líneas ideológicas, a grandes rasgos, incluyen la reivindicación de los derechos laborales, la creación de condiciones adecuadas para la clase obrera y el fomento de los derechos de la mujer. A su vez, se caracterizó por la estatización de los servicios, una política antiimperialista, el fomento industrial nacional y la consolidación de un Estado protector de las clases sociales más necesitadas.

Dentro de las principales críticas que se le realizan al peronismo, sus opositores destacan su carácter populista y de tendencias fascistas, y su intervención sistemática sobre todos los ámbitos de la cultura y la sociedad con fines de adoctrinamiento de masas.

En la década de 1940, el peronismo naciente presentaba una novedosa política cultural que enfrentaba de forma radical a los sectores populares contra los sectores intelectuales tradicionales. Esta confrontación cultural tuvo su impacto en las universidades, bastiones de los sectores intelectuales, y poco tiempo después de asumir Perón la presidencia en 1946, las casas de estudio se intervinieron.

En 1944, Cortázar había comenzado a dictar cursos de literatura en la flamante Universidad de Cuyo y si bien en un principio lo habían tildado de comunista, ahora la nueva gestión de 1946 lo tildaba de “facho”, es decir, de opositor, por derecha, al gobierno peronista. Cortázar, que había participado en la lucha política contra el peronismo los últimos años, renuncia a sus cátedras en la facultad ante el cambio del gobierno.

En los años siguientes, Cortázar se retira del mundo político y se prepara intensamente para obtener una titulación como traductor; así, pasa casi seis años encerrado en su departamento, frecuentando a unos pocos amigos y concentrado en el estudio. Una explicación a esta conducta se halla en que, si bien el escritor era declaradamente antiperonista, tampoco se identificaba con la oposición, principalmente porque la consideraba oportunista y carente de principios.

Años después, Cortázar se muestra muy crítico de su posición antiperonista, y al respecto, llega a decir:

“Entonces, dentro de la Argentina, los choques, las fricciones, la sensación de violación que padecíamos cotidianamente frente a ese desborde popular, nuestra condición de jóvenes burgueses que leíamos en varios idiomas, nos impidió entender ese fenómeno. Nos molestaban mucho los altoparlantes en las esquinas gritando «Perón, Perón, que grande sos» porque se intercalaban con el último concierto de Alban Berg que estábamos escuchando. Eso produjo en nosotros una equivocación suicida y muchos nos mandamos a mudar” (Cortázar, en Goloboff, 2014:45).

Escrito en 1946, “Casa tomada” es un relato que, posiblemente, vehiculiza estas angustias y esta sensación de “violación” a la que se refiere Cortázar en la cita. Por eso, no es descabellada la hipótesis de Juan José Sebreli sobre la dimensión antiperonista que se vislumbra como fondo simbólico del relato, algo que el propio escritor aceptó luego. La crítica personal de la cita anterior se extiende a toda una generación de jóvenes intelectuales que repudiaban al peronismo, a la que Cortázar se refiere con dureza:

“Mi generación empezó siendo bastante culpable en el sentido que le daba la espalda a la Argentina. Éramos muy snobs, aunque muchos de nosotros sólo nos dimos cuenta de eso más tarde. Leíamos muy poco a los escritores argentinos, y nos interesaba casi exclusivamente la literatura inglesa y la francesa; subsidiariamente, la italiana, la norteamericana y la alemana, que leíamos en traducciones. Estábamos muy sometidos a los escritores franceses e ingleses hasta que en un momento dado –entre los 25 y los 30 años– muchos de mis amigos y yo mismo descubrimos bruscamente nuestra propia tradición. La gente soñaba con París y Londres. Buenos Aires era una especie de castigo. Vivir allí era estar encarcelado” (Cortázar, en Goloboff, 2014:45)

Lo que denuncia Cortázar en este pasaje es la falta de conciencia social propia de los intelectuales de su generación -y de él mismo- algo que se evidencia explícitamente en algunos de sus cuentos. En “Las puertas del cielo”, por ejemplo, cuento reunido en Bestiario, junto a “Casa tomada”, se describe un baile popular del Palermo Palace, se incluye una descripción de lo que se llamaba ,despectivamente, un “cabecita negra” e incluso se los califica como monstruos: “yo iba a esa milonga por los monstruos” (Cortázar, 2013:206).

Además de las autocríticas de Cortázar sobre su antiperonismo, el escritor reconoce que mientras se oponía a un movimiento que destacaba por su dimensión popular, se alejaba a la vez del esteticismo y del intelectualismo en el plano de la lengua: lo que en su momento no hizo en el plano político, el escritor lo trabajó desde su arte: así, Cortázar explora en el lenguaje el habla de los argentinos y depura de ornamentos esteticistas su literatura como una propuesta política de reivindicación del idioma de las clases populares. Esto se hace cada vez más patente en su literatura, que se conecta desde el lenguaje cada vez más con la realidad argentina.

Con todo esto, es indudable que existen conexiones implícitas entre “Casa tomada” y el declarado antiperonismo de su autor, aun cuando el relato no fue pensado programáticamente como una crítica explícita. Sin embargo, es necesario, al leer los textos de los años 40 y 50, tener también en cuenta esta crítica que Cortázar hace a su pasado antiperonista, no porque el escritor haya apoyado luego al peronismo, sino porque en su repudio más radical descubría un esnobismo y una postura elitista que con los años aprendió a rechazar.