Borges y yo

Borges y la política

Yo descreo de la política no de la ética. Nunca la política intervino en mi obra literaria, aunque no dudo que este tipo de creencias puedan engrandecer una obra. Vean, si no, a Whitman, que creyó en la democracia y así pudo escribir Leaves of Grass, o a Neruda, a quien el comunismo convirtió en un gran poeta épico… Yo nunca he pertenecido a ningún partido, ni soy el representante de ningún gobierno… Yo creo en el Individuo, descreo del Estado. Quizás yo no sea más que un pacífico y silencioso anarquista que sueña con la desaparición de los gobiernos. La idea de un máximo de Individuo y de un mínimo de Estado es lo que desearía hoy…[70]​

El anarquismo filosófico de raíz liberal spenceriana, aprendido del padre y alimentado en las conversaciones con Macedonio Fernández, marcaría a Borges fundamentalmente para un rechazo de toda tiranía de carácter personalista. Durante su juventud tuvo una activa militancia en la Unión Cívica Radical, por influencia de su abuelo Isidoro Acevedo Laprida, amigo personal de Leandro Alem, si bien más tarde se afilió al Partido Demócrata Conservador de la Capital Federal (rubricando la ficha n°12013), días antes de las elecciones presidenciales de 1963, a instancias del dirigente Emilio J. Hardoy. En un discurso dado por Borges en la sede partidaria del Partido Demócrata Conservador, en la calle Rodríguez Peña 525, luego de afiliarse, dijo: "Me siento muy feliz entre ustedes. Si tuviera que razonar esto, diría que las horas de mayor decoro y tranquilidad de la patria, corresponden a este partido". [71]​ En 1928 escribió sobre Hipólito Yrigoyen:

Razonar esta convicción de yrigoyenista es empresa fácil. Equivale a pensar ante los demás lo que ya ha pensado mi pecho. Yrigoyen es la continuidad argentina.

Es el caballero porteño que supo de las vehemencias del alsinismo y de la patriada grande del Parque y que persiste en una casita (lugar que tiene clima de patria, hasta para los que no somos de él), pero es el que mejor se acuerda con profética y esperanzada memoria de nuestro porvenir.

Es el caudillo que con autoridad de caudillo ha decretado la muerte inapelable de todo caudillismo; es el presente que, sin desmemoriarse del pasado y honrándose con él se hace porvenir (...) Yrigoyen, nobilísimo conspirador del Bien, no ha precisado ofrecernos otro espectáculo que el de su apasionado vivir, dedicado con fidelidad celosa a la Patria. Carta de Borges a Raúl González Tuñon hacia marzo de 1928.[72]​

De su desapego con respecto a las utopías políticas da fe el copioso anecdotario del autor. Borges consideró su afiliación al Partido Conservador como «una forma de escepticismo». Es muy recordado el siguiente caso: «Una mañana de octubre de 1967, Borges está al frente de su clase de literatura inglesa de la facultad. Un estudiante entra y lo interrumpe para anunciar la muerte del Che Guevara y la inmediata suspensión de las clases para rendirle un homenaje. Borges contesta que el homenaje seguramente puede esperar. Clima tenso. El estudiante insiste: 'Tiene que ser ahora y usted se va'. Borges no se resigna y grita: 'No me voy nada. Y si usted es tan guapo, venga a sacarme del escritorio'. El estudiante amenaza con cortar la luz. 'He tomado la precaución –retruca Borges- de ser ciego esperando este momento'.[73]​ El mismo escepticismo observó con respecto a lo que hoy llamamos «corrección política». Sobre un doctorado honoris causa recibido en los Estados Unidos en 1972, dice a Bioy Casares: «El acto fue evidentemente político. Si lo hubiera sabido, no iba. Nos dieron el título a cuatro personas: dos blancos, un piel roja y un negro. Yo creo que solo por racismo, porque toman en cuenta las razas, nos eligieron».[74]​ Con ocasión de otro doctorado honoris causa, en 1976, en el Chile de Pinochet, recibió una llamada de Estocolmo advirtiéndole de que si acudía a recogerlo nunca iba a ganar el Nobel.[75]​ Su respuesta fue:

Mire, señor; yo le agradezco su amabilidad, pero después de lo que usted acaba de decirme mi deber es ir a Chile. Hay dos cosas que un hombre no puede permitir: sobornos o dejarse sobornar. Muchas gracias, buenos días.

Se opuso tajantemente al golpe de Estado encabezado por José Félix Uriburu que derrocó a Yrigoyen en septiembre de 1930. Tuvo un cruce al respecto con el reconocido escritor anarquista Roberto Arlt, que apoyaba el golpe. Según cuenta el propio Borges:

Fíjese que Arlt, en ese entonces, era partidario de Uriburu; bueno, un poco después. Pero cuando se produjo la revolución, él apoyó a Uriburu y yo era radical. Sin embargo, ahora se lo muestra a Arlt como todo lo contrario...[76]​

Si bien siempre priorizó su desarrollo literario por sobre la política, mantuvo una militancia relativamente activa dentro de la resistencia radical. Tras el fracaso de la revolución radical de 1933 en Paso de los Libres, Arturo Jauretche se vio obligado a exiliarse en Montevideo. Allí conoció a Borges, que había viajado al Uruguay a visitar familiares maternos. Jauretche le mostró su poema El Paso de los Libres, donde reivindicaba el levantamiento radical. A Borges le agradó a tal punto que aceptó escribir el prólogo para la primera publicación.[77]​[78]​

Durante toda su vida él trataría de rescatar, destacar y fomentar la individualidad por sobre los movimientos de masas. En particular en aquellos movimientos que, amparados en la figura de un líder carismático, se multiplicaban en las décadas de los treinta y cuarenta en la Argentina y el mundo. Borges, lejos de estar fuera de los acontecimientos de su época, interpretaba y criticaba muchos de ellos en el mismo momento en que sucedían. Así, en mayo de 1937, escribió en el número 32 de la revista Sur contra el racismo de los libros de texto de las escuelas alemanas:

No sé si el mundo puede prescindir de la civilización alemana. Es bochornoso que la estén corrompiendo con enseñanzas de odio.[79]​

En la misma revista, en 1939, escribió en su Ensayo de imparcialidad: «Es posible que una derrota alemana sea la ruina de Alemania; es indiscutible que su victoria sería la ruina y el envilecimiento del orbe. No me refiero al imaginario peligro de una aventura colonial sudamericana; pienso en los imitadores autóctonos, en los Uebermenschen caseros que el inexorable azar nos depararía. […] Espero que los años nos traerán la venturosa aniquilación de Adolf Hitler, hijo atroz de Versalles».[80]​

Se debe destacar el carácter profético de la preocupación de Borges por la multiplicación de Übermenschen nativos. Para Borges, tal profecía se vería realizada en la figura de Perón y su ascensión al poder. Cuando, en 1946, Perón toma efectivamente el poder, Borges, que trabajaba en una biblioteca pública, fue «ascendido» a inspector de gallinas y conejos en los mercados. Borges fue a la municipalidad para preguntar a qué se debía ese nombramiento. Él mismo cuenta la anécdota en su autobiografía:

«Mire —dije al empleado—, me parece un poco raro que de toda la gente que trabaja en la biblioteca me hayan elegido a mí para desempeñar ese cargo». «Bueno —contestó el empleado— usted fue partidario de los aliados durante la guerra. Entonces, ¿qué pretende?» Esa afirmación era irrefutable, y al día siguiente presenté mi renuncia. Los amigos me apoyaron y organizaron una cena de desagravio. Preparé un discurso para la ocasión» («Borges», 1999, p. 112)

El discurso, dada la timidez de Borges, fue leído por su amigo Pedro Henríquez Ureña el día 8 de agosto de 1946 y publicado en el número 142 de la revista Sur. En él, Borges afirmaba que «las dictaduras fomentan la opresión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad; más abominable es el hecho de que fomenten la idiotez». Agregaba que combatir esas tristes monotonías «es uno de los muchos deberes del escritor».[81]​

«Yo nunca negué ser antiperonista. Además de razones generales, tengo razones particulares: mi madre estuvo presa. Sí, al principio participó en una manifestación que hubo para que no se modificara el Himno Nacional. Y entonces tomaron presas a algunas personas. A mi madre le dieron, como prisión, esta casa. (...) Y luego mi hermana estuvo presa, en el Buen Pastor. Era una cárcel para prostitutas. Y a un grupo de señoras las destinaron allí, bueno, para insultarlas deliberadamente. Y cumplieron sus 30 días. Salvo que ellas no sabían que iban a ser 30 días, de modo que para ellas fue indefinido aquello. (...) Los domingos íbamos a verlas. Y me parecía tan raro ver la cara de mi hermana detrás de la ventanilla con rejas. Y le llevábamos… bueno, lo que se lleva a los presos: dulce de membrillo, dulce de leche…» Relato de Borges en una entrevista durante la década de los 80[82]​

Borges es frecuentemente cuestionado por ciertos sectores progresistas que lo acusan de haber avalado las dictaduras militares que imperaron en América Latina durante la década de los '70.[83]​ Según Edwin Williamson,[84]​ ya «durante sus estancias en España, Borges pregonó a los cuatro vientos su apoyo a los regímenes militares de Iberoamérica, descartando la democracia como una superstición». Por otra parte, «de la guerra civil española declaró: yo estaba del lado republicano, pero luego me di cuenta, en la paz, de que Franco era merecedor de elogios»

Su apoyo a los levantamientos militares contra el peronismo (tanto en 1955 como en 1976) respondía al deseo de que se emprendiese una normalización democrática que excluyera al peronismo y al comunismo, mas no un régimen dictatorial. Prueba de esto son sus posteriores críticas a la Revolución Libertadora y al Proceso de Reorganización Nacional.

-¿Qué opinión le merecerá a Borges, entonces, la que dio en llamarse Revolución Libertadora?

-Estábamos todos engañados, creímos que todo iba a cambiar, que era como una suerte de aurora. Estábamos muy entusiasmados todos por la Revolución Libertadora. (...) Después hubo gobiernos mediocres, y algunos cómplices, como el de Frondizi.

-¿Qué recuerdo habrá dejado en el escritor el gobierno de Arturo Illia? -Creo que fue el mejor. Al menos el menos malo, sí, seguro. Porque los gobiernos militares realmente son un mal de toda esta América del sur.

-Claro que a nadie se le escapa que Borges estuvo esperanzado con el golpe militar de 1976…

-Sí, es verdad. Yo estaba en California con un amigo y recuerdo que cuando supimos lo que había ocurrido nos abrazamos. La gente que pasaba, con toda razón, pensaba que estábamos locos. Pero luego fuimos gradualmente desengañándonos. Los militares subieron con el apoyo del país, sin excluir a los peronistas. A todo el mundo le pareció bien que sacaran a Isabel Perón y a López Rega. Luego hemos tenido estos 6 o 7 años desastrosos. Fragmento de una entrevista realizada en 1983[82]​

Sus opiniones sobre la dictadura fueron mutando con el tiempo, ya que para 1980 se encontraba entre los firmantes de una solicitada de solidaridad de Madres de Plaza de Mayo, dicho apoyo dado tras reunirse con dos madres de dicha organización.[85]​[86]​

Después de la dura represión (varios centenares de muertos) que sufrieron estudiantes universitarios en la Plaza de las Tres Culturas de la Ciudad de México el 2 de octubre de 1968 (conocida como ‘masacre de Tlatelolco’), Borges presuntamente firmó junto con los escritores Manuel Peyrou y Adolfo Bioy Casares un telegrama enviado desde Buenos Aires a través del cual expresó su respaldo al gobierno mexicano.[87]​[88]​[89]​ Lo anterior motivó al escritor y Premio Cervantes mexicano Carlos Fuentes a declarar que “Borges era un genio literario y un imbécil político”.[90]​[91]​[92]​[93]​[94]​ Sin embargo, también existen fuentes que rechazan dicha acusación.[95]​

En 1980 había firmado una Solicitada por los desaparecidos en el diario Clarín. Borges dijo al respecto:

Una tarde vinieron a casa las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo a contarme lo que pasaba. Algunas serían histriónicas, pero yo sentí que muchas venían llorando sinceramente porque uno siente la veracidad. Pobres mujeres tan desdichadas. Esto no quiere decir que sus hijos fueran invariablemente inocentes pero no importa. Todo acusado tiene derecho, al menos, a un fiscal para no hablar de un abogado defensor. Todo acusado tiene derecho a ser juzgado. Cuando me enteré de todo este asunto de los desaparecidos me sentí terriblemente mal. Me dijeron que un general había comentado que si entre cien personas secuestradas, cinco eran culpables, estaba justificada la matanza de las noventa y cinco restantes. ¡Debió ofrecerse él para ser secuestrado, torturado y muerto para probar esa teoría, para dar validez a su argumento!

En otra entrevista realizada en 1983, se refirió más en detalle respecto a la dictadura militar y su relación con ella:

-¿Cómo y por dónde supone usted que debe comenzar la difícil tarea de volver a poner el país en marcha?

Tenemos un camino muy arduo que recorrer todavía. Hay que desandar muchos años del gobierno militar. Lo primero es la situación económica, luego, durante tantos años la deshonra, la corrupción, la coima. Todos estamos un poco manchados tal vez. Es muy difícil modificarlo en forma rápida. No sé si la gente espera un milagro de la noche a la mañana. Si nuestra esperanza es impaciente, creo que es un grave error. Ahora mismo, el peso argentino, traspuestas las fronteras, se evapora. Cuando me brindan dinero argentino, es lo mismo que me ofrecieran hojas secas... Tantos años que yo me dejé engañar con los militares, con los militares que subieron al poder... -Pero no sólo usted. Mucha gente pensó lo mismo...

-Gran parte del pueblo argentino. Es que se esperaba no que fuera un gobierno eficaz, sino honesto, que se diferenciara del peronismo. Pero despojaron el país, lo expoliaron, lo destrozaron. Han cometido todos los errores y todos los crímenes posibles. Hasta se habla de 30.000 desaparecidos... Desaparecidos es un eufemismo, pero es decir 30.000 personas, acaso secuestradas, torturadas y tal vez asesinadas. Hasta inventaron una guerra.[96]​

El día que Borges asistió a la sala donde se juzgaban a las Juntas Militares argentinas escribió una crónica para la agencia española EFE. Se tituló Lunes, 22 de julio de 1985.[97]​

La guerra de las Malvinas fue un conflicto armado entre Argentina y el Reino Unido ocurrido en las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982 por la soberanía sobre estos archipiélagos australes tomados por la fuerza en 1833 y dominados desde entonces por el Reino Unido. El saldo final de la guerra fue la reocupación de los tres archipiélagos por parte del Reino Unido y la muerte de 649 militares argentinos, 255 británicos y 3 civiles isleños. En Argentina, la derrota en el conflicto precipitó la caída de la junta militar que gobernaba el país y que había sucedido a otras juntas militares instauradas tras el golpe de Estado de 1976 y la restauración de la democracia como forma de gobierno. Por otro lado, se sostiene que la victoria en el enfrentamiento permitió al gobierno conservador de Margaret Thatcher lograr la reelección en las elecciones del año 1983. En 1982 Borges condenó la invasión argentina de las Islas Malvinas, y valoró en forma positiva las consecuencias de la derrota:

...si se hubiesen reconquistado las Malvinas, posiblemente los militares se hubiesen perpetuado en el poder y tendríamos un régimen de aniversarios, de estatuas ecuestres, de falta de libertad total. Además, yo creo que la guerra se hizo para eso, ¿no?

Al respecto, dijo Julian Barnes: «Durante la guerra de Malvinas, (Borges) nos recordó que la obligación del escritor es decir la verdad más allá de la popularidad. Es lo que hizo con su comentario, brillante y sagaz, de que la guerra no era más que dos pelados peleándose por un peine».[98]​

Aparte de ese comentario, Borges logró sintetizar lo absurdo de los nacionalismos y de las guerras en su poema Juan López y John Ward.[99]​

Les tocó en suerte una época extraña.

El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras. López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote. El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en una aula de la calle Viamonte. Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel. Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.

El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.[99]​

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