Borges y yo

Borges y la filosofía

Borges mantuvo una relación sumamente original con la filosofía. Prueba de ello son las incontables menciones filosóficas presentes en su obra ensayística y literaria, así como también su influencia sobre importantes filósofos y pensadores contemporáneos, como Michel Foucault, Ilya Prigogine, Richard Rorty, Umberto Eco y Fernando Savater. Sin ser propiamente filósofo Borges era, no obstante, un ávido lector de filosofía. Uno de los elementos originales de su abordaje es que en sus textos las ideas filosóficas aparecen de forma tal que producen en los lectores su vivencia antes que su conceptualización. Borges rescata ciertas ideas y las representa en clave literaria, destacando lo que estas tienen de vívido y de maravilloso, apelando a la intuición del lector antes que a su captación conceptual o argumentativa. Las ideas así presentadas son comprendidas en toda su fuerza expresiva. Para generar este efecto, uno de sus procedimientos consiste en asumir las premisas propias de un determinado sistema filosófico y recrear el universo tal como sus partidarios lo perciben. Por ejemplo, en su cuento Tlön, Uqbar, Orbis Tertius,[100]​ Borges ilustra el idealismo filosófico al presentarnos un mundo —Tlön— cuyos habitantes conciben lo real como un producto de la mente. Según Nicolás Zavadivker,[101]​ Borges no nos habla en esa historia sobre el idealismo, sino que nos presenta directamente un mundo construido según las premisas idealistas. De esta forma genera una comprensión de estas ideas desde dentro del propio sistema, desde sus posibilidades y sus límites. Desliza, por ejemplo, que no existen los sustantivos en las lenguas de Tlön, por la sencilla razón de que sus habitantes no creen que haya cosas a las que estos puedan referirse, como afirma el idealismo. Borges ilustra magistralmente los alcances de esta ausencia traduciendo la frase «surgió la luna sobre el río» por la tlöniana «hacia arriba detrás duradero-fluir luneció».

Este rescate de Borges de las consecuencias más maravillosas de las perspectivas filosóficas que trata se vincula a su explícita opción por la belleza antes que por la verdad. Así, Borges afirma encontrar en su obra una tendencia consistente en «estimar las ideas religiosas o filosóficas por su valor estético y aún por lo que encierran de singular y de maravilloso».[102]​ Su esteticismo posiblemente sea una de las claves de la aparente adscripción de Borges hacia filosofías contradictorias, lo que generó discusiones en torno de su propia posición filosófica. También en varias ocasiones destacó su escepticismo con respecto a las posibilidades de la filosofía: «No hay ejercicio intelectual que no sea finalmente inútil. Una doctrina filosófica es al principio una descripción verosímil del universo; giran los años y es un mero capítulo —cuando no un párrafo o un nombre— de la historia de la filosofía».[103]​ Según Zavadivker, su esteticismo y su descreimiento en las posibilidades de la filosofía para explicar el mundo lo llevó a asumir y hasta festejar la pluralidad de perspectivas con que los hombres han interpretado el mundo, sin necesidad de definirse por alguna de ellas.

Mauthner: Filosofía y lenguaje

El apice (Leiden)

Fritz Mauthner, filósofo del lenguaje y autor del Diccionario de Filosofía (Wörterbuch der Philosophie), ejerció gran influencia sobre Borges. Así lo reconoció este en numerosas ocasiones a lo largo de su vida.[104]​ Según afirmó en 1940 en la revista «Sur», la obra mencionada fue uno de los cinco libros más anotados y releídos por él. Citó por primera vez a Mauthner en 1928 en El idioma de los argentinos para justificar la imposibilidad de ordenar las ideas por afinidad (clasificación psicológica). Posteriormente, se refirió a él en diversas revistas y escritos suyos como uno de sus autores predilectos. En 1962 volvió a mencionarle para alabar su erudición y su fino sentido del humor.[105]​

El Diccionario de Filosofía suministró a Borges un repertorio de temas filosóficos (el alma, la conciencia, el mundo, el espíritu, etc...) sobre los que explorar sus posibilidades literarias. Cada tema incluía una parte histórica donde exponía las aportaciones de filósofos como Plotino, Schopenhauer, Hume, Spinoza, Berkeley, Russell y otros. Para Mauthner la primera y más fundamental preocupación filosófica fue el lenguaje: «la realidad de la filosofía es esencialmente lingüística».

Borges abordó el tema del lenguaje en varias de sus obras, desde diversos ángulos. La influencia directa de Mauthner se revela en ocho relatos, como lo señala Silvia G. Dapía.[106]​

Así, en Pierre Menard, autor del Quijote, encontramos la interpretación temporal del lenguaje. Tlön, Uqbar, Orbis Tertius aborda la discrepancia entre lenguaje y realidad. Emma Zunz y Tema del traidor y del héroe tratan de la superstición de la palabra, es decir, de la creencia que respaldaría la existencia de una palabra por la existencia de un objeto. En Tigres azules está presente la tesis mauthneriana de la insuficiencia lógica del lenguaje. El otro vindica la naturaleza metafórica de todo lenguaje. El inmortal plantea el poder de los arquetipos sobre los procesos mentales individuales. Por último, en El congreso, uno de los relatos más ambiciosos de Borges, se probaría la arbitrariedad de los sistemas de clasificación lingüística.


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