Tokio blues (Norwegian Wood)

Tokio blues (Norwegian Wood) Resumen y Análisis Capítulos 8-9

Resumen

Capítulo 8

A mediados de la misma semana después de su visita al padre moribundo de Midori en el hospital, Toru se corta la palma de la mano en el trabajo. Después de vendarse, va a hablar con Nagasawa, quien lo invita a cenar con él y su novia Hatsumi el sábado. Los tres comen en un restaurante francés caro, y la conversación parece ir bien hasta que Nagasawa aborda el tema de intercambiar chicas para dormir y le dice a Hatsumi que Toru ya ha hecho esto una vez con él. Hatsumi, un tanto perturbada, insiste en que Toru se lo cuente, a lo que él responde que no es algo de lo que se sienta orgulloso, pero que a veces siente la necesidad de dormir con alguien más para no sentirse tan solo. Nagasawa proclama que él y Toru son esencialmente lo mismo, ambos egoístas completos que no pueden preocuparse por los demás. Profundamente herida por esto, Hatsumi le pregunta a Nagasawa por qué no puede considerar sus sentimientos. Con la cena arruinada, Hatsumi decide irse en un taxi con Toru en lugar de su novio. Los dos van a un bar y juegan unas partidas de billar, que gana todas Hatsumi. Luego, Toru la acompaña hasta su departamento, donde Hatsumi le cambia el vendaje de la herida. Toru siente que hay algo especial en aquella muchacha y que se desperdiciará al lado de Nagasawa. Luego, como narrador de la novela, Toru hace un paréntesis y se adelanta en el tiempo para contar al lector que Hatsumi se suicida dos años después de que Nagawasa se fuera a trabajar en el exterior.

Al día siguiente de la cena, Toru escribe su habitual carta a Naoko y le cuenta todo lo sucedido en la velada.

Capítulo 9

Midori no da señales de vida por más de diez días, hasta que llama a Toru un viernes por la tarde a la residencia universitaria y lo invita a salir en ese mismo momento. Los dos se encuentran en un bar y luego de tomar unas copas van juntos a un cine porno, tal como Toru le había prometido que harían algún día. Al salir del cine, cansados de la repetición de escenas de una película sadomasoquista, Midori desea salir a bailar a una discoteca y luego le pide a Toru que la acompañe a su casa y se quede a dormir con ella. Aunque reacio, Toru accede y la acompaña. Después de acostar a Midori en su cama, Toru se tira en un futón a leer una novela.

Luego el narrador menciona las cartas que le escribe a Naoko, y las que recibe en respuesta. En una de las últimas que recibió, Naoko le cuenta que se siente sola y deprimida, y que escribir a veces le cuesta mucho. Tres días después de cumplir 20 años, Toru recibe un paquete con un suéter tejido por Naoko y Reiko, y una breve nota de felicitaciones por su cumpleaños.

Análisis

Como tantos otros episodios y descripciones en el libro, el corte que Toru se hace accidentalmente en su mano no es un simple detalle para dar realismo a la historia, sino que posee un profundo significado simbólico. “... no me había dado cuenta de que uno de los tabiques divisorios de cristal de una de las estanterías de los discos estaba roto. Me sorprendió que manara tal cantidad de sangre (…) No me dolía. Sin embargo, la sangre manaba sin interrupción” (p. 265); en esta cita podemos apreciar que esta pérdida de sangre está acompañada por un sentimiento de apatía, como si Toru fuera incapaz de sentir una emoción profunda, aun cuando la vida se le estuviera escapando por sus venas abiertas. En este sentido, se puede leer en la sorpresa de Toru ante la gravedad de su herida una indicación sobre su vida emocional: si bien Toru se considera una persona ordinaria, poco preocupada por lo que sucede a su alrededor, es evidente que el suicidio de su amigo y el estado de Naoko lo perturban y drenan su energía, más allá de que él siga adelante sin desmoronarse emocionalmente (como sí le sucede a Naoko).

Además, el corte es el disparador que lo lleva a cenar con Nagasawa y Hatsumi, y luego también limita sus capacidades para jugar al billar y lo hace perder contra Hatsumi, un hecho que le recuerda cómo la última vez que había jugado había perdido contra Kizuki, horas antes de que su amigo se suicidara. Luego, en el departamento, Hatsumi le cambia el vendaje y le revisa la herida en un gesto de cariño que conmueve a Toru. Así, el corte en su mano funciona como un elemento que dispara la acción y la memoria en todo el capítulo 8.

Finalmente, cabe realizar una observación sobre el momento del corte y la forma en que lo expresa el narrador, tal como se observa en la cita de los párrafos anteriores. En primer lugar, Toru realiza una declaración negativa, que no había notado la peligrosa rotura del cristal; de allí puede leerse un optimismo equivocado que guía la vida y los movimientos de Toru, el mismo optimismo que lo lleva a equivocarse respecto de la recuperación de Naoko, que se hará añicos, al igual que el cristal, más tarde. Luego, cuando se corta, se sorprende de que la sangre mane con tanta fuerza de su interior. Es esta fuerza interna la que marca su ritmo vital, sus depresiones y sus viajes para escapar de lo que sucede a su alrededor (como el mes que pasará viajando tras la muerte de Naoko). Finalmente, el hecho de que sea incapaz de sentir dolor tras el corte pone de manifiesto su incapacidad real para gestionar las emociones como, por ejemplo, los sentimientos que le despierta Naoko y la precariedad de su salud mental.

Cuando Nagasawa propone la cena con su novia y con Toru, explica que la presencia de este último es cómoda para la pareja, algo que ya Kizuki y Naoko también habían manifestado en su momento. Inevitablemente, Toru siente esta similitud: “«¡Oh, no!», pensé. Igual que con Kizuki y con Naoko” (p. 267). La presencia de Toru parece fortalecer el vínculo entre las parejas, a la vez que les permite sacar lo mejor de cada individuo, aunque ello también las empuja a ser más vulnerables y a sincerarse, como sucede en el restaurante con Hatsumi y Nagasawa. Durante esta cena, además de mostrarse innecesariamente hiriente con Hatsumi, Nagasawa equipara a Toru con su propia forma de ser, indicando que el rasgo principal de ambos es su egoismo absoluto: “Los dos somos incapaces de interesarnos por nadie más que no sea nosotros mismos. Dejando de lado que uno sea arrogante y el otro no. A ambos solo nos interesa qué pensamos, qué sentimos, qué hacemos. Por eso no podemos pensar en nadie más. Esto es lo que a mí me gusta de él. Pero todavía no tiene plena conciencia de ello y a veces duda, se siente herido” (p. 275).

En este pasaje, Nagasawa parece comprender mejor a Toru de lo que se comprende a él mismo. En verdad, el relato en primera persona no presenta una reflexión sobre la forma de ser y de sentir del narrador, sino que se enfoca siempre en los sucesos externos. Sin embargo, ciertas consideraciones hacen pensar al lector que Toru, efectivamente, es un sujeto egoísta y que su relación con Naoko es prácticamente unilateral. Como se observó en capítulos anteriores, el optimismo de Toru sobre la recuperación de Naoko pone en evidencia la poca comprensión que Toru tiene de lo que le sucede a ella y de cómo interpreta el problema de Naoko desde sus propios intereses. Así, Toru confía en que su sola presencia podría ser suficiente para sanar a la joven y convertirlos en una pareja feliz, algo que no se sustenta de ninguna manera con la realidad que vive Naoko.

A pesar del egoísmo que Nagasawa destaca en ambos, la principal diferencia entre Toru y él radica en cómo abordan su cosmovisión egocéntrica: mientras que Nagasawa abraza su egoísmo fría y calculadoramente, Toru dice esforzarse por cambiar su forma de ser: “A mí me importa que me entiendan. Hay personas a quienes quiero comprender y que quiero que me comprendan” (p. 277). De esta forma, todo el relato parece poner en evidencia los esfuerzos que hace Toru en su juventud para abrirse a los demás, acercarse a ellos e intentar comprenderlos. Sin embargo, estos intentos no siempre son exitosos, como se observará en los capítulos siguientes a partir de su relación con Midori.

El capítulo 9 comienza justamente con ella, Midori, llamando a Toru a su dormitorio. Este hecho devuelve a la vida al narrador, ya que se encontraba en un estado de sueño tan profundo que incluso llega a compararlo con la muerte. Toru está tan desorientado que no recuerda ni qué día es, ni si son las seis de la mañana o de la tarde. Midori lo orienta y lo vuelve a su eje, al igual que ya ha hecho en capítulos anteriores, cuando Toru regresa de la Residencia Amy.

En este capítulo, Midori se abre aun más a Toru y el lector puede sumergirse en su forma de pensar, tan peculiar y diferente a la de las jóvenes japonesas promedio. Una de las ideas que marcan su aspecto extravagante es la de usar un sombrero rojo para indicar que se encuentra en su periodo menstrual. Sin embargo, esta idea que en un principio se plantea como alocada tiene una explicación que se basa en la propia experiencia de Midori con su novio, un sujeto poco tolerante y conservador. Durante unas vacaciones que pasaron juntos, el periodo de Midori les impidió tener relaciones sexuales, algo que frustró enormemente a su novio. Bromeando, Toru le responde que a él le gustaría que todas las chicas pudieran expresarse como Midori, lo que demuestra, una vez más, su propia incapacidad de comunicar sus estados emocionales y su deseo de no lastimar ni ser lastimado por los demás. A su vez, en este capítulo, las quejas de Midori sobre la poca capacidad que tiene Toru de notar que ella lo ama comienzan a hacerse cada vez más explícitas. La capacidad de expresarse que manifiesta Midori la coloca en el extremo opuesto de Naoko, quien lucha diariamente para poder comunicar lo que le pasa a sus allegados. Entre esos dos extremos es que se encuentra Toru, atraído hacia dos chicas que se posicionan como opuestas. En el medio, Toru anhela la capacidad expresiva de Midori, al tiempo que tiene tantos problemas para expresar sus emociones como Naoko.

El episodio del cine porno, además de proporcionar más contenido sobre la personalidad de Midori, prepara el terreno para una perspicaz observación con la que ella responde a la decepción de Toru frente a lo repetitivo de las escenas de sexo: “¡Y qué esperabas! Todos hacemos siempre lo mismo” (p. 297). El comentario de Midori sobre el sexo parece ser un guiño del autor a las abundantes repeticiones de la novela. Esta idea del agotamiento del interés por el sexo debido a la repetición aplica a toda la experiencia humana, y el arte es un medio para representarla. Por eso, las repeticiones abundan en toda la novela: repeticiones de escenas en bares, de cartas entre Toru y Naoko, de salidas, de visitas a Midori y a la residencia, incluso de suicidios y enfermedades terminales, como el cáncer cerebral, ayudan a transmitir ese profundo desasosiego que se experimenta ante la propia vida como una cadena de acciones que se disponen de forma repetida.

Asimismo, en este capítulo Midori termina por exponer toda su vulnerabilidad frente a Toru cuando le pide que se quede a dormir con ella para hacerle compañía. No se trata de una invitación a tener sexo, sino de una verdadera necesidad de ser acompañada por una persona querida. En la vida de Midori, el afecto siempre fue escatimado, y ante la muerte de sus padres, la muchacha necesita que alguien la contenga y le brinde cariño. A pesar de que tiene un novio, Toru es la persona a la que recurre, algo que refuerza la idea desarrollada en capítulos anteriores de que el narrador es una persona que sabe hacer sentir bien a sus allegados. Midori le plantea abiertamente su situación a Toru: “Ahora estoy tan cansada que necesito dormirme oyendo cómo alguien me dice guapa, bonita, y cosas así. Y entonces, cuando me despierte, me sentiré como nueva” (p. 299). Dada esta situación, justo antes de dormirse Midori le pide a Toru que cuide siempre de ella, algo similar a lo que Naoko también le había pedido en sus encuentros pasados. Así, Toru promete lo mismo a dos chicas, sin que esto entre necesariamente en conflicto. En el caso de Midori, la muchacha incluso manifiesta que está dispuesta a esperar que Toru solucione sus asuntos personales -de los que ella no sabe nada- para poder luego establecer un vínculo con él. Toru, por su parte, sabe que la posibilidad de vincularse con Naoko es problemática y que probablemente no pueda tener una relación con ella, por lo que comienza a considerar la posibilidada de tener una relación con Midori.

Al regresar a su habitación al día siguiente, Toru cae en un sueño profundo, muy similar al que estaba experimentando al inicio del capítulo, cuando recibió la llamada de Midori: “Pronto me sumergí en un sueño sin sueños, pesado como una puerta de plomo” (p. 307). Así, todo el episodio parece implicar una suspensión positiva de la abulia en la que vive Toru. En los capítulos siguientes, esta abulia llegará a su máxima expresión cuando Toru sea incapaz de mantener un lazo efectivo con el mundo exterior debido a su depresión.