Tokio blues (Norwegian Wood)

Tokio blues (Norwegian Wood) Resumen y Análisis Capítulos 4-5

Resumen

Capítulo 4

En el verano de 1969, las protestas estudiantiles son sofocadas de forma definitiva, y cuando el próximo año escolar comienza en septiembre, Toru, que regresa después de varias semanas viajando solo por el norte de Tokio, se sorprende al descubrir que los estudiantes manifestantes han regresado a la vida universitaria sin quejarse o protestar, lo que le parece una muestra clara de lo miserables que son. En las semanas siguientes, Toru se convence de que la educación universitaria no tiene ningún sentido, aunque sigue yendo a sus clases, pues no se le ocurre nada mejor que hacer con su vida.

Un lunes, durante el almuerzo, Toru conoce a una compañera de su clase de Historia del Teatro II. Se trata de una chica vivaz y peculiar llamada Midori que se muestra interesada en él y le pide los apuntes de clase hasta el miércoles siguiente. Sin embargo, Midori no va a clases ese día y recién vuelve a aparecer al lunes siguiente. Luego de escapar de clases, Midori lo lleva a almorzar a un restaurante muy cercano a su antigua escuela, una institución elitista solo para niñas. El domingo siguiente, Midori invita a Toru a su casa, un departamento construido sobre la librería de su familia, una típica tienda de barrio que vende revistas populares y artículos de librería y papelería. Tras preparar el almuerzo, Midori le cuenta parte de su dolorosa historia familiar. A media tarde, el sonido de sirenas de bomberos llama su atención y ambos suben a la terraza para averiguar qué es lo que está pasando. Una casa vecina está incendiándose y, a pesar de la proximidad del fuego, Midori no quiere abandonar su casa. Finalmente, ambos se quedan bebiendo cerveza y contemplando el incendio durante un buen rato. Midori también toca la guitarra y canta, y al final de la tarde Toru la besa.

Midori no asiste a clases al día siguiente, y Toru se pregunta por qué faltará tanto. Ese fin de semana, Toru sale con Nagasawa por la noche con el objetivo de conocer chicas en los bares y acostarse con ellas. Sin embargo, esa noche las estrategias de los muchachos no dan resultados. Nagasawa termina yéndose a visitar a su novia, Hatsumi, y Toru deambula por la ciudad hasta entrar a una cafetería. Allí se le acercan dos chicas y se sientan a beber con él. Una le cuenta que hace pocos días encontró a su novio en la cama con otra chica, y después de una charla y una caminata, Toru termina acostándose con ella en un hotel transitorio. Al despertar a la mañana siguiente, la chica ya se ha marchado y Toru decide llamar a Midori, aunque no tiene éxito.

Al volver a la residencia, Toru encuentra una carta de Naoko.

Capítulo 5

Después de leer las primeras palabras de la carta de Naoko, Toru siente una oleada de emociones y tiene que calmarse antes de poder continuar. Naoko le cuenta que hace cuatro meses que está ingresada en la Residencia Amy, una institución similar a un sanatorio, pero con menos intervención médica y con más libertades. Allí, Naoko se siente a gusto: puede relacionarse con otras personas y se entretiene con muchos pasatiempos y tareas que debe cumplir a diario. En su carta, Naoko se disculpa con Toru, porque siente que pudo haberlo lastimado al desaparecer repentinamente; sin embargo, al mismo tiempo le pide que comprenda que ella fue herida de manera similar. Para Naoko, el acto de expresarse a través de la escritura de cartas es un gran consuelo y la ayuda mucho a lidiar con sus problemas. El sanatorio en el que está ingresada no tiene como objetivo la corrección de las deformaciones -como Naoko las llama-, sino el acostumbramiento a ellas, su reconocimiento y aceptación como partes constituyentes de uno mismo. A diferencia del mundo exterior, donde la gente vive sin conciencia de sus deformaciones, en la Residencia Amy, uno puede comulgar con ellas. Al final de la carta, Naoko invita a Toru a visitarla en los próximos días. Esa misma noche, Toru llama a la residencia y organiza una visita para el día siguiente.

Análisis

Al inicio del capítulo 4, la lectura que hace Toru de la actitud de los protestantes universitarios nos dice mucho sobre su personalidad y su visión del mundo. Ambientada durante uno de los momentos políticamente más turbulentos de la historia japonesa moderna, el relato podría sorprender a los lectores con la postura aparentemente indiferente de Toru hacia los movimientos estudiantiles. Al iniciarse las protestas, el narrador se limita a mencionarlas, sin caer en ninguna expresión de apoyo o de repudio hacia ellas, mientras sigue con su vida, consigue un trabajo de medio tiempo y escribe cartas a Naoko. De la misma forma, cuando las propuestas son sofocadas, él regresa a clases sin preocuparse por quiénes son los vencedores. Así lo manifiesta: “... a mí me traía sin cuidado en qué manos estaba el poder. Así que no me conmoví cuando aplastaron la huelga” (p. 67).

Lo único que parece molestar a Toru del momento político que está viviendo es la actitud de los estudiantes en huelga que regresan a clases sin quejarse después de haber liderado la revuelta fallida. Al respecto, Toru menciona que si bien la universidad había convocado a las fuerzas antidisturbios para someter a los protestantes, la huelga seguía en pie, pero los estudiantes, amedrentados, habían bajado la cabeza y volvían al aula. Esto aparece como una contradicción que molesta profundamente al narrador: “Aquellos tipos, al declarar el inicio de la huelga, habían aullado y se habían pavoneado tanto como habían querido, habían insultado a los estudiantes que se oponían (…) Era patético que aquellos tipos hubieran proclamado que desalojarían la universidad. Los muy miserables aullaban o susurraban según de qué lado soplaba el viento” (p. 68).

El enojo de Toru puede parecer contradictorio si uno tiene en cuenta que el joven no participa de la vida política de su universidad y ni siquiera tiene un objetivo en su vida. Sin embargo, como suele pasar en la novela, lo que Toru considera una observación común y de poca importancia revela en verdad una percepción aguda y muy sensible de la realidad. En el caso de las protestas, lo que sus comentarios revelan es que los poderes estatales que controlan las universidades son demasiado fuertes como para que los estudiantes puedan someterlos a un cambio estructural. Al mismo tiempo, también se pone de manifiesto la situación precaria del joven estudiante, que no puede hipotecar su vida en una protesta y que para progresar necesita, le guste o no, ajustarse a los planes de estudio de la universidad y permanecer dentro del sistema, independientemente de las críticas que tenga sobre él. Frente a esta situación, la decepción de Toru al ver la velocidad con la que los estudiantes abandonan los principios por los que estaban luchando -incluso cuando a él no le interesan esos reclamos- pone de manifiesto que el narrador está comprometido a un nivel profundo con la sinceridad y la honestidad personal. Como manifestará en más de una ocasión, Toru se considera un hombre honesto y transparente, que suele decir lo que piensa y no oculta sus ideas, incluso si estas pueden caer mal.

Es imposible concebir a Midori si no es en relación con Naoko. A pesar de que las dos chicas nunca se conocen, y Toru apenas menciona la existencia de una a la otra, los espacios que cada una de ellas ocupa en su vida y la gran diferencia entre sus personalidades no pueden ser ignorados. Mientras que en el discurso de Toru, Naoko siempre es descrita como hermosa, delicada, misteriosa y distante, Midori es lo opuesto en casi todos los sentidos; su nombre, que literalmente significa "verde" en japonés, se corresponde con su exuberancia, su despreocupación y su aparente forma de vivir libre de mandatos y preceptos. Las características físicas de las dos jóvenes también contrastan: mientras que Naoko tiene una larga cabellera y suele llevar abrigos, Midori usa el pelo bien corto y utiliza vestidos ceñidos y polleras muy cortas. Sin embargo, el mayor contraste está en la forma de hablar de cada muchacha; mientras que Naoko tiene problemas para expresarse y parece estar siempre buscando con sus palabras una idea que no puede alcanzar, Midori es franca y elocuente, habla mucho y no parece tener ningún problema en abordar temas complejos de su vida, como la relación con su madre y su hermana.

A pesar de los contrastes señalados, las dos mujeres tienen un trasfondo similar: ambas recibieron una educación elitista y sufrieron grandes tragedias familiares que las marcaron a nivel profundo. A su vez, las dos luchan por encontrar el amor, y aunque Midori tiene novio, se hace evidente su disconformidad con él y su búsqueda constante de algo más. Naoko, por su parte, sigue impactada por la muerte de Kizuki, su novio, y no puede avanzar en sus relaciones afectivas.

La muerte también ocupa un lugar significativo en la vida de Midori, tal como se comprende cuando cuenta la historia de su madre, muerta debido a un tumor cerebral. A diferencia de la pérdida por el suicidio de los seres queridos que sufrió Naoko, Midori está preocupada por la muerte por enfermedad. Mientras observan el incendio desde la terraza, es capaz de hablar sinceramente con Toru sobre sus temores: “Tengo miedo de morir de ese modo. La sombra de la muerte va invadiendo despacio, muy despacio, el territorio de la vida y, antes de que te des cuenta, todo está oscuro y no se ven ada, y la gente que te rodea piensa que estás más muerta que viva… es eso. Yo eso no lo quiero. No podría soportarlo” (p. 108).

Así, se hace evidente que la vida de ambas mujeres -al igual que la de Toru- está marcada por la pérdida y por sus secuelas. El tema de la muerte seguirá desarrollándose a lo largo de toda la novela, como se verá en los próximos capítulos.

El capítulo 5 es el más corto de la novela y está compuesto tan solo por la carta de Naoko y la decisión de Toru de visitarla en el sanatorio al que ha ingresado. A pesar de su brevedad, el capítulo es muy importante, puesto que funciona como una ventana a los pensamientos de Naoko, que de otro modo quedarían ocultos tanto para el lector como para el propio narrador.

Como señala Toru, al leer la carta él experimenta una fuga de la realidad: “Al leer las primeras líneas, sentí cómo el mundo circundante perdía sus colores. Cerré los ojos y tardé un tiempo largo en ordenar mis ideas” (p. 117). Luego, el contenido de la carta demuestra hasta qué punto Naoko se encuentra realmente en otro sitio, alejada del mundo cotidiano y de sus mecánicas.

Naoko comienza la carta reconociéndose culpable de haber tratado a Toru injustamente, tras lo cual revisa su propia personalidad en función del concepto de justicia y de su uso. Al reflexionar, Naoko comprende que ella es diferente a otras jóvenes de su edad, porque realmente está preocupada por el verdadero sentido de justicia, mientras que lo normal en las muchachas es preocuparse por lo que es bello o por ser felices. Ella, por el contrario, busca criterios universales para aplicar a su vida, y entre ellos encuentra el de justicia y el de verdad. Con este preámbulo, Naoko se coloca por fuera de lo que ella considera el común de las mujeres y se dispone a asumir su problema, por más que sea díficil para ella y que todo el tiempo dude de la elección de sus palabras.

A continuación, Naoko expresa su gratitud hacia Toru, aunque sabe que no puede ir más allá en sus sentimientos: es muy consciente de la fuerza con la que todavía está atada a Kizuki, y esto la vuelve incapaz de amar a nadie más. Aunque no puede unirse como quisiera a Toru, el acto de escribir y de poder, finalmente, expresar sus sentimientos, es en sí mismo un alivio y parte del proceso de sanación que está realizando.

El objetivo del sanatorio en el que Naoko ha ingresado por voluntad propia es enseñar a los pacientes a lidiar con sus propias deformaciones. Como lo expresan los médicos del lugar (que no son médicos en el sentido estricto y tradicional del término, sino más bien lo que se encargan de guiar a los pacientes): “Me explicó que no estamos aquí para corregir nuestras deformaciones, sino para acostumbrarnos a ellas. Afirmó que uno de nuestros problemas es la incapacidad de reconocerlas y aceptarlas. Y que, al igual que todos los seres humanos, tenemos un modo peculiar de andar, de sentir, de pensar y de ver las cosas, y que, por más que intentemos corregirlas, jamás lo conseguiremos” (p. 119). Lo que expresa Naoko, desde esta perspectiva, es una mirada indulgente sobre su propia situación: todas las personas tienen sus deformidades particulares e individuales, y una parte importante de la vida es acostumbrarse a lidiar con ellas en el cotidiano. Aquello que Naoko debe aprender en el sanatorio es a convivir con sus problemas y darles un valor real para que no invadan todas las dimensiones de su vida.

La visita de Toru está contemplada también dentro del proceso de sanación que está haciendo Naoko: una vez establecida la rutina del sanatorio y con sus ánimos más calmos, la muchacha está lista para entrar en contacto con el mundo exterior, aunque en pequeñas dosis controladas. El capítulo siguiente, el más largo de la novela, estará dedicado a la visita de Toru a la Residencia Amy.