Segunda carta de relación

Segunda carta de relación Resumen y Análisis Parte 5

Resumen

Cortés llega a Tenochtitlan y se dirige al palacio en el que se refugian sus tropas sin recibir ningún ataque por parte de los mexicas. Por un momento, parece que todo vuelve a la normalidad, pero cuando Cortés envía a un mensajero a Vera Cruz, este vuelve rápidamente, herido y alertando sobre un nuevo ataque que se organiza en el pueblo. Así comienza un brutal combate en el que los españoles matan a muchos mexicas, pero estos son tantos que lejos están los españoles de salir victoriosos. Para contener la situación, Moctezuma sale a dar un discurso a la azotea del palacio, pero los mexicas le arrojan una lluvia de piedras que lo lastiman severamente, y a los pocos días muere debido a sus heridas.

Los españoles y tlaxcaltecas se ven obligados a acuartelarse. Cortés se dirige a los mexicas, diciendo que él siempre obró de buena fe y que los trató bien. Los mexicas, por su parte, solo quieren una cosa: que los invasores abandonen sus tierras. Otro gran combate comienza; los mexicas atacan desde una torre del Templo Mayor y los españoles inician un contraataque para ganar mejores posiciones. Luego de horas de lucha, los hombres de Cortés obtienen el control de la torre y la destruyen. Sin embargo, los mexicas destruyeron todos los puentes que conectan Tenochtitlan con el exterior, por lo que los españoles quedan atascados en la isla. Para poder huir, inician la construcción de un puente de madera, que utilizan durante la noche. En la retirada, muchos españoles y muchos más tlaxcaltecas son asesinados, mientras que Cortés y varios de sus aliados llegan a Tacuba, agotados y lastimados. Allí los combates persisten, y muchos otros mueren, incluyendo los prisioneros de Cortés, entre los que se encuentran los hijos de Moctezuma.

Durante la noche, los españoles abandonan Tacuba y siguen viaje, guiados por un tlaxcalteca que los lleva a su ciudad, donde finalmente consiguen refugio. Durante el transcurso de todo el viaje, Cortés y sus hombres pierden los caballos, la artillería y el oro que habían tomado de Tenochtitlan. Finalmente, llegan a Tlaxcala, donde son bien recibidos y atendidos; el pueblo pone todo a servicio de los españoles, y los señores tlaxcaltecas realizan un pacto con Cortés para destruir juntos Tenochtitlan.

Cortés prevé que la reciente derrota puede implicar el levantamiento del resto de los pueblos mexicas, por lo que luego de veinte días de descanso, sin estar totalmente recuperado, se propone subyugar al pueblo de Tepeca. Luego de cumplir con este objetivo, funda en aquel territorio la Villa Segura de la Frontera.

Cortés cuenta que, mientras escribe dicha relación, le llega un aviso de mensajeros de Guacachula, quienes dicen que, en su ciudad, la gente de Culúa le prepara una trampa. Ante esta advertencia, Cortés se encamina a dicha ciudad con su ejército, captura a los espías e informantes que custodian los caminos y llega sorpresivamente, antes de que el enemigo tenga tiempo de prepararse para el combate. La batalla es muy violenta y Cortés pierde el control de sus tropas, quienes se entregan a una matanza brutal. Solo un enemigo sobrevive, y Guacachula es totalmente destruida.

Tres días después, la gente del pueblo Ocupatuyo se acerca a Cortés para informarle que su jefe se marchó con la gente de Culúa, y que ellos desean ser sus vasallos. Así, Cortés va a conocer dicha ciudad, que lo impresiona por ser un paraíso natural con construcciones sólidas y estratégicamente diseñadas. En esta nueva ciudad, Cortés reposa otros tres días y luego parte hacia Izcucan, lugar en el que, según el prisionero moribundo obtenido en la batalla de Guacachula, se encuentran los enemigos culúas.

Cuando llegan a la ciudad, los españoles notan que está despoblada de niños y mujeres, y solo hay entre cinco y seis mil guerreros preparados para el combate. Sin embargo, dicho ejército huye prontamente, cuando nota su desventaja frente a los españoles y tlaxcaltecas. Cortés aprovecha los prisioneros obtenidos para comunicarse con los culúas y les recomienda que se rindan, además de garantizarles el perdón por su desacato. Finalmente, para asegurarse el control de la ciudad, organiza un gobierno con los naturales del lugar que reconocen su autoridad sobre ellos.

Mientras Cortés encabeza sus campañas de conquista, una serie de mensajeros le informan del arribo de Francisco de Aguilar a la costa de Vera Cruz con doce navíos. Francisco y sus soldados fueron brutalmente atacados por la gente de Panuco, y los sobrevivientes llegan a la ciudad en busca de auxilio, y allí se quedan un tiempo, protegidos por el gobernador designado por Cortés.

Durante el tiempo que Cortés se asienta en Izcucan, los señores de diferentes poblados de las provincias de alrededor se acercan para prometerle vasallaje, ahora que los culúas no se encuentran presentes. Por todo esto, Cortés se siente optimista sobre la recuperación de Tenochtitlan. Sin embargo, sabe que Cuetravacin, el heredero de Moctezuma, está preparando a su gente para el combate y ofreciéndole a los poblados eximirlos de tributos por un año a cambio de combatir junto a él contra los españoles. Por este motivo, Cortés inicia la construcción de bergantines y prepara sus tropas para el asedio. Mientras, le pide a Carlos V colaboración con suministros y embarcaciones.

La carta de Cortés a su emperador finaliza sugiriendo que aquella zona que él está conquistando sea bautizada como Nueva España del Mar Océano. En el último párrafo se adelanta el contenido de la Tercera carta de relación, enviada por Cortés al emperador, en la que se trata la toma de Tenochtitlan y la desaparición de todo el oro por culpa de los mexicas, que lo arrojan al lago.

Análisis

Al regresar Cortés a Tenochtitlan, los españoles, sitiados tras la masacre del Templo Mayor, intentan escapar. Sin embargo, durante la fuga, Cortés pierde a más de la mitad de sus hombres y todos los tesoros que había acopiado en Tenochtitlan. Este evento, que tiene lugar el 30 de junio de 1520, ha sido denominado la Noche Triste.

Como se desprende de los hechos en torno a la matanza del Templo Mayor analizados en la sección anterior, algo muy importante a la hora de abordar la Segunda carta de relación es estudiar los implícitos en los que incurre Cortés: qué quiere decir el autor, qué insinúa, qué es lo que no dice y por qué. También cabe preguntarse si Carlos V y sus funcionarios tomaban todo lo que escribía Cortés por cierto, o si recurrían a otros medios para informarse sobre lo que estaba ocurriendo en el Nuevo Mundo. Hemos dejado ya en claro que una de las principales funciones que esta carta tiene para Cortés es ganar el favor de Carlos V y, por ende, el derecho a gobernar sobre el imperio mexica conquistado. Por eso, todos los hechos están ordenados y presentados para que favorezcan dicho objetivo y, por ende, no reponen los hechos tal cual sucedieron.

Justo después de la llegada de Cortés se presenta otra situación cuya narrativa responde a las necesidades del conquistador español: para apaciguar al pueblo mexica que se ha levantado contra los extranjeros, Cortés le exige a Moctezuma (que sigue encerrado en el palacio) que se asome desde una de las torres y le pida a su gente que cesen las agresiones. Moctezuma así lo hace, pero muchos guerreros y tlatoanis mexicas ya no lo consideran una figura de autoridad y lo apedrean. Como consecuencia de sus heridas, Moctezuma muere pocas semanas después.

Esta muerte, ocasionada por su propio pueblo, si bien puede haber sucedido, es cuando menos sospechosa. La XIII Relación de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, un historiador descendiente de la realeza de Texcoco que dejó testimonio de la Conquista, reúne muchas versiones sobre la muerte del soberano mexica. Una de ellas coincide con la presentada por Cortés, mientras que otras indican que Moctezuma es asesinado por los españoles, y que su cadáver queda abandonado en el palacio cuando estos escapan durante la Noche Triste. Ahora bien, esta última versión, de ser escuchada y tenida en cuenta por Carlos V, compromete profundamente a Cortés, puesto que asesinar a un soberano en su propio palacio es un enorme acto de traición y está penado por la ley. Por supuesto, Cortés bien lo sabe y aprovecha el descontento del pueblo hacia su soberano para desligarse de la muerte de Moctezuma.

La narración de la huida de Cortés y su tropa de Tenochtitlan abunda en escenas bélicas por las que la muchos han considerado la Segunda carta de relación como una épica de la Conquista. El calificativo de épico que se le puede dar a un relato proviene del concepto de epos, que hace referencia a la forma que posee una comunidad de expresar su modo de ver e interpretar el mundo. Un relato épico propone un sistema de intelección, es decir, una forma particular de mirar el mundo; el relato, entonces, es épico porque vehiculiza los mecanismos que una comunidad utiliza para pensar el lugar que ocupa en el mundo.

Al vehiculizar las formas que una comunidad tiene de ver el mundo, el relato épico presenta una perspectiva totalizante, es decir, la visión de un sistema integral, en el que todos los elementos están interrelacionados. En este sentido, la épica de Cortés busca presentar a los españoles como un pueblo elegido por Dios para gobernar sobre México. Desde esta perspectiva, el capitán español intenta quitarle importancia a su protagonismo y demostrar, con humildad, que él solo hace lo que está en sus manos para salvar a su tropa y para cumplir con la voluntad de Dios. Por ejemplo, en este pasaje puede observarse cómo Cortés utiliza a Dios para explicar su victoria en la batalla por una torre del Templo Mayor: "Y los que en aquellas azoteas quedaron pelearon desde allí tan reciamente, que estuvimos más de tres horas en acabarlos de matar; por manera que murieron todos, que ninguno escapó y crea vuestra majestad que fue tanto ganarles esta torre, que si Dios no les quebrara las alas, bastaban veinte de ellos para resistir la subida de mil hombres" (85).

Este tipo de invocaciones al poder divino abundan en la narración del escape de Tenochtitlan. En lugar de presentarse como un capitán poderoso y de arrogarse la victoria sobre los mexicas, Cortés prefiere destacar la capacidad guerrera de sus enemigos y disminuir la de su tropa. Así, su victoria se recubre de un halo milagroso, como si la supervivencia de los españoles fuera un designio divino. En el siguiente pasaje, Cortés vuelve a destacar la intervención de Dios en su huida: "Y por la una parte y por la otra parte de toda la calzada, llena de gente, así en la tierra como en el agua, en canosa; la cual no garrochaba y apedreaba en tanta manera que si Dios misteriosamente no nos quisiera salvar, era imposible escapar de allí y aún ya era público entre los que quedaban en la ciudad, que yo era muerto” (87).

Los relatos épicos, en general, ordenan su acción en torno a grandes conflictos entre fuerzas antagonistas y totalizantes, puesto que cada una de ellas presenta un modo de comprender el mundo. Este rasgo es fundamental para el conflicto narrado por Cortés, puesto que enfrenta la visión de mundo de los españoles a la de los mexicas. Quien salga victorioso impondrá su visión del mundo al vencido y lo asimilará a su cultura (algo que, efectivamente, sucede luego, cuando Cortés regresa, destruye Tenochtitlan y pone fin a la forma de vida mexica). Una vez que los españoles abandonan la ciudad, son perseguidos por los mexicas y logran refugiarse en el poblado de Tacuba. En estos pasajes, Cortés vuelve a destacar el poder de su enemigo y la asimetría numérica entre sus fuerzas y las mexicas: “Pero quiso Nuestro Señor mostrar su gran poder y misericordia con nosotros, que, con toda nuestra flaqueza, quebrantamos su gran orgullo y soberbia, en que murieron muchos de ellos y muchas personas muy principales y señaladas; porque eran tantos, que los unos a los otros se estorbaban que no podían pelear ni huir” (92).

El juego retórico de Cortés es muy ingenioso: en vez de proponerse él como el héroe de su épica y de arrogarse la victoria sobre los mexicas, prefiere desdibujar su protagonismo y atribuir a Dios el resultado de su empresa. Con ello pretende obtener el favor de Carlos V, ferviente católico con un enorme interés de instaurar la fe cristiana en el Nuevo Mundo. Así, en un solo movimiento, Cortés se vale del argumento religioso para justificar sus acciones, salvar su pellejo y mostrarse como el mejor candidato para gobernar sobre el Golfo de México.

En todo el episodio de la huida de los españoles de Tenochtitlan es posible observar que tanto la redacción de un informe oficial como la construcción de un relato épico van unidas y dan cohesión al discurso de Cortés, un discurso que se convierte, al masificarse, en uno de los testimonios de la Conquista de México más difundido. Cabe destacar que es en esta doble dimensión de informe y relato novelado donde radica el enorme valor de la Segunda carta de relación. Cortés bien podría haberse limitado a cumplir con su obligación y enviar una descripción llana del Nuevo Mundo, de su geografía, su vegetación, sus ciudades y los pueblos que la habitan. Sin embargo, más allá de hacer la relación al rey de lo que hay en las tierras recién descubiertas, Cortés elige construir su discurso a partir de la acción, y lo convierte así en un interesante y atractivo relato que destaca sus hazañas y sus estrategias para doblegar al mayor imperio conocido del Nuevo Mundo.

Leída entre líneas, la Segunda carta de relación es un valioso documento que pone en evidencia el genio implacable de Cortés y su ansia de poder. El capitán español entiende muy bien la estructura política y religiosa de los mexicas y la utiliza a su favor. En primer lugar, reconoce el carácter bélico y subyugador del imperio azteca y descubre el descontento de los pueblos sometidos. Presentándose como un salvador que puede poner fin a la tiranía de Moctezuma, cosecha muchos aliados, entre los que destacan los tlaxcaltecas, y los suma a sus líneas en la guerra contra Tenochtitlan. Además, sabe aprovechar la ambigüedad de los mensajeros de Moctezuma y las dudas del propio emperador para llegar al corazón del imperio y poder desbaratarlo desde el interior, todo ello sin siquiera ensuciarse las manos o comprometer su nombre: el responsable de la matanza del Templo Mayor es Alvarado y la muerte de Moctezuma pesa sobre los propios mexicas.

Para finalizar, cabe señalar, aunque sea este material propio de la Tercera carta de relación, que un año después de la Noche Triste, y con ayuda de los tlaxcaltecas, las tropas de Cortés regresan a Tenochtitlan para conquistarla y, el 30 de mayo de 1521 comienza el asedio de la ciudad. Cortés refuerza su ejército con tropas llegadas desde Veracruz —incluidos trece bergantines que resultan fundamentales para obtener la victoria— y con más de 80 mil soldados tlaxcaltecas. Después de casi ochenta días de sitio, el 13 de agosto de 1521, según el calendario español, y el 1-Serpiente del año 3-Casa según el calendario azteca, cae la ciudad de México-Tenochtitlan, y el imperio mexica sucumbe ante el avance implacable y brutal de los españoles.