Segunda carta de relación

Segunda carta de relación Resumen y Análisis Parte 2

Resumen

Cortés llega a Sienchimalen, una villa ubicada en una ladera. Nuevamente, es bien recibido, ya que los pobladores ansían liberarse de Moctezuma. El siguiente pueblo al que llegan, atravesando un dificultoso camino de características geográficas y climáticas hostiles, es Caltanmí, ubicado en el valle del mismo nombre. Cuatro días después llegan a otro poblado, ubicado a dos leguas de distancia, llamado Istacmastitán. Allí, Cortés se entera de la existencia de una provincia llamada Tlaxcala (Cortés escribe el nombre de esta ciudad como "Tlascaltecal"), conocida por su gran ejército y su histórica rivalidad con Moctezuma y los señores de Tenochtitlan. Los pobladores de Istacmastitán le aseguran a Cortés que, de enfrentarse a Moctezuma, los guerreros tlaxcaltecas pueden combatir junto a él. Por tal motivo, Cortés envía cuatro mensajeros a dialogar con las autoridades de dicho pueblo, pero como pasan los días y los mensajeros no vuelven, Cortés decide ir él mismo.

Durante el viaje, Cortés y su ejército sufren la embestida de un grupo de tlaxcaltecas que, aunque lucha bravamente, no logra hacerles daño, ya que ellos cuentan con la ventaja de ir montados a caballo y de contar con armas de fuego. Después del ataque, aparecen dos mensajeros de Tlaxcala junto a dos de los mensajeros que Cortés había enviado. Los mensajeros informan que el ataque acontecido nada tiene que ver con su ciudad; fue obra de comunidades que obraron sin su autorización. Sin embargo, al poco tiempo, los otros dos mensajeros de Cortés que faltaban aparecen y explican que estaban encarcelados por los tlaxcaltecas y que, gracias a que pudieron escapar, no fueron ejecutados. Momentos después, Cortés y su ejército sufren un segundo ataque, esta vez de un ejército mucho más numeroso que el anterior, compuesto de guerreros tlaxcaltecas. El combate dura horas, pero, finalmente, los españoles obtienen la victoria. Poco tiempo después, llegan de Tlaxcala mensajeros que comunican el deseo del pueblo de rendir vasallaje a los españoles.

La siguiente dificultad que se le presenta a Cortés es la posible deserción de sus soldados, ya que cuando constatan la dimensión y peligrosidad del proyecto de su capitán, algunos contemplan la posibilidad de huir y regresar a Vera Cruz. Cortés explica que, en este momento, logra motivarlos a continuar con un discurso en el que les recuerda que hasta el momento no perdieron ni un solo soldado y que, a su vez, su forma de servir al emperador y a Dios es a través de la conquista de los territorios mexicas.

Al día siguiente, un capitán del ejército tlaxcalteca llamado Sicutengal le pide disculpas a Cortés por los ataques en su contra, le reafirma la condición de vasallos de todo el pueblo y deja a su disposición todas las comodidades que Tlaxcala puede ofrecerles.

Cortés dedica algunos párrafos a describir la ciudad, ya que se encuentra fascinado con las poblaciones mexicas y sus formas de vida. De Tlaxcala le sorprende su grandeza, sus edificios y, en particular, su mercado, donde se reúne una gran variedad de productos de notable calidad y de todo tipo de rubros: joyas, vestimentas, alimentos y hierbas medicinales, entre muchos más.

Análisis

Despues saludar a Carlos V y reponer brevemente el contenido de la Primera carta de relación, Cortés explica cuál es su objetivo en el Golfo: apoderarse de la figura que gobierna el pueblo mexica, Moctezuma (a quien llama Mutezuma), el tlacatecuhtli —jefe de los bravos en nahua— que ejerce su dominio desde la ciudad capital, Tenochtitlan. Sus intenciones son claras: “lo habría preso o muerto, o súbdito a la corona real de vuestra majestad” (8). Cortés presenta a Moctezuma con la denominación de emperador, estrategia dialéctica que le sirve para justificar su idea básica de transmisión de la soberanía: de rendir vasallaje a Moctezuma, los pueblos mexicas pueden simplemente pasar a dominio español.

Tras fundar la ciudad de la Vera Cruz en la provincia de Cempoala ("Cempoal" en la carta), Cortés parte el 16 de agosto de 1519 “con quince de caballo y trescientos peones lo mejor aderezados de guerra” (8) hacia el territorio ocupado por los tlaxcaltecas, un pueblo enemigo de Moctezuma y en constante conflicto con Tenochtitlan. El objetivo del adelantado es aprovechar el descontento y la enemistad que muchos pueblos guardan hacia los mexicas y establecer alianzas con ellos para derrocar a Moctezuma.

Vale la pena destacar esta dimensión del conflicto puesto que, en general, cuando se enseña la Conquista, se la presenta como un conflicto que enfrenta a los españoles contra los pueblos nativos en dos bandos claramente delimitados. Sin embargo, al analizar en mayor profundidad todo el proceso histórico, se hace evidente que la complejidad de la Conquista es mucho mayor, y que no todos los pueblos nativos se enfrentaron a los españoles. Tal es el caso de los tlaxcaltecas, quienes, movidos por su odio hacia los aztecas, ayudaron a Cortés en la destrucción de México-Tenochtitlan.

Antes de abordar la situación de Cortés en Tlaxcala, es conveniente explicar en mayor profundidad la conformación del pueblo mexica como la fuerza dominante de la región. Cuando los españoles llegan al Golfo de México en 1519, los mexicas —un pueblo foráneo que pocos siglos antes se instala en el Valle de México— se han convertido en un poderoso imperio y dominan a la mayor parte de los pueblos aledaños. Desde el Pacífico hasta el Golfo y desde la región central de México hasta la actual república de Guatemala, los mexicas ejercen su dominio sobre varios millones de personas, pertenecientes a diversos grupos culturales y lingüísticos.

En sus orígenes, los mexicas son una tribu nómada. En el siglo XIII, al establecer contacto con pueblos descendientes de los toltecas y con su enorme riqueza cultural, sienten una gran admiración y el deseo de vincularse a ese mundo. Para ello, su primer rey —o "tlatoani", en nahua— es elegido entre los nobles de origen tolteca y, tras su unión con numerosas mujeres aztecas, sus descendientes conforman el pueblo mexica.

Entre los años 1428 y 1440, el tlatoani Itzcóatl realiza una triple alianza con los pueblos de Texcoco y Tlacopan, gracias a la cual derrota a los antiguos señores del Valle de México y se instala definitivamente en la región. Luego, el sobrino de Itzcóatl, Tlacaélel, realiza una profunda reforma política, religiosa, social y económica que promueve el espíritu místico-guerrero de los mexicas fundamentado en la adoración de Huitzilopochtli, un dios que representa el sol y que exige sacrificios humanos para mantenerse con vida.

Gracias a los consejos y las reformas de Tlacaélel, la triple alianza conquista las poblaciones situadas en la ribera del lago: Coyoacan, Cuitláhuac, Xochimilco y Chalco. Ante la amenaza que el imperio mexica representa, otros pueblos optan por aliarse y se comprometen a pagar tributos a Tenochtitlan. Sin embargo, el afán de dominio mexica respeta la nación vecina de Tlaxcala. Esta es una decisión estratégica, puesto que les permite a los mexicas mantenerse en un estado constante de guerra —no de conquista—, y les da la posibilidad, tanto de adiestrar a sus ejércitos en un territorio vecino, como de obtener esclavos y prisioneros para sacrificar en honor al Sol-Huitzilopochtli. Los tlaxcaltecas, principales víctimas de las guerras floridas de sus vecinos, tienen que aceptar dicho estado de sumisión, lo que despierta un profundo odio hacia los mexicas.

El genio estratega y político de Cortés aprovecha los conflictos entre los pueblos del Golfo para justificar ante Carlos V sus intenciones de conquista. Según indica en su carta, son los nativos de Cempoala y de Tlaxcala quienes desean aliarse a él para rebelarse contra Moctezuma:

… ellos eran súbditos de aquel señor Mutezuma, y según fui informado lo era por fuerza y de poco tiempo acá. Y como por mí tuvieron noticias de vuestra alteza y de muy grande y real poder, dijeron que querían ser vasallos de vuestra majestad y mis amigos, y que me rogaban que los defendiese de aquel grande señor que los tenía por fuerza y tiranía, y que les tomaba sus hijos para los matar y sacrificar a sus ídolos (9).

Sin embargo, no deben tomarse las palabras de Cortés como ciertas ni representativas de las verdaderas intenciones de los pueblos enemigos de Moctezuma. En verdad, a pesar de la profunda enemistad entre dichos pueblos, los tlaxcaltecas no se alían a Cortés rápidamente, sino que primero evalúan la capacidad bélica de los españoles en una serie de enfrentamientos y escaramuzas. Si pueden vencer a los invasores y exterminarlos, tanto mejor. Sin embargo, cuando experimentan directamente la potencia bélica de los españoles comprenden que es absolutamente superior a todo lo conocido. Cortés da cuenta, ante Carlos V, de los ataques que sufre en el camino a Tlaxcala en extensos pasajes que claramente exageran los hechos y los modifican para hacer quedar al adelantado español como un héroe al servicio de su rey:

… mucha cantidad de indios muy armados y con gran grita y comenzaron a pelear con nosotros tirándonos muchas varas y flechas y yo les comencé a hacer mis requerimientos en forma, con las lenguas que conmigo llevaba, por ante escribano. Y cuando más me paraba a amonestarlos y requerir con la paz, tanto más prisa nos daban, ofendiéndonos cuanto ellos podían y viendo que no aprovechaban requerimientos ni protestaciones, comenzamos a defendernos como podíamos y así nos llevaron peleando hasta meternos entre más de cien mil hombres de pelea que por todas partes nos tenían cercados y peleamos con ellos y ellos con nosotros, todo el día hasta una hora antes de puesto el sol, que se retrajeron (18-19).

En este pasaje, Cortés es nuevamente atacado antes de llegar a Tlaxcala. Ante las agresiones, el adelantado demuestra sus intenciones pacíficas y le explica a su rey que antes de responder a las agresiones intenta hablar con ellos, algo un tanto inverosímil en el escenario que el propio Cortés plantea. Luego, el español y sus guerreros se ven rodeados por un enorme número de tlaxcaltecas, que Cortés estima en cien mil, una cifra del todo irrisoria. Como respuesta a estas agresiones, Cortés realiza enormes matanzas en los pueblos aledaños para demostrar su poder y capacidad destructiva. Estas brutales masacres se presentan bajo eufemismos que le quitan importancia, como si fueran hechos menores, apenas dignos de ser contados al emperador, y absolutamente necesarios. Por ejemplo: “Otro día torné a salir por otra parte antes que fuese de día, sin ser sentido de ellos, con los de caballo, cien peones y los indios mis amigos y les quemé más de diez pueblos, en que hubo pueblos de ellos de más de tres mil casas” (19). Así, los tlaxcaltecas se dan cuenta de que resistirse ante los españoles es una sentencia de muerte. Por el contrario, tenerlos como aliados puede resultar beneficioso para destruir a los mexicas y vengarse por todos los daños que estos últimos les ocasionaron. Al final de cuentas, más que una cuestión de elección de bandos, se trata de una simple cuestión de supervivencia.

Otro elemento fundamental en el aparato retórico con que Cortés fundamenta la Conquista es la religión. Durante toda su campaña en México, Cortés utiliza el argumento religioso como justificativo de su empresa. No solo se trata de bautizar a los pobladores nativos y convertirlos al cristianismo, sino que Dios mismo guía al militar español, por lo que sus victorias son también las victorias de la religión. Por ejemplo, al salir victorioso tras los ataques de los tlaxcaltecas, Cortés expresa: “Y como traíamos la bandera de la cruz y pugnamos por nuestra fe y por servicio de vuestra sacra majestad en su muy real aventura, nos dio Dios tanta victoria que le matamos mucha gente, sin que los nuestros recibiesen daños” (19). Poco tiempo después, sobre estos episodios dice: “Yo los animaba diciendo (…) que mirasen que teníamos a Dios de nuestra parte y que a él ninguna cosa le es imposible y que lo viesen por las victorias que habíamos habido, donde tanta gente de los enemigos habían muerto y de los nuestros ningunos” (22). Desde la lógica que plantea Cortés, sus victorias no tienen que ver con la superioridad de sus armas, sino con el derecho divino que tienen como cristianos, y que los impulsa a evangelizar pueblos paganos.