Poema de Gilgamesh

Poema de Gilgamesh Resumen y Análisis Tablillas VI-VIII

Resumen

Tablilla VI

Al regresar a Uruk, Gilgamesh se baña, se pone una túnica y se unge con aceites. Su apariencia es tan atractiva que Ishtar, la diosa del amor y la guerra, al verlo siente un profundo deseo de tener relaciones sexuales con él. Le suplica que sea su esposo. Le promete grandes riquezas si la deja embarazada. Vivirán juntos en una casa hecha de cedro y le dará un carro de lapislázuli con ruedas de oro.

Gilgamesh, sin embargo, la rechaza. Le dice que él no tiene nada que ofrecerle, ya que ella, al ser diosa, tiene todo lo que quiere. Además, él conoce el destino que tuvieron sus otros amantes y sabe cuán cambiante es ella. Relata la historia de distintos amantes a los que ella amó y luego condenó a terribles sufrimientos. Le pregunta, entonces, por qué él debería esperar un mejor trato por parte de ella.

Ishtar se pone furiosa. Acude a su padre, Anu, dios superior de los sumerios, y a su madre, Antu, y les exige que le permitan usar el Toro del Cielo para castigar a Gilgamesh. Sus padres se niegan, afirmando que lo que Gilgamesh le dijo es cierto. Ishtar se enfurece aún más. Amenaza con liberar a los muertos del inframundo para que se den un festín con los vivos. Anu, entonces, le advierte que el Toro del Cielo, de ser utilizado, traerá hambre para los humanos. Ishtar le asegura que tiene provisiones reservadas para la gente de Uruk. Anu cede.

Ishtar desata al Toro del Cielo. La ciudad de Uruk tiembla al escuchar sus resoplidos y bramidos. Se abre una grieta en la tierra y cien hombres caen en ella. El toro vuelve a bramar y nuevamente se abre el suelo, devorando cien hombres más.

La tercera vez que esto sucede, Enkidu ataca al toro. Este lo babea y lo azota con su rabo, cubierto de excrementos. Enkidu lo agarra de los cuernos y lucha con él. Llama a Gilgamesh, quien se une para ayudarlo. Finalmente, Enkidu agarra al toro desde su rabo inmundo y lo sujeta para que Gilgamesh pueda atravesarlo con la espada. Luego, los héroes le sacan el corazón y lo usan como ofrenda a Samas.

Ishtar, desde las murallas de la ciudad, los maldice. Enkidu toma una de las ancas ensangrentadas del toro y se la arroja. Le dice que si la tuviera más cerca, la mataría. Mientras Ishtar y las prostitutas de su templo lloran al Toro del Cielo, Gilgamesh reúne a un grupo de artesanos y les muestra con cuánta hermosura habían creado los dioses al toro. Luego le quita los cuernos, los llena de aceite y los usa como ofrenda para su padre, Lugalbanda. Finalmente, los cuelga en el palacio como un trofeo.

Esa noche, Enkidu tiene un sueño en el que ve a los dioses reunidos en consejo. Se despierta y le pregunta a Gilgamesh por qué los dioses harían eso.

Tablilla VII

Los detalles del sueño continúan en la Tablilla VII. Los dioses estaban enojados con Enkidu y Gilgamesh, y se habían reunido para decidir qué hacer con ellos. Anu afirmaba que alguno de los héroes debía ser castigado por haber matado al Toro del Cielo. Ese castigo debía ser su muerte. Enlil, dios creador de Humbaba, afirmaba que debía ser Enkidu quien muriera. Samas, por el contrario, defendía a los héroes, diciendo que él los había ayudado en el Bosque de los Cedros a derrotar a Humbaba. Enlil se enojaba con él y le decía que, al ponerse del lado de ellos, se comportaba como un mortal y no como un dios. Finalmente, decidían que Enkidu debía morir.

Poco tiempo después, Enkidu cae enfermo. Arrepentido por sus actos, maldice a Shamhat por haberlo civilizado. Maldice la puerta de cedro que él y Gilgamesh trajeron del Bosque de los Cedros. Afirma que la habría destrozado con un hacha de haber sabido que esto iba a suceder. Gilgamesh le promete que le construirá un monumento mucho más grande que la puerta de cedro: una enorme estatua, hecha de oro. Enkidu maldice al trampero que lo descubrió en la estepa.

Samas, tras escuchar las maldiciones de Enkidu, le pregunta por qué maldice a Shamhat. Afirma que, de no haberla conocido, Enkidu nunca habría comido las delicias del palacio, ni habría utilizado ropas hermosas, ni habría forjado su amistad con Gilgamesh. Le dice que, cuando muera, Gilgamesh vagará por la tierra, deshecho por el dolor. Enkidu se siente consolado tras escuchar estas palabras. Se retracta rezándole a Samas.

A la mañana siguiente, Enkidu, que está acostado en su lecho de muerte, le cuenta otro sueño a Gilgamesh: Enkidu se encontraba completamente solo en la estepa cuando un hombre con cabeza de león y garras de águila lo agarraba. Enkidu luchaba contra la criatura, pero la criatura lo dominaba y lo convertía en una especie de pájaro. Luego lo arrastraba al inframundo. Allí veía reyes, sacerdotes y dioses. Todos iban vestidos con plumas, y vivían en la oscuridad total. Ereshkigal, la reina del inframundo, se sentaba en su trono. Belet-Seri, la escriba de los dioses, cuya tablilla dice el destino de todos, se arrodillaba ante ella. Entonces, la reina lo miraba a Enkidu y le preguntaba quién lo había llevado allí. El resto del sueño no está en ninguna de las versiones encontradas.

Enkidu le dice a Gilgamesh que, si hubiera muerto en la batalla, habría sido bendecido. Se lamenta. Su condición empeora lentamente. Sufre durante doce días antes de morir.

Tablilla VIII

Gilgamesh se rasga el pelo y se rompe las ropas, desesperado. Da vueltas alrededor del cuerpo de Enkidu, lamentándose. Toca el corazón de su amigo y no siente nada. Finalmente, llama a los animales, a Shamhat y a los ancianos de Uruk para que lloren la muerte de Enkidu. Los ríos y los bosques también lo lloran.

Gilgamesh reúne a los artesanos. Les indica que construyan una estatua de oro para conmemorar a Enkidu. Luego, permanece junto al cuerpo fallecido de su amigo hasta que le sale un gusano por la nariz. Vuelve a rasgarse las ropas con desesperación. Finalmente, le hace una ofrenda a Samas pidiéndole que Enkidu esté junto a los dioses.

Análisis

En la Tablilla VI, la temática amorosa aparece en el poema y comienza a cambiar el curso de la trama. El rechazo de Gilgamesh a Ishtar será el acto que, finalmente, deparará en la muerte de Enkidu. Ishtar es la diosa del amor. Al ser rechazada siente una terrible ira. Esta ira se agrava por las acusaciones de Gilgamesh, quien le enumera antiguos amantes y los maltratos que ella les infringió tras tener relaciones sexuales con ellos.

He aquí un punto importante: Ishtar no solamente es la diosa del amor, sino también la diosa de la guerra. Cuando Gilgamesh la desprecia como amante, Ishtar, con el permiso de su padre, Anu, desata su costado bélico mandando al Toro del Cielo a la tierra.

En esta ocasión, Gilgamesh no peca de arrogante ni de soberbio. Todas sus acusaciones a Ishtar son ciertas, pese a que ella se indigne. Anu, su padre, en principio le niega el permiso para mandar el Toro del Cielo y vengarse de Gilgamesh con el argumento, justamente, de que todo lo que el héroe le dijo es verdad. Sin embargo, también es cierto que el modo en el que Gilgamesh rechaza a Ishtar es imprudente. Deja entrever que Ishtar no es tan diestra en el arte de amar y, por ende, no merece la adoración que se le brinda. Ishtar es una diosa muy importante en Uruk; tanto que tiene su propio templo (que, según el preámbulo, fue construido por el mismo Gilgamesh). Ni siquiera el rey de Uruk puede hablarle así a una diosa.

Ishtar es un personaje que tiene grandes contradicciones en el desarrollo de la epopeya. Como hemos visto, es capaz matar a cientos de personas mandando el Toro del Cielo a la Tierra para vengar una afrenta personal. Sin embargo, según el relato de Utnapishtim en la Tablilla XI, ella es la diosa que más sufrió cuando la humanidad padeció el diluvio. En ese momento, Ishatar consideró que Enlil fue extremadamente injusto al castigar a la humanidad por una afrenta personal. Luego hizo algo similar. Ahora bien, el acto de Enlil y el de Ishtar tienen una diferencia. Ishtar no pretende aniquilar a la humanidad entera. A diferencia de Enlil, ella es consciente de las consecuencias que traerá liberar al Toro del Cielo, e incluso, para convencer a su padre de que le dé permiso, esgrime un argumento racional: ella guardó provisiones para que el pueblo de Uruk sobreviva. La diferencia, en definitiva, radica en que Enlil se dejó llevar totalmente por su ira y castigó a toda la humanidad, mientras que Ishtar, aun atravesada por la ira, no pierde del todo la razón y piensa en la continuidad de la especie humana.

En relación al Toro del Cielo, es interesante destacar que dentro de la mitología mesopotámica, su nombre era Gugalanna. Fue el primer marido de Ereshkigal, la diosa del inframundo. Gugalanna también ha sido identificado como Ennugi, dios de los diques y canales.

La arrogancia de Gilgamesh (que Enkidu imita) contra Ishtar aparece luego de que ella mande el Toro del Cielo. Atravesados por la euforia de haber matado a la bestia, los héroes desprecian a Ishtar como si fuera una simple mortal. Enkidu arranca un anca del toro, se la arroja, y le dice que le haría lo mismo que le hizo al toro si la tuviera a su alcance. Gilgamesh, por su parte, decide colgar los cuernos del toro en su castillo como un trofeo. Más allá de sus acciones injustas, Ishtar es una diosa, y el Toro del Cielo, un instrumento divino. Gilgamesh, envuelto en su arrogancia, aún no comprende que hay una diferencia jerárquica fundamental entre los humanos y los dioses. Esto será clave en la continuidad del poema. Incluso, el momento en el que Gilgamesh, sobre el final, comprende que, pese a ser el rey y a realizar hazañas increíbles, no es un dios sino que es un mortal, puede considerarse como el momento cúlmine en el que el héroe madura y se convierte en un sabio.

Tras matar al Toro del Cielo, Enkidu tiene el sueño que profetiza su muerte: ve a los dioses, reunidos en consejo, decidiendo que debe morir. Este sueño es literal. Enkidu sueña lo que, efectivamente, sucede. Los sueños atraviesan todo el Poema de Gilgamesh y se pueden dividir en dos tipos:

· Los sueños de contenido o mensaje: en estos sueños, los personajes reciben un mensaje literal que puede comprenderse sin necesidad de una interpretación simbólica. Ese mensaje, a veces, es enviado por los dioses. El caso más claro es el de Utnapishtim, quien recibe el mensaje de Ea para salvarse del diluvio, con instrucciones claras y precisas.

· Los sueños simbólicos: estos sueños también contienen un mensaje, pero es un mensaje que no se revela de forma directa, sino que se transmite a partir de símbolos. Estos sueños son los que más abundan en el poema. Los sueños de Gilgamesh previos a la llegada de Enkidu, interpretados por Ninsunna, son un claro ejemplo.

Al caer enfermo, Enkidu maldice, en primer lugar, a Shamhat y al trampero que lo descubrió. Estos son, desde su perspectiva, los responsables de su proceso civilizatorio que, en definitiva, lo condujo a la muerte. En el desierto, Enkidu vivía de manera simple y feliz. Según los eruditos, es posible que esta parte del poema haya sido escrita como una crítica a la modernización del momento, en el que el avance de las urbanizaciones eran vistas como una amenaza a las tradiciones y la vida rural. Por otro lado, como hemos dicho previamente, los críticos encuentran aquí una relación con la historia bíblica de Adán y Eva, que, al ser expulsados del paraíso, se vuelven mortales.

Samas, al escuchar los lamentos de Enkidu, interviene y le hace recordar los placeres que ha vivido al entrar al mundo civilizado, como, por ejemplo, las ropas finas que utilizó y la amistad que forjó con Gilgamesh. Entonces, Enkidu, profundamente arrepentido, cambia sus maldiciones en bendiciones. Las maldiciones o bendiciones, en el antiguo mundo mesopotámico, tenían mucha importancia. No eran palabras que se lanzaban al aire como una mera descarga emocional. Se creía que, efectivamente, tenían consecuencias en los sucesos venideros.

La muerte de Enkidu, definitivamente, cambia el curso de la trama. Si bien el poema no contiene esta partición, podría considerarse que, tras la muerte de Enkidu, comienza la segunda parte de la epopeya. En esta “segunda parte”, Gilgamesh ya no es el rey arrogante que busca hazañas, gloria o aventuras. Es un ser desesperado que, tras ver morir a su doble, comprende que en algún momento él también deberá enfrentarse a la muerte. Como dice Jorge Luis Borges, casi cuarenta siglos después de la escritura del Poema de Gilgamesh, en su poema “Remordimiento por cualquier muerte”: “el muerto no es un muerto: es la muerte”.

Esta idea de que, al ver morir a Enkidu, Gilgamesh se ve morir a sí mismo se refuerza aún más en la Tablilla VIII. Cuando Gilgamesh llora a Enkidu sufre una transformación física que lo asemeja radicalmente al fallecido. Se rasga el cabello, rompe su ropa y, finalmente, se viste con pieles sucias de animales. Es como si, a través de su apariencia, estuviera intentando mantener con vida a Enkidu.

Asimismo, es interesante destacar que, tal como Enkidu, en su momento, pasó de la barbarie a la civilización, aquí Gilgamesh realiza el proceso inverso y pasa de la civilización a la barbarie. Sus invocaciones se relacionan directamente con el mundo de la barbarie, el mundo original de Enkidu. Gilgamesh les pide a los animales, a los prados y a la estepa que lloren al fallecido. El hecho de que tanto el pueblo de Uruk como también los animales y los ríos lloren a Enkidu demuestra que este formaba parte de ambos mundos, el bárbaro y el civilizado.

Gilgamesh libra dos batallas simultáneas: por un lado, intenta aceptar la muerte de Enkidu; por otro lado, intenta negar la existencia de la muerte. Por eso está doce días junto al cadáver de su amigo, y recién cuando ve que un gusano sale de su nariz se resigna y acepta finalmente que la muerte existe, que Enkidu no va a despertar como si estuviera en un sueño, y que la muerte en algún momento vendrá también por él. Entonces decide que debe engañar a la muerte y comienza su viaje hacia Utnapishtim y su esposa, los únicos mortales que fueron dotados con el don de la inmortalidad.