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La libertad

Uno de los temas principales de la novela es el anhelo de la protagonista por encontrar la libertad, que es, en su caso, un sinónimo de felicidad. Durante toda la obra se van presentando diferentes problemas que funcionan como obstáculos en la persecución de sus fines. Por ejemplo, al principio, es Angustias, con su autoritarismo, su moralidad represiva y su modelo prototípico de mujer que acata las normas de la dictadura de Franco, quien no le permite ser libre y feliz. Es ella quien le dice que hay dos posibilidades para las mujeres: el matrimonio o la reclusión religiosa. Sin embargo, no es la única que se interpone entre Andrea y la libertad. Cuando Angustias se va, casi de manera automática, otro obstáculo aparece en el camino de la protagonista: esta vez se trata del hambre. Luego, el obstáculo estará vinculado con las ideas que tiene sobre el amor, la amistad, la vida familiar: nunca nada le sale como espera.

Este tema también se relaciona con la liberación femenina. Andrea quiere liberarse de las normas impuestas por la sociedad para una señorita: quiere caminar sola por las calles o acompañada por amigos, no rendir cuentas sobre sus gastos, no pensar en el matrimonio. Sin embargo, cuando Margarita, la madre de Ena, se confiesa con ella, hay un nuevo anhelo que parece originarse allí que tiene que ver con la maternidad. No sabemos si Andrea se convierte finalmente en madre, pero, al parecer, Margarita le muestra que la felicidad y la maternidad estarían, de alguna manera, ligadas y a esa esfera de las convenciones no se opone la protagonista.

Cuando Ena la convoca a ir a Madrid y comenzar allí una nueva vida, el anhelo de liberación otra vez se renueva y la llena de esperanzas.

Las consecuencias de la guerra civil española

Uno de los temas centrales de la novela está constituido por las consecuencias de la guerra en la vida de los personajes. Si bien el tema no se trata de modo directo, aparece tratado de forma subrepticia durante toda la obra.

El periodo de posguerra es una época muy dolorosa en España, cargada de conflictos sociales y de problemas económicos. Esto se tematiza en la obra a través de los personajes de la casa familiar de Aribau, que sufren hambre y falta de empleo. Juan no consigue vender sus cuadros, Román se dedica al contrabando, Gloria vende los muebles al trapero y debe apostar de manera clandestina para conseguir dinero para el hogar; Gloria, Juan, la abuela, el niño y Andrea pasan hambre y cada vez sus figuras están más delgadas a causa de la falta de alimento; la violencia es moneda corriente y está provocada, sobre todo, por lo desquiciado que ha quedado Juan tras volver del campo de batalla; los valores morales propulsados por la dictadura están representados en el rol de Angustias, la autoritaria tía de Andrea.

En el capítulo II, Andrea observa una foto de la familia que la hace recordar un pasado feliz y próspero. Esa analepsis permite hacer una comparación entre el estado en el que viven en 1939-1940 y alrededor de diez años antes. El abuelo está muerto, los tíos tienen una relación muy mala, la abuela está senil, la casa ocupa la mitad del espacio, la criada tiene más autoridad que el resto de los habitantes del hogar, los muebles están desperdigados sin orden, todo está sucio y húmedo.

Por otro lado, en el paisaje también están las huellas de la guerra, por lo que se interpreta que es algo reciente y parte de la vida cotidiana de los habitantes. Por ejemplo, desde la estación de tren hasta la casa de la calle Aribau, Andrea viaja en un coche de caballos que señala que "han vuelto a surgir después de la guerra" (13), cuando pasea por el puerto con Gerardo, la protagonista ve "los esqueletos oxidados de los buques hundidos en la guerra" (106); cuando camina con Pons y este la lleva a conocer la iglesia de Santa María del Mar, ella observa "los vitrales rotos de las ventanas, entre las piedras que habían ennegrecido las llamas" (113).

Por último, en el derroche de las clases altas, identificados con el bando vencedor, también pueden verse las consecuencias de la guerra.

La violencia

En La violencia es ejercida, sobre todo, por Juan y Román, los dos hermanos. Juan golpea incesante y ferozmente a Gloria, así como es vil en sus palabras, tanto con ella como con Román, Angustias y Andrea. Su conducta se torna cada vez peor a medida que avanza el tiempo: "La boca de Juan echaba espuma y sus ojos eran de esos que sólo se suelen ver en los manicomios. Cuando se cansó de pegar, se llevó las manos al pecho, como una persona que se ahoga, y luego le volvió a poseer una furia irracional contra las sillas de pino, la mesa, los cacharros... Gloria, medio muerta, se escabulló de allí y todos nos fuimos, dejándole solo con sus gritos" (209).

Román, por su parte, ejerce la violencia tras un velo que lo hace parecer seductor a primera vista, pero que luego devela su lado más oscuro. Su violencia se ejecuta a través de la manipulación, la humillación y la cosificación.

La forma en que las mujeres pueden repeler la violencia de los hombres es a partir de la venganza y las amenazas de denuncia, como hacen Gloria y Ena con Román. Y estas venganzas no hacen más que despertar más situaciones violentas, como el suicidio de Román o los insultos y bajezas a los que es sometida Gloria.

La violencia es moneda corriente en la casa de la calle Aribau y es alegórica de lo que sucede a nivel nacional a partir de la guerra civil española. Las huellas de esa guerra están, por ejemplo, en los edificios quemados o en la insanía de Juan. También en el hambre que sufren los habitantes de la casa de la calle Aribau; en el machismo ejercido por la sociedad patriarcal sobre las mujeres; y, por supuesto, en esa desigualdad entre los ricos, que despilfarran su dinero, y los pobres, que no cuentan ni con comodidades ni con alimentos.

La amistad

Uno de los sostenes más importantes para Andrea lo descubre al hacerse amiga de sus compañeros de universidad. Al habitar un microcosmos hostil como es el de la casa de la calle Aribau, poder charlar y pasar tiempo con gente diferente a su familia constituye para ella un remanso de la violencia persistente en su casa.

Su mejor amiga es Ena y tiene una importancia fundamental en su vida. De todos sus amigos, es la única que ingresa a la casa de Andrea y conoce a su familia. Al establecer contacto con Román, el tío de Andrea, Ena cruza el umbral que separa el interior de esa casa que Andrea aborrece del exterior, vinculado con la libertad y la vida social. Esa intromisión de su amiga es la que da pie al conflicto principal de la novela. Y, además, conflictúa a Andrea interiormente, dado que ella no quiere que esos dos mundos (el de su familia y el de sus amigos) se crucen; prefiere mantenerlos distanciados.

Los momentos de felicidad o de alivio están vinculados con la presencia de sus amigos, ya sea durante las salidas a la playa con Jaime y Ena o al atelier del grupo de bohemios presentados por Pons. Finalmente, es su amiga Ena la que le ofrece una posible vía de liberación.

La crisis existencial

Desde su llega a Barcelona, Andrea, ilusionada con una vida nueva, encuentra obstáculos para su felicidad. Esto provoca una crisis existencial en la narradora, que no sabe qué hacer para ser protagonista de su propia vida. Ella se va formando a sí misma a medida que avanza la acción y se van sucediendo las experiencias. El viaje actúa dos veces como motor de cambio en la vida de Andrea: primero, al llegar a Barcelona; luego, al irse. Lo que pretende encontrar, y que la llena de esa angustia existencial porque no lo consigue, es todo aquello que al final dice no haber experimentado: la plenitud de la vida, la alegría, el profundo interés por algo, el amor.

La moralidad

La novela se ubica temporalmente y está escrita durante la posguerra, es decir, durante la primera etapa del gobierno dictatorial de Franco. Es un momento de mucha represión y control social. Si bien la presencia de Franco no se manifiesta de forma explícita en el texto, aparecen algunas señales en escenas y actuaciones de los personajes que manifiestan la moralidad conservadora de la época.

En la familia de Andrea, hay quienes buscan defender la moral tradicional y conservadora y, así, guardar las apariencias, a pesar de la decadencia en la que se encuentran. Angustias es la representante de la moral femenina. Es quien le dice a Andrea cómo debe comportarse una señorita en Barcelona en ese momento y quien le remarca que solo hay dos caminos honrados para las mujeres: el casamiento o la vida religiosa, por la que ella se vuelca. Juan, como patriarca de la familia, busca levantar los valores tradicionales y quiere ser quien provea el sostén y quien juzgue: "¡La sobrina! ¡Valiente ejemplo!... Cargada de amantes, suelta por Barcelona como un perro..." (145).

Pero, además, en su familia, hay quienes no intentan defender esa moral y se mofan de ella. Claro ejemplo es Román, quien es dedica al contrabando y se ufana de sus faltas, y Gloria, que está más interesada en poder alimentar a su familia que en guardar las apariencias.

La decepción amorosa

Andrea tiene dos experiencias amorosas con dos hombres jóvenes. Una no consentida y otra deseada pero desfavorable. La primera se da con Gerardo, el muchacho con el que tiene el primer beso en la calle, de forma inesperada. Se decepciona porque no es la forma ni la persona con la que hubiera querido tener una primera experiencia como esta.

La segunda es con Pons, quien no termina de convencer románticamente a Andrea, es decir, no le gusta, pero a quien desea poder retribuir con el sentimiento para así dar rienda suelta a sus soñadas imaginerías de cuentos de hadas. Con Pons cree que podrá vivir un verano esplendoroso y tener su primer baile, pero tras la fiesta en su casa, en la que no baila, se aburre y mira todo desde un costado, la relación con el muchacho termina y, por ende, el viaje no se concreta.

El amor romántico idealizado no es un tema de Nada. Ninguna de las parejas que hay en la novela se muestra como la ideal y prototípica de los relatos que Andrea ha leído en sus libros o recuerda de los cuentos maravillosos. Por lo que uno de los aprendizajes que puede tomar Andrea es que el amor no es como el de los cuentos de hadas.