Nada

Nada Resumen y Análisis Parte 1, Capítulos VII-IX

Resumen

Capítulo VII

Dos días después de Navidad, Angustias, sin decir adónde, se va de la casa en un taxi. Esa misma tarde, se presenta don Jerónimo para buscarla. Le pregunta a la abuela por su ubicación, pero la anciana le dice que Angustias no lo ha dicho. Cuando el hombre se va, la abuela le confiesa a Andrea que sí sabe, pero que no puede decírselo a nadie. En ese momento, llegan Juan y Gloria, quienes notan que, a diferencia de lo que pensaban, Angustias no se ha fugado con don Jerónimo. En Nochebuena han visto a Angustias volver con Jerónimo a la madrugada: durante la despedida él besó su mano y ella lloró. La abuela niega lo que ellos sugieren y dice que no todo es como parece.

Andrea se muda al cuarto de Angustias. La primera noche ingresa Román y se sorprende por encontrarla allí. Otra tarde, Andrea descubre allí a Román leyendo una carta de Angustias, que luego guarda en uno de los cajones con llave. Él la invita a su cuarto a tomar café y allí le pregunta si ella lo quiere y si él puede contar con ella. La joven le aconseja que tenga amigos y aprovecha para demostrarle lo molesta que está desde que sabe que él ha revisado sus pertenencias. Luego, él le dice que tenía ciertas esperanzas con ella, pero ya no; que Andrea parece una niña que categoriza todo de forma binaria. Con soberbia, le dice que él maneja a todos los habitantes de la casa a su gusto, sobre todo a Juan, y que ofrecerá las vidas de Juan y Gloria al dios Xochipilli. Andrea se siente nerviosa por el tono que cobra la conversación. Se va de allí mientras él se ríe de manera macabra. Por la noche, ella decide no cenar para no cruzarlo.

Capítulo VIII

Angustias llega a casa en el tren de medianoche sin dar aviso de su regreso. Andrea se despierta sobresaltada cuando escucha que ella y Gloria discuten en la escalera porque Angustias la ha encontrado a esas horas allí. Cuando Angustias la suelta, Gloria se escabulle hacia el cuarto de la abuela. En ese momento Juan se presenta y maldice a Angustias por el ruido, dado que él debe madrugar. Su hermana acusa a Gloria, pero la abuela la defiende y dice que todo es un malentendido, que Gloria está en su cuarto con el niño. Juan le responde que solo él puede impedirle a su mujer que salga de noche, por lo que Angustias se va a su cuarto ofendida.

Andrea regresa al salón empolvado de su antigua alcoba. Al día siguiente, Angustias vuelve a llamarla y Andrea se siente histérica, llorosa y desesperada; no quiere soportar una sola orden más de ella, a quien culpa de la abulia sufrida desde su llegada a Barcelona. Rebelde, pasa un largo rato sin acudir a su llamado, pero, antes de salir para la Universidad, pasa por lo de su tía y la mujer le informa que se marchará a un convento de una orden de clausura, por lo que podrá quedarse con el cuarto. Angustias dice que hay dos caminos para una mujer honrada y que ella ha elegido el suyo. Andrea siente un halo de nostalgia por la antigua familia feliz. Angustias le dice que ha pensado mucho en ella los últimos días y es muy dura con sus comentarios: le confiesa que está decepcionada por la rebeldía de la joven; que ha pedido a Dios su muerte o el milagro de su salvación; que la atormenta dejarla en esa casa acompañada por Gloria, a quien compara con una serpiente, culpa de la sinrazón de la abuela y de ser la causa de todos los males; que sabe que Andrea hará algo malo cuando ella ya no esté allí para controlarla. Por último, le dice que, de ahora en adelante, Andrea recibirá ella misma su pensión, que debe administrar y dar a la abuela lo que crea conveniente para contribuir con la alimentación.

Por otro lado, Gloria, duerme ese día hasta el mediodía y, por la tarde, le enseña a Andrea las señales de la paliza que le ha propiciado Juan la noche previa.

Capítulo IX

Angustias recibe la visita de sus amigas, mujeres adultas con las que conserva amistad desde su juventud, que se juntan para despedirla. Todas mantienen antiguos recuerdos dichosos de esa casa y, además, nombran a un pretendiente de Angustias: Jerónimo Sanz, pero pronto descubren la impertinencia de nombrarlo y callan.

Mientras tanto, Andrea y Gloria charlan en el cuarto de esta última. Gloria no entiende la decisión tomada por Angustias: no sabe por qué no se marcha con Jerónimo ni por qué tomará los hábitos, dado que, para ella, no sirve para rezar. Andrea aprovecha para preguntarle adónde iba el día que Angustias la encontró en la escalera y ella responde que a la casa de su hermana, que Juan no la deja ir.

Entre tanto, Román se alegra de que Angustias se vaya, pero dice que extrañará leer sus cartas de amor. Andrea está alegre, porque siente que ahora sí podrá ser libre, sin la opresión de su tía, por lo que se muestra más cariñosa con ella. A la narradora le extraña que Jerónimo no la despida, pero Gloria le cuenta que él y Angustias se ven todas las mañanas en misa. El día de la partida de Angustias, toda la familia, salvo Román se dirige a la estación para despedirla. Cuando el tren comienza a alejarse, Juan le grita a a su hermana que es falsa y mezquina. La acusa de no haberse casado con Jerónimo en su juventud por la pobreza del hombre, pero que cambia su actitud cuando este regresa rico de América. También grita frente a todos que mantienen una relación, en la que hacen infiel a la señora Sanz, durante veinte años, pero que aún así no tienen valentía para estar juntos por mantener las apariencias.

Análisis

En el capítulo anterior, tras la discusión en torno al pañuelo desaparecido de Andrea, se develan algunas cuestiones que tienen consecuencias en estos capítulos. Una de ellas está vinculada con la moral herida de la tía Angustias. Ella, que representa un ejemplo de conducta y sigue los preceptos promovidos por el ámbito más conservador de la España de 1940, es acusada de ser una inmoral y una hipócrita: Juan sugiere que mantiene, en secreto, una relación con un hombre casado, su jefe Jerónimo, y, además, que utiliza como excusa la misa para verse a escondidas con él. Angustias, que es quien más ataca a Gloria y condena sus comportamientos liberales, a la vez que se escuda en su carácter religioso y ético, es acusada de estar cometiendo un acto que ella misma calificaría como terrible.

Para huir de la casa, de las acusaciones y de las miradas de los demás, Angustias toma los hábitos. Esta es la primera de las consecuencias mencionadas. Pero esta acción, lejos de ser tomada como un acto de vocación religiosa, no hace más que sugerir la hipocresía de la mujer. Gloria, quien asume que no entiende demasiado de cuestiones religiosas, puede, sin embargo, desde su simplicidad, notar que es un despropósito que Angustias se convierta en monja: "Yo no sé, chica —decía Gloria—, por qué Angustias no se ha marchado con don Jerónimo, ni por qué se mete a monja, si ella no sirve para rezar..." (79). Y, además, hace una división entre quienes sí son buenos católicos de fe y quienes no, a partir de una comparación en la que da cuenta del carácter controlador y alejado de los valores cristianos que posee Angustias:

... la comparo con tu abuelita, que sí que es buena rezadora, y veo la diferencia... Mamá se queda toda traspasada como si le vinieran músicas del cielo a los oídos. Por las noches habla con Dios y con la Virgen. Dice que Dios es capaz de bendecir todos los sufrimientos y que por eso Dios me bendice a mí, aunque yo no rezo tanto como debiera... ¡Y qué buena es! Nunca ha salido de su casa y, sin embargo, entiende todas las locuras y las perdona. A Angustias no le da Dios ninguna calidad de comprensión, y cuando reza en la iglesia no oye músicas del cielo, sino que mira a los lados para ver quién ha entrado en el templo con mangas cortas y sin medias... Yo creo que en el fondo el rezo le importa tan poco como a mí, que no sirvo para rezar... (79)

El comportamiento de la tía de Andrea no coincide con lo que profesa.

Angustias muestra su descontento con Gloria durante toda la primera parte de la novela. Ve a su cuñada como una influencia peligrosa y negativa para su sobrina, por diversos motivos: esta se queda embarazada antes de que la unión con su marido sea bendecida, vuelve de noche a la casa, se preocupa por su aspecto físico, no asiste a misa, habla de modo vulgar y sin ningún tipo de refinamiento. Sin embargo, irónicamente, no tiene pruebas de que esa persona, a la que acusa de ser una "mujerzuela", esté realizando actos espurios. En cambio, Juan y Gloria, han visto a Angustias y a Jerónimo encontrarse en la iglesia y han escuchado a la esposa del hombre llamar enojada a la mujer. Quien, finalmente, de las dos mujeres, además, queda peor ante la mirada del resto, es justamente Angustias, dado que Juan se encarga de gritarle todo aquello que cree como verdades demoledoras de su moral conservadora frente a una multitud curiosa en la estación de tren.

Angustias realiza más de una advertencia a Andrea sobre Gloria. En el capítulo VIII, revela, a través de símiles y metáforas bíblicas, los temores que la acometen al partir y dejar a Andrea con Gloria: "Te voy a dejar sola en una casa que no es ya lo que ha sido... porque antes era como el paraíso y ahora –tía Angustias tuvo una llama de inspiración– con la mujer de tu tío Juan ha entrado la serpiente maligna. Ella lo ha emponzoñado todo" (75). Gloria se representa como una mujer serpiente, es decir, se hace una fuerte alusión a una escena bíblica. Gloria, con su veneno, es presentada por Angustias como la causante de la clausura del paraíso y del comienzo del conflicto y del sufrimiento humano en la familia de la casa de la calle Aribau.

La segunda de las consecuencias que provoca el conflicto con el pañuelo es el cambio en la visión que Andrea tiene de su tío Román. La visión romántica del hombre comienza a desarmarse para Andrea, quien se queda perpleja al enterarse de que le ha revisado las cosas y que no ha tenido pruritos en inventar una historia así para perjudicar a Gloria. Al final del capítulo VI, Román comienza a vislumbrarse para Andrea como un hombre ruin, soez y egoísta: "Él, Román, más mezquino, más cogido que nadie en las minúsculas raíces de lo cotidiano. Chupada su vida, sus facultades, su arte, por la pasión de aquella efervescencia de la casa" (59). Y, en esta parte que estamos analizando ahora, se termina de cerrar esa idea de la joven cuando su tío le confiesa, en un arranque ególatra, su condición de ejecutor y controlador de todo lo que sucede en la casa. De una forma que lo asemeja a un ser trastornado a la vista de Andrea, construye una imagen de sí mismo como si fuera un ser omnipotente que maneja el destino y las conductas de los habitantes de la casa de la calle Aribau.

La impronta expresionista, en esta parte de la novela, se evidencia en la descripción de las amigas de Angustias: "Como una bandada de cuervos posados en las ramas del árbol del ahorcado, así las amigas de Angustias estaban sentadas, vestidas de negro, en su cuarto, aquellos días" (78). Esta imagen de estas personas que se comparan con cuervos por sus ropas y rasgos, recuerda las Pinturas negras (1819-1823), de Goya, murales cargados de imágenes expresionistas y oscuras llenos de profundo pesimismo. La narradora no se contenta con esa primera descripción de las mujeres. Insiste con la animalización: "La verdad es que eran como pájaros envejecidos y oscuros, con las pechugas palpitantes de haber volado mucho en un trozo de cielo muy pequeño" (78). Y no es la única vez que se utiliza una imagen que podría aludir a esta serie macabra.

Concluida la primera parte de la novela, desde una lectura atenta a las características propias de la novela de formación o de aprendizaje, nos podríamos preguntar qué conocimientos adquiere hasta aquí, en esta primera etapa, la adolescente huérfana que narra la historia de su paso por Barcelona. Lo que conoce y narra en estos primeros nueve capítulos es, sobre todo, el mundo sórdido de la casa de la calle Aribau. En estos primeros meses, percibe la existencia de seres humanos oscuros y retorcidos, que se manejan con violencia y que viven de las apariencias. Las palabras de Juan al final, por ejemplo, develan que Angustias no se casa de joven con Jerónimo, a quien ama, por la recomendación de su padre: Angustias, la abnegada, se sacrifica para mantener la clase social. Irónicamente, luego, su enamorado viaja a América y vuelve rico, pero también casado, por lo que ella ya no puede ser su esposa (aunque, no se nos revela y sugiere insistentemente por los otros personajes, quizás sí su amante). Angustias le enseña a Andrea que hay dos caminos honrosos para la mujer: el casamiento o la vocación religiosa.