Los museos abandonados

Los museos abandonados Temas

El mundo amenazado por la destrucción

En “Los extraños objetos voladores”, el narrador sufre la desaparición paulatina de todo lo que lo rodea, incluida su propia cara frente al espejo. La amenaza, encarnada en el pájaro marrón que sobrevuela su casa, se instala desde el primer día. Si bien este relato es muy diferente al resto en cuanto a escenario, personajes y trama, se da en relación con este tópico un vínculo temático muy estrecho: en todos ellos la amenaza de la destrucción del mundo que nos rodea es central.

En palabras de Peri Rossi, los tres cuentos que siguen a este “están protagonizados por una pareja que vive una situación límite: la destrucción del mundo, de una civilización, de un orden social, de una estructura, de un tipo especial de cultura, de una manera de concebir el amor, el arte, la sociedad: es el mundo de “ellos” que se viene abajo” (1968: p.29). En el último de los relatos, “Los refugios”, Ariadna y el narrador esperan. Debido a la propia capacidad de salir a unirse a la resistencia de los jóvenes y la creación de un mundo nuevo, para ellos, el museo es un refugio en el cual guarecerse a esperar el fin. Algo similar sucede en “Un cuento para Eurídice”, en el cual el narrador y Eurídice se refugian en la irrealidad permanente de los ensueños y los relatos de cómo es que ellos se conocieron. El sol llegará para arrasar con todo, por lo que conversar es una manera de esperar.

En “Los juegos”, la pareja se evade a través de lo erótico. Estos juegos de cacería que culminan en sexo entre el narrador y Ariadna son una respuesta a la destrucción del afuera. Encarnan, a su vez, otra destrucción: la del museo y lo que hay dentro. Ellos no protegen, como otros personajes del libro, la memoria: esculturas y jarrones se hacen pedazos contra el suelo en corridas despreocupadas, las telas se desgarran y ellos mismos, inclusive, terminan lastimados.

La memoria

Los museos abandonados incluye cuatro cuentos, tres de los cuales están estrechamente vinculados entre sí por algo más que por desarrollarse en lugares físicos llamados museos. Dice Peri Rossi en una entrevista, al evocar el libro: "No concebí un plan previo en esa conexión íntima; surgió sola; sorpresivamente, aun para mí, encontré que había escrito, en tiempos diversos, tres relatos que se desarrollaban en museos, que estaban muy vinculados y que había una progresión de símbolos y significados, que los hacía inseparables y progresivos" (1968: p.29).

El vínculo entre estos tres cuentos no es solo, como vimos, el espíritu apocalíptico que los envuelve, ni tampoco, como dice la autora, el espacio en que se desarrollan. Este espacio, el museo, representa otro de los grandes temas de su obra, y de este libro en particular, que es la memoria. El museo es, quizá, uno de los símbolos culturales por antonomasia de la memoria colectiva de una cultura. El asunto es, en este caso, qué hacen los distintos cuentos con ella, con los museos que la salvaguardan, y qué rol cumple en los relatos.

Ante todo, cabe decir que igualmente podemos incluir, también, el primer cuento en relación con este tópico. A pesar de transcurrir en el campo, María se concibe a sí misma, en todo momento, como una suerte de museo viviente, una persona que puede recordar. El narrador, focalizado en ella, repite, a veces en una aliteración que resulta llamativa, lo siguiente: “era tan vieja como para recordar” (p.15), “era lo suficientemente vieja como para recordar” (p.16), “era suficientemente vieja para recordar esa y muchas cosas más, que en el sótano de la memoria se le iban embalsamando” (p.18), y también: “era lo suficientemente vieja como para vivir con todos esos recuerdos y muchos más adentro, como se vive en una plaza, sacudiendo el polvo de las cosas” (p.25). Progresivamente, María toma la forma del museo humano, una memoria descomunal que todo lo archiva dentro de sí.

En el resto de los relatos, tres parejas (narrador-Ariadna, narrador-Eurídice, y narrador-Ariadna, nuevamente) conversan, se cuentan historias y se entretienen en museos deshabitados, abandonados o a punto de ser destruidos. La amenaza del afuera convierte a los museos en una suerte de refugios o último reducto de civilización. En “Los juegos”, como dijimos, los objetos, las esculturas son destruidos, maltratados por los personajes en sus juegos de persecución. En “Los refugios”, por el contrario, a pesar del estado de destrucción del mundo y la inminente llegada de los jóvenes a terminar de arrasar con todo, y con ellos mismos también, el narrador cuida, atesora lo que allí se guarda. En lugar de irse con los jóvenes a luchar, ha decidido proteger el museo, la memoria de la cultura.

El espíritu lúdico

No solo los personajes de “Los juegos”, valga la redundancia, juegan. A pesar de lo lúgubre y desencantado de la mayoría de los personajes de Los museos abandonados, varios de ellos conservan cierto espíritu lúdico que parece ser inherente al humano en el marco del libro. Aun en condiciones apocalípticas, se juega: a las escondidas, a inventar historias, a transcribir en diversas lenguas inscripciones del museo.

También el narrador juega con la sintaxis, con las palabras, con las figuras retóricas. Muchas veces, ante la dificultad para encontrar la mejor metáfora, el mejor símil, encabalga uno tras otro, creando una suerte de juego de espejos que atolondra y a la vez entretiene al lector. De este modo, nos encontramos con frases como esta:

—¿Qué tienes? —volvió a preguntar [María], cuando se dio cuenta de que el viejo tenía los ojos fijos en el costado de su cara, como si allí mismo le hubiera salido una raíz, brotado una planta, abierto un surco el arado, nacido una serpiente, crecido un yuyo, volcado sus aguas un río naufragado un bote, horadado un pez espada, carcomido una enfermedad, marcado su sílaba ardiente una pústula, flameado una bandera, puesto palos y señales un inspector, al venir a controlar las tierras (p.35).

Si bien el juego parece ser un modo de paliar la angustia, la soledad o, ante todo, el miedo, rara vez resulta exitoso. Los jóvenes, en “Los juegos”, terminan por destruirse ellos mismos luego de hacer trizas en sus corridas todo aquello que el museo albergaba. Los relatos inventados por el narrador en “Un cuento para Eurídice”, por su parte, no alcanzan a abrigar a Eurídice del miedo a la muerte; los juegos fallan una y otra vez, y el miedo se impone.

Soledad y desamparo

La soledad es uno de los tópicos que recorre el libro de un modo quizá menos explícito que el resto de los temas, pero igual de presente. Se visibiliza por su negativa. Es decir, podemos cerciorarnos de que la soledad, su amenaza latente, está allí porque los personajes hacen maniobras de todo tipo con tal de combatirla. Quizá el doctor de “Los extraños objetos voladores” sea uno de los personajes que más explicita, en sus reflexiones, estos asuntos. No resulta llamativo que sea, de alguna manera, quien ocupa el lugar del “intelectual” en este cuento situado en medio del campo quien reflexiona en torno a la desolación, la abulia, la soledad y el desamparo. El doctor bebe para olvidar que se encuentra solo en un pueblo deteriorado del interior, que no hay nada allí para él salvo el sexo eventual con su secretaria y las visitas al pueblo vecino. A su vez, Alicia se conforma con la relación fría, clandestina y episódica con el doctor porque en el pueblo, aburrido y vacío, no puede encontrar nada mejor.

Los personajes de los cuentos restantes, las tres parejas encerradas en museos, parecen también encontrarse solas en la vastedad del mundo: sus conversaciones, juegos eróticos y relatos resultan ser un bálsamo para la soledad. Ariadna y el narrador, en “Los juegos”, se separan e inician cada día juegos de persecución solo para reencontrarse y hacer el amor entre las esculturas abandonadas del museo. El reencuentro es la alegría, la excitación que sigue a la desesperación de la soledad de quien busca al que se esconde.

La belleza y el arte

La literatura, como forma privilegiada del arte para Peri Rossi, es una forma emocional de conocimiento. La literatura se constituye como testimonio universal del ser humano y una vía de conocimiento privilegiada. No permanece ajena al mundo, no es independiente, porque está construida sobre experiencias personales y acontecimientos históricos, políticos y culturales.

Estas ideas,, que encontramos diseminadas en entrevistas y notas en las que Peri Rossi se explaya con respecto al arte, la belleza y la literatura, se encuentran tematizadas, sobre todo, en los tres cuentos que siguen a “Los extraños objetos voladores”. Las tres parejas que los protagonizan se encuentran cobijadas en museos y se dedican a hablar. En estos espacios, bellas esculturas, jarrones, cuadros y otros objetos de valor estético se disponen a su alrededor y forman parte, por momentos, de la acción. A su vez, las parejas conversan, y no solo tejen relatos, sino que exploran la plasticidad del lenguaje poético; componen cuentos, poemas, diálogos e imágenes de gran belleza.

El museo de arte es el lugar en el que conservar todo aquello que la humanidad, a lo largo de su historia, ha considerado bello. De algún modo, la elección de estas parejas del espacio del museo como refugio (sobre todo ante el apocalipsis) se vincula con esta necesidad de rodearse del arte y de lo bello, como si allí residiera aquello que es importante, lo que debe ser preservado, lo que tiene una presencia aurática.

Sin embargo, esta belleza está a punto de perderse por completo. Los museos son, en mayor o menor medida, ruinas en el libro. En “Los juegos”, el narrador dice: “Nuestro juego continuó, indiferente a la ruina de alrededor, y por los días, descansábamos sobre el suelo, mirando cómo las ratas se paseaban por los cadáveres de las estatuas desengarzadas, descompuestas por el piso. Sólo quedábamos ella y yo, buscándonos, buscándonos entre los restos del museo vencido, como ahumado” (p.94). En el caso de “Un cuento para Eurídice”, los objetos son pocos y aislados. El museo ha sido casi vaciado por completo. “(Para nosotros dos, salvados por azar de la destrucción completa y aislados, —¿protegidos? ¿salvados?— sostenidos, reunidos por azar en un museo desierto, vacío donde debíamos esperar una muerte segura y —suponíamos— benigna)” (p.115). Es la literatura, los relatos del narrador que distraen a Eurídice de la muerte, sus juegos de palabras lo que los preserva del miedo a la muerte inminente.

Política, poder y patriarcado

Si bien, a diferencia de otros textos de Peri Rossi, el tema político no es central en la mayoría de los cuentos que componen Los museos abandonados, no se encuentra en absoluto ausente. Nos encontramos, en primer lugar, con una mención de la situación política en Buenos Aires a principios de los años 70, cuando María recuerda, en “Los extraños objetos voladores”, a su hijo Sebastián, detenido por participar en actividades sindicales y devuelto bajo amenaza al campo.

La carga política de “Los refugios” es la más evidente. Al escuchar, desde dentro del museo, a los jóvenes revolucionarios y a las fuerzas represoras, Ariadna descubre el poder de ambos, y el significado de las palabras “paz” y “socialismo”. Sin embargo, no sale a la calle: ya no puede, ya es tarde, al igual que para el narrador. Ariadna aguarda el sueño y el final, que solamente llega cuando los jóvenes alcanzan las puertas del museo y colocan dinamita dentro y fuera. Ambos se quedan adentro, “hasta que todo estalló, como una gran fruta madura, como una formidable víscera descompuesta” (p.149).

En este mismo cuento, el narrador ha intentado moldear a Ariadna, transformarla, guardarla para sí, pero ella se resiste: ​​“–No soy una estatua, modelador, no te confundas. No soy una silva. No podrás montarme sobre una base de aluminio y contemplarme” (p.146). Esto nos dirige al segundo aspecto en el cual la política se hace presente en los relatos, y es en relación con el orden patriarcal y el lugar histórico de la mujer. En los relatos, las mujeres de Peri Rossi toman decisiones por sí mismas. En “Los juegos”, Ariadna encuentra un camino propio y abandona al narrador; en “Un cuento para Eurídice”, ella espera la muerte contra toda intención del narrador; en “Los refugios”, la elige. Contrariamente a los mitos originales de Ariadna o Eurídice, en los que la mujer salva al héroe, ellas, de alguna manera, se salvan a sí mismas. Los héroes, sin nombre, solo pueden narrar: su propio abandono en “Los juegos”, la destrucción del mundo en “Los refugios”, su propia incapacidad para salvar a su compañera en “Un cuento para Eurídice”.

Generalmente, las consideraciones políticas de los textos giran en torno al ejercicio del poder: quién lo detenta (pueden ser las fuerzas represivas, los varones, las mujeres empoderadas), qué se hace con él y qué despierta en los actores a su alrededor.

Delirio, fantasía, pensamiento mágico

Una de las características de la generación del 60, de la cual Peri Rossi forma parte, es el alejamiento del realismo costumbrista y localista de la tradición literaria rioplatense anterior. El tema de la fantasía, el discurso delirante o la superstición no son privativos de la literatura de Peri Rossi, pero se dan en ella con particularidades.

En "Los extraños objetos voladores", María parece delirar, por momentos, al recordar tal o cual evento. Su modo de rememorar, por ejemplo, el eclipse de hace años, es cuanto menos particular en la concatenación de sintagmas e ideas. Este tipo de prosa se desarrolla aún más en “Un cuento para Eurídice”, en el que, realmente, la composición es compleja, y el relato, por momentos, parece reproducir la organización anárquica del flujo de conciencia. En la literatura de Peri Rossi, la introducción de la fantasía conlleva una forma de enunciación diferente al realismo, se trata de la aparición de otro modo de pensar (como en el caso de María) u otro modo de decir, como en el caso del narrador, por ejemplo, de "Un cuento para Eurídice".

El pensamiento mágico se hace presente en el primer relato en torno al objeto volador marrón. Lautaro dice que ese pájaro no puede ser atravesado por las balas, o que está muy lejos: “A eso no he de darle con tiros de escopeta. Eso es mágico” (p.27), sentencia. Más adelante, le atribuirá al pájaro marrón sus desgracias, es decir, la desaparición paulatina de todo lo que lo rodea y de, inclusive, su propia cara frente al espejo. La función del pensamiento mágico en este caso viene a ser la de dar una explicación a aquello que no la tiene, al menos para Lautaro. El discurso médico, insuficiente, es desplazado por la superstición y la imaginación del viejo.

En “Los juegos”, la fantasía de los jugadores, el narrador y Ariadna, se traslada a la realidad. Ella, que en sus huidas se confunde con las esculturas del museo, termina rompiéndose, desintegrándose al caer, como una de ellas. Esta ambigüedad, muy propia de la literatura fantástica y, puntualmente, de la de Peri Rossi, se repite de forma invertida en “Los refugios”. El narrador cubrirá a Ariadna, a quien ha tratado de moldear como a una estatua sin éxito, con las sábanas con las que cubre las esculturas del polvo. A pesar de que los eventos imaginarios o mágicos están allí siempre en función de la realidad, de establecer un discurso sobre ella, en los relatos de Peri Rossi, fantasía y realidad se confunden. La fantasía, el evento mágico, abre formas de enunciación y miradas sobre la realidad que la iluminan de un modo diferente.