Los de abajo

Los de abajo Resumen y Análisis Tercera parte, Capítulos 1 - 7

Resumen

Capítulo 1

El capítulo inicia con una carta de Luis Cervantes dirigida a Venancio, fechada en mayo de 1915. Ha pasado un año desde que empezaron los enfrentamientos entre Villa y Carranza. En su carta, Luis se disculpa por la demora en su respuesta y cuenta que ha concluido sus estudios y se encuentra ocupado con sus tareas profesionales. Comprendemos por su carta que se mudó a los Estados Unidos y todos sus fondos los invirtió en sus estudios. Si bien no cree que Venancio pueda completar sus propios estudios en medicina, le propone asociarse para abrir un restaurante juntos; eso sí, van a necesitar de los fondos de Venancio. Asimismo, a partir de la carta, descubrimos que Pancracio y Manteca murieron en una pelea a causa de un juego de barajas, y que Margarito se suicidó.

Por el contrario, la vida de Demetrio y sus hombres sigue exactamente igual que antes, cabalgando por el territorio, luchando. Anastasio permanece al lado de su jefe, pero no comprende del todo por qué continúan en la lucha. La tropa ha sumado un nuevo miembro: el poeta Valderrama. Al igual que a Luis, a Valderrama también le gusta pronunciar discursos cargados de grandilocuencia. En esta ocasión, le reclama a Demetrio la orden de apresar a los serranos que se esconden de los revolucionarios. Para el poeta, esos hombres están “hechos de nuestra madera… con la que se fabrican héroes” (p.136). Cuando llegan a una ranchería en las sierras se encuentran con que no hay nada para comer y los campesinos, desde sus escondites, miran con desdén a los soldados.

Capítulo 2

Siguiendo las órdenes de Demetrio, los hombres capturan a quienes se esconden en las sierras. Al parecer, se trata de desertores de las tropas de Villa. Le cuentan a Demetrio sobre la derrota de Villa en Celaya y las tantas victorias de Carranza. Dado que Demetrio y sus hombres eligieron el bando de Villa, el relato de los desertores sobre la derrota del gran líder revolucionario es angustiante.

Antes de seguir camino, los hombres asan carne mientras conversan sobre las terribles noticias. Valderrama, quien huye al peligro, reaparece ahora que sabe que los desertores no son una amenaza. Venancio le comparte la noticia sobre los triunfos de Carranza. Pero Valderrama no parece demasiado afligido, para él todos los nombres son iguales, a él lo que le interesa es la revolución en cuanto conmoción, no le interesa quienes “quedan arriba o abajo, después del cataclismo” (p.139).

Las palabras de Valderrama impresionan a Demetrio. De todas maneras, el jefe se sume en un silencio pensativo y reflexiona sobre Villa: “Villa derrotado era un dios caído. Y los dioses caídos no son dioses ni son nada” (p.139).

Capítulo 3

Demetrio y sus hombres arriban a un pequeño pueblo desierto. Encuentran un barril de tequila, una rareza a esa altura de la lucha y tras tanto saqueo. Deciden celebrar el hallazgo con música y peleas de gallos.

Durante las celebraciones, Demetrio permanece triste. Mientras se da la pelea de gallos, Demetrio le pide a Valderrama que le cante una canción. El poeta toma una guitarra y canta dándole “tanta alma a su voz y tanta expresión a las cuerdas” (p.141) que Demetrio se pone a llorar.

Capítulo 4

Demetrio llega a Juchipila. En un gesto grandilocuente, Valderrama besa el suelo, ya que esa tierra es la cuna de la revolución. Allí están enterrados los primeros revolucionarios que, según un ex federal que se ha unido a las tropas de Demetrio, son buenos “porque no tuvieron tiempo de ser malos” (p.143).

A esta altura de la lucha, los soldados más veteranos no se encuentran a gusto con la situación dado que la tropa está compuesta sobre todo por ex federales y señoritos de la ciudad. Cuando Anastasio le expresa su descontento a Demetrio, este le contesta que no puede evitar recordar al peón de Tenotiplán que “No paraba de rezongar de su patrón, pero no paraba de trabajar tampoco” (p. 144). En todo caso, para Demetrio es importante mantener arriba los ánimos de sus soldados porque ha recibido órdenes de enfrentar a carrancistas en Cuquío. Ante los rumores de un posible enfrentamiento, Valderrama desaparece.

Capítulo 5

La tropa llega a la ciudad de Juchipila, destruida por los sucesivos enfrentamientos y saqueos. Además, la ciudad está sumida en la pobreza y sus habitantes están hambrientos. Demetrio y sus hombres sienten nostalgia por aquellas épocas en las que su llegada era motivo de celebración. Ahora, todos los miran con desconfianza y odio. El dinero con el que los soldados desean pagar por comida no vale nada. Este ambiente hostil y deprimente contrasta con el alegre sonido de las campanas.

Capítulo 6

Demetrio se encuentra con su esposa y su hijo tras dos años de ausencia. Demetrio y su mujer se abrazan en silencio y ella llora de alegría. A él le sorprende cuánto ha envejecido su mujer. El niño, por su parte, mira con desconfianza al padre, que intenta abrazarlo. La mujer desea que Demetrio no los deje solos, que haya venido para quedarse. Su ilusión pronto se disipa cuando comprende que la lucha continúa.

En las sierras se forma una tormenta y pronto empieza a llover. Demetrio, su mujer y el niño se refugian en una cueva en los peñascos. Allí, su mujer le pregunta por qué siguen peleando. Demetrio no contesta, pero toma una piedra y la arroja al cañón y dice: “Mira esa piedra cómo ya no se para…” (p.148).

Capítulo 7

Demetrio y sus hombres se encuentran nuevamente en los peñascos en los que vencen por primera vez a los federales al inicio de la novela. Entre los hombres reina el buen humor y Demetrio está a punto de presumir sobre su victoria en esas sierras, cuando escuchan los tiros a la distancia. La vanguardia está siendo atacada y algunos de los reclutas huyen. Demetrio ordena que disparen contra los desertores.

Pronto, los carrancistas están sobre ellos. Demetrio ve como, uno a uno, sus hombres más fieles caen abatidos. El primero es Anastasio, luego le sigue Venancio y, finalmente, el Meco. Demetrio está solo. Alcanza a esconderse tras una piedra y desde allí continúa disparando contra el enemigo con tal precisión que alcanza a alegrarse apenas antes de morir.

La novela concluye con la imagen de Demetrio muerto, apostado tras las rocas, con la mirada fija y apuntando con el cañón de su fusil.

Análisis

En la Tercera parte Demetrio y sus hombres están de regreso en las sierras, algo que anhelaban mucho. No podemos decir que el regreso a Juchipila es en realidad circular, se trata más bien de un espiral descendente. Efectivamente, los hombres regresan a casa, pero transformados en la imagen idéntica del enemigo. Tanto se parecen a los federales que ocupan su mismo lugar geográfico: en el último combate Demetrio y sus hombres se encuentran en la base de la sierra, que es el lugar que habían ocupado los federales en aquel primer combate.

La última parte de la novela es la contracara del inicio. Hay una serie de paralelos entre el inicio de la novela y el final. Por ejemplo, la hospitalidad con la que cuentan al principio ha sido reemplazada por el rechazo y el odio en la mirada de los paisanos. Asimismo, los hombres asan carne, pero ni Demetrio ni ningún otro tiene sal para convidar. En lugar de las victorias y la fama, hace mucho que solo escuchan sobre derrotas. Las noticias sobre los fracasos de Villa afectan profundamente a Demetrio porque se siente identificado con el líder revolucionario. En la primera parte, a los relatos mitificados sobre Villa en el Capítulo 20 le sigue el relato que hace Solís de la gran hazaña en el cerro de La Bufa en la que el héroe es Demetrio.

En esta parte final de la novela, en el Capítulo 2, Demetrio reflexiona sobre el destino de Villa y dice: “Villa derrotado era un dios caído. Y los dioses caídos ni son dioses ni son nada" (p.139). En ese mismo párrafo dice: “La otra catástrofe venía realizándose callada, pero indefectiblemente” (p.139). A esta altura de la novela, Demetrio tiene plena conciencia del destino al que se precipita.

En este punto de la historia, Luis ya ha abandonado la banda y se ha mudado a Texas. En su lugar, hay un nuevo intelectual, un poeta, que se une a la revolución, pero solo para observarla, apreciarla como material de poesía y como hecho estético. Tenemos en la novela tres visiones de la revolución que encarnan Luis Cervantes, Alberto Solís y Valderrama: la idealista, que deviene en cínica; la pesimista, que deviene en realista; y la estética, que deviene en poesía. Pero la figura de Valderrama es una degradación porque implica aún menos compromiso por parte de la cultura letrada para con la situación vital de los campesinos revolucionarios.

La vuelta a casa marca un momento fundamental en la novela porque constituye el cierre del camino del héroe. Vuelve a casa transformado por sus experiencias y experimenta una anagnórisis que llega muy tarde para poder cambiar el curso del destino. En el caso de Demetrio, la primera semilla de esa revelación la obtiene cuando se encuentra en el punto más alto de su camino y llega acompañado de Camila al rancho donde los reciben como personas respetables. Su encuentro con Pifanio (epifanía) anticipa lo que va a comprender cabalmente al pie del cañón mientras conversa con su mujer. Al igual que Pifanio, quien trabajaba sin descanso a pesar de renegar de su situación, Demetrio no se resiste a su destino y continúa luchando y siguiendo las órdenes de otros, aunque a veces a regañadientes. La piedra que rueda por el cañón y ya nadie puede parar, evoca la imagen que Solís utiliza para describir la revolución: la lucha es un huracán y los hombres son hojas secas que el viento arrebata. La piedra que se ha puesto en movimiento ya no puede parar hasta que llegue al fondo del cañón. De igual modo, Demetrio ya no tiene la opción de abandonar la revolución.

Completamente consciente de su destino, Demetrio se precipita cuando sigue las órdenes y va a las sierras de Juchipila. Allí, Demetrio muere con el rifle en la mano. El narrador lo describe así: “como pórtico de vieja catedral, Demetrio Macías, con los ojos fijos para siempre, sigue apuntando con el cañón de su fusil...” (p.151). La mención de la catedral siempre nos permite interpretar la transformación de Demetrio en un “monumento”. Si bien la historia de la revolución es una historia de degradación, Demetrio no sufre esa misma degradación al final. De hecho, se eleva como monumento o símbolo.