Los de abajo

Los de abajo Resumen y Análisis Primera parte, Capítulos 5 - 10

Resumen

Capítulo 5

La Codorniz despierta a Anastasio porque escucha un disparo. Cuando salen de la choza para ver de qué se trata, gritan: “¿Quién vive?”. Alguien responde: “Demetrio Macías”. Es la voz de Pancracio que conduce a un joven a quien ha herido. Al parecer, Pancracio estaba cumpliendo con su tarea de centinela cuando escuchó que alguien se acercaba. Preguntó: “¿Quién vive?” y como el hombre respondió “Carranzo”, Pancracio le pegó un tiro en el pie.

El joven exige hablar con el jefe y se comporta de manera tan altiva que Anastasio le propina un golpe y ordena que lo maten. Demetrio, desde la choza donde se recupera, escucha lo que sucede e interviene para conocer al prisionero.

El joven se presenta. Su nombre es Luis Cervantes, estudiante de medicina y periodista. Según su relato, los federales lo llevaron en la leva porque se había expresado a favor de los revolucionarios. Consiguió escaparse de los federales y ahora quiere unirse a los revolucionarios.

Demetrio no comprende del todo lo que busca el joven. Se siente aún mal y debilitado, por lo que ordena a sus hombres que encierren al joven en el corral para decidir qué hacer con él al día siguiente.

Capítulo 6

Luis Cervantes se tira en el corral para intentar descansar. Cuando se da cuenta de que duerme al lado de un cerdo, pierde el sueño y se queda despierto pensando un su fracaso. Desde su lugar como periodista de un diario provinciano, escribía en contra de los revolucionarios. Quiso pasar de la palabra a la acción y se unió voluntariamente a los federales. Pronto vio que no estaba preparado para el combate y se arrepintió del camino que había elegido. Sufre una serie de humillaciones, entre ellas, es rebajado de subteniente a ayudante de cocina.

Con esa experiencia empieza a sentirse identificado con los desposeídos. Comparte más tiempo con los soldados que han sido forzados a unirse a los federales mediante la leva. A través de las experiencias que estos hombres comparten con él y su propia humillación, Luis Cervantes desarrolla un odio profundo hacia los federales.

Para su mayor decepción, cuando logra escapar de los federales para unirse a los revolucionarios, estos lo reciben encerrándolo en un corral.

Capítulo 7

Demetrio Macías se despierta y recibe la atención de una joven que le trae leche de cabra. La noche anterior Demetrio ya se había fijado en la muchacha. Su nombre es Camila y es muy servicial, pero no acepta los avances de Demetrio; se ruboriza y se aleja de él.

Anastasio, por su parte, le recuerda a Demetrio que tiene que tomar una decisión con respecto al joven que han encerrado en el corral.

Demetrio no toma una decisión de inmediato, sino que idea un plan para asegurarse de que ese hombre no haya llegado ahí con el propósito de asesinarlo. Envía a la Codorniz a robarle la sotana a un cura, condena a muerte a Luis Cervantes y le permite una última confesión. Cuando la Codorniz viene con la noticia de que Cervantes, durante la confesión, no cambió su relato y no está ahí por encargo de los federales, ordena que le den de comer al prisionero y que lo vigilen.

Capítulo 8

Luis Cervantes sufre por la herida que recibió en el pie por parte de la Codorniz. Intenta conseguir los implementos para curarse y es Camila, siempre servicial, quien se los proporciona. Mientras el joven se limpia la herida, Camila presta atención a cada cosa y lo aturde con preguntas.

Luis Cervantes apenas le presta atención a la muchacha, se encuentra ensimismado, cuestionando su decisión de desertar de los federales y unirse a los revolucionarios. Por el momento, estos no han causado una buena impresión en él. Sin embargo, deja de lado sus dudas y reafirma su fe en los revolucionarios como los futuros vencedores.

Mientras, Camila continúa intentado llamar la atención de Luis, puesto que se ha enamorado de él. Este, no obstante, la ignora. Otra mujer, la tuerta María Antonia, presencia la escena desde su choza y se burla de Camila, quien niega cualquier insinuación asegurando que no solo no le interesa Luis, sino que les tiene “asco a los curros”, es decir, que rechaza a los hombres elegantes, de ciudad.

Capítulo 9

En la choza de Remigia se encuentra Demetrio recuperándose de su herida. Llega una vecina, Pachita, a pedirle un favor a Remigia. Luego, entra a la choza Fortunata, otra vecina. Alrededor del metate (piedra de molienda para el maíz) y del nixtamal (preparación para limpiar el maíz de toxinas), las tres mujeres comparten rumores. Al parecer, una de las muchachas del pueblo quedó embarazada y no saben quién es el padre. Una de ellas piensa que puede ser su tío; otra asegura que fueron los federales.

Pachita reconoce que el verdadero motivo por el que se acercó allí es para traerle una cura a Demetrio. Se la entrega a pesar de que Remigia le aclara que los revolucionarios tienen su propio médico y no deben estar interesados en las curas que la anciana ofrece. De todas formas, Demetrio acepta el regalo de Pachita; se trata de un palomo que Remigia parte en dos para luego colocar sobre el estómago de Demetrio.

Fortunata aprovecha el momento para contar su propia historia con los federales. Cuenta como los federales raptaron a su única hija, con lujo de detalles y yéndose de tema. Termina pidiendo a Demetrio que no deje ni un solo federal con vida.

Capítulo 10

Demetrio Macías continúa convaleciente por lo que Anastasio le sugiere llamar a Luis Cervantes para que lo cure. Todos vieron cuánto había mejorado curándose la herida a sí mismo. Venancio, el que hacía las veces de médico en el grupo, protesta. La Codorniz le recuerda que él no es un médico de verdad y que solo está ahí porque debió huir de su pueblo tras envenenar a su novia. Así, otros hombres se unieron a la revolución para huir de la ley.

Luis Cervantes limpia y venda la herida de Demetrio. La mañana siguiente el jefe se despierta en mejores condiciones y le ordena que siga viniendo para las curaciones. Al principio Demetrio lo trata mal y le advierte que, tras dejarlo sano, deberá irse de allí. Luego, se encariña con el joven y se asegura de que sus hombres lo traten mejor.

El primero en dejar de llamar al aprendiz de médico “curro” para pasar a llamarlo “Luisito”, es el barbero Venancio. Tras compartir con todos unos episodios de El judío errante, Luis sugiere que Venancio no va a tener ningún problema en certificarse como médico cuando termine la revolución. Con ese reconocimiento, se gana su aprecio.

Análisis

El Capítulo 5 introduce un nuevo personaje que va a cumplir un papel importante en la novela: Luis Cervantes. Este personaje está modelado en el propio Azuela: como el autor, Luis Cervantes es médico y periodista (el autor era novelista); ambos se unen voluntariamente a la lucha; los dos eligen exiliarse en los Estados Unidos. De todas formas, hay otros aspectos en los que difieren. Por ejemplo, Azuela siempre estuvo de lado de la revolución, mientras que Cervantes empieza siendo voluntario en las filas de los federales.

La presencia de Luis inaugura un tema fundamental: la alteridad. A pesar de querer ser parte de la revolución y de sentirse identificado con los desposeídos, Luis no forma parte del pueblo. Para empezar, a lo largo de la obra, la mayoría de los personajes lo llaman “curro”, un mote utilizado para referirse a las personas elegantes, refinadas y de la ciudad. La palabra se define en oposición al campesino, al hombre de campo, y genera rechazo y desconfianza. Esto lo podemos ver en la siguiente cita: “Está bueno; pero hay que saber que los curros son como la humedad, por dondequiera se filtran. Por los curros se ha perdido el fruto de las revoluciones” (p.38). Con estas palabras Venancio, el barbero que hace las veces de médico en la banda, expresa su desconfianza, pero también anticipa la facilidad con la que Luis va a lograr ganarse al jefe. Algo parecido sucede con Camila, quien inicialmente dice: “les tengo asco a los curros” (p.33) y, luego, cae perdidamente enamorada de Luis. En este sentido, la comparación de Venancio entre los curros y la humedad parece acertada.

Asimismo, Luis representa la cultura letrada de la ciudad que se evidencia en el primer intercambio entre él y Demetrio. Allí, Luis utiliza la palabra “correligionario” que resulta ininteligible para los demás. Podemos apreciar la ironía situacional, ya que Luis utiliza esa palabra para enfatizar lo que los une y solo consigue dejar en evidencia lo que los separa. De hecho, eso no va a cambiar a lo largo de la novela; los discursos de Luis siempre van a ser herméticos, cerrados, y se le hará imposible tender puentes con los demás hombres.

En el Capítulo 6 podemos apreciar la desconexión entre Luis y las bases de las tropas revolucionarias. Acá el narrador cuenta cómo fue el proceso por el cual Luis pasa de ser un voluntario en las tropas federales a un desertor y simpatizante de la causa revolucionaria. El narrador asume un tono crítico, irónico incluso, para subrayar las inconsistencias de Luis. Por un lado, dice que a Luis “las miserias de los desheredados alcanzan a conmoverlo; su causa es la causa sublime del pueblo subyugado que clama justicia, sólo justicia” (p.26). Pero en los relatos de los “desheredados” comparten con él solo hay sed de venganza, no hay tal búsqueda de justicia. Es él quien llena los espacios vacíos con sus propias ideas de la revolución. Además, el narrador dice que Luis ahora “intima con el humilde soldado” (p.26), pero en la misma línea también dice que llora por compasión cuando ve un burro muerto de fatiga. Al final de ese capítulo, Luis observa a los dos centinelas, Pancracio y Manteca, dormidos y “en su imaginación revivieron las fisonomías de los dos hombres” (p.28). Acá el narrador focaliza desde la perspectiva de Luis y los describe como de “aspecto bestial” (p.28) y “una piltrafa humana” (p.28). Las menciones a los animales evidencian el cinismo de Luis, quien pretende identificarse con los “desposeídos” a pesar de que en el fondo los desprecia y no los comprende.

Por último, cabe detenerse en la función que cumplen las mujeres en estos capítulos. Son ellas las que reciben a los hombres y los hospedan con tanto gusto. Camila se destaca por su bondad y buena disposición. Las dos vecinas que van a casa de señá Remigia lo hacen con la intención de ayudar a Demetrio y desearle lo mejor porque quieren que los revolucionarios se venguen de los federales por sus abusos. El papel que cumplen las mujeres en esta parte de la novela es el tradicional: son quienes se quedan atrás en tiempo de guerra, lloran a los muertos, curan y cuidan a los que vuelven y los alientan a seguir luchando.

En este punto de la novela, las mujeres son vulnerables a los abusos por parte de los federales, pero no pueden pretender cuidarse o vengarse por sus propios medios, dependen de los revolucionarios. Fortunata le dice que Demetrio luego de terminar con la historia del rapto de su hija por parte de soldados federales: “Espero de Dios y María Santísima que ustedes no han de dejar vivo a uno de estos federales del infierno” (p.37). La indiferencia de los hombres anticipa que no han de ser ellos quienes traigan alivio a estas mujeres: Demetrio no presta atención ocupado en planificar su itinerario, la Codorniz sale del cuarto en la mitad del relato, y Anastasio Montañés se duerme. Luego, lo mismo que le sucedió a la hija de Fortunata, le sucederá a Camila, pero esta vez los secuestradores serán los revolucionarios.