Libro de buen amor

Libro de buen amor Resumen y Análisis Estrofas 71-575

Resumen

El arcipreste afirma que, según Aristóteles, el mundo se esfuerza por dos cosas: la primera, por su conservación (“mantenençia” 71c); la segunda, por unirse a una mujer (“fembra plazentera” 71 d). Considera que, siendo estas las palabras de un gran filósofo, no se puede dudar de ellas. Además, sostiene, está probado que hombres y animales se esfuerzan por tener una compañía siempre nueva y que todas las criaturas, a su tiempo, se juntan, aunque el hombre con falta de entendimiento lo hace sin mesura. Luego, añade que él, como hombre y pecador, sintió un gran amor por las mujeres, y que no está mal probar todas las cosas, conocer lo bueno y lo malo, y “usar lo mejor” (76 d).

A continuación, el arcipreste se refiere a una ocasión en la que se enamoró de una mujer que le hablaba y le sonreía. Era una mujer (“dueña” 78 a) cuerda, de buenas costumbres, estaba repleta de bienes y se movía con tranquilidad y alegría. Él le envió entonces una cantiga por medio de una mensajera. La dueña le respondió diciendo que había visto antes a otras mujeres creer en la mensajera, pero que ella había aprendido la lección como “la rapossa en agena mollera” (“la raposa en cabeza ajena”, 81 c). Luego, la mujer narra una fábula a la manera de ejemplo, en la que una raposa aprende a comportarse como el león espera, luego de ver el castigo que recibe un lobo. Más tarde, narra el “Ejemplo de cuando la tierra bramaba”, una fábula de Esopo (“Isopete” 96 d), para argumentar que los novios no dan cuanto prometen. La fábula cuenta que la tierra empezó a bramar y las personas, espantadas, creían que pariría una bestia; pero, finalmente, de la tierra surgió un topo que fue causa de gran risa. La mujer, por último, se enfada y se niega a recibir otras cantigas que le envía el arcipreste.

El poeta se refiere luego a la vanidad de las cosas mundanas, aludiendo a un pasaje bíblico del Eclesiastés. Más tarde, justifica la necesidad de los hombres de buscar la compañía de la mujer, señalando que Dios, cuando creó al hombre, no habría creado también a la mujer para que lo acompañe, si esto no fuera para su bien. Cita, entonces, un refrán para apoyar su opinión: “Un ave sola nin bien canta nin bien llora” (111 b).

A continuación, explica que, por la necesidad de buscar compañía, se propuso requerir a otra mujer, la panadera Cruz. Sin embargo, el mensajero que envía en esta oportunidad, un compañero suyo, Ferrand Garçía, lo engaña y seduce a la mujer. El arcipreste comenta, luego, que cree haber nacido bajo el signo de Venus, porque se enamoró de muchas mujeres y nunca alcanzó a cumplir sus deseos amorosos. Sin embargo, esto no impide que siga cortejando a las mujeres, por el placer que le proporciona hacerlo.

A continuación, el poeta se refiere a los efectos positivos del amor. Entre ellos, afirma que el amor hace sutil al hombre que es rudo, hace hablar bellamente al lacónico, vuelve osado al cobarde y activo al perezoso, mantiene la juventud en los mancebos y rejuvenece a los ancianos. Asimismo, se refiere a una cualidad negativa del amor: es mentiroso y engaña con falsas apariencias, como sucede con aquellas manzanas que, aunque son vistosas por fuera, por dentro están podridas.

Luego, el arcipreste se enamora nuevamente. Se trata de una mujer “encerrada” (167 d), de linaje noble, buen entendimiento y hermosa. El arcipreste compone cantares para ella, pero su esfuerzo resulta inútil. Finalmente, se encuentra con don Amor, a quien le dirige una invectiva. Para demostrar los efectos adversos del amor, el arcipreste narra el “Ejemplo del hombre que deseaba casarse con tres mujeres”. El ejemplo relata que, al cabo de un mes de matrimonio con la primera de las mujeres, el hombre queda exhausto, pierde fuerzas y no desea otro casamiento. Al arcipreste acusa a don Amor de destruirlo todo y señala que quien más lo sigue a él más daña su cuerpo y su alma. A continuación, el poeta introduce el “Ejemplo de las ranas que demandaban un rey a Júpiter”. La fábula cuenta que las ranas, que eran libres, piden un rey a Júpiter, ignorando que el rey terminará siendo un opresor. El arcipreste afirma que así sucede con don Amor, que termina convirtiendo a quienes son dueños de sí mismos en vasallos de él.

Luego, el poeta acusa a don Amor de ser el responsable de los pecados capitales: la codicia, la soberbia, la avaricia, la lujuria, la envidia, la gula, la ira y la pereza (“açidia” 317 a), y de predicar aquello que él mismo rehúsa hacer. A propósito de esto, narra la fábula del pleito que tuvieron el lobo y la raposa ante don Ximio, alcalde de Bugía. En ella se relata que el lobo demandó a la raposa por robar y comer un gallo, y que la zorra alegó en su defensa una inhabilitación del lobo, por ser conocido su hábito de matar ovejas. Finalmente, dado que el lobo confiesa hacer lo mismo de lo que acusa a la zorra, ella queda en libertad, aunque se le prohíbe que hurte gallos.

A continuación, don Amor responde mesuradamente y adiestra al arcipreste en el arte de seducir a las mujeres. Entre los consejos, indica que debe elegir a una mujer apropiada y que reúna las características que él señala. Don Amor ofrece un retrato arquetípico de la belleza femenina y, luego, le aconseja al arcipreste que busque una mensajera leal que lo ayude a descubrir si la mujer tiene las características que él considera indeseables. Don Amor también le indica que debe darle regalos a la mujer que quiera seducir y que no debe ser perezoso cuando se le presente la oportunidad de cortejarla.

Luego, este hace una digresión sobre las propiedades del dinero, satirizando sobre su capacidad trastocar a la sociedad. Por ejemplo, afirma que el dinero es capaz de hacer cambiar de condición social a las personas o de volver sabio al necio, pero, además, sostiene que el dinero corrompe a los individuos: los curas, por ejemplo, a cambio de él ofrecen beneficios eclesiásticos, y los jueces y abogados pactan acuerdos que favorecen a los ricos y perjudican a los pobres. También afirma que el dinero permite seducir a la mujer amada. Finalmente, don Amor instruye al arcipreste acerca de cómo mantener buenas costumbres.

Análisis

La acción de la obra comienza a partir de la copla 71. A partir de ahí, el protagonista relata en verso, generalmente en cuaderna vía y a la manera de una autobiografía, sus aventuras amorosas. Se trata, como sostiene Blecua, “de una amplia aunque no tan variada serie de casos narrados con un esquematismo vertiginoso” (2015, p.14). Esta serie casos estructuran la acción episódica.

Los episodios amorosos se caracterizan, además, por la intervención de un tercero o una tercera. En la mayoría de los casos, el protagonista fracasa en sus propósitos, ya sea por una falta de quien interviene, como en el caso de Ferrand Garçía, ya sea por el rechazo de las mujeres. Solo en dos oportunidades el arcipreste alcanza sus objetivos, como veremos más adelante. Sin embargo, las mujeres de las cuales se enamora mueren poco tiempo después.

Por otro lado, en el Libro de buen amor abundan las sentencias, refranes y ejemplos, lo que le otorga a este un tono didáctico. Por ejemplo, en la primera aventura amorosa del arcipreste, la mujer a la que intenta cortejar a través de la mensajera narra el “Ejemplo de cómo el león estaba doliente y los otros animales lo venían a ver” para explicar que es necesario aprender de las experiencias ajenas a fin de evitar cometer errores. Luego, la mujer manifiesta su desconfianza respecto a las promesas del arcipreste, narrando el ejemplo de la tierra que bramaba. En todos los casos, los ejemplos son relatos aleccionadores que cumplen la función de apoyar los argumentos que los personajes sostienen.

Por otra parte, el poeta recurre frecuentemente a la sabiduría popular de los refranes, de manera que el libro incluye un cuantioso refranero que es, según Lida de Malkiel, “quizás el más antiguo en lengua española” (1973, p.18). Entre ellos encontramos, por ejemplo: “Al tiempo se encoje mejor la yerva malva” (104 d), cuyo significado posiblemente sea el de que hay un tiempo apropiado para cada cosa. Por otra parte, “Un ave sola nin bien canta nin bien llora” (111b), se refiere a que los seres humanos necesitan estar acompañados. “Quien en el arenal siembra non trilla pegujares” ("no recoge cosecha", 170 d), por último, expresa que empeñarse en una tarea inadecuada resulta en vano.

Además, el poeta recrea de manera notable el habla popular. Por ejemplo, emplea la hipérbole negativa, como en este caso: “Tiene por noble cosa lo que non vale una arveja” (162 c). Otro rasgo característico del lenguaje cotidiano, como señala Lida de Malkiel, es el uso de “tan” y “tanto” con valor de “muy”. Así observamos, por ejemplo: "El león tan goloso" (298c) o, más adelante, "Dios tan pïadoso" (1143 c).

En la fábula del pleito que tuvieron el lobo y la raposa ante el juez don Ximio, por otro lado, el poeta demuestra poseer conocimientos jurídicos, empleando un lenguaje técnico. La fábula muestra además, de manera paródica, las usanzas jurídicas del momento. El juez, llamado con el término arábigo “alcalde”, escucha la demanda del lobo y la defensa de la raposa (también llamada “gulpeje” y “marfusa”), examina el proceso y, con el consejo de asesores (“omnes sabidores en fuero e en derecho” 351c ), dicta la sentencia.

Los consejos que le ofrece don Amor al arcipreste están tomados en su mayoría de Ovidio, quien era conocido en la Edad Media, principalmente, por sus obras erótico-elegíacas. En la Edad Media circulaban, además, imitaciones literarias de su obra, como el Pamphilus (o Pamphilus de amore), atribuido erróneamente al mismo Ovidio. En esta última obra se basa el episodio de don Melón y Doña Endrina que veremos en el siguiente apartado.

Finalmente, en cuanto a la lengua de la obra, característica del castellano medieval, es necesario señalar algunas variaciones fonéticas. Por ejemplo, en el sistema de las vocales, encontramos algunos casos de apócope, es decir, de supresión de un sonido al final de la palabra, por ejemplo: “vien” por “viene” o “quier” por “quiere”, entre otros. También se observan variaciones en las vocales pretónicas, es decir, en las vocales anteriores a las acentuadas, como en la palabra “sofrir” (“sufrir”). En cuanto al sistema de consonantes encontramos, por ejemplo, alternancias entre la v y la b. La grafía x aparece, en ocasiones, donde encontramos una j en el español moderno (“quexoso” por “quejoso”); la ç, donde encontramos c o z (“çencerro” por “cencerro”, “vergüença” por “vergüenza); la z, donde hallamos la c (“bezerro” por “becerro”); y la f ocupa en algunos casos el lugar de la h (“Fita” por “Hita”).