Libro de buen amor

Interpretación de la obra

La intención de la obra resulta ambigua a causa de su gran heterogeneidad. En algunos casos tiene el sentido de amor devoto, pero en otros se refiere a la habilidad respecto al amor carnal.

Menéndez Pelayo fue el primero en señalar el carácter goliardesco de la obra, si bien negó que hubiese ningún ataque contra los dogmas o insurrección contra la autoridad, como otros vieron después, actitud que es precisamente un rasgo distintivo de la poesía goliardesca.

También ha sido muy discutido entre los especialistas el posible carácter didáctico del Libro de buen amor. Mientras autores como José Amador de los Ríos, Leo Spitzer o María Rosa Lida de Malkiel defienden el didactismo como parte inseparable de la obra, otros como Américo Castro o Sánchez Albornoz lo niegan, y consideran que Juan Ruiz fue más cínico que moralista, más hipócrita que piadoso. Juan Luis Alborg, por su parte, hace una analogía con el uso que hizo Cervantes de las novelas de caballerías para verter su ironía y su visión personal; del mismo considera que "el Arcipreste se instala dentro de las formas didácticas medievales".

Su obra refleja el multiculturalismo del Toledo de su época. Entre las varias mujeres a las que intenta enamorar (el único caso en que tiene relaciones carnales se produce cuando le asalta la serrana «La Chata», si bien las serranas salvajes eran personajes de un género literario muy tipificado) hay una mora, y se jacta de su talento como músico, que compone música para danza andalusí y judía. También durante la batalla entre Don Carnal y Doña Cuaresma viaja a la aljama de Toledo, donde los carniceros y rabinos lo invitan a pasar un «buen día». María Rosa Lida de Malkiel ha querido ver la influencia del género de narrativa en prosa rimada, las maqāmat, cultivado por varios autores peninsulares en árabe y hebreo durante los siglos XII-XIV.

El libro contiene, además, un pasaje en que se presenta una protesta de tipo goliardesco frente a la postura de Gil de Albornoz que pretendía extender a su diócesis la doctrina papal del celibato obligatorio. Esta chocaba con la tradición hispánica de la barraganía o contrato de convivencia de un sacerdote con una mujer, costumbre más asentada en un territorio multicultural como era la diócesis de Toledo, antaño fuente de la herejía del adopcionismo de Elipando, engendrada por la convivencia entre judíos, musulmanes y cristianos. Así se expresa en la «Cántiga de los clérigos de Talavera» incluida en dicho libro, donde se protesta airadamente contra las disposiciones del arzobispo contra la barraganía en la archidiócesis. Tal protesta fue la que pudo acarrearle la prisión por parte del arzobispo. Esta postura crítica hacia el alto clero, como el restante contenido desenfadado y crítico de su libro, le emparenta con la literatura goliardesca.

Daniel Eisenberg ha defendido que el "buen amor" para Juan Ruiz era el amor de la dueña, la mujer disponible, ni virgen ni casada. El "mal amor" contra el cual rompe una lanza era el amor de los "garzones" o muchachos. En vez del joven inaguantable (Don Hurón), se puede escoger lo que el texto a continuación presenta: la "dueña chica".[3]​ Si bien la intención del Libro ha sido tradicionalmente leída desde la filología y el posestructuralismo en términos de ars amoris, obra doctrinal, parodia y ambigüedad del signo lingüístico, Juan Escourido sostiene que la intención, antropología y legitimación del poema se basan en una estética de la alegría.[4]​


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