Las cosas que perdimos en el fuego

Las cosas que perdimos en el fuego Citas y Análisis

"Recordé lo que se celebraba: era 8 de enero, el día del Gauchito Gil. Un santo popular de la provincia de Corrientes que se venera en todo el país especialmente en los barrios pobres".

Narradora, "El chico sucio", p.17.

Luego de esta cita, la narradora repone brevemente la historia del Gauchito Gil, un santo pagano argentino. Como Iemanjá, la Pomba gira o San la Muerte, el Gauchito es parte del espectro de santos populares que Enriquez toma para construir el terror local que cultiva en su literatura. En el caso del Gauchito Gil, se trata de un santo de la provincia de Corrientes a quien sus devotos llevan ofrendas, entre las cuales muchas veces hay alcohol y cigarrillos. En "El chico sucio", el misterio del niño que aparece degollado gira, según la narradora, en torno al culto a este santo que se ejerce en el barrio porteño de Constitución.

"Ese verano se cortaba la electricidad en turnos de seis horas, una orden del gobierno porque el país ya no tenía energía, y nosotras no entendíamos muy bien qué significaba eso".

Narradora, "Los años intoxicados", p.49.

En algunos cuentos de Enriquez, como es “Los años intoxicados”, el escenario está fuertemente atravesado por el contexto político. Así como los cortes de luz dan la pauta de la crisis económica de principio de los años 90 en Argentina, también son una marca de época la llegada del teléfono, la inseguridad, la angustia de los padres por no llegar a fin de mes con su salario o la renuncia anticipada del presidente Raúl Alfonsín. Todo esto está retratado en el cuento pero, como en la anterior cita, con una distancia por parte de la narradora. A las adolescentes poco les importa la crisis económica y eso abona una distancia muy grande con los adultos, quienes les resultan incomprensibles.

"[El Petiso Orejudo] parecía una especie de metáfora, el lado oscuro de la orgullosa Argentina del Centenario, un presagio del mal por venir, un anuncio de que había mucho más que palacios y estancias en el país, una cachetada al provincianismo de las élites argentinas que creían que sólo cosas buenas podían llegar de la fastuosa y anhelada Europa".

Narrador, "Pablito clavó un clavito: una evocación del Petiso Orejudo", p.87.

Esta cita es una de las tantas muestras de cómo la política y la crítica social atraviesan la literatura de Enriquez; la mirada de admiración y condescendencia que Argentina posa sobre Europa es puesta en discusión.

Como en la cita anterior, el comentario político aparece, pero configurado de otro modo. El Petiso Orejudo es para el narrador una metáfora del mal que aqueja al país: por un lado, en el 1900 estaba la flamante Argentina del Centenario, pero, por otro, estaba el Petiso, un niño asesino de niños sin escrúpulos venido en los mismos barcos llenos de inmigrantes tan venerados por la dirigencia política de principio de siglo en adelante. Esta vez, el comentario político está marcado por un fuerte punto de vista crítico, cosa que se repite en otros cuentos de la autora.

"No me gusta el nombre chicharra: ojalá mantuvieran siempre el nombre cícadas, que se usa sólo cuando están en etapa en ninfal. Si se llamaran cícadas, su ruido de verano me recordaría las flores violetas de los jacarandás en la costanera del Paraná o las mansiones de piedra blanca con sus escalinatas y sus sauces. Pero así, como chicharras, me recuerdan el calor, la carne podrida, los cortes de electricidad, a los borrachos que miran con ojos ensangrentados desde los bancos de la plaza".

Narradora, "Tela de araña", p.93.

Puede decirse que la narradora de "Tela de araña" es la más prolífica en cuanto a reflexiones sobre el lenguaje e imágenes poéticas lingüísticas. Preocupada en más de una ocasión por la materialidad de las palabras y por la plasticidad de su carga semántica, repone las sensaciones que le generan. Además, en el relato muchas veces contrapone los modos de decir del campo a los modos de decir de la ciudad, encarnados en su pareja, Juan Martín.

"Volamos sobre un campo (...) y de repente vi un incendio muy grande, se quemaba una casa, fuego bien anaranjado, una humareda negra, y se veía la casa derrumbándose adentro. Miré y miré el incendio hasta que él giró la avioneta y lo perdí de vista. Pero a los diez minutos volvimos a pasar por ahí y el incendio había desaparecido".

Natalia, "Tela de araña", p.97.

El fuego es una de las imágenes poéticas más recurrentes del texto (ver sección "Imágenes" en esta guía), además de que se hace presente ya en el título del libro.

Natalia, la prima de la narradora, cuenta una visión que tuvo hace poco desde una avioneta. En Las cosas que perdimos en el fuego, las personas que tienen visiones, sueños premonitorios o fuertes intuiciones portan condiciones especiales de carácter o tienen ocupaciones particulares. En el caso de Natalia, ella tira las cartas, una forma popular del tarot muy común en las provincias, que puede involucrar las propias cartas de tarot o sencillamente una baraja española. Natalia es especial, ve cosas, parece portar una sabiduría sobrehumana y estar involucrada con el desenlace quizá sobrenatural del final.

En la visión de este personaje, el fuego abrasa a una casa. Sin embargo, de forma completamente inverosímil, a los cinco minutos la avioneta vuelve a pasar y todo el humo y el fuego desaparecieron. En su lugar, queda el campo quemado.

"Hacía un año, por lo menos, que no tenían sexo. A Miguel no parecía importarle; ella ciertamente no tenía ganas. Vivían en una tranquilidad leve, pero no amistosa".

Narrador, "El patio del vecino", p.138.

En "El patio del vecino", al igual que en "Tela de araña", "Nada de carne sobre nosotras" o "Pablito clavó un clavito: una evocación del Petiso Orejudo", las crisis de pareja son parte del escenario doméstico, de la matriz sobre la que se apoya el relato de terror. Para Enriquez, la intimidad infeliz con una pareja es uno de los infiernos más terroríficos, y deja eso muy claro en estos relatos.

En el caso de "El patio del vecino", la pareja atraviesa una crisis luego de que Paula, la mujer, pierda su trabajo de asistente social en un orfanato por negligencia. Su marido, desde allí, no vuelve a tratarla del mismo modo. El relato terrorífico que se abre al mudarse ambos a una casa nueva está imbricado con este sentimiento de culpa de Paula.

"Trató de no pensar en cómo movía la chica los dedos manchados por la pipa tóxica, los cruzaba como si no tuvieran articulaciones, como si fueran extraordinariamente blandos. ¿Sería ella una de las chicas deformes, defectuosas de nacimiento por culpa del agua contaminada?".

Narrador, "Bajo el agua negra" p.161.

Tanto en este relato como en "El chico sucio", el paco, droga tóxica derivada de la pasta base de la cocaína, vuelve terroríficos a los jóvenes pobres de la calle o la villa.

En este caso, la chica embarazada que se entrevista con la fiscal, protagonista del relato, tiene las manos arruinadas por esta droga y, a la vez, por los efectos de los residuos tóxicos que liberan las empresas en el Riachuelo. Ambos, el paco y los efectos sobre la salud de la depravación del ambiente, son expresiones del sistema capitalista que Enriquez retrata en todo su horror.

La chica está embarazada, al igual que la madre del chico sucio en el primer cuento del libro. Ambas descuidan a sus hijos y se entregan a la droga, que deforma sus cuerpos y las convierte en una actualización, junto a tantos otros jóvenes retratados de la villa, de los muertos vivos.

"Sacudía las manos en el aire como si espantara algo invisible (…). Después empezó a taparse los ojos mientras decía que no con la cabeza. Los profesores lo veían, pero trataban de ignorarlo. Nosotras también. Era fascinante. Ella se derrumbaba en público sin pudores y nosotras teníamos vergüenza".

Narradora, "Fin de curso", p.120.

En esta escena, las compañeras y los docentes ven cómo una compañera está sufriendo graves trastornos psíquicos. Sin embargo, en su gran mayoría, optan por la indiferencia o la simulada indiferencia. El miedo por lo que puede estar sucediéndole a esa compañera que se autolesiona y parece experimentar visiones paraliza al entorno, que se desvincula de ella. La soledad y el desamparo son de los grandes tópicos de los cuentos de esta serie que abordan la adolescencia.

"Hoy leí sobre la gente como vos (...). Sos un hikikomori. Sabés qué son, ¿no? Son japoneses que se encierran en sus habitaciones y las familias los mantienen, no sufren otro problema mental, nada más les resulta insoportable la presión de la universidad, de tener vida social, esas cosas (...). Aunque a veces salen, sobre todo de noche, solos. A buscarse comida, por ejemplo. No hacen cocinar a su madre, como vos".

Narradora, "Verde rojo anaranjado", p.178.

La narradora describe a su amigo como un hikikomori. Este fenómeno se registra en Japón pero puede observarse en muchos países ya. Se trata de la reclusión por un tiempo muy prolongado, un aislamiento social agudo, producto de la ansiedad, la depresión y otros trastornos que asocian a la sociabilidad.

En “Verde rojo anaranjado” no hay elemento sobrenatural, no hay fantasmas ni casas embrujadas. Es la ansiedad social y la depresión lo que perturba a la narradora y se transmite al lector. La reducción de su amigo a una presencia fantasmática tras la pantalla está dada puramente por sus condiciones emocionales en un contexto de presión social propio de la época.

"Si siguen así, los hombres se van a tener que acostumbrar. La mayoría de las mujeres van a ser como yo, si no se mueren. Estaría bueno, ¿no? Una belleza nueva".

La chica del subte, "Las cosas que perdimos en el fuego", p.190.

Esta cita es casi un lema dentro del cuento “Las cosas que perdimos en el fuego”, una frase que tranquilamente podría haber sido tomada de los noticiosos al entrevistar a las jóvenes en las marchas feministas de los últimos años. La denuncia por la cantidad de mujeres violentadas es en el caso de este cuento llevada al extremo, en un mundo distópico en el cual las mujeres se queman a sí mismas para, de alguna manera, vivir un poco más tranquilas. Además, hay un cuestionamiento al canon de belleza al proponer que las mujeres quemadas vienen a encarnar una “belleza nueva” (p.190) que contrastaría con la anterior.