La tierra baldía

La tierra baldía Símbolos, Alegoría y Motivos

La tierra yerma (Motivo)

El tema de la infertilidad en el poema da protagonismo a un motivo literario que históricamente ha sido muy productivo en la literatura occidental: la infertilidad de la tierra, que fácilmente puede asociarse a las figuras de las sequías, la inundaciones y las plagas que asolan la tierra desde los relatos bíblicos junto con la idea del castigo divino. En el caso de La tierra baldía, se alude a un relato que vincula la infertilidad de la tierra a la impotencia sexual de su gobernador, el Rey Pescador. La esterilidad de la tierra se da, en este caso en particular, bajo la forma de una maldición o un castigo divino a quien lleva las riendas de un territorio y, en consecuencia, a su zona de influencia. El cuerpo de los hombres se encuentra intrínsecamente vinculado a la tierra, la esterilidad de uno es la infertilidad de la otra.

El ahogamiento (Motivo)

La muerte es uno de los grandes temas del poema, y la muerte por agua o el ahogamiento, uno de sus motivos más fértiles. Ya desde el primer libro o sección, “El entierro de los muertos”, nos encontramos con el ahogado en las cartas de tarot de la célebre Madame Sosostris. Ella habla del “marino fenicio que se ahogó” (v.47) y dice que “perlas son los que fueron sus dos ojos” (v.48). Su relato refiere a Flebas el fenicio, un personaje ahogado que aparece luego en la sección llamada, justamente, “Muerte por agua”, así como en La tempestad de Shakespeare. En esta obra, se compara también a los ojos de un muerto con perlas.

Otra cita a Shakespeare vinculada al motivo del ahogamiento se presenta en “Una partida de ajedrez”, cuando las mujeres que conversan se despiden y una de ellas dice: “Buenas noches, señoras, buenas noches, buenas señoras, buenas noches, buenas noches” (v.172). Aquí, los versos repiten las palabras de Ofelia al despedirse antes de morir ahogada en Hamlet.

En suma, el agua, fuente de vida en el imaginario colectivo, trae en La tierra baldía muerte y putrefacción: las orillas del Támesis en “El sermón del fuego” también dan cuenta de esto mismo mientras la voz poética describe el recorrido de una rata que arrastra “su panza viscosa por la costa” (v.187), en lugar de ver a las ninfas que evoca el yo lírico en las “noches de verano” (v.179) un célebre poema de Edmund Spenser, el célebre poeta inglés autor The Faerie Queene.

El agua (Símbolo)

Paradójicamente, y en línea con la entrada anterior, en la poesía de Eliot el agua simboliza tanto la vida como la muerte. En un principio, el agua se presenta como aquello anhelado que podría acabar con la muerte, con la esterilidad de la tierra yerma. Sin embargo, suele aparecer como una fuerza destructiva vinculada a muerte, la putrefacción y las relaciones sexuales infructuosas.

Los personajes de Eliot ansían el agua para saciar su sed, contemplan el desbordamiento de los ríos, claman por la lluvia y pasan junto a fétidos charcos de agua estancada, como sucede con la voz poética a orillas del Támesis en “El sermón del fuego”. Así, aunque el agua tiene la posibilidad regenerativa de devolver la vida y la fertilidad, también puede conducir al ahogamiento y a la muerte, como el ya mencionado caso de Flebas el fenicio.

En la tradición judeocristiana, el agua se vincula al bautismo, liturgia que simboliza la limpieza del pecado y el renacer espiritual. Eliot recurre a estos significados tradicionales en algunas partes del poema: el agua purifica, proporciona consuelo, trae alivio. Así, la voz lírica dice cosas como “el mar estaba calmo” (v.420), “fluye suave, buen Támesis” (v.176) y que la “lluvia primaveral” (v.4) agita las “raíces en letargo” (v.4). En contraposición, Mamdame Sosostris advierte: “Tema a la muerte por agua” (v.55).

El mantra Om (Símbolo)

Este es un caso bastante particular, ya que estamos ante un símbolo cuya representación en el texto se encuentra deliberadamente, elidida. Un mantra es una palabra en sánscrito cuyo sonido, según distintas creencias y doctrinas religiosas principalmente orientales, tienen algún tipo de poder espiritual o psicológico. El poema culmina con el mantra Shanti, el mantra de la paz. Este mantra debería terminar con la repetición triple de la palabra "shanti" después de pronunciarse la sílaba mística "Om", un mantra sagrado que simboliza a la divinidad impersonal hinduista que se concibe con la causa primera de todo lo que existe. Sin embargo, Eliot de forma intencionada omite esta sílaba. Esta elisión cobra significado en el mundo decadente del principio del siglo XX que Eliot retrata, ya que esta sílaba sagrada representa la totalidad del mundo y es la fuente esencial de todo orden y armonía. De esta manera, la ausencia del Om simboliza en sí misma la ausencia de todo orden y armonía en el universo del poema.

La transformación de Filomela (Símbolo)

Cuenta Ovidio en su Metamorfosis que Tereo, marido de Procne, gobernaba Tracia. Como Procne extrañaba a su hermana Filomena, le pidió a su marido que la traiga a su lado. Sin embargo, cautivado por la belleza de Filomena, Tereo la violó a pesar de sus súplicas, le cortó la lengua para que no pueda acusarlo y la llevó al bosque. Anto ello, Filomela tejió aquello que no podía decir y le hizo llevar la tela a su hermana, quien se enteró de lo sucedido. Tras rescatarla, mató a su hijo Itis y se lo dio de comer al padre, Tereo. Ante ello, los dioses decidieron cortar el círculo de violencia transformando a los tres involucrados en aves. Filomela fue convertida en ruiseñor.

En “Una partida de ajedrez”, una reproducción de la transformación de Filomela decora la chimenea en casa de una mujer acaudalada:

Sobre la antigua chimenea se exhibía
Como ventana abierta a la escena selvática
Una transformación de Filomela, por un rey de los bárbaros
Brutalmente forzada; el ruiseñor, no obstante,
Llenaba allí el desierto con inviolable voz (vv.97-101).

Esta imagen simboliza la doble naturaleza de la mujer acaudalada en el poema, quien es por un lado, frágil y oprimida, y, por el otro, poseedora de un aura amenazante, condensada en sus “ungüentos, polvos y líquidos” (v.88) que turban y confunden. Su canto de ruiseñor, que "llena el desierto con inviolable voz", aparecerá en otros momentos del poema bajo la forma de la onomatopeya "Chu Chu" (v.103).