La tierra baldía

La tierra baldía Resumen y Análisis Muerte por agua (vv. 312-321)

Resumen

"Muerte por agua" es la más breve de las cinco secciones del poema. Describe en ocho versos a “Flebas, el fenicio” (v.312), quien yace muerto en el fondo del mar hace quince días. Flebas fue un “Alto y apuesto” (v.321) comerciante, a juzgar por la expresión “el beneficio y el quebranto” (v.314), que remite al campo semántico del comercio -en el original, "the profit and loss", esta asociación es más evidente. Otra traducción podría ser, en este sentido, que se dedicaba a "la ganancia y la pérdida"-.

La voz poética se dirige al lector, al que llama “Oh gentil o judío” (319), en referencia a los paganos. Sugiere entonces que tenga siempre a Flebas en mente, a quien ahora “una corriente bajo el mar” (v.315) le talla los huesos.

Análisis

“Es la carta del Colgado. Tema a la muerte por agua” (v.55) vaticina Madame Sosostris en la primera parte del poema, “El entierro de los muertos”, mientras tira las cartas del tarot. “Es su carta, el Marino fenicio que se ahogó” (v.47), sostiene al leer una carta que no existe en el mazo del tarot tradicional. Esta figura es central en esta sección, lo que justifica que el ahogamiento o la muerte por agua sea uno de los motivos más importantes de La tierra baldía. Podemos asociar al fenicio Flebas con aquel personaje a quien la tarotista Madame Sosostris retrata en "El entierro de los muertos" cuando advierte a la voz poética "tema a la muerte por agua" (v.55). Se trata del "mercader de un solo ojo" (v.52), a quien corresponde la carta del "marino fenicio que se ahogó" (v.47).

Como ya señalamos, los cadáveres engendran vida en la primera parte del poema. Ahora, el agua, que para el sentido común es un símbolo de vitalidad, es la que trae la muerte de Flebas. Ahora bien, ¿quién es Flebas, el fenicio? Si tomamos las raíces griegas de su nombre, podemos pensar en su primera parte, -phleb, cuyo significado es “vena” o “arteria”. En su origen latino, podría provenir del verbo fleo, “llorar”, y flebilis, el adjetivo que deriva de él, “digno de ser llorado”. Más allá de las múltiples suposiciones que los críticos han derivado de ello, no hay aún respuestas concluyentes. Sabemos, sin embargo, que Eliot le consultó a su amigo y editor, Ezra Pound -“el mejor artesano” (p.61) para él-, qué hacer con este personaje del poema. Sabemos también que de Pound fue contundente: “Recomiendo enfáticamente mantener a Flebas (...), es parte integral del poema; el mazo de cartas lo presenta, el marino fenicio ahogado. Y es absolutamente necesario donde está” (p.180).

El fenicio, un hombre alto y apuesto según los versos del poema, puede haber sido un comerciante o, quizá, un marino mercante de la época. Muchos críticos lo asocian, no solo al fenicio de la primera parte del poema, sino también al señor Eugenides, “el mercader de Esmirna” (v.209), de la sección anterior. Eugenides, el “bien nacido” en griego, es un comerciante turco de frutos secos, en apariencia, el equivalente moderno de Flebas, el marinero fenicio. Es quien ofrece a la voz poética sus exportaciones, incluido el “C.I.F.” (v.211), es decir, el coste, el seguro y el flete. También le ofrece un almuerzo y un fin de semana en un conocido hotel de Brighton.

Tal como analizamos en la sección anterior, Eugenides se retrata en el poema con algo de sarcasmo, un poco de homofobia y de racismo, si pensamos en la descripción de su dialecto pobre y su rostro mal afeitado. En este caso, a diferencia, el cadáver de Flebas resulta ser el de un hombre apuesto y alto. Se trata de un hombre que ha olvidado, en su descanso eterno, “el beneficio y el quebranto” (v.314). Como dijimos, estos términos pueden ser traducidos como “la ganancia y la pérdida”, lo que termina de sugerir su rol como comerciante; un comerciante que, muerto, ya no recuerda las cuentas, el debe y el haber. De este modo, la presencia de Flebas parece ser un memento mori en el poema, que, aunque no se trata del único, sí del que está colocado en un lugar de privilegio en el texto. Memento mori significa, en latín clásico, “recuerda que morirás”, y es un recurso que busca exactamente eso mismo, funcionar como el recordatorio de que la muerte nos llegará a todos. Es un recordatorio, por extensión, de nuestra propia humanidad.

Tras la catástrofe de la Primera Guerra Mundial, Eliot consideraba que la sociedad inglesa vivía un periodo en el que la ideología imperante había perdido su fuerza. Se trata del humanismo liberal. Para los humanistas liberales hay mayoritariamente verdades morales por descubrir; en concreto, hay verdades sobre los mejores y peores modos de organización social, que no han sido arbitrariamente inventados por seres humanos, sino que les son naturales.

Sin embargo, a pesar de su debilidad luego de la guerra, este humanismo seguía siendo el único discurso en el que se podía enmarcar el discurso público. En cierta medida, además de perder vitalidad, se había vuelto irremediablemente incoherente. No sólo en la arena política, sino en toda la vida, el humanismo se había reducido a tartamudeos y silencio ante las grandes tragedias de la humanidad que no supo o pudo elaborar y digerir. La producción filosófica en torno a poder explicar, de un modo humanista, los fenómenos de una guerra como la vivida fue en principio inconsistente.

Este memento mori, este recuerdo de "Muerte por agua" pone su atención sobre el hombre y lo humano, pero no debe ser tomado como un gesto de nostalgia por el humanismo derrotado por parte de Eliot, porque no era en absoluto considerado un humanista. Más bien, se trata de un observador agudo del estado de la cuestión de su época. El mandato humanista del autoconocimiento como fin de la vida, es decir, el hecho de que el hombre tenga como objetivo último conocerse a sí mismo, conduce para Eliot, una vez agotados los recursos de la mera personalidad y ante la irreductibilidad del nuevo orden complejo del mundo de posguerra, al nihilismo. Nuestra salvación, al parecer, no pasaría entonces por conocernos mejor a nosotros mismos, sino por insertarnos, incorporarnos a una cultura de costumbres y ceremonias, cuyo arraigado orden y vida emocional den sentido al caos interior.

La tierra baldía es una composición que utiliza como material de creación la alusión permanente a un abanico de referencias canónicas de la literatura y la cultura occidentales. Si pensamos en esta última idea de inserción en una cultura de costumbres y ceremonias como posible salvación, el poema estaría respondiendo a esta necesidad a través de su hipervínculo e intertextualidad permanentes.