La tierra baldía

La tierra baldía Resumen y Análisis Lo que dijo el trueno (vv. 322-433)

Resumen

La primera mitad de "Lo que dijo el trueno" tiene un tono apocalíptico. La imagen de apertura nos muestra la “luz de antorchas en rostros sudorosos” (v.322), la “agonía en sitios pedregosos” (v.324), “montañas de roca sin agua” (v.334) y “rojas caras hoscas que se mufan y gruñen” (v.344). En este ambiente hostil, en el que se siente el reverbero “del trueno en primavera” (v.327), “aquel que estaba vivo ahora está muerto” (v.328).

La voz poética, que parece estar descubriendo su entorno, le pregunta a una segunda persona “¿Quién es ese tercero que siempre va a tu lado? / Si cuento, sólo estamos vos y yo” (vv.359-360). De ese modo se refiere a alguien encapuchado que siempre acompaña a su interlocutor. Se pregunta luego por el sonido alto en el aire, las ciudades que se agrietan y reconstruyen, y luego nombra a Jerusalén, Atenas, Alejandría, Viena y Londres.

Una mujer se peina tirante el pelo negro, murciélagos con rostros de bebés baten las alas y en el aire hay torres invertidas. Una capilla está abandonada y rodeada de tumbas en medio de las montañas. No tiene puertas ni ventanas. Un gallo se yergue en la cumbrera, desde donde se ve en un destello de relámpago. “Entonces habló el trueno” (v.399), dice la voz poética luego de todas estas imágenes.

Ahora se traslada al Ganges, a los Himalayas. Divide la estrofa, llena de nuevas imágenes poéticas, en tres partes. A cada una de ellas antecede un “DA”, seguido de una palabra: “DA/ Datta” (v.401), “DA/ Dayadhvam” (v.411) y “DA/ Damyata” (v.418), al iniciar la tercera parte de esta estrofa. Las tres remiten al texto sagrado hindú Brihadaranyaka Upanishad y su traducción es, respectivamente, el imperativo de los verbos “dar”, “dominarse” y “apiadarse”.

Finalmente, “se cae el puente de Londres se cae se cae” (v.426) y el yo lírico, tras repetir los tres conceptos tomados de los upanishads, cierra con el mantra “Shanti shanti shanti” (v.433). Eliot, en sus notas al poema, traduce este canto como “la paz que sobrepasa todo entendimiento” (p.102), una expresión de resignación final.

Análisis

La sección final de La tierra baldía es quizá la más dramática de las cinco, tanto por sus imágenes y metáforas como por los acontecimientos que escenifica. Es, además, la sección a la que Eliot le asignó más valor de todo el poema. En una carta a Bertrand Russell de 1923, dice: “Me da mucho placer saber que te gusta La tierra baldía, y en especial la parte V, que en mi opinión no sólo es la mejor, sino la única que justifica el conjunto” (p.182). Esta sección tiene un comienzo de reminiscencias cristianas y termina con una clara referencia al budismo hindú. Eliot la escribió en su estadía en Lausana, cuando se recuperaba de una de sus complicadas crisis nerviosas. “Es un lugar común que algunas formas de enfermedad son sumamente favorables, no sólo para la iluminación religiosa, sino para la composición artística y literaria” (p.182), escribió en los años 30 sobre este periodo y la consecuente inspiración que lo hizo terminar rápidamente la obra con la que venía trabajando hacía años.

Tal como se evidencia con el correr de los versos, la primera sección de esta parte recuerda a la crucifixión de Cristo. Este episodio de la Biblia comienza con la noche anterior a la muerte de Cristo, en el huerto de Getsemaní. Allí, sufre la agonía del descubrimiento de su doloroso destino. El “escarchado silencio” (v.323) no es otro que el de Judas, quien lo traiciona. La “luz de antorchas en rostros sudorosos” (v.322), por su parte, remite al arresto de Cristo por los soldados en la noche. Luego, sucede el episodio de su traslado ante Pilato, momento sugerido en el verso que dice “cárcel y palacio y reverbero” (v.326). El trueno de la primavera sobre las montañas lejanas podría vaticinar una posibilidad de renovación, pero la esperanza parece estar perdida para los discípulos, que huyen de Jerusalén a través de un páramo de montaña seca. Allí señalan que aquel que antes vivía ahora ha muerto y anticipan su propio castigo, “con un poco de paciencia” (v.330). En la siguiente escena, el canto del zorzal ermitaño, “plic ploc plic ploc ploc ploc ploc” (v.357), sugiere la falsa esperanza de encontrar agua en la caminata por el desierto; la cigarra recuerda, en esta escena, a la de “El entierro de los muertos”, en la que el árbol muerto no daba “ningún amparo, ningún consuelo grillo” (v.23). En suma, las imágenes de Cristo en el poema, junto con otras muchas metáforas religiosas, plantean la resurrección como tema central, pero de forma oblicua o sugerida: “Aquel que estaba vivo ahora está muerto” (v.328), dicen de Jesús quienes ahora mueren de a poco y con paciencia. Nunca se narra, sin embargo, la resurrección en sí.

“¿Quién es ese tercero que siempre va a tu lado?” (v.359), pregunta luego la voz poética. Este párrafo tiene una nota de Eliot sobre el explorador de la Antártida, Ernest Shackleton, que habla sobre cómo el agotamiento hace que uno pueda imaginar una persona adicional invisible. Este tercero fantasmático también había sido sutilmente mencionado en la nota sobre la baraja del tarot que corresponde a “El entierro de los muertos”. Se trata, este caso, de la que encuentran en el camino de Emaús los discípulos, en el Evangelio de San Lucas. Ellos reconocen a ese tercero como Cristo, luego de haber caminado a su lado sin percatarse de él. En la misma nota, Eliot afirma que la carta del tarot del Ahorcado le recuerda al Dios ahorcado del pintor Frazer, el cual simboliza la fertilidad de la tierra, y a la figura encapuchada del Evangelio de San Lucas. En suma, tenemos suficientes elementos para identificar a este tercero con la presencia divina y la resurrección, vinculada asimismo con la fertilidad cíclica de la tierra. La tierra permanece, por ahora, yerma, baldía, mientras hordas con capucha pululan “por llanuras sin fin, tropezando en la tierra agrietada” (v.369). Estas multitudes que aparecen, vale recordar, son las mismas que en “El entierro de los muertos” cruzaban el puente de Londres para ir a trabajar, en una clara referencia al infierno de dantesco de la Divina comedia.

En "Lo que dijo el trueno", Londres cae finalmente, junto con Viena, Jerusalén, Atenas y Alejandría. Se trata de la caída no solo de grandes ciudades, sino, sobre todo, de ciudades valoradas por su importante capital cultural: la decadencia de la cultura occidental es uno de los ejes centrales del poema y del espíritu del siglo según Eliot. El disgusto y la desilusión parecen extenderse por Europa como un virus de esterilidad: las dificultades para engendrar radican en esta sensación de época; una época en la que resulta difícil encontrarle sentido al entorno.

Sin ir más lejos, el fragmento de las Upanishads que Eliot elige para cerrar su poema -"Datta. Dayadhvam. Damyata" (v.332), que se traduce como "Dad. Sed compasivo. Apiádate"- cierra con el Mantra del shanti. Este mantra sagrado debería finalizar con la triple repetición de shanti después de la sílaba mística Om. Sin embargo, como vimos en el resumen, Eliot deliberadamente omite esta sílaba. Esta omisión tiene sentido en el mundo decadente de principio de siglo XX que retrata Eliot, ya que Om es el símbolo supremo que representa la totalidad del mundo, fuente esencial de todo orden y armonía. De esta manera, queda claro que no hay lugar en La tierra baldía para el orden y equilibrio: los personajes y la voz poética parecen encontrarse solo con imágenes fragmentadas, comunicaciones incompletas y alusiones indirectas a la tradición literaria y a la cultura occidental. Lo esencial no encuentra cabida en el poema, ni siquiera en la última invocación de la paz.

Ahora bien, el anteúltimo verso no es el único en el cual se nombran las enseñanzas del Upanishad escogidas por Eliot para cerrar La tierra baldía. Hay una larga estrofa, dividida en tres partes, con uno de estos preceptos encabezando cada una. Antes de las palabras datta, dayadhvam y damyata, nos encontramos con la partícula DA, escrita en mayúsculas. Hay un destello, hay un relámpago y luego una húmeda ráfaga portadora de lluvia: la acción se traslada a la India y el trueno emite su sonido, da da da: “DA/ Datta: ¿Qué hemos dado?” (v.400-401), se pregunta la voz poética. “DA/ Dayadhvam: He escuchado la llave” (v.410-411) y “DA/ Damyata: El barco respondió” (v.417-418), se responde.

Cada uno de estos preceptos abre una imagen. La última palabra, Dayadhvam, nos retrotrae a la historia del Rey Pescador, anteriormente analizada: “Yo me senté en la orilla / A pescar, con la árida llanura por detrás / ¿Pondré al menos mis tierras en orden? (v.423-425). En su nota a este verso, Eliot remite al capítulo de J. L. Weston de From ritual to romance que mencionamos en el primer análisis y que fue fuente de inspiración para La tierra baldía. En él, Weston, folclorista y medievalista, relaciona los rituales de fertilidad con la leyenda del Santo Grial y la del Rey Pescador, quien fuera herido en la ingle y, por ello, es estéril (para más información ver sección "La leyenda del Grial y su vínculo con La tierra baldía"). Por la íntima relación que se establece entre el Rey y sus tierras, nota Weston, la infertilidad de los dominios del gobernante son un fiel reflejo de su condición.

No solo el Rey Pescador vuelve a presentarse en esta sección, también lo hace la mecanógrafa aburrida de “El sermón del fuego”, que despedía a su amante, se alisaba el pelo y ponía música en el gramófono: “Una mujer se estiró el largo pelo negro bien tirante / y tocó en esas cuerdas música susurrante” (vv.377-378). Se trata aquí de una referencia a Kundry, la mensajera del Grial, que reúne en sí todas las características del elemento femenino que busca plasmar Eliot en el poema, y representa en la Historia del Grial a la mujer en su doble aspecto de seductora y penitente. Nuevamente, esta presentación es irónica en "Lo que dijo el trueno". La mujer del gramófono es una versión algo deslucida de Kundry y su novio indiferente deja mucho que desear como reversión de un caballero del Grial. Así, el siglo XX se presenta en La tierra baldía como una versión deslucida del pasado legendario. De hecho, algo similar podemos decir de Madame Sosostris en relación a la Sibila mencionada en el epígrafe, o al binomio Eugenides/Flebas, siendo el primero una versión algo patética del otrora alto y apuesto cadáver que yace en el mar en “Muerte por agua”.

“Ahí está la capilla vacía, solo la casa del viento, / no tiene ni ventanas y la puerta oscila” (vv.388-389), dice luego la voz poética. Esta escena nos sitúa nuevamente en medio de la peregrinación, donde ahora aparece esta capilla, que no es otra que la Capilla Peligrosa, un elemento también traído de la leyenda del Grial artúrica que Eliot toma del libro de Weston (para más información ver sección “La leyenda del Grial y su vínculo con La tierra baldía"). En muchas de las versiones de la leyenda, el héroe se encuentra con una extraña y aterradora aventura en una misteriosa capilla; una aventura que, según se nos da a entender, está plagada de peligros extremos. Los detalles varían: a veces hay un cadáver depositado en el altar; otras una mano negra que apaga las velas; en otras se oyen voces extrañas y amenazadoras. La impresión general, más allá de la versión, es que se trata de una aventura en la que intervienen fuerzas sobrenaturales y malignas. Los vínculos con la leyenda del Grial se hacen, como podemos ver, más evidentes en esta parte del poema que en cualquier otra.

No podemos decir con precisión que este sea el clímax del texto porque no hay cosa tal como un clímax en todo el poema. Sin embargo, es evidente que esta escena terrorífica es el momento de mayor crisis espiritual de la voz poética, algo que da pie al pequeño giro final. En este momento de peligro y horror la esperanza aparece bajo la forma de una lluvia vivificante que procede de “Ganga” (v.395), el gran río Ganges, y de “Himavant” (v.397), el Himalaya; es decir, proveniente de Oriente. Suena un trueno, como vimos, con el sonido DA DA DA: “DA / Datta” (v.400-401), “DA / Dayaddhvam” (v.410-411), “DA / Damyata” (v.417-418). Pero, ¿qué es datta ("dar") para el yo lírico? Datta es “La terrible osadía de un momento de renuncia / Que una edad de prudencia no podrá nunca retractar” (vv.403-404). No se trata de un simple gesto de solidaridad o generosidad, sino de una entrega total. Se trata de todo lo contrario a lo que viene retratando hasta ahora en sus personajes. No es la desidia, ese ennui que advertía Baudelaire al comienzo de la sección. Datta viene a combatir la apatía y la inacción que afligen a los personajes, viene a conjurar otra cosa. Pronto seremos olvidados tras la muerte, solo nuestro momento de entrega justifica la existencia, y este momento de entrega no estará “bajo sellos rotos” (v.408), ni en las necrológicas, “ni en memorias cubiertas por la araña benéfica” (v.407).

Dayadhvam, por su parte, significa literalmente "simpatizar", ser compasivo. En sus notas, Eliot se refiere al Infierno de Dante, puntualmente al personaje de Ugolino, que fue encerrado en una torre por su enemigo Ruggieri, donde murió de hambre. En el infierno, Ugolino y su captor están condenados juntos tapados hasta el cuello de hielo: el hambriento Ugolino roe y carcome eternamente la cabeza de Ruggieri. La otra alusión relevante en el comentario al precepto dayadhvam es a Coriolano. En la tragedia de Shakespeare, Coriolano es un héroe militar romano que traiciona a su bando aliándose con el enemigo. Al dirigir a este ejército contra Roma, su madre lo convence de no destruir la ciudad, y es, finalmente, asesinado por esta segunda traición. En suma, todo parece aludir a que estamos presos, aislados en cárceles de nuestra propia creación. Como dice la voz poética: no podemos empatizar ni comunicarnos con los otros. La comunicación es imposible o, cuando menos, está rota.

Damyata, por último, invoca el autocontrol. La voz poética acude a la imagen de un barco para ilustrar la idea de control de sí. El barco responde “con alegría a la mano experta en vela y remo” (v.419). Las manos del capitán son “manos dominantes” (v.422) y, mediante un manejo seguro y cuidadoso de la embarcación, podemos evitar la muerte por el agua, el destino de Flebas, de Ofelia y de las mujeres en el pub. Es decir, todo aquello que Madame Sosostris advirtió que se debe temer. Sin embargo, hay un uso del tiempo condicional en el verbo que introduce una inquietud: “El mar estaba calmo, tu corazón habría respondido / Con alegría, cuando lo invitaran, palpitando obediente / A manos dominantes” (vv.420-422). Así, parece haber dudas por parte de la voz poética acerca de si, efectivamente, ese camino se ha tomado o no.

Este final no brinda el alivio de un panorama esperanzador, pero al menos involucra una plegaria, una rogativa, el deseo profundo de un cambio. Muestra otro camino, otro modo de hacer las cosas. Si uno de los temas centrales del texto es la relación del hombre y su entorno, como hemos visto, lo que proponen la plegaria del datta, damyata y dayadhvam es otro tipo de vínculo entre el ser humano y aquello que lo rodea. Es el fin máximo al que la humanidad trazada por Eliot puede aspirar.