La ladrona de libros

La ladrona de libros Resumen y Análisis Epílogo

Resumen

La muerte y Liesel

La Muerte narra ahora desde el presente, muchos años después de los acontecimientos relatados. Liesel murió ayer en Sydney, Australia, luego de vivir hasta una edad muy avanzada. Al igual que la de Hans, su alma se levantó para encontrarse con la Muerte. En sus últimas visiones, vio a sus tres hijos, sus nietos, su marido y a otras personas de su vida, como Hans y Rosa, su hermano y Rudy.

Un bosque al atardecer

Una vez despejada Himmelstrasse, Ilsa Hermann y el alcalde llevan a Liesel a su casa. Liesel se niega a bañarse y conserva el polvo y la suciedad de los bombardeos; incluso se niega a limpiarse para asistir a los funerales. Se celebran dos ceremonias para los Steiner: una inmediatamente después del entierro y otra tras el regreso de Alex Steiner. Alex se arrepiente de no haber dejado a Rudy ir a la escuela militar, pues tal vez así podría haberlo salvado de la muerte. Al enterarse de que Liesel sobrevivió, Alex va a visitarla a la casa del alcalde. El hombre está devastado y Liesel le confiesa que besó en los labios a Rudy; Alex llora y sonríe amargamente.

Max

Una vez terminada la guerra, Alex vuelve a abrir su sastrería, para mantenerse ocupado, y Liesel suele hacerle compañía. Un día de octubre de 1945, entra a la sastrería Max, buscando a Liesel. Al encontrarse, se abrazan y lloran de rodillas.

La entrega

La Muerte repite aquello que dijo al comienzo de su relato: ella ha visto muchas cosas terribles y trabaja para los peores villanos, pero de vez en cuando recoge y memoriza historias que le permiten distraerse de su trabajo. La ladrona de libros es una de ellas.

Después de la muerte de Liesel, la Muerte camina con ella por la calle y le muestra el libro negro que ella escribió, el cual la Muerte guardó todos estos años. La Muerte dice que ha leído el libro muchas veces, y cuando Liesel le pregunta si lo entendió, la Muerte no responde. En cambio, piensa en los sentimientos contradictorios que le merece la especie humana, a la que sobreestima e infravalora; a su vez, quiere preguntarle cómo un mismo hecho puede ser espléndido y terrible a la vez, y una palabra, dura y sublime, pero no lo hace. En su lugar, la Muerte habla para confiarle a Liesel la única verdad que conoce: “Los humanos me acechan” (531).

Análisis

La primera sección del epílogo supone un salto temporal de la narración hacia el futuro, muchos años después, cuando Liesel, luego de recomponer su vida y conformar una familia, muere a una edad muy avanzada. Sin embargo, aún no sabemos cómo fue que Liesel reconstruyó su vida, qué sucedió luego de que su familia y sus amigos murieran en el bombardeo. Es por eso que, en la siguiente sección, la Muerte retrocede nuevamente en el tiempo para reponer esa información.

La Muerte describe el trauma de Liesel recordando que durante un tiempo la niña se negó a bañarse y se aferró al acordeón de Hans. El gesto de no bañarse supone un simulacro de mantener las cosas intactas, de no avanzar, y demuestra su incapacidad para superar la muerte de sus seres queridos. Finalmente, en un acto que simboliza un dejar atrás el pasado y la voluntad de seguir adelante, se baña en el río. Este acto, además, funciona como un homenaje a Rudy, quien se sumergió en el río para recuperar el libro de Liesel.

A pesar de la muerte de la mayor parte de sus familiares y amigos, Liesel se reencuentra con Max y Alex Steiner. Nuevamente, la supervivencia de Alex corporiza la arbitrariedad que hay detrás de la guerra; él mismo se lamenta de haber sobrevivido a su familia. Irónicamente, comprende que su voluntad de evitar que Rudy fuera reclutado por los nazis fue quizás desencadenante de su muerte; si el chico hubiera estado en una escuela de formación nazi, quizás se habría salvado de morir en el bombardeo. La Muerte condensa esa ironía amargamente: “Salvas a alguien. Lo matas. ¿Cómo iba a saberlo el hombre?” (527). El azar también funciona para Max, que sobrevive a lo más crudo del Holocausto, contrariamente a lo que temía Hans, cuando creía que lo condenaba a morir cuando le pidió que se fuera de su casa.

En la última sección, el tema del poder de las palabras vuelve a cobrar protagonismo cuando la Muerte le revela a Liesel, quien ha fallecido de anciana, que encontró y guardó su libro. El hecho de que haya conservado su libro y valorado particularmente esa historia, de entre todas las otras que dice haber encontrado, sugiere que hay algo especial en ella. La Muerte ha desarrollado una conexión especial con las palabras de Liesel y, llegando al final de la novela, el lector comprende que también lo ha hecho, pues ha leído el relato de la niña.

Ante la pregunta de Liesel sobre si entendió su libro, la Muerte siente una enorme contradicción y piensa en la fundante dualidad que caracteriza al ser humano, un tema importante del libro: la belleza y la crueldad, lo duro y lo sublime, lo espléndido y lo terrible que hay en los humanos a la vez. A la Muerte le resulta imposible sopesar el valor de los seres humanos, ya que algunos son capaces de una gran maldad y criminalidad, como Hitler, y otros son capaces de una gran fuerza y valentía, como Liesel y Hans. En fin, en su reflexión sobre la humanidad, que recorre toda la novela, la Muerte se reconoce en tensión ante la coexistencia entre el bien y el mal en el ser humano. Incapaz de resolver esas contradicciones, la Muerte solo puede afirmar una cosa, una única verdad: “Los humanos me acechan” (531). De este modo, la novela se cierra con una ironía: la Muerte invierte los términos a los que el lector está habituado. Si generalmente el ser humano teme a la muerte y no encuentra un sentido en ella, la Muerte da a entender que, para ella, el ser humano también es un misterio y genera temor. Con esta declaración, La ladrona de libros expone la contradicción constitutiva de la humanidad, la cual queda condensada en las simultáneas atrocidades y proezas humanísticas que marcaron el proceso histórico de la Segunda Guerra Mundial y el nazismo.